Monseñor Hoser, junto a los franciscanos de Medjugorje.

Este viernes ha fallecido en un hospital de Varsovia, a los 78 años de edad, el arzobispo Henryk Hoser, nombrado por Francisco en 2017 como enviado especial para la parroquia de Medjugorje, y confirmado en 2018 por tiempo indefinido como visitador apostólico con la misión pastoral de “asegurar el acompañamiento estable y continuo” tanto de la comunidad parroquial local como de los peregrinos que acuden al lugar de las apariciones.

Monseñor Hoser ha muerto víctima de “una larga y grave enfermedad“, según informa el portal de la conferencia episcopal polaca.

Religioso de la Sociedad del Apostolado Católico (padres palotinos), era médico y llegó a ejercer la profesión antes de descubrir su vocación. Fue ordenado sacerdote en 1974 y fue veinte años misionero en Ruanda. Luego regresó a Europa y en 2005 fue consagrado obispo y empezó a trabajar en la Curia romana, en la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Posteriormente, en 2008 Benedicto XVI le nombró en 2008 arzobispo de Varsovia-Praga.

Primer reconocimiento

Su designación por Francisco como visitador apostólico en Medjugorje supuso el primer gran reconocimiento de la Santa Sede hacia el fenómeno que tiene lugar en dicha localidad bosnia desde 1981, unas apariciones marianas que continúan bajo investigación. Sus competencias excluían toda consideración sobre la autenticidad o no de las apariciones, centrándose exclusivamente en organizar la atención pastoral a los miles de personas que acuden allí en peregrinación.

Así lo hizo en estos cuatro años, ocupándose desde aspectos espirituales, como la catequesis a los peregrinos y la organización de retiros, a aspectos materiales, como la mejora arquitectónica del santuario y de los lugares donde se producen las concentraciones masivas.

Confesiones y conversiones

Monseñor Hoser nunca ocultó su entusiasmo por la tarea encomendada: “El fruto más maduro de Medjugorje es el de las conversiones a través de las confesiones, la paz y la reconciliación”, dijo en una entrevista. En otra ocasión insistió en el valor que se otorga allí al sacramento de la confesión: “Vienen a confesarse, ya que ordinariamente no pueden, porque los sacerdotes en Occidente han dejado de confesar. Y lo digo con toda responsabilidad, ya que trabajé siete años en París y tres años en Bruselas. Los sacerdotes ya no confiesan a los fieles porque creen que la confesión es ‘culpabilizar’, es decir, decirles a las personas que son culpables y eso lo consideran malo para su bienestar, piensan que deberían ir a un psiquiatra y luego ser tratados para que no se sientan culpables. Aquí en Medjugorje la gente reconoce que no todo ha ido bien en su vida, piden perdón y descubren la espiritualidad“.

La enfermedad de monseñor Hoser era conocida y en las últimas semanas se habían reiterado las peticiones de oración por él. Su desaparición ha sido muy sentida en todo el ámbito cercano a Medjugorje, donde había encajado muy bien a la espera de una decisión final de la Santa Sede sobre la sobrenaturalidad de las apariciones.

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