- Mariofanías del S. XX: Las del Inmaculado Corazón de María (Nuestra Señora de Fátima) en Galicia: Pontevedra (1925-1926) y Tuy (1929) a sor Lucia, vidente de Fátima.
Sor Lucía de Fátima, a quien Nuestra Señora se apareció en 1917 en Cova de Iría (Fátima, Portugal), recibió también apariciones de la Virgen María y del Niño Jesús en España (Galicia) donde vivió más de veinte años (desde 1925 a 1946).
Lucía entró en 1921 en el colegio de las Hermanas Doroteas en la localidad de Vilar, cerca de Oporto. Cuando tenía 18 años, la enviaron a Galicia. Ingresó en el noviciado que la Congregación tenía en Pontevedra, y aquí se la conocía como sor Dolores. En 1928 la trasladaron al Convento de Tuy, hasta que, en 1946, regresó a Portugal y, dos años después, entró en el Carmelo de Santa Teresa de Coimbra, donde profesó como carmelita descalza, en 1949, y donde murió en el año 2005 a los 97 años. En el año 2008, el Cardenal José Saraiva inició su causa de beatificación.
De esta suerte, durante 21 años, la única persona que conocía los secretos de Fátima se refugió en Galicia bajo un nombre falso y lejos del revuelo causado por las apariciones de 1917.
No vamos a referirnos al célebre Secreto de Fátima, esto es, a la dimensión profética del Mensaje que la Santísima Virgen reveló a los pastorcitos el 13 de julio de 1917, sino a su esfera mística, es decir, a la que hace referencia a nuestra relación íntima con Dios.
El mensaje de Fátima está formado por un conjunto de elementos que, principalmente, forman parte de doce apariciones sobrenaturales: nueve de ellas a los tres pastorcitos de Aljustrel en Portugal: santa Jacinta y san Francisco Marto y su prima Lucía dos Santos. Y las tres últimas, las que recibió Lucía durante sus primeros años en España, objeto de nuestro estudio.
En las apariciones de Fátima los pastorcitos vieron a un Ángel (1916); un año después, a la Santísima Madre de Dios (como Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora del Carmen, la Virgen de los Dolores y el Inmaculado Corazón de María); a san José y a Nuestro Señor bendiciendo al mundo (13 de octubre de 1917). En Pontevedra (1925 y 1926) y Tuy (1929), sor Lucía vió al Niño Jesús, a la Santísima Virgen y una asombrosa teofanía Trinitaria. En todas recibieron revelaciones y mensajes.
En este sentido, el Mensaje de Fátima es un llamado apremiante:
- a la conversión personal (a arrepentirnos de nuestros pecados y a enmendar nuestras vidas: “a no ofender más a Dios”);
- a la oración (especialmente al rezo diario del santo Rosario);
- a los sacrificios personales (ofrecidos por amor a Jesús, por la conversión de los pobres pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra el Inmaculado Corazón de María);
- a la Comunión Reparadora de los primeros sábados durante cinco meses consecutivos;
- a la Consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María;
- y, sobre todo, a la penitencia que es, a la vez, don y virtud. El Catecismo la define como “una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo, comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia” (1431). La penitencia fructifica en obras externas, poniendo en juego a la persona entera, cuerpo y alma. Sus formas principales son el ayuno, la oración y la limosna (cfr. Tb 12,8; Mt 6,1-18).
Nuestra Señora de Fátima nos recuerda la gravedad del pecado y sus consecuencias tanto para la vida temporal como la eterna: el castigo del infierno para los pecadores impenitentes y el castigo para el mundo por ofender a Dios. El mensaje mariano en Fátima confirma, de este modo, la teología de la Iglesia Católica en relación con los “novísimos” o “realidades últimas” (la escatología): purgatorio, cielo, infierno.
Centraremos nuestra atención, principalmente, en las Apariciones que recibió sor Lucía en sus primeros años de vida religiosa en España y que -como hemos dicho- forman parte del Mensaje de Fátima.
En Cova de Iría, Fátima, Nuestra Señora del Rosario reveló a los pequeños que: – “Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. A quien la abrace le prometo la salvación; y serán amadas de Dios estas almas, como flores puestas por mí para adornar su trono” (2ª aparición, 13.06.1917). Las palabras dichas por la Virgen fueron repetidas al mes siguiente en el contexto del gran Mensaje que contenía el Secreto (en esa oportunidad no dice Jesús, sino Dios). Es, pues, la Santísima Trinidad quien desea que se establezca en nosotros y en el mundo entero, en estos últimos tiempos, la devoción al Corazón Inmaculado de María. De esta suerte, podemos estar seguros que, esta singular devoción mariana, viene directamente del Cielo: es Voluntad expresa de Dios, emanada de su infinita misericordia. Quizá como última tabla de salvación para la humanidad.
En sus memorias sor Lucía escribe que en aquella aparición “en la palma de la mano derecha de Nuestra Señora había un Corazón rodeado de espinas que lo traspasaba. Entendimos que este era el Inmaculado Corazón de María, ultrajado por los pecados de la humanidad y buscando reparación”. Tras mostrarles la visión del infierno les dijo: “visteis el infierno, a donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Si hacen lo que yo os diga, se salvarán muchas almas y tendrán paz. La guerra terminará, pero si no dejan de ofender a Dios en el reinado de Pío XI comenzara otra peor”. Y prometió: “vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados. Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas. Al final, mi Inmaculado Corazón triunfará” (13.07.1917).
Hoy, un siglo después, cuando la apostasía se extiende por todo occidente, aún en los países tradicionalmente católicos (España, Francia, Italia) este llamado de la Virgen sigue siendo más urgente que nunca. Se trata de una profecía abierta aún al futuro que advierte de los peligros de la ideología materialista y atea (del comunismo) esparcida por Rusia a lo largo del siglo XX, del riesgo de una nueva guerra (la que, finalmente, ocurrió entre 1939 y 1945) y de la Pasión actual de la Iglesia (apostasía generalizada, odio progresivo y persecuciones crecientes, que hacen de nuestro tiempo la época con más mártires de la historia).
Sea como fuere, la Virgen cumplió su palabra y se apareció nuevamente a Lucía como había dicho en julio de 1917, para revelarle la primera parte del plan de Dios para la salvación de los pecadores en nuestro tiempo de rebelión contra Dios: la Comunión reparadora de los Primeros Sábados de mes. De esta suerte, ocho años después, cuando ya Jacinta y Francisco habían muerto a consecuencia de la pandemia conocida como “gripe española” y ella era postulante en el Convento que las Hermanas Doroteas tienen en Pontevedra, Nuestra Señora se apareció junto al Niño Jesús, mostrándole al mismo tiempo un Corazón que tenía en la mano, cercado de espinas: Su Corazón Doloroso e Inmaculado. Lucía nos lo cuenta así: “Ese día estando en mi habitación en Pontevedra, España, se me apareció la Santísima Virgen y, al lado, como suspendido en una nube luminosa, el Niño. La Santísima Virgen me ponía la mano sobre mi hombro derecho y, al mismo tiempo, me mostraba un Corazón cercado de espinas que tenía en la mano”.
En primer lugar, habló el Niño: “Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre que está cubierto de espinas que los hombres ingratos continuamente le clavan, sin haber quien haga un acto de reparación para arrancárselas”. Y enseguida dijo la Santísima Virgen: “Mira, hija mía, mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan continuamente con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que: todos aquellos que, durante cinco meses seguidos, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Santa Comunión, recen la tercera parte del Santo Rosario y me hagan 15 minutos de compañía, meditando en los 15 misterios del Rosario, con el fin de desagraviarme, yo prometo asistirlos en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para su salvación” (10.12.1925).
Sor Lucía contó la Aparición a su superiora, a su nuevo confesor y también a su antiguo confesor en Portugal. Todos le aconsejaron prudencia y esperar a ver si las Apariciones se repetían.
Lo principal de la primera aparición en Pontevedra es, quizá, la promesa incomparable hecha por Nuestra Señora: a todos aquellos que hagan la devoción reparadora de los Cinco Primeros Sábados, bajo las condiciones requeridas, “yo prometo asistirles en la hora de la muerte con todas las gracias necesarias para la salvación de sus almas”. Esto nos indica el gran poder de intercesión, de mediación, que Dios ha otorgado a la Santísima Virgen para la salvación de las almas.
Dos meses después, el día 15 de febrero de 1926, sor Lucía yendo a arrojar un cubo de basura fuera de la propiedad, encuentra a un niño, y le pregunta si sabía el Avemaría. Después de rezar con él le pregunta si sabe cuál es la Iglesia de Santa María; le responde que sí; entonces le dice que vaya allí todos los días y que diga así: – “Oh, Madre mía del Cielo, dadme a vuestro Niño Jesús”. Después, volviéndolo a encontrar le pregunta: – “¿Has pedido el Niño Jesús a la Madre del Cielo?”. El niño se vuelve hacia ella, y le dice: – “¿Y tú, has propagado por el mundo aquello que la Madre del Cielo te pedía?”. Diciendo esto, se transforma en un niño resplandeciente. Reconociendo Lucía que era Jesús, le dice: – “Jesús mío, Vos sabéis bien lo que mi confesor me dijo en la carta que os leí; me decía que era necesario que aquella visión se repitiese; que hubiese hechos para que fuese creíble; y que la Madre Superiora sola, para propagar ese hecho, nada podía”.
Comienza, entonces, un precioso diálogo entre el Niño y la religiosa:
– “Es verdad que la Madre Superiora sola nada puede, pero con mi gracia lo puede todo; y basta que tu confesor te de licencia, y que tu Superiora lo diga, para que sea creído; aun sin saberse a quién fue revelado”.
– “Pero, mi confesor decía en la carta que esta devoción no hacía falta en el mundo, porque ya había muchas almas que os recibían en los Primeros Sábados en honra de Nuestra Señora y de los quince misterios del Rosario”.
– “Es cierto, hija mía, que muchas almas los comienzan, pero pocas los acaban; y que las que los terminan, es con el fin de recibir las gracias que a eso están prometidas; pero me agradan más las que hagan los Primeros Sábados con fervor y con el fin de desagraviar el Corazón de tu Madre del Cielo, a aquellas que hagan los quince tibios e indiferentes”.
Entonces, sor Lucía presenta a Jesús las dificultades que tenían algunas almas de confesarse en sábado y le pide que fuese válida la confesión de ocho días. Jesús responde:
– “Sí, puede ser de muchos días más todavía, con tal que, cuando me reciban, estén en gracia y tengan la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María”.
– “Jesús mío, ¿y las que olviden tener esta intención?”.
– “Pueden hacerla en otra confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tuvieran de confesarse”. Después de eso, el Niño Jesús desaparece sin decir nada más.
Sor Lucía habló con su confesor sobre estas Apariciones y el sacerdote le hizo algunas preguntas, entre ellas, por qué debían ser cinco sábados y no nueve como los primeros viernes, o siete como los Dolores de la Virgen. La religiosa pidió una respuesta al Señor que le contestó en una hora de oración ante el Santísimo Sacramento. Le fue revelado lo siguiente: “Hija mía, el motivo es el siguiente: son cinco las principales clases de blasfemias cometidas contra el Inmaculado Corazón de María:
1) Las blasfemias contra la Inmaculada Concepción.
2) Las blasfemias contra su Virginidad perpetua.
3) Las blasfemias contra su Maternidad Divina, negándose al mismo tiempo reconocerla como Madre de los hombres.
4) Las blasfemias de aquellos que públicamente tratan de infundir en los corazones de los niños la indiferencia, el desprecio y hasta el odio hacia esta Madre Inmaculada.
5) Las ofensas de aquellos que la ultrajan directamente en sus Sagradas Imágenes”.
Y agregó:
“He aquí el motivo por el cual el Corazón Inmaculado de María me ha sugerido pedir esta pequeña reparación y en consideración a Ella, conmover mi misericordia para perdonar a las almas que han tenido la desgracia de ofenderla. En cuanto a ti, procura incesantemente, por tus oraciones y sacrificios, mover Mi misericordia con esas pobres almas”.
La antigua casa de la Congregación de las Hermanas Doroteas, donde Nuestra Señora se apareció el 10 de diciembre de 1925 y el 15 de febrero de 1926, se encuentra ubicado en el centro histórico de Pontevedra (hoy calle Sor Lucía): la Casa se llama ahora “Casa del Inmaculado Corazón de María” o “Santuario de las Apariciones” y, en la actualidad, es propiedad de la entidad del Apostolado Mundial de Fátima. En los últimos años recibió más de 12 millones de visitas (cerca de 200.000 al mes, sobre todo de Portugal).
En 1926, la Hermana Lucía dejó el convento en Pontevedra para entrar en el noviciado de las Doroteas en Tuy, una ciudad española cercana a Pontevedra. Ella tomó el hábito el 26 de octubre de 1926, y pronunció sus primeros votos el 3 de octubre de 1928.
El 13 de junio de 1929 acontece la última Mariofanía: ahora la Virgen, se aparece con su Corazón Inmaculado entre las manos y le recuerda de nuevo la importancia de reparar su Inmaculado Corazón a través de los Cinco Primeros Sábados. La revelación de Tuy corona el ciclo de las Apariciones y Mensajes de Fátima con una teofanía espectacular (el llamado “Icono de la Trinidad Redentora”): sor Lucía tiene una “visión” en la que se le revela la Santísima Trinidad, junto a Nuestra Señora de Fátima, que aparece con su Corazón Inmaculado “sin espada ni rosas sino con una corona de espinas y llamas” Dejemos que sea Sor Lucía quien nos narre la visión:
“Estando una noche sola, me arrodillé entre la balaustrada, en medio de la capilla, postrada para rezar las oraciones del Ángel. Sintiéndome cansada, me incorporé y continué rezando con los brazos en cruz. La única luz era la de la lámpara [del Santuario].
De repente, se iluminó toda la capilla con una Luz sobrenatural y sobre el altar apareció una Cruz de Luz que llegaba hasta el techo. En una luz más clara se veía, en la parte superior de la Cruz, un Rostro de un Hombre y Su Cuerpo hasta la cintura. Sobre Su Pecho había una Paloma igualmente luminosa. Y clavado en la Cruz, el Cuerpo de otro Hombre. Un poco por debajo de la cintura [de Cristo en la Cruz], suspendido en el aire se veía un Cáliz y una Hostia grande, sobre la cual caían unas gotas de Sangre que corrían a lo largo del Rostro del Crucificado y de una Herida en el Pecho. Escurriendo por la Hostia, estas gotas caían dentro del Cáliz.
Bajo el brazo derecho de la Cruz estaba Nuestra Señora: (Era Nuestra Señora de Fátima, con Su Inmaculado Corazón… En la Mano izquierda… sin espada ni rosas, pero con una corona de espinas y llamas…). Bajo el brazo izquierdo [de la cruz], unas letras grandes, como si fuesen de agua cristalina, que corrían hacia el altar, formaban estas palabras: ‘Gracia y Misericordia’.
Comprendí que me era mostrado el Misterio de la Santísima Trinidad y recibí luces sobre este Misterio que no me es permitido revelar.
Luego Nuestra Señora me dijo:
– ‘Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre que haga, en unión con todos los Obispos del mundo, la Consagración de Rusia a Mi Inmaculado Corazón; prometiendo salvarla por este medio’”.
Por último, Nuestra Señora afirma con tristeza que muchas almas se pierden a causa de su desprecio y blasfemias contra Ella, y le dice a sor Lucía: – “Son tantas las almas que la justicia de Dios condena por pecados cometidos contra Mí, que vengo a pedir reparación; sacrifícate por esta intención y reza”.
Es la misma Virgen, pues, la agraviada y maltratada, quien intercede por las almas ingratas que la ofenden, como su Abogada, y la que pide a todos Sus hijos como Madre, que cooperemos con Ella, a través de la pequeña devoción de reparación de los Cinco Primeros Sábados.
¿Cómo hemos respondido nosotros a esta petición de Nuestra Madre? ¿Puede Ella decirnos como dice siempre en Medjugorje: “Gracias por haber respondido a mi llamado”? Seamos sinceros: después de casi cien años, ¿cuántos de Sus hijos hemos obedecido a una súplica tan clara, sencilla y fácil de cumplir? Y, aún más, ¿cuántos católicos conocemos esta devoción que con tanta vehemencia nos pide la Virgen?
La Virgen María vino a Portugal (Fátima) y a España (Pontevedra y Tuy) para recordar a un mundo que caminaba hacia la apostasía la gravedad del pecado y sus consecuencias: el castigo del infierno para los pecadores impenitentes y el castigo para el mundo por ofender a Dios.
Sea como fuere, lo específico de estas Apariciones de España, aún formando parte del “Mensaje de Fátima”, podemos resumirlo en los siguientes llamados:
- La devoción al Corazón Inmaculado de María, Madre de Dios y Madre Nuestra: el llamado a tener compasión de Su Corazón Doloroso e Inmaculado, a consolarla y reparar las blasfemias, indiferencias e ingratitudes con que la tratan los pecadores.
- El llamado a practicar la devoción de reparación y desagravio de los Cinco Primeros sábados seguidos de mes con las prácticas sugeridas por la misma Virgen. Practicando esta devoción, nosotros participamos en el misterio de la Comunión de los Santos: hace depender la salvación de los pecadores de nuestra propia generosidad, porque la Santísima Virgen María, constituida por Su Hijo como Mediadora de todas las Gracias, no desea actuar sola. Como tantas veces ha dicho en Medjugorje, no puede triunfar sola. Necesita nuestra colaboración, que respondamos a Su llamada, que cumplamos y vivamos Sus Mensajes.
- La petición al Santo Padre, en unión con todos los Obispos del mundo, de consagrar Rusia a Su Inmaculado Corazón; prometiendo salvarla por este medio. Este último llamado de Tuy se dirige, pues, no a todos los fieles (como los anteriores), sino a la más alta Jerarquía de la Iglesia: el Papa y los Obispos.
De otra suerte, estos llamados forman parte, también, de la dimensión profética del Mensaje de Fátima que contiene, principalmente, las advertencias amorosas de la Santísima Virgen María. En efecto: lo que Ella anunció en Cova de Iría: “(…) vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los primeros sábados” (13 de julio de 1917), lo pidió, luego, explícitamente (como hemos visto) en España (en Pontevedra y Tuy) como absolutamente necesario, imperativo. En Fátima, nos advirtió con amorosa solicitud que, si Su llamado no fuese atendido (la devoción a su Corazón Inmaculado, la Comunión Reparadora de los Primeros Sábados y la consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón), se desataría la Segunda Guerra Mundial y que el comunismo (Rusia) expandiría sus errores por todo el mundo, provocando guerras y persecuciones a la Iglesia: “Si atienden mis deseos, Rusia se convertirá y habrá paz; si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones de la Iglesia: los buenos serán martirizados; el Santo Padre tendrá que sufrir mucho; varias naciones serán aniquiladas…” (13 de julio de 1917). Muchas de estas advertencias se han cumplido ya.
A este respecto, el Papa Benedicto XVI, el 13 de mayo de 2010, durante su peregrinación a Fátima, confirmó que el Mensaje profético de Fátima es sobre el presente y las “realidades futuras de la Iglesia que están desarrollándose y revelándose poco a poco”; y concluyó: “se engañaría a sí mismo el que piense que la misión profética de Fátima está concluida”.
En conclusión: este “Mensaje de Fátima” que se completó en las Apariciones de España en Pontevedra y Tuy, no es sólo una invitación a la conversión, a la oración, al sacrificio, a la reparación y la penitencia, a la devoción al Inmaculado Corazón de María y a la práctica de los cinco Primeros Sábados (parte mística); ni unas advertencias de posibles tribulaciones, guerras y persecuciones a la Iglesia, “condicionadas” a nuestra respuesta y conversión (parte profética: principalmente “el Secreto” del 13 de julio de 1917); sino, también, una invitación a la esperanza, recordándonos la continua presencia de Dios y de Su Santísima Madre en medio de nosotros, aún en las horas más trágicas de la historia, en la que: “Al final, Mi Corazón Inmaculado triunfará”.
Francisco José Cortes Blasco