27 de octubre de 2010

En el mensaje de este 25 de mes la Santísima Virgen María vuelve sobre el tema de la oración. Quienes seguimos de cerca los mensajes que la Madre da desde hace 29 años y 4 meses, sabemos que éste es su mensaje preferido, y para quien se considera devoto suyo, parece obvio que la oración es una prioridad en la vida; de lo contrario podría evidenciarse que no hay interés en poner en práctica lo que la Madre pide. Por otro lado, la liturgia de la palabra de los últimos domingos, igualmente nos ha estado hablando de la oración cristiana, y no se puede olvidar además que estamos en el mes del Rosario, uno de los principales métodos de la oración del pueblo de Dios.

En el mensaje, la Madre no especifica porqué orar ni cómo hacerlo, sólo subraya que este tiempo es para todos tiempo de oración. Recuérdese también que en el mensaje del mes pasado mencionó: “que vuestra vida sea una oración continua”.

¿Qué hay detrás de estas insistencias?

No hay que ser muy docto para intuir que la Madre —que sabe que el pecado y las imperfecciones sólo se pueden vencer con la oración continua—, quiere la perfección evangélica de cada uno de sus hijos. Nótese que en el mensaje de este mes dice: “Mi invitación quiere ser para ustedes, hijitos, una invitación para que se decidan a seguir el camino de la conversión, por eso oren y pidan la intercesión de todos los Santos.” También en el mensaje del mes anterior mencionó algo parecido: “Os exhorto, hijitos, a hablar menos y a trabajar más en vuestra conversión personal, para que vuestro testimonio sea fecundo.” Entonces, la Madre espera que cada día la oración sea una prioridad, la oración personal y la familiar. ¿Por qué? Porque sin ellas no se puede vencer el pecado, los defectos de carácter, ni las dificultades en una familia. Y se puede afirmar además: que sin oración es imposible descubrir el pecado y vencerlo. Ante lo cual se declara: que quien no hace de la oración una opción preferencial en su vida, poco interés demuestra en su conversión personal. Y el problema no es que no haya suficiente tiempo para orar, sino que los intereses de muchos van por otro camino, los que generalmente fluctúan en el campo económico, la afectividad, la salud y la diversión. De ahí, que tantos se lamentan de no encontrar el tiempo necesario para orar, sin embargo les sobra para: navegar en internet, ver algún programa en televisión, chatear continuamente con amigos, practicar algún deporte, hacer ejercicios, estudiar, trabajar horas extras, acudir a las salas de belleza, comer en restaurantes… Entonces, es incongruente afirmar que no hay tiempo para orar, cuando la verdadera razón es que los intereses personales se mueven en otra dirección. Cualquier persona estaría dispuesta a sacrificar cualquier cosa, si detrás de una buena conversación con un cliente se generan altos ingresos económicos. Así mismo, cualquiera persona enamorada de alguien no le importaría sacrificar cualquier cosa por permanecer a solas (mucho tiempo) con la persona amada. Sin embargo, para estar con Jesús cada día parece no haber tiempo. ¿No será porque su compañía no produce nada económicamente y probablemente, la mayoría de sus seguidores no pudieran sostener que están enamorados de Él?

El mundo en el que vivimos lo mueve, en gran parte, la economía, la afectividad y los placeres… y no la experiencia de Jesús resucitado en la oración, porque la experiencia en la oración, sencillamente, va en otra dirección. Jesús enseña a vivir pobre, desinstalado de todo y confiar en la Providencia, a no amar a nadie por encima de la Trinidad Santísima. Los ideales de Jesús en el evangelio son  a los que muestra preferentemente el mundo moderno: enseña a pensar más en el prójimo que en los intereses personales, a trabajar primero por “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo.” Rm 14:17. Es difícil orar cuando las cosas se ven y se aprecian de otra manera. Pero considérese que la oración auténtica rompe con los criterios actuales de la sociedad secularizada, materialista y hedonista.

Otro detalle interesante del mensaje de este mes, es que la Virgen pide que en la oración se pida la intercesión de los Santos. Sabemos que el próximo lunes celebramos una de las Solemnidades más importantes del año litúrgico: el Día de Todos los Santos. La Madre no quiere que pase inadvertida esta celebración y que todavía menos, se confunda con la celebración pagana del halloween. Ese día se debe ir a Misa y dedicar espacios importantes para la oración.

Los Santos son aquellos que en vida hicieron en plenitud la voluntad de Dios y por consiguiente, sus oraciones en la Paraíso por nosotros nos ayudan a vivir también la virtud, aún en grado heroico. El mensaje de este mes, por tanto, ayuda a reconocer y estimar lo que en el Cuerpo de Cristo se conoce como el Tesoro de la Iglesia, que no son los bienes materiales que ella posee, sino el constante vínculo de amor e intercambio abundante de los bienes espirituales que existe entre los fieles que ya son bienaventurados y los que expían en el purgatorio y aquellos que peregrinan todavía en la tierra. (cf. CIC 1475.) Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, que además de los méritos que Cristo nos otorgó con su Redención, "pertenecen igualmente a este tesoro el precio verdaderamente inmenso, inconmensurable y siempre nuevo que tienen ante Dios las oraciones y las buenas obras de la Bienaventurada Virgen María y de todos los santos que se santificaron por la gracia de Cristo, siguiendo sus pasos, y realizaron una obra agradable al Padre, de manera que, trabajando en su propia salvación, cooperaron igualmente a la salvación de sus hermanos en la unidad del Cuerpo místico" (1477).

Cuando la Virgen dice “Oren y pidan la intercesión de todos los Santos” nos está exhortando a que saquemos provecho del Tesoro de la Iglesia por medio de la intercesión de los Bienaventurados. Para acrecentar la fe en el poder intercesor de ellos es fundamental conocer sus vidas, como también conocer cómo en lo cotidiano siguieron a Jesús y vencieron las dificultades para no descuidar su vida de oración. No se olvide, por otro lado, que una de las características del magisterio pontificio de los últimos años, es el recurso continuo a la intercesión de los Santos a través de las numerosas beatificaciones y canonizaciones que se han realizado y las innumerables catequesis en torno a sus vidas. Nótese, por ejemplo, que el actual pontífice tiene cinco años de estar hablando en su audiencia pública de los miércoles sobre la vida de los Santos, y este mes la Madre nos invita a recurrir a ellos buscando su intercesión por nuestras necesidades.

Al final del mensaje dice: “Que ellos sean para ustedes ejemplo, estímulo y alegría hacia la vida eterna.” En otras palabras, María nos está pidiendo que estudiemos la vida de los Santos. Es la única manera que ellos pueden ser: “ejemplo, estímulo y alegría hacia la vida eterna” Se aprecia en el mensaje de este mes un programa de vida a corto y a largo plazo. De inmediato significaría traer a la memoria sus imágenes de cómo vivieron el evangelio, y mientras oramos podemos acudir a ellos para que intercedan en nuestra plegaria. También podríamos meditar y aplicar varias de sus virtudes a nuestro acontecer cotidiano. Pero no se pase por alto, que el mensaje de la Virgen va más allá. La Madre espera que también encarnemos sus ejemplos y el único medio para lograrlo es estudiando a fondo sus vidas. Entonces, el programa a largo, y permanente, plazo no es otro que leer y meditar la vida de los Bienaventurados. Se recuerda que a este tenor la Virgen pidió a los grupos de oración de Medjugorje, que a parte de la Biblia, su libro preferido debía ser la vida de los santos.

Los santos son nuestros amigos, intercesores y modelos de vida. La Madre quiere que estemos lo más cerca posible del testimonio heroico que han dado al mundo y a la Iglesia, para que igualmente sigamos sus huellas.

El mes de octubre es el mes de Todos los Santos y el mes de oración por los fieles difuntos, quienes esperan también oraciones, Eucaristías y sacrificios para que puedan gozar cuanto antes de la contemplación del rostro luminoso de la eterna Trinidad.

¡Sea alabado Jesucristo!

P. Francisco A. Verar

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