“No hay nada más difícil pero al mismo tiempo nada más gratificante en nuestra sociedad que vivir con esperanza sincera, activa, constructiva para el espíritu humano.” |
Maria Popova |
Todos nosotros, en algún momento, confrontamos la desafiante realidad de frustración profunda y constante que nos lleva a la desesperación y ultimamente nos lleva totalmente a la tentación de darnos por vencidos. Estamos tan desgastados y desesperados por nuestra lucha interna, que sentimos que no podemos hacer frente al constante ataque del odio, rabia y envidia que a menudo enfrentamos. Como si esto no fuera suficiente, todos luchamos al mismo tiempo contra nuestras batallas internas, y de esta forma nos sentimos frecuentemente exhaustos por combatir interiormente a nuestros propios demonios personales y nuestro cansancio puede comenzar a destruir mentalmente nuestra voluntad.
** Nuestro orgullo, egoísmo y avaricia se encuentran entre los principales responsables que explotan nuestras debilidades y fallas y nos esclavizan ciegamente hasta el punto que nos sentimos paralizados e impotentes.
Al enfrentar dicha adversidad podemos fácilmente sucumbir a la depresión, resentimiento y a una negatividad generalizada que puede amargar severamente nuestro espíritu y provocar que perdamos toda esperanza. El 25 de noviembre de 2010, María explicó que los corazones de sus hijos que no rezaban o que no confiaban en Dios estaban llenos de “muerte sin esperanza, inquietud y hambre” el 25 de agosto de 1994, María advirtió explícitamente que Satanás era fuerte y quería destruir la esperanza en nuestro corazón.
“¡Entre más oscura es la noche más brillantes las estrellas, mientras más profundo es el duelo, más cerca está Dios!” ― Fyodor Dostoyevsky, Crimen y castigo
Esta profundización de Dostoyevsky nos recuerda que así como las estrellas no pueden brillar sin oscuridad, la Buena Nueva brilla mejor contra este contraste de la oscuridad de nuestra naturaleza caída. Es precisamente contra lo más profundo de lo malo y del pecado de nuestro mundo caído, que podemos ver más plenamente y apreciar las grandes alturas de gracia. María nos exhorta a nunca perder la esperanza. Aunque María esperaba que sus hijos se convirtieran por sí solos al principio de las apariciones, nunca ha perdido la esperanza.
1 de junio de 1983 : “Queridos Hijos: Esperaba que el mundo comenzara a convertirse por sí solo. Hagan ahora, todo lo que esté en sus manos, para que el mundo pueda convertirse.”
Cuando supo que sus hijos no se convirtieron, inmediatamente tomó acción y nos exhortó con “Hagan ahora, todo lo que esté en sus manos,” para que el mundo pueda cambiar. Nos enseña audazmente que no podemos simplemente “esperar que el día sea bueno,” o que me pueda llevar con alguien o que mi oración sea hoy y sea buena o que encuentre sentido en el trabajo que esté llamado a hacer hoy o que hoy sea un(a) buen(a) esposa/sacerdote/padre/etc. En cambio debo actuar y hacer elecciones conscientes, comenzar en la mañana y hacer “todo lo que está en mis manos” para hacer estos cambios concretos en mi vida. En este ejemplo, vemos como la esperanza, al igual que el amor, es finalmente enraizada en una elección, una decisión la cual debemos abrazar y vivirla.
Y el mejor lugar para comenzar es dentro nosotros, ya que a menudo nuestra propia oscuridad interior es la que necesita la mayor luz. Así como Isaías (Is. 61:1) había profetizado que un Mesías hubiera venido y “liberado a los prisioneros de la oscuridad” Jesús comenzó su ministerio anunciando la Buena Nueva más prometedora y esperanzadora imaginable: Que fue enviado a “liberar a los cautivos.” (Lc. 4:18) Tal vez nuestra mayor esclavitud viene de nuestras propias voces de odio internas que nos mantienen cautivos a través de la culpa y vergüenza. Hasta nosotros que tratamos y seguimos (imperfectamente) a Cristo, podemos mantenernos “cautivos” a los efectos paralizantes de desolación, a la auto-crítica negativa, tóxica, sin sentido, vacía y agobiante que reprime la vida. Cristo dio Su vida para poder destruir cualquier yugo de esclavitud y miedo. María dijo el 25 de enero de 2001 que:
”Quien reza no tiene miedo del futuro y quien ayuna no tiene miedo del mal. Una vez más les repito: solamente por medio de la oración y del ayuno se pueden parar las guerras –guerras de su incredibilidad y miedo por el futuro. Yo estoy con ustedes y les enseño queridos hijos: su paz y esperanza son en Dios. Es por eso que deben de acercarse más a Dios y ponerlo en primer lugar en su vida.”
Solamente yo puedo permitirme a mi mismo ser un “cautivo.”
La fiesta próxima de la conversión de San Pablo (25 de enero) nos recuerda de la verdad: que Dios nos invita continuamente hacia la libertad y a la esperanza de nueva vida. No estamos atados por nuestro pasado, al contrario Jesús nos invita continuamente a abrir nuestros corazones y ser renovados; a morir al viejo yo y convertirme una nueva creación. El ejemplo de San Pablo como el de María Magdalena es un ejemplo de esperanza, que afirma que Dios puede hacer cualquier cosa, hasta transformar a los mayores pecadores en santos.
María nos muestra a su Hijo Jesús, como la única esperanza verdadera del mundo; Él es nuestra ancla divina en cada tormenta. Mientras que solamente nuestro Salvador puede levantarnos fuera de nosotros mismos, nosotros, como Pedro debemos alzar nuestra mano para ser salvados. Jesús nos recuerda que aunque enfrentemos problemas en el mundo, ¡Él lo ha vencido! Solo Jesús puede conquistar las profundidades del mal, de la muerte y del pecado y nos ofrece la esperanza de vida, vida en abundancia.
Más vale encender una luz que maldecir la oscuridad, sabiendo que una sola luz tiene el poder de disipar las oscuridades más profundas. María nos prometió que si nos decidimos por santidad y siempre mantenemos la esperanza de un mejor mañana en nuestros corazones abiertos, entonces “la esperanza hará que nazca la alegría” y nos liberará para que seamos renovados (25 de agosto de 2012/25 de enero de 2015)