30 de marzo de 2015

MENSAJE DE LA VIRGEN MARÍA REINA DE LA PAZ DEL 25 DE MAYO DE 2014 EN MEDJUGORJE Y REFLEXIÓN DEL P. FRANCISCO ÁNGEL VERAR HERNÁNDEZ

“¡Queridos hijos! Oren y sean conscientes de que ustedes sin Dios son polvo. Por lo tanto, dirijan sus pensamientos y su corazón a Dios y a la oración. Confíen en Su amor. En el Espíritu de Dios, hijitos, están todos ustedes invitados a ser testigos. Ustedes son preciosos y yo los invito, hijitos, a la santidad, a la vida eterna. Por lo tanto, sean conscientes de que esta vida es pasajera. Yo los amo y los invito a una vida nueva de conversión. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

Las apariciones de la santísima Virgen María en Medjugorje iniciaron un 24 de junio de 1981. Por tanto, el próximo mes, se celebran 33 años de esta especial mariofanía eclesial. Se aprecia entonces, en el mensaje de este mes, una especial invitación de la Madre a preparar dicho acontecimiento. Todos los mensajes que la Virgen da son importantes pero, el de este mes es especial.
 
1. En el mes dedicado a la Virgen, la Madre ha dicho lo que otras tantas ha repetido en estos 33 años: “Oren”. Frente a esta nueva llamada, no se debe pensar que ha vuelto a repetir la misma exhortación de siempre. No. Sino a interrogarnos para que pensemos si, finalmente, la oración ocupa el primer lugar en nuestra la vida cotidiana. Toda vez que por lo común, la mayoría de los fieles pueden estar convencidos que ya oran lo suficiente, o bien: no piensan que hay necesidad de orar más. Entonces, estos días —que anteceden el XXXIII aniversario de la primera aparición— hay que dedicarlos a la oración. Eso quiere y espera la Madre, porque Medjugorje es un gran movimiento de oración. Cuánto la Virgen espera de sus hijos, se puede resumir en su insistente: “oren, oren, oren.”
 
2. La Madre también ha dicho —para motivar a sus hijos a no abandonar el proyecto de oración personal y familiar— : “sean conscientes de que ustedes sin Dios son polvo”. Esta expresión ¿qué quiere decir? La Virgen no quiere disminuirles a sus hijos la autoestima, ni mucho menos que se subestimen. Es lo contrario, precisamente. Lo que busca es que los fieles comprendan que sin oración todos se sienten polvo y llegan a ser polvo. Entonces, el mensaje de la Virgen es la respuesta del porqué hoy muchos no tienen deseos de vivir, de trabajar, de amar, de perdonar, de luchar: se sienten polvo, son polvo, porque viven sin Dios. Así la Madre indica la manera de salir de esa condición: por medio de la oración. No del yoga, ni por medio de otras técnicas orientales de meditación; como tampoco a través del materialismo o del dinero. ¡No! Es sólo por medio de la oración, porque por medio de ella Dios llega al ser humano y el ser humano se eleva a Su Creador: Dios es plenitud, alegría, paz, amor. Justamente Lo que todos necesitamos. Obsérvese, por lo demás, el gran abismo que existe entre lo que la Madre pide este mes y lo que los medios de comunicación social enfatizan, por razones económicas, con el mundial del futbol. Obsérvese que la presencia de la Virgen en Medjugorje no es noticia; quizá porque no mueve dinero: más importante es el futbol, que 33 años de apariciones diarias de la Reina del Cielo. Pero los cristianos no podemos caer en ese juego: rezar el santo rosario, ayunar, adorar el Santísimo Sacramento es siempre primero y la más urgente llamada para estos tiempos. Muchos no lo saben y numerosos perderán horas y horas viendo a 22 hombres detrás de un balón; sin responder jamás a la invitación de la Madre. Entonces, no hay que dejarse llevar por ese error. Por el contrario, hay que escuchar a la Madre y obedecerla: permanecer ante Jesús sacramentado. Es la ocupación más importante, delante de esa otra esfera que santifica, sana, renueva, convierte. En efecto, la Madre no ha dicho: “sigan el mundial” —aunque no sería pecado seguir algún partido. No. La Virgen ha dicho: “dirijan sus pensamientos y su corazón a Dios y a la oración.” Esta es la nueva tarea en el mes del mundial. Cuando el ser humano ora, entonces es consciente que no es “polvo”, descubre de inmediato que es “precioso” ante los ojos de Dios. Pero esta sabiduría no viene del deporte sino de Dios, de la oración. Por eso hay que permanecer delante de Jesús Sacramentado y que nuestro amor crezca cada día más hacia Él.
 
3. También la Madre ha dicho algo muy bello en el mensaje de este mes: “confíen en el amor de Dios”, porque hay mucho desánimo, falta de fe, abatimiento… También porque el hombre confía más en el dinero, en personas, en relaciones afectivas, en el deporte, en sus propias capacidades que en el mismo Dios; de quien depende todo en la vida y Quien es la meta hacia dónde nos dirigimos al final del camino: Dios y sólo Dios. Entonces, para poder orar con el corazón —y elevar los pensamientos y deseos en Dios—, hay que confiar en Él, la confianza es fundamental. Jesús, Rey de Misericordia, dijo a santa María Faustina Kowalska: “La falta de confianza de las almas me hiere profundamente. Todavía más me duele la desconfianza de las almas que Yo he escogido. A pesar de mi Amor jamás agotado, desconfían de Mí, no les basta ni siquiera mi muerte”. (D. 50). Estas palabras hay que tenerlas presentes cuando oramos, porque sin la confianza en Dios no se ora con el corazón. La palabra “con-fianza” viene del latín “con-fides”. “Con” significa: “total”, “plenitud”, y “fides” significa: “fe”, “seguridad”. En otras palabras, la confianza es la “acción de tener total seguridad en alguien o en algo”. Es esto lo que Dios espera de nosotros: total seguridad, plena fe en Él, en sus promesas, en Su amor. Dios jamás defrauda a Su pueblo, pero el pueblo sí se distancia de Él. Por eso la Madre llama a todos: “confíen en el amor de Dios”.
 
4. También la Madre ha dicho: “En el Espíritu de Dios, hijitos, están todos ustedes invitados a ser testigos.” Sabido que estos días que preceden la Solemnidad de Pentecostés son los días de oración por excelencia al Espíritu Santo, la Virgen adaptada al tiempo litúrgico, pide cuanto la misma Iglesia nos dice y lo que el Papa Francisco pidió cuando celebró la Eucaristía en el Cenáculo de Jerusalén: “De aquí parte la Iglesia en salida, animada por el soplo vital del Espíritu. Recogida en oración con la Madre de Jesús, revive siempre la esperanza de una renovada efusión del Espíritu Santo: Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra”. Pentecostés entonces, es la Fiesta anual del Espíritu Santo, es la Fiesta del Amor de Dios. San Bernardo llamaba al Espíritu Santo: “el Beso Santo entre el Padre y el Hijo, el Beso de Dios al alma del justo”. La Madre está pidiendo que ahora nos abramos a ese Espíritu Santo sin temor, que nos dejemos renovar por Su amor para ser testigos de Cristo en el mundo. ¡Sin el Espíritu Santo es imposible demostrarle al mundo que Jesús está vivo, que la Tumba de Jerusalén está vacía! Por consiguiente, estos días son para entrar con el Papa Francisco en el Cenáculo de Jerusalén y pedir una nueva efusión del Espíritu Santo; sin miedo, sin culpa, con plena confianza en Dios, en sus promesas, en Su amor, en el único amor que te puede sanar, perdonar, curar, dar vida nueva; como lo hicieron los Apóstoles en Pentecostés: se reunieron con María —no para jugar futbol—, sino para orar. Por tanto: pide, invoca, haz la Novena al Espíritu Santo, la única Novena bíblica y recomendada por el mismo Jesús.
 
5. Luego, la Madre ha dicho: “Ustedes son preciosos y yo los invito, hijitos, a la santidad, a la vida eterna.” Cuando se ora se comprenden estas palabras, porque Dios no hace basura: el ser humano creado por Dios es “precioso”. San Ireneo, padre de la Iglesia, dice: “La gloria de Dios es el hombre viviente y la vida del hombre es la visión de Dios”. Entonces, somos todos preciosos para Dios y nuestra meta es la eternidad; por lo mismo, hay que optar por la santidad. Esto quiere la Madre. “Sin santidad nadie verá a Dios”. No hay que conformarse con orar, ir a Misa, cumplir con los sacramentos. No. Hay que ser santo, recuerda la Madre. Hace unos días fueron elevados a los altares dos Papas; en medio de sus luchas, aflicciones, pruebas, múltiples compromisos, pudieron llegaron a la santidad. Eso quiere decir que tú también puedes. Hay que recordar que la santidad es una decisión y es una llamada que Dios hace a cada uno de sus hijos. Pero Él respeta la libertad del ser humano. Si tú no quieres no eres santo, pero si quieres puedes lograrlo. No para que seas canonizado. No. Sino para que llegues al Cielo cuando mueras, y para que le des la mayor gloria a Dios en esta tierra, para que otros, por tu medio, conozcan al Dios Creador. Y para optar por esa llamada que hace la Virgen —lo mismo que Jesús pidió a todos sus seguidores: “sean perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”— hay que vivir en este mundo enamorado de Dios. No del mundo, del materialismo, de las modas, del dinero. Y por lo mismo la Madre invita a orar, toda vez que la oración enciende el Fuego del Amor de Dios en el corazón; y eso es la santidad, también la vida eterna. Es hora que lo entiendas, después de 33 años que la Madre lo repite.
 
6. También la Virgen ha dicho: “Por lo tanto, sean conscientes de que esta vida es pasajera”. Eso quiere decir que hay otra mejor y que no es pasajera; como esta que termina en la tumba. La vida eterna que Dios ha preparado es para todos; también para los ateos, agnósticos, pecadores empedernidos, musulmanes fanáticos que incendian las iglesias cristianas: Dios a todos quiere en la eternidad y por lo mismo, hay que presentar Su proyecto a toda la humanidad; nos quiere con Él en el Paraíso. Estamos en esta tierra preparándonos para emigrar hacia la eternidad y el pasaporte, la visa de entrada, es la santidad. No tu dinero, tu profesión, tus bienes. No. Sólo la santidad, el atributo propio que Dios, además, regala al hombre. La Virgen dijo en un mensaje: “Queridos hijos: Dios le ha regalado a ustedes el don de la santidad”. Entonces, con el Don que Dios nos ha dado de Su amor, entremos todos al Paraíso; nadie se debe excluir ni excusarse. La Virgen ha dicho que “desde la vida en la tierra se puede vivir ya la vida del Paraíso y al morir sólo se cambia de lugar, de condición”. Medjugorje, prepara para esa vida. La Virgen quiere adornar el Trono de Dios con nuestras almas, no tengas miedo de colocarte en sus manos; permítele que Ella te guíe como una madre guía a su hijo pequeño en sus primeros pasos.
 
7. Al final la Madre ha dicho: “Yo los amo y los invito a una vida nueva de conversión”. El amor de María es único, no lo puedes comparar con el de tus padres, con el de tu esposo, esposa, novio, novia; el amor de María es el amor de la Madre Celestial: viene del Cielo y de Su Corazón Inmaculado. Ella ha dicho: “Queridos hijos si supieran cuánto los amo llorarían de alegría”. Entonces, la Virgen quiere que llores de alegría por su amor. Nadie, fuera de la Trinidad Santísima, te ama como Ella: te ama como Madre, como hermana de fe, como amiga, como compañera. Siempre está contigo, porque quien ama a otro jamás se separa de él. Y eso hace la Virgen con cada uno de sus hijos; por eso lo recuerda tanto, porque muchos de sus hijos no son consientes. Y ese amor invita a la vida nueva, porque Ella sabe que lo que más le conviene a sus hijos es la vida nueva. La Madre que ama propone a sus hijos el camino correcto: la conversión. Y en ese espejo deben reflejarse todas las madres y todos los padres. Porque hay muchas que no invitan y suscitan la conversión de sus hijos; los llenan sólo de cosas materiales o los sobreprotegen, jamás suscitan la conversión en ellos. Y si no lo hacen no heredarán la vida eterna. Entonces, hay que imitar a la Virgen en su pedagogía materna: la maternidad auténtica, la verdadera ente los ojos de Dios; que educa hacia la santidad. La madre de la tierra que no educa hacia la santidad de sus hijos fracasa. La santidad es la primera responsabilidad y ocupación de toda madre, de todo padre de la tierra: “sin santidad nadie verá el rostro de Dios”, dice la Escritura y la santidad no son palabras sino ejemplo de vida. Los niños deben verla en sus padres. Es triste, lamentable, que lo que más perciben los niños de sus papás son discusiones, altercados, materialismo, vanidades… No transmiten santidad a sus hijos porque no oran lo suficiente, porque tampoco toman la conversión en serio. Por eso María lo recuerda en este mensaje. ¡Feliz Fiesta de Pentecostés!
 
Oremos: Jesús danos padres y madres santos. Necesitamos padres que eduquen debidamente a sus hijos: que los niños vean en ellos lo que es la santidad, que desde niños la conozcan, la perciban, así el mundo no se apoderará de ellos, no los perderá. Jesús: manda ahora tu Espíritu a cuantos lean el mensaje de Tu madre y estas reflexiones. Enciende sus corazones del Fuego de Tu amor. ¡Oh ven Espíritu Santo! Te necesito, ven y abrásame de Tu amor. Ven por María, ven.
 

 

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