1 de enero de 2011

“Queridos hijos: Hoy, mi Hijo Jesús y yo, deseamos darles abundancia de gozo y de paz para que cada uno de ustedes sea un alegre portador y testigo de la paz y de la alegría en los lugares en que viven. Hijitos, sean bendición y sean paz. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada! "

El “gozo y la paz” son las principales virtudes evangélicas de la Navidad. María y José —y luego los pastores que fueron agraciados con la visita al portal de Belén—, experimentaron el “gozo y la paz” que el Niño recostado en el pesebre irradiaba. La Virgen María, según el testimonio de los videntes de Medjugorje, cada 25 de diciembre aparece con el Niño Jesús recién nacido en sus brazos; y lo mismo cuando comenzaron las apariciones el 24 de junio de 1981 en la Colina Podbrdo. En el mensaje de esta Navidad, la Virgen, con el Niño Jesús recién nacido, otorga a todos sus hijos “gozo y paz abundantes”. Recuérdese que quienes llegaron al portal de Belén, no llegaron con el corazón cerrado sino con la debida disposición de acoger los “regalos” que Jesús les tenía preparados, y para nosotros debe ser lo mismo. En cada Navidad Jesús, quiere nacer espiritualmente en el corazón de cada uno de sus seguidores. Experimentar el nacimiento de Jesús no es otra cosa que experimentar “gozo y paz abundantes”. Pero, de que “gozo y paz” se trata.

Esencialmente, hay dos maneras de experimentar “gozo y paz abundantemente”: las que el mismo hombre con sus medios consigue y Aquellas que se pueden recibir como dones directamente de Dios. Probablemente, muchas personas en esta Navidad han experimentado gozo y paz en abundancia. Cuando una persona baila, come abundantemente, ingiere licor, se divierte… experimenta cierto “gozo y paz” y muchas veces —sobre todo, si de por medio hay una relación afectiva—, el gozo y la paz pueden sentirse en abundancia. Lo mismo ocurre con el dinero: puede producir gozo y la paz. Una persona que gana en el casino o en la lotería puede experimentar abundantemente “gozo y paz”. Pero se debe aclarar que el “gozo y la paz abundante” que refiere la Virgen va en otra dirección. Y no se piense que una persona no pueda divertirse con lo que el mundo ofrece. Aquí el énfasis es otro: “el gozo y la paz” que Dios ofrece al hombre no dependen del aporte humano, porque en Dios todo es gracia. Para comprender mejor las palabras de la Virgen sería necesario examinar la primera Navidad. Quizá no ha habido una Navidad tan pobre como la que vivió María y José, pero de igual modo, se puede afirmar: no ha habido una Navidad con tanto gozo y con tanta paz como la que ellos vivieron.

La Virgen María y san José no tuvieron regalos, banquetes, bebidas alcohólicas, luces, adornos, dulces… para celebrar la Navidad —y seguramente tampoco lo deseaban—, sin embargo celebraron la Navidad más bella de la historia de la humanidad porque el centro de todo era Jesús.

Hay muchos elementos que ofrece el consumismo contemporáneo, en torno a la Navidad, que eclipsan el personaje principal y la razón de ser de esta fiesta.

La Navidad es una valiosa oportunidad que Dios ofrece a su pueblo de experimentar “gozo y paz abundantes” directamente de Su Hijo Jesús y de Su bendita Madre. Más cuatro semanas de preparación la Iglesia ofreció con el Adviento para preparar espiritualmente este aconteciendo: Jesús nace hoy entre nosotros. No sólo recordamos y celebramos litúrgicamente la venida de Jesús sino que la Navidad es una oportunidad para encontrarnos cara a cara con el Mesías prometido de todos los tiempos y para todos los hombres. El “gozo y la paz” abundantes son signo por excelencia de que el encuentro con el Rey de Reyes se logró.

Jesús viene al mundo para liberarnos, salvarnos, sanarnos…iluminar cada paso de la humanidad sufriente. Pero Jesús siempre es un caballero: espera que sea el hombre por su propia iniciativa, quien le abra primero de par en par las puertas del corazón.

No hay porque temer a nada ni a nadie si Él está con nosotros y a favor nuestro. Es hora de despertar y es hora de acoger a Jesús y experimentar el “gozo y la paz abundantes” que sólo Él y Su Madre, de parte de Dios, otorgan.

Hay que dirigir en estos días la mirada hacia el pesebre y contemplar que Dios por amor desciende del cielo a la tierra. Hay que hacer la experiencia de los pastores de Belén y de los magos que llegaron al portal donde yacía al Niño, y de igual modo: ofrecer nuestros dones, porque Jesús espera por todos. Sólo el hombre que experimenta a Cristo puede hacerse testigo suyo para los demás.

La Virgen en su mensaje de esta Navidad dice: “Hoy, mi Hijo Jesús y yo, deseamos darles abundancia de gozo y de paz para que cada uno de ustedes sea un alegre portador y testigo de la paz y de la alegría en los lugares en que viven.” La Madre en el mensaje es clara: espera que cada uno de sus hijos sean faro para la humanidad. Recuérdese que para que los magos llegaran al portal de Belén necesitaron que una estrella los guiase. Esa estrella representa a todos los que creemos en Jesús: con nuestras obras, con nuestra fe y la manera de comportarnos, debemos conducir a los demás hasta Jesús. Eso lo que espera la Madre de cada uno de sus hijos en esta Navidad.

María quiere que los cristianos sean testigos de la paz y de la alegría donde viven. Y esta frase no excluye otros lugares, sino que acentúa que el testimonio comienza siempre en la propia familia. Seguramente, porque la Madre sabe que muchas familias cristianas que celebran la Navidad viven en continuos conflictos, y por lo mismo, exhorta a todos a que comiencen en el propio hogar, por lo que cabría entonces la pregunta: ¿Cómo ser testigo del “gozo y de la paz abundantes” de Jesús en el propio hogar?

El primer paso debe ser contemplar y acoger a Jesús, como se ha dicho, el segundo: el arrepentimiento y la reconciliación. La Navidad es una buena ocasión para hacer la paz con todos, especialmente con la propia familia. Es la ocasión de pedir perdón, de reconocer las propias culpas y miserias, es el momento para hacerse pequeño, tomando el ejemplo de Jesús. Se recuerda que Jesús siendo Dios, bajo del cielo a la tierra y se hizo hombre. En la encarnación y en el misterio de la Navidad, Dios entra en la historia de la humanidad como humano y nace en condiciones de absoluta pobreza. ¿Por qué no seguir ese ejemplo y descender del orgullo y buscar la reconciliación total con la familia y los amigos? Celebrar la Navidad en plenitud no es comer abundantemente sino decirle al conyugue y a los hijos: “me equivoqué, perdónenme”. Y lo mismo hacer con todos. Navidad es reconocer los propios errores y miserias. De esa manera Jesús nace y se experimenta “Su gozo y Su paz”.

Jesús fue el hombre más feliz de la historia y quien está cerca de Él, no obstante la pruebas que atraviese, deber ser igualmente feliz. Pero nadie podrá serlo con el pecado. Por eso hay que arrepentirse y pedir perdón. Hay que buscar siempre la reconciliación y creer en la fuerza del amor. Fue Virgilio en las bucólicas que inmortalizó la frase que se ha hecho popular en el mundo: “todo lo vence el amor”. Con el amor Jesús venció y con el amor todos podemos vencer. Jamás un cristiano puede cansarse de amar. El amor es nuestra vida y nuestro pasaporte a la eternidad. María dice al final del mensaje: “sean bendición y sean paz”. Recuerda que eres bendición y paz cuando ayudas con tu testimonio a que los demás se acerquen a la verdad.

Para terminar es importante evidenciar el mensaje que Jacov recibió en ocasión de su aparición anual. Como es sabido la Virgen la prometió que la vería hasta el fin de su vida en la tierra cada 25 de diciembre. Jakov se prepara todo el año para esta aparición. También Ivanka y Mirjana tienen una promesa igual, pero en fechas diferentes. En esta Navidad la Virgen —como también lo hizo con Ivanka en 25 de junio pasado— le habló sobre los “secretos”. Sabemos que la Madre le ha confiado a los videntes “10 secretos” que están por verificarse en el mundo. Nadie, fuera de ellos, sabe el contenido de los mismos. Por consiguiente, no se debe especular. Sin embargo, la Virgen hoy por medio de Jacov dijo tres veces en relación a los “secretos”: “Oren, oren, oren”.

Fijémonos bien que el mensaje no es para Jakov sino para quienes viven la espiritualidad de Medjugorje. Porque la Virgen pudo decirle a Jakov: “Ora, ora, ora.” Pero dijo en su lugar: “Oren, oren, oren.” La Madre no puede confiarnos a todos los “secretos” porque dejarían de serlo y de esta manera el plan que Dios tiene para la humanidad por medio de ellos no se realizaría. Pero la Virgen si nos puede hacer ver que los “secretos” están cerca y que es preciso orar incansablemente por el futuro de la humanidad. Y eso fue lo que hizo en esta Navidad. Entonces, el segundo mensaje, de María Reina de la Paz de esta Navidad, es corto pero imperativo: la Madre quiere que sus hijos oren de manera particular por sus intenciones: por la paz y por la conversión de los hombres. Se concluye pues: hay que vivir en familia la alegría y la paz abundantes, y no abandonar la oración continua por los planes de la Reina de la Paz.

Oremos:

Jesús: hoy te invito que vengas a morar a mi Corazón. Sabes que Te he fallado pero hoy me reconcilio una vez más contigo y con Tu Iglesia. Quiero aprovechar la Navidad para comenzar una vida nueva: para amar con el corazón y llevar Tu luz a los demás. Por eso Te abro las puertas de mi corazón de par en par. Quiero que mi corazón sea el pesebre viviente donde Tu Madre Te pueda colocar en esta Navidad.

Ven Jesús a mi corazón, Te necesito. Estoy cansado de llevar una vida frívola y sin sentido. Quiero experimentar tu “gozo y tu paz” en esta Navidad. Por eso me acerco a Tu Belén, a Tu Nacimiento, y contemplo en qué condiciones naciste para que también nazcas hoy en mi corazón.

Antes de nacer en aquel establo María y José llamaron a varias puertas y fuiste acogido. No pases Jesús delante de mí sin que te abra las puertas de mi corazón.

También pongo delante de Ti, de Tu Nacimiento, de Tu Belén, a todos las personas que he herido en este año. A todas las personas que les he fallado. Quiero que cada una de ellas contemple también conmigo Tu Nacimiento y que Te reconozcan como el Mesías viviente. Yo quiero ser como esa estrella que guió a los magos hasta el portal de Belén en medio de la oscuridad. Quiero acercar a mi familia al pesebre para que todos Te adoren como yo Te adoro ahora. Por eso Te pido que me ayudes a cambiar y que pueda ser para todos una faro que ilumine su caminar. Por eso te pido que me llenes de Tu amor, de ese mismo amor que experimentaron María y José cuando naciste en Belén. Yo te adoro hoy Jesús con todos los ángeles y santos del paraíso. Con ellos también quiero cantar como los ángeles en Belén: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes Dios se complace”.

P. Francisco A. Verar

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