2 de diciembre de 2011

Mensaje de la Virgen María del 25 de noviembre de 2011, Medjugorje Bosnia Herzegovina

y Reflexión del P. Francisco Ángel Verar H.

¡Queridos hijos! Hoy deseo darles esperanza y alegría. Todo lo que está en torno a ustedes, hijitos, los conduce hacia las cosas terrenales. Sin embargo, yo deseo conducirlos hacia el tiempo de gracia, para que durante ese tiempo estén lo más cerca de mi Hijo, a fin de que El los pueda guiar hacia Su amor y hacia la vida eterna que todo corazón anhela. Ustedes hijitos oren, y que este tiempo sea para ustedes tiempo de gracia para vuestra alma. Gracias por haber respondido a mi llamado.”

Sólo dos días después que la Madre dio este mensaje a la Iglesia, se comenzó a vivir el sagrado tiempo del Adviento que prepara la llegada de la Navidad. La Navidad es una experiencia de amor. Así la vivieron la santísima Virgen María y su castísimo esposo san José. Del mismo modo la vivieron los pastores que fueron al portal de Belén, los ángeles y Dios Padre. Sin amor no hay Navidad. La Navidad no la hacen las luces, los colores, las comidas… sino el amor. Y el amor de Dios se manifestó en plenitud a la humildad en el Pequeño Niño que nació en Belén. Para entender esto la Madre invita a la Iglesia a vivir, desde ahora, dos virtudes fundamentales: “la esperanza y la alegría”.

  1. María trae “esperanza y alegría”.

Desde que la Madre comenzó a aparecer en Medjugorje trae al mundo “esperanza y alegría”. Se podría afirmar que son los ejes principales de la espiritualidad que, desde el inicio, se desarrolla en Medjugorje. Estas apariciones se pueden ver como un largo adviento de treinta años y medio que prepara la venida del Señor. Recuérdese que la Virgen ha dicho que “estas son las últimas apariciones para humanidad”. Luego, Medjugorje será siempre para la Iglesia un tiempo de “esperanza y alegría”. “Esperanza” porque se espera un mundo nuevo, un mundo lleno de paz, de amor, de justicia. Se espera la realización del triunfo del Corazón Inmaculado de María, el triunfo del bien sobre el mal, de la luz sobre las tinieblas…Y “alegría” porque es imposible para el creyente que se abre a este misterio, que se deje agobiar por sus propios problemas y aflicciones. Recuérdese que la Madre aparece todos los días y habla al mundo entero para sanar, consolar, animar, fortalecer la vida espiritual….

  1. La antítesis: tiempo de gracia/cosas terrenales.

En el mensaje de este mes, nuevamente la Madre ha puesto en evidencia la oposición entre lo que Ella trae al mundo y el apego de sus hijos a las cosas terrenales. Y se esclarece, que las cosas de la tierra en sí no son malas si se piensa en las que Dios ha creado. Tampoco son malas muchas de las que el hombre hace y posee. Sin embargo, el apego a las mismas ―aunque Dios mismo las haya hecho― si es incorrecto. Y a eso se refiere la “Gospa”.

La Virgen dice: “Todo lo que está en torno a ustedes, hijitos, los conduce hacia las cosas terrenales,” obsérvese, que es como si dijera: “tengan cuidado del mundo material en el que viven, ese mundo, ―sin que ustedes se den cuenta―, los separa de lo que verdaderamente vale para Dios”, porque el mensaje afirma: “Yo deseo conducirlos hacia el tiempo de gracia, para que durante ese tiempo estén lo más cerca de mi Hijo, a fin de que Él los pueda guiar hacia Su amor y hacia la vida eterna que todo corazón anhela.” Y “tiempo de gracia” al que María se refiere en el mensaje, es una expresión amplia y compleja que encierra tres aspectos que conviene examinar a fin de contrarrestarlo a las “cosas terrenales”.

  1. Tiempo para Jesús. La Madre enfatiza que durante “el tiempo de gracia” se debe estar cerca de Jesús para que Él guíe los corazones hacía Su amor y vida eterna. Lo que representa una nueva invitación a abrir el corazón al Señor para que reine en él con Su amor. Esta primera acepción de la expresión “tiempo de gracia” es una invitación a acoger a Jesús frente al misterio de la próxima Navidad. Muchas veces se enseña que el Adviento es tiempo de preparación para la venida de Jesús en la Navidad. Pero en realidad ―como la Madre enseña en el mensaje― se debe considerar que Jesús está viniendo siempre al corazón y no hay que esperar la Navidad para recibirlo. Más bien, es lo contrario: en la medida en que ahora se reciba a Jesús en el corazón, del mismo modo se celebrará intensamente su Nacimiento en el sagrado tiempo de la Navidad. La Madre no dice: “esperen la Navidad para acoger a Jesús” sino: “Yo deseo conducirlos hacia el tiempo de gracia, para que durante ese tiempo estén lo más cerca de mi Hijo”. Luego, el tiempo de Adviento es tiempo de experiencia de Jesús, que quiere conducirnos hacia Su amor.

  1. Tiempo de salvación. La expresión “tiempo de gracia” también es tiempo de conversión, de cambio, de inicio de una vida nueva, de romper con el pecado para darle a Dios la oportunidad de reinar, definitivamente, en el corazón. El corazón que encuentra el “camino de la gracia” es el corazón que se salva. Un día dijo la Virgen que “en estos tiempos un gran número de almas va por el camino de la perdición.” El “tiempo de gracia” llega a las almas cuando estas se abren a Dios, cuando inician la vida nueva en el Espíritu de Cristo Resucitado, y por lo mismo, muchas almas no viven en “gracia”; en tiempo de salvación. María pues, invita a sus hijos, a hacer la opción por la conversión.

  1. Tiempo de manifestación de Dios. También la expresión “tiempo de gracia” la Madre la ha utilizado muchas veces para referirse a sus apariciones en Medjugorje. Si la Virgen invita a participar en el “tiempo de gracia” invita a aceptar estas especiales manifestaciones suyas a la humanidad, a abrirse a este misterio que conduce a Jesucristo, a la fe, a la conversión, a la paz. Medjugorje en sí es un “tiempo de gracia” para el mundo. Por lo tanto, como bautizados no se puede permanecer indiferente: Dios envía a Su Madre para ayudar a la humanidad frente a los tiempos difíciles que se viven. Nótese como, desde esta aldea, María ayuda a todos a tomar el camino de la salvación para poner a Dios en el primer lugar del corazón. Por eso se vive un “tiempo de gracia”

  1. Las “cosas terrenales”. Frente a cuanto se ha mencionado, hay una realidad que no se puede ignorar: cuanto permanece en torno a la humanidad conduce hacia las “cosas terrenales”. Es la realidad del mundo material efímero que nos rodea. Lo material en torno al hombre se puede dividir, fundamentalmente: en lo que Dios mismo ha creado y lo que el hombre construye. Y ambas realidades pertenecen al mundo “visible”. A eso se refiere la Virgen cuando afirma, que lo que está a nuestro entorno nos conduce hacia las “cosas terrenales”. Obsérvese que la Madre no juzga si ellas son buenas o malas, sólo las menciona para poner en evidencia que las mismas, por ser “visibles” con facilidad distraen la atención de los fieles de la esfera espiritual. Por lo tanto, Ella invita a sus hijos, en este mensaje, a dirigir la mirada hacia el mundo “invisible”, que, como se afirma en el Credo existe. Si el ser humano no se abre a ese mundo invisible a sus ojos, no puede experimentar el misterio de la Navidad.

La Madre antepone la realidad del mundo “invisible” espiritual frente al materialismo imperante y el consumo propio del tiempo que se vive en occidente de preparación a la Navidad.

  1. Nueva llamada a la Oración.

Al concluir el mensaje la Virgen dice: “Ustedes hijitos oren, y que este tiempo sea para ustedes tiempo de gracia para vuestra alma.”. Claramente la Madre exhorta a sus hijos a vivir el Adviento como un tiempo por excelencia de oración. Es por medio de ella como se entra a vivir el “tiempo de gracia” para el alma. Entonces, no hay nada tan gratificante, tan placentero, tan confortante para la vida del ser humano en la tierra como la vida de oración. La Madre quiere, que el presente tiempo de Adviento, se caracterice por permanecer en la presencia de Su Hijo por medio de todas las modalidades de la oración: en la habitación, en familia, frente al Sagrario, en la Adoración eucarística, por medio de la Lectio Divina y santo Rosario… Lo importante es descubrir, que, sólo por medio de la oración ―personal y comunitaria―, se puede descubrir y participar del mundo “invisible” del amor de Dios. Ese mundo también nos rodea pero se descubre y se participa en él por medio de la oración. Es la oración que hace posible el encuentro personal con el Dios vivo que envió Su Hijo al mundo para salvarnos. Jesús dice en el Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono. El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias” Ap.3: 20-22

Compartir: