La cruz azul

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Yendo hacia la comunidad Cenáculo, por la avenida Kralije Mira, al borde de la orilla del Podbrdo, puede verse una cruz de metal color azul clavada entre las piedras. Una cruz que señala el lugar de un encuentro.

Muchos recordamos aquellas historias que hemos leído por aquí y por allí, sobre los primeros tiempos de las apariciones, cuando la policía comunista acosaba a los pequeños videntes con toda clase de interrogatorios, detenciones y prohibiciones. Trataban, por todos los medios, de ahogar el fenómeno de Medjugorje, aunque al final, es evidente, no pudieron.

Así sucedió también una noche de julio de 1982, cuando todo el mundo esperaba la puntual aparición en el monte Podbrdo, e inesperadamente la Virgen se apareció a Iván en mitad del camino, con el fin de frustrar los astutos planes de la policía que esa noche quería echarles mano.

Para hacer visible este nuevo lugar, Iván estableció una señal: la cruz azul, que, desde entonces, se ha convertido en un lugar emblemático de Medjugorje y de visita obligada para cuantos peregrinos se afanen en conocer los entresijos del fenómeno Medjugorje. A mi juicio se trata de un icono que en el fondo nos habla de las persecuciones, de todas las persecuciones que los cristianos, por el mero hecho de ser cristianos, tenemos que padecer. Estoy convencido de que nadie puede ser auténticamente cristiano sin sentir a sus espaldas las pesadas sombras de la persecución; y como contrapunto, la esperanza que el Señor nos transmite cuando declara las bienaventuranzas.

Hoy en día las persecuciones contra los cristianos tienen muchas caras, muchas formas, y muchos revestimientos. La persecución jurídica por ejemplo se salda con un juego de sanciones económicas que en ciertos casos puede llevarle a uno a la bancarrota; la persecución social trae rechazo, exclusión, aislamiento, despidos, y la persecución de los medios de comunicación, que a veces se deleita con críticas insostenibles, y destructivas, que se basan no tanto en argumentos, sino en banales prejuicios y airadas descalificaciones.

Sin embargo, yo no sé que tiene el evangelio que cuando uno lo lee, lo asume y lo integra en su vida, hace que hasta las cruces más amargas se vuelvan como las mieles más dulces de los mejores panales. Así lo declara bellamente, la Introducción al libro “Camino”, de San Josemaría Escrivá de Balaguer cuando dice: “Tu vida va a consistir en hacer dulce el sufrimiento”. O San Rafael Arnáiz, en un libro suyo muy recomendable, titulado: “Mi Cuaderno”, cuando dice: “No hay mejor paz que la que proporciona el sufrimiento”. ¡Qué misterio!.

Gracias a Dios la cruz azul está presente en muchos sitios. Y gracias a Dios, la cruz azul nunca nos desampara. Para los primeros cristianos la cruz azul eran las Catacumbas de Roma. Para San Josemaría Escrivá de Balaguer, que vivió en medio de la persecución religiosa que sufrió España en 1936, la cruz azul era el otro lado de los Pirineos donde pudo resguardarse de todo. Para nosotros, cuando nos vemos perseguidos por nosotros mismos, la cruz azul es un lugar escondido del corazón. Sí, allí también existe.

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