Nuestra Señora del Encino de Chauchina a Rosario Granados (Granada, 9/04/1906).
Iniciamos esta serie de Mariofanías del siglo XX (la mayoría de ellas bajo la apariencia de la Virgen de los Dolores) con la que acontece en la localidad andaluza de Chauchina situada en la parte occidental de la Vega de Granada. Una Aparición muy poco conocida y de gran relevancia no sólo en sí misma, sino por su profundo significado ligado al momento histórico en el que se produce y al lugar, tan vinculado con la historia de España como veremos.
La Santísima Virgen María se aparece a una virtuosa anciana, profundamente creyente, muy humilde y sencilla, llamada Rosario Granados Martín, nacida en la localidad en 1839. Se trata de una única Aparición ocurrida en Semana Santa del año 1906, cuatro meses después de que en Francia se ha aprobado la ley de separación Iglesia y Estado promulgada durante la Tercera República. Se la conoce también como ley Émile Combes, Primer Ministro de Francia del Partido Radical Socialista, masón, anticatólico y extremadamente anticlerical. Este laicismo francés ejerció una considerable influencia sobre gran parte de Europa y las élites liberales de América Latina.
El municipio de Chauchina, por otra parte, se encuentra ubicado en el Partido Judicial de la Santa Fe creado por los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, al culminar la Reconquista con la toma de Granada en 1492 a manos del sultán nazarí Boabdil. Muy cerca se encuentra la población de Fuente Vaqueros en la que nació el poeta y dramaturgo español Federico García Lorca y donde residió Fernando de los Ríos dirigente e ideólogo socialista, ministro de la Segunda República bajo la presidencia de Manuel Azaña (como ministro de Justicia y de Instrucción Pública y Bellas Artes) quien se encargó de aplicar a España la famosa ley Combes francesa con toda su carga de laicismo y feroz anticatolicismo. Pero, además, es ésta una zona (la Vega de Granada) en la que, desde la segunda mitad del siglo XIX, surge y se extiende una herejía de origen anglicano: “los Pastoreros”, que subsiste aún hoy, precisamente, aislada en el municipio de Fuente Vaqueros. Y esto, como veremos, tiene un notable significado para comprender el mensaje de la Aparición.
Presentemos, primero, a la vidente Rosario Granados. Una aldeana sencilla, humilde y muy buena, de gran corazón y muy devota de la Virgen, que, a los diecinueve años, contrae matrimonio con Manuel de Cantos, quedando muy pronto viuda con tres hijos: José, Diego y Francisco a los que educa cristianamente en el temor de Dios.
Un hecho acaecido unos años antes de la Aparición nos revela su profunda vida de fe y de caridad: uno de sus hijos es asesinado por un hombre en la taberna de Arenas del Rey, pueblo de Granada donde Rosario y sus hijos viven como porteros de un cortijo o finca. El asesino escapando de la justicia llega precisamente a casa de Rosario, diciéndole que en una riña ha matado sin querer a un hombre y que ahora lo persiguen para matarlo a él. Rosario se compadece y lo esconde. En esto, llega otro de los hijos de Rosario y le comunica la muerte de su hermano. Rosario se da cuenta enseguida: el homicida es el que esconde ella. Pero, en lugar de delatarlo le da de comer y lo despide diciéndole: “Ya ves lo que has hecho… pero yo no te denunciaré… te perdono… También la Virgen perdonó a los verdugos de su Hijo en el Calvario… Anda, y que Dios te acompañe por el mundo…”. No tardó el asesino en ser apresado. Rosario, pensando que él tendría madre, rogaba al Señor que no se viera obligada a testificar contra él ante un tribunal. Y su oración fue atendida: unos días antes de la fecha señalada para el juicio, fallecía el homicida, dando muestras de sincero arrepentimiento.
Finalmente, Rosario regresa a Chauchina, enfermando gravemente: por más de tres años unas llagas purulentas y nauseabundas devoraban su pierna. El “mal olor que producen las llagas” hace que el dueño de la casa donde vive con la familia de su hijo Francisco (su esposa e hijos), la apremie a marcharse, advirtiéndole que, si no lo hace, echará a todos de la casa. Ese mismo día, lunes santo, 9 de abril de 1906, se dirige Rosario, muy temprano, a las afueras del poblado para curarse las llagas purulentas. La triste anciana camina apoyada en el respaldo de una silla. Se acerca a un espino, para curarse las dolorosas llagas. Entonces, ve venir hacia ella a una Dama de muy noble presencia, morena, vestida de negro como una Virgen de los Dolores. La bella Señora, de “ojos hermosísimos y cara llena de gracia” se detiene a preguntarle qué le sucedía: – “¿Qué tienes mujer, qué te sucede?”
Le cuenta Rosario sus pesares: que tiene la pierna muy mala desde hace mucho tiempo y que casi está desesperada, porque ni Dios ni la Virgen se dignan oírla.
Le dice, entonces, la Señora: – “Pues vente conmigo al Cementerio y te la curaré”.
- “¿Cómo he de ir, si apenas puedo andar?”
- “Yo te ayudaré. Levántate, ven conmigo”.
Rosario suelta la silla que le sirve de sostén y con gran agilidad la sigue por la angosta vereda, de poco más de un kilómetro, hasta llegar a un arroyo donde la Señora le tiende la mano para ayudarle a pasar. Al llegar a la puerta del Cementerio, la Señora enlutada le propone: – “Vamos a rezar el Rosario”, y, con acento de compasión y tristeza le dice: “Oremos por los desgraciados del mundo que no temen la Justicia de Dios”.
El cielo se nubla y, de repente, se oye el estruendo de un potente trueno.
- “Va a llover” (dice Rosario).
- “No temas. No pasa nada. Hay que rezar por los desgraciados que no temen la Justicia de Dios”.
Se oye, entonces, un segundo trueno. Y la Virgen añade:
- “No tengas miedo. Encomiéndate a mi hijo Simón de Rojas”.
Simón de Rojas (1552-1624), sacerdote Trinitario, gran devoto de la Virgen María fundó la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María, siendo conocido como el Apóstol del Ave María. Fue el director espiritual y confesor del Caballero de Gracia (Jacobo de Grattis, 1517-1619), caballero italiano que se trasladó a España como secretario del nuncio apostólico de Gregorio XIII, y se estableció luego en el Madrid de Felipe II. Él fue, precisamente, el que cedió una de sus casas para el convento de las Hermanas Concepcionistas Franciscanas que lleva su nombre y en el que, el 13 de agosto de 1831, se apareció Nuestra Señora del Olvido, Triunfo y Misericordias a la Madre Patrocinio según vimos en al artículo anterior. En este tiempo era aún beato (lo canonizó Juan Pablo II en 1988). Existe, pues, una cierta relación entre ambas Apariciones… Por otra parte, san Luis María Griñón de Monfort era devoto del beato de Rojas y conocedor de sus obras: de él tomó su famoso lema “Totus tuus” del Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, y que san Juan Pablo II escogió como lema de su pontificado.
Terminada la oración, la Señora dice a Rosario: – “Vamos a ver tu pierna”.
Pero ésta repuso: – “Me duelen mucho las llagas. Está vendada…”.
A lo que la Virgen contesta: – “Más llagas tienes en el corazón, hija mía”.
Rosario confesó después: “Me tocó las heridas, quedé dormida y al despertar, tenía la pierna curada. Corrí gritando: ¡Buena mujer, Buena mujer!, pero no la vi, grité: ¡María Santísima, María Santísima!, la que diste a luz en Belén, tengo mi pierna buena”.
Y, aunque la piadosa anciana corrió presurosa preguntando por la Señora, nadie supo darle razón de Ella. Todos se quedaban admirados de verla correr con lozana agilidad.
La prensa granadina de la época comentó el hecho milagroso de la prodigiosa curación y Chauchina y los pueblos de la comarca se persuadieron de que la misteriosa Dama enlutada fue la Santísima Virgen, conocida bajo la advocación “del Espino (Encino)”, junto al cual se apareció primeramente, o, más propiamente, “de los Dolores”, por las negras vestiduras que llevaba y el señalado día de la Aparición: lunes santo.
Cuando hablamos de Fuente Vaqueros, municipio colindante con Chauchina, apuntamos un simbolismo, una profunda significación entre ambos pueblos, por cuanto parece evocar las dos ciudades de san Agustín: la Ciudad de Dios y la ciudad del mundo.
La Ciudad de Dios es unificada por la caridad que puede crecer y decrecer, y su fin es el establecimiento de la Ciudad celeste, que es la misma Ciudad de Dios cuyos miembros ya han alcanzado la beatitud. La de la tierra (simbolizada en Chauchina) se edifica, precisamente, con los dos pilares del Mensaje de la Señora, de la Virgen Dolorosa o Nuestra Señora del Espino, a saber: el Rosario (el amor a María a quien se venera en Chauchina) y la Eucaristía (el amor a Dios a Quien se adora en la adoración perpetua del Santísimo Sacramento en el Convento de las Capuchinas). Estos pilares nos recuerdan el célebre sueño de san Juan Bosco.
Frente a ella, la ciudad del mundo (Fuente Vaqueros) cuyo principio y fin son absolutamente seculares, laicistas. Tal y como sucede en los Estados liberal y socialista que tienen como fin el dinero y el Estado respectivamente. Las ciudades que viven bajo estos sistemas quedan ancladas exclusivamente en el mundo. Recordemos que, de Fuente Vaqueros, donde vivió Fernando de los Ríos, surgió todo el proceso de laicización del siglo XX, con la segunda república.
Como afirma el santo Obispo de Hipona: “dos amores fundaron las dos ciudades, es a saber: la terrena el amor propio hasta llegar a menospreciar a Dios, la celestial el amor a Dios hasta llegar al desprecio del sí propio. La primera puso su gloria en sí misma, y la segunda, en el Señor; porque la una busca el honor y la gloria de los hombres, y la otra estima por suma gloria a Dios, testigo de su conciencia”.
Asimismo, hemos de recordar que uno de los legados de san Juan Pablo II a la Iglesia fue, también, la importancia y centralidad que siempre concedió a estos dos pilares del sueño de Don Bosco. Así, por ejemplo, al celebrar la entrada en su vigésimo quinto año de pontificado, escribió la Carta Apostólica “El Rosario de la Virgen María” (añadiendo a la Corona los Misterios de luz), y proclamó el periodo entre octubre de 2002 a octubre de 2003, Año del Rosario. Al año siguiente, con la nueva Carta “Mane Nobiscum Domine”, invitó a otro año especial, un año sobre la Eucaristía (octubre 2004-octubre 2005), un año para mirar al centro: a Cristo presente, vivo, glorioso, palpitante en el Santísimo Sacramento del Altar. Para mirar y dejarse mirar por Él. “Hay que dar prioridad a la misa dominical y a la adoración eucarística fuera de la Misa” -decía.
De otra suerte, la invitación de la Dama vestida de negro a rezar por “los desgraciados que no temen la Justicia de Dios”, ¿no nos recuerda a la que, en Medjugorge, la Gospa le hizo, el 2 de agosto de 1987, a Mirjiana, y, un poco después a todos los peregrinos que cada día 2 de mes se encontrasen en la pequeña localidad de Herzegovina para orar juntos? Durante casi 33 años, la Virgen fue fiel a esta cita por Ella misma convocada y se aparecía (en los últimos años en la Cruz Azul) para rezar con la vidente y los peregrinos por “los que aún no conocen el amor de Dios”. Éstos, sin duda, son “desgraciados” pues no conocen Su gracia, Su amor, Su misericordia, y, no conociéndolo “no temen la Justicia Divina”. El pasado día 18 de marzo, en su Aparición extraordinaria anual, la Santísima Virgen María, Reina de la Paz, le dijo a Mirjiana que ya no se volvería a aparecer más los segundos días de mes. Si bien, esta sigue siendo una de las intenciones que la Santísima Virgen ha confiado a los videntes y Ella espera, de cada uno de nosotros: que sigamos rezando por todos los que todavía no conocen a Dios y no tienen Su amor en el corazón.
Volvamos, ahora, a la vidente de Chauchina. Todos los que la conocieron dicen en el proceso sobre las Apariciones que era humilde, caritativa y muy piadosa, y nadie recuerda una palabra suya o un gesto, que descubriera complacencia propia por haber recibido la visita de la que humildemente llamaba Señora desconocida o buena Mujer: estaba siempre apacible, con el mismo estado de ánimo, amable, bondadosa, sin enfadarse nunca… siempre hablaba de la Virgen, enseñaba a los niños a rezar y daba muy buenos consejos a todos. Varias personas le habían ofrecido dinero para aliviarle la pobreza familiar en que vivía; pero ella no lo aceptaba.
Rosario pasó el resto de su vida rezando. Un día de otoño de 1921 se siente agotada y pide a un sobrino que avise al Padre Francisco de Sevilla, capuchino de Granada: – “Dile que tengo que comunicarle un secreto antes de morir”. Aquel secreto contenía una profecía, un anuncio que finalmente se cumplió. Rosario le manifiesta que la Santísima Virgen le había dicho cuando se le apareció junto al espino: “Quiero que en este lugar se dé culto al Santísimo Sacramento, por religiosas franciscanas”. Por eso, le asegura que allí mismo, un día, “se edificará una casa de oración y penitencia, un Monasterio de Religiosas Franciscanas que adorarán al Santísimo Sacramento”.
En efecto, el 11 de abril de 1925, Sábado Santo, toda Chauchina arde fervorosa. El Cardenal de Granada, junto con su clero, recibe a las doce Capuchinas que van a iniciar la vida de clausura y de adoración al Santísimo Sacramento en el monasterio prometido por la Virgen del Espino: – “Tendréis un monasterio”.
La Iglesia dará su juicio favorable a la Aparición: el 19 de febrero de 1981, el Cardenal Arzobispo de Granada, Monseñor Vicente Casanova y Marzol, concede textos litúrgicos de Misa y Oficio propio, con categoría de Solemnidad, para que cada año, el 9 de abril se honre a la Virgen Santísima con el título de Nuestra Señora del Espino, en el Monasterio de Clarisas Capuchinas de Chauchina.
Cuarenta años después de la muerte de Rosario sus restos se trasladaron desde el cementerio de Chauchina a la cripta que, con permiso del Cardenal de Granada, se le construyó junto al Camarín de la Virgen en la Iglesia conventual. He aquí lo que está inscrito en la lápida de su sepulcro actual, donde sus restos esperan la resurrección: “Aquí reposan los restos mortales de Rosario Granados Martín, curada milagrosamente por la Stma. Virgen el día 9 de abril de año 1906. Murió santamente el día 24 de septiembre del año 1921, a los 82 años de edad. Sus restos mortales se trasladaron a esta cripta el día 30 de septiembre del año 1961”. Hoy, Rosario, tiene abierta la causa de beatificación.
Esta advocación de Nuestra Señora del Espino, o “del Pincho” como dicen cariñosamente en Granada, tiene una preciosa imagen que se venera en el lugar de la Aparición, convertido, por voluntad de la Virgen, en Monasterio de Capuchinas. Imagen que fue coronada por el Arzobispo de Granada en 2006, Centenario de la Aparición. Comunidad contemplativa que es hoy, en medio de la crisis vocacional que atraviesa España, una comunidad muy pujante que cuenta con un buen número de monjas, muchas de ellas de edad muy joven. Las hermanas Capuchinas siguiendo el carisma de su fundadora Santa Clara, se dedican a la adoración perpetua al Santísimo Sacramento, cumpliendo así la petición de la Santísima Virgen María.
Francisco José Cortes Blasco