“¡Queridos hijos!, Hoy los invito a todos a la oración. Abran profundamente la puerta del corazón, hijitos, a la oración, a la oración con el corazón, y entonces el Todopoderoso podrá obrar en vuestra libertad y comenzará la conversión. La fe llegará a ser tan firme que podrán decir con todo el corazón: “mi Dios, mi todo”. Comprenderán, hijitos, que aquí en la Tierra todo es pasajero. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

Con la llegada de este nuevo mensaje se destaca que, desde el mes de septiembre, la Madre ha estado insistiendo en el tema de la oración. Puntualícese que no es frecuente —aún cuando la Madre repite algunos temas esenciales de espiritualidad—, escuchar de sus labios, y de Su Corazón Inmaculado, una misma exhortación por tres meses seguidos. Las razones de la insistencia en el tema de la oración se desconocen, sin embargo, hay que subrayar que un auténtico hijo de María Virgen no pasaría por inadvertido el imperativo: la fe se despierta sólo por medio de la oración; sobre todo por la oración con el corazón. Pero antes de reflexionar en el mensaje del mes, préstese atención al del mes anterior: “Queridos hijos! Hoy los invito a abrirse a la oración. La oración hace milagros en ustedes y a través de ustedes. Por eso, hijitos, en la simplicidad del corazón, pidan al Altísimo que les dé la fuerza de ser hijos de Dios y que satanás no los agite como el viento agita las ramas. Hijitos, decídanse nuevamente por Dios y busquen sólo Su voluntad, y entonces encontrarán en Él alegría y paz. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! “

 

  • Renovada invitación a la oración.

     

    El mensaje de este mes se ubica al inicio del tiempo litúrgico del Adviento y como conclusión del Año eclesial de la Fe. En el origen de este tiempo litúrgico en Hispania, las Galias e Italia septentrional, desde el siglo IV los cristianos sentían la necesidad de prepararse intensamente para la celebración anual de la Navidad, por medio del ayuno y la oración intensa. Existían, además, dos días semanales llamados “estacionales” para la reflexión y la ascesis que eran miércoles y viernes. Con el devenir del tiempo, y el cambio de mentalidad que crea el materialismo y el hedonismo contemporáneos, los cristianos están pasando por alto que, para celebrar como se debe el Día y Tiempo litúrgico de la Navidad, es necesario practicar la ascesis. Por lo que la Madre evidencia una vez más esta necesidad. Obsérvese que ha dicho: ” ¡Queridos hijos!, hoy los invito a todos a la oración. Abran profundamente la puerta del corazón, hijitos, a la oración, a la oración con el corazón, y entonces el Todopoderoso podrá obrar en vuestra libertad y comenzará la conversión.”

    Esta primera parte del mensaje se puede dividir todavía en dos secciones. La primera: la universal llamada a la oración profunda, con el corazón; la segunda: la necesidad de la conversión.

    Quien quiera celebrar dignamente la Navidad toma en serio la oración y sabe así mismo, que cuanto más ora más experimentará la llegada de Dios a la humanidad y a su propia vida. El año pasado en ocasión de la Solemnidad de la Navidad —según el testimonio de la vidente Marija Pavlovic— la Virgen no dio mensaje, pero en su lugar el Niño Jesús —que cargaba en sus brazos—, se incorporó y dijo: ” Yo soy vuestra paz, vivan mis Mandamientos “. De esta manera, el mismo Jesús enfatizó la importancia de su venida al mundo, enfatizó la importancia de la Navidad: Día de la Paz, Día del Amor, Día de la Luz… En suma: Día para renovar la vivencia de Sus Mandamientos. Lo que no se puede entender si no se doblan las rodillas junto al pesebre; como la Virgen María y San José hicieron. Por lo tanto, la Madre quiere que también sus hijos pasen estos días como Ella los vivió: con la oración, toda vez que ha vuelto a subrayar uno de sus temas favoritos en Medjugorje: la oración con el corazón, oración que se hace desde del recogimiento interior, cuando el corazón se carga de amor. Es la oración que hace el Espíritu Santo en el alma del justo cuando éste se abre sin reservas a Él.

    A muchos les cuesta esta forma de oración, porque no sólo oran lo suficiente, sino porque además no saben hacerlo o bien, porque se lleva una vida doble y por lo mismo Dios no puede orar en él. Por lo que hay que volver a recordar: la oración con el corazón es la oración propia del cristiano. Se afirma aún más: ¡la oración con el corazón la exigió Jesús a sus discípulos! Recuérdese que dijo: ” Tu cuando vayas a orar entra en tu habitación, y cierra la puerta y tu Padre que escucha en lo secreto te recompensará “ Mt 6: 1-8 ¿A qué secreto se refería el Señor? Al secreto del corazón del hombre. Cuando el ser humano ora con el corazón le entrega todos sus secretos a Dios, no se reserva nada. Es esta la oración profunda, la oración que penetra las profundidades del alma y que penetra además las profundidades del mismo Dios. Porque el Espíritu lo sondea todo. Es allí cuando el corazón del hombre y el corazón de Dios se hacen uno. Y el tiempo de Adviento es la ocasión propicia para experimentar la cercanía de Dios al alma y la cercanía del alma a Dios. De esa forma oraba la Virgen Santísima y de esa forma oraba San José: con todo el ser. Por eso, ellos comprendieron el Misterio de la Navidad: porque oraban con el corazón, y por medio de sus oraciones Dios reinó en ellos. Si no se ora con el corazón Dios no puede visitar el corazón del hombre y el hombre no puede visitar el corazón de Dios. Y la oración con el corazón provee además al alma de la gracia para vivir en plenitud la conversión. La Virgen ha dicho: ” Abran profundamente la puerta del corazón, hijitos, a la oración, a la oración con el corazón, y entonces el Todopoderoso podrá obrar en vuestra libertad y comenzará la conversión.” Es otra manera de decir “hasta cuando no oren intensamente con el corazón no se convertirán” o como si dijera: “si verdaderamente quieren convertirse en su libertad, oren, y con la oración con el corazón comenzará el cambio en su vida”. Por lo que se deduce que la Madre quiere que sus hijos vivan intensamente este tiempo y se preparen así mismo para la próxima Navidad. Tómese nota que según este mensaje a dónde quiere llegar la Madre es a la conversión plena de sus hijos.

     

  • Desarrollar la fe firme.

    Se ha vivido intensamente en la Iglesia un año dedicado a la fe, y en ocasión de su clausura, el Papa ha anunciado para el 2015 un año dedicado a la Vida Consagrada. Los frutos que ha dejado el año de la fe son muchos, pero la Madre sabe que si no se ora los mismos pueden desaparecer. Por eso hace la invitación. Una peculiaridad en los mensajes de la Virgen, es que se adapta siempre a los tiempos litúrgicos y a las llamadas que hace la Iglesia. Obsérvese que al concluir el Año de la Fe nuevamente habla de dicha virtud teologal. Ha recalcado que por medio de la oración con el corazón “la fe llegará a ser tan firme que podrán decir con todo el corazón: “mi Dios, mi todo”.” Esa pequeña oración recuerda a San Francisco a Asís. Uno de los santos que más oró y que por tanto más fe tuvo, porque la fe crece y se alimenta de la oración. Muchos cristianos —frente a las pruebas y rebosar de amor para el prójimo— desean tener una fe muy firme, sin embargo no se deciden por la oración. Por eso una vez más, pacientemente, la Madre vuelve a recordar que si no se ora como se debe no hay fe, no hay milagros en la vida y en la vida de los demás. Toda vez que la fe firme se necesita para lo cotidiano, para dar testimonio preclaro de Jesús; como María y José vivieron ante la inminente llegada de Jesús. Piénsese cuando José se enteró que su esposa estaba encinta por obra del Espíritu Santo; cuando ambos tuvieron que trasladarse hasta Belén a razón de un inoportuno empadronamiento; cuando pidieron posada y fueron repudiados; cuando a María le llegó el momento del alumbramiento y las condiciones en la gruta eran del todo desfavorables; cuando se enteraron que Herodes buscaba al Niño recién nacido para asesinarlo y tuvieron que salir de prisa para Egipto y permanecer allí hasta la muerte de Herodes… Los hechos hablan por sí solos: la cruz estuvo presente en la Navidad, pero la cruz se cargó con amor porque había fe, y fe existía porque se oraba. El Adviento y la Navidad son tiempos litúrgicos que acentúan la llamada a la oración, y por su medio crece la fe y se fortalece.

     

  • La oración hace comprender la transitoriedad de la vida en la Tierra.

    Todos estamos de paso en este mundo, lo único que podemos llevar para el otro, es la fe y las obras que realicemos, pero cuanto menos se ore menos se comprende y se asimila esta realidad. En muchos, la realidad no pasa de aquello que se ve, de lo material. Por lo que cabe recordar que la oración es la llave que abre el corazón y lo orienta a lo imperecedero, hacia el Cielo Nuevo y Tierra Nueva donde habita la justicia (cf. 2Pe 3:13) y la paz abunda eternamente. Por eso la oración no debe ser una ocupación al lado de otras, o una ocupación cualquiera, sino la primera de todas y la principal, de la que emergen todas las demás. Exactamente como Jesús vivió. Porque la oración es el medio por antonomasia como el hombre en la Tierra experimenta las Moradas de Dios. San Pablo un vez escribió de Él: ” Sé de un hombre en Cristo, el cual hace catorce años ”si en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe” fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé que este hombre ”en el cuerpo o fuera del cuerpo no lo sé, Dios lo sabe” fue arrebatado al paraíso y oyó palabras inefables que el hombre no puede pronunciar. De ese tal me gloriaré; pero en cuanto a mí, sólo me gloriaré en mis flaquezas.” (2 Cor 12, 1-5). Este episodio ilustra cuanto la Madre dice en el mensaje de este mes: la oración abre la puerta del paraíso, no sólo que le asegura al alma su puesto en las Moradas eternas de Dios sino porque desde la Tierra le hace pregustar la realidad última y la eterna. Por lo tanto no desaprovechemos el momento y abrámonos a la oración con el corazón frecuente, dejemos que sea el Espíritu Santo quien realice dicha oración.

    Oremos juntos:

    ¡Ven oh Espíritu Santo! : Te necesito en este Adviento. Quiero que ilumines mi corazón como iluminaste el tierno y dulce Inmaculado Corazón de María, como iluminaste el corazón del Justo José. ¡Ven Espíritu Santo y enséñame a orar con el corazón! ¡Ven con Tu luz y limpia mi alma! ¡Ven y purifícame para que yo pueda recibir de nuevo en la próxima Navidad a Jesús! Te pido perdón por los errores que cometí en este año que termina, por no abrirme a la fe como debí. Te pido que me enseñes a humillarme y buscar cómo debo el sacramento de la Reconciliación y de esta forma prepararme debidamente para la próxima Navidad. No quiero ser egoísta y por lo que deseo permitirle a Jesús visitar mi corazón: que Él me enseñe nuevamente Sus Mandamientos. Sin Tu ayuda Espíritu Santo no seré capaz. ¡Vean Espíritu Santo! ¡Ven por María! ¡Enséñame a recibir a Jesús como Rey y Señor en esta Navidad! Quiero que triunfe Él en mi, frente a las tinieblas que me rodean: que Él sea mi paz, Mi Luz y mi Amor.

    ¡Sean alabados los Corazones de Jesús y de María Reina de la Paz!

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