28 de octubre de 2011

“¡Queridos hijos!: los miro y en sus corazones no veo alegría. Hoy yo deseo darles la Alegría del Resucitado para que Él los guíe y los abrace con su amor y con su ternura. Los amo y oro continuamente por su conversión ante mi Hijo Jesús. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

1. Abrirse a la Alegría del Resucitado que porta María

Muchas veces la Virgen en sus mensajes habla de “su mirada” que dirige sobre creyentes y no creyentes. Mirada que posee la singular característica de universalidad y de discernimiento de espíritus, toda vez que en el cielo, como Reina y Madre de los corazones, contempla el interior de todos los hombres. Por consiguiente, cuando en este mensaje dice “los miro”, obsérvese que está destacando la gracia especial comunicada por la Trinidad que le permite “observar” lo que hay dentro de cada corazón. Y en esta ocasión descubre, que en la mayoría de sus hijos no reina la alegría. A pesar de las razones que puedan tener las almas para justificar los sentimientos adversos de tristeza, desánimo, aflicción, desconsuelo, abatimiento… se debe prestar atención, que por medio de esta advertencia, la Reina de la Paz quiere transformar los sentimientos negativos en gozo profundo existencial. ¿Cómo se realiza la operación?
 

Hay que tomar en consideración, para empezar, que el sentimiento de la alegría es un don y también virtud. En relación a lo primero se puntualiza: todo don es siempre una gracia que Dios otorga sin mérito propio para provecho comunitario y personal, a través de la cual, la Iglesia se fortalece mientras se embellece la humanidad. La virtud por su parte: es tendencia natural —bajo la gracia de Dios—, que refrena el mal al momento que le permite al hombre tomar y llevar a término decisiones correctas en situaciones adversas, a fin transformarlas a su favor y a favor de la humanidad. Cuando la Virgen dice “hoy yo deseo darles la alegría del resucitado” le está pidiendo a los cristianos que han perdido la facultad de vivir alegres, que se abran a ese don que Ella trae —por medio de sus apariciones en Medjugorje— mientras que también espera que sus hijos se ejerciten en la virtud por medio de la ascesis y la conversión del corazón. De lo cual resulta evidente, que sin la voluntad humana y el ejercicio de la perfección, es imposible adquirir y desarrollar el uno y el otro. Por lo tanto, este mensaje es una nueva llamada de María al testimonio preclaro del cristiano en el mundo frente a una gran masa que ha perdido la razón de vivir y busca afanosamente la felicidad por medios inapropiados y hasta que lesionan la relación con Dios y la dignidad del propio ser humano. Piénsese, por ejemplo, en la alegría ficticia que produce el enriquecimiento económico, las drogas, el sexo desenfrenado, el apago obsesivo a las personas, a los bienes materiales…

Obsérvese que en el mensaje cuando la Virgen habla de la alegría no está hablando de cualquiera alegría sino la de aquella que es propia del Resucitado. Y al respecto, cabe destacar que existe una diferencia sustancial entre la “alegría” que el hombre puede experimentar por si mismo a partir de lo que el mundo sin Dios hoy le ofrece y la Alegría que proviene del Resucitado que es don y virtud. Alegría inmensa y profunda que experimentaron, desarrollaron y comunicaron los Apóstoles después de la Pascua cristiana y de la manifestación del Espíritu Santo en el Cenáculo de Jerusalén. María busca entonces, que sea esa la Alegría se actualice hoy por medio del testimonio de los cristianos en el mundo. Pero sin la cooperación los mismos es imposible la tarea.

En el mensaje se visualiza además, que la Madre quiere estimular a sus hijos a que se abran a la gracia de la Alegría del Resucitado que Ella trae. Adviértase que dice: “yo deseo darles la alegría del resucitado”. Luego, hay que abrir el corazón a este don, al don de la alegría que María trae, la alegría del Resucitado que está en el Paraíso y que Ella de alguna manera también comenzó a experimentar en su vida en la tierra. Razón por la cual llegó a exclamar en el Magníficat: “mi espíritu se alegra en Dios mi salvador”. Obsérvese que María busca corazones alegres. Y es verdad que toda crisis interior se puede supera si el hombre se lo propone y se abre a la gracia de Dios. Por otro lado recuérdese que la alegría también es necesaria para vivir en la santidad.

Un día de cuaresma Don Bosco dio una charla a sus muchachos sobre la importancia de hacerse santos, y de lo fácil que era conseguirlo. Se centró en tres aspectos: es voluntad de Dios que todos seamos santos, es fácil lograrlo; un gran premio espera en el cielo a quien lo consiga.

Aquella charla impactó profundamente a Domingo Savio. Durante unos días no era el mismo, no estaba tan alegre como de costumbre, y algunos compañeros se le acercaron para preguntarle qué le pasaba. Continúa narrando Don Bosco: “Yo mismo, pensando que estuviera enfermo, le pregunté si padecía algún mal. -Al contrario, padezco un bien. -¿Qué quieres decir? -Quiero decir que siento un gran deseo y la necesidad de hacerme santo; yo no pensaba que fuese tan fácil, pero ahora que he comprendido que se puede conseguir incluso estando alegre, lo deseo con todas mis fuerzas, y tengo necesidad absoluta de conseguirlo. Dígame cómo tengo que comportarme para comenzar tal empresa. Alabé su propósito, pero lo exhorté a no inquietarse, porque con el espíritu alterado no se escucha la voz del Señor; y le dije que yo quería en él en primer lugar una constante y moderada alegría. Después le aconsejé que fuese perseverante en el cumplimiento de sus deberes de piedad y de estudio, y le recomendé que no se olvidase de jugar en los recreos con sus compañeros.” Y Domingo fue santo viviendo siempre en alegría, pese a las adversidades que encontraba.

2. La guía y el abrazo amoroso y tierno de Jesús.

A diferencia de otros mensajes, también la Madre este mes menciona una característica que no se puede pasar por alto, como es la de la relación afectiva del alma con Cristo. Es decir, que en ella Jesús guía y abraza con amor y ternura a los suyos. De donde como colofón se asume: toda alma que se dona al Hijo de Dios y le ofrece cada día su amor, Él mismo, por medio de Su Espíritu, la ilumina para conducirla por los senderos correctos para hacerla participar cada vez más de Su Amor Divino. Por otro lado, también hay que aclarar que “el Señor de todos los corazones” — en expresión de Don Bosco—, jamás abandona un corazón que se le entrega. Como tampoco es capaz de abandonar los que no se interesan por Él. Sencillamente: porque ama sin barreras a todo hombre. Pero, lamentablemente, no todos están seguros de esta verdad evangélica. Y en el Evangelio es sabido, que el amor de Jesús por cada alma particular, no se iguala al de ninguna otra criatura de la tierra. Como tampoco no se puede comparar con las expresiones del amor humano que siempre es limitado.

En un mensaje dijo una vez la Madre: “Dios es amor, Dios es amor, Dios es amor”. Y la misma expresión se aplica también a Jesús, toda vez que Él —segunda persona de la Santísima Trinidad—, es amor y amor puro. Y por consiguiente, al manifestar ese amor a cada ser humano de la tierra, es lógico que en la teología espiritual es realidad se pueda expresar con expresiones y gestos propios del afecto humano. Tal y como lo hace la Biblia.

Para asimilar mejor la expresión de la Virgen en este mensaje que “Jesús nos quiere guiar y abrazar con amor y con su ternura” —que es propia del lenguaje místico—, convendría traer a colación una enseñanza de san Gregorio de Nisa que afirma que “los sentidos espirituales nos abren a una rica experiencia interior.” El antiguo Padre de la Iglesia precisa que “tenemos dos suertes de sentidos, uno es el corporal y el otro es el espiritual.” Para Gregorio esto tiene una correspondencia entre las operaciones del alma y los sentidos corporales. Como ellos designan las realidades espirituales, espiritual es y necesaria la facultad del alma que las percibe. De esta manera, traducido al lenguaje que María subraya este mes, que el abrazo que Jesús nos quiere comunicar es obra del sentido espiritual y que a la vez produce “tacto” incorpóreo en el alma del justo. Como reza el Presbítero Juan es su primera Carta: “lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de vida”.1 Jn 1,1. Por tanto, la Madre esta vez invita a crecer y madurar la experiencia de la afectividad de Jesús Resucitado hasta llegar a experimentar su abrazo incorpóreo por el medio sensorial de la oración con el corazón.

3. Oración continua de María por la conversión de sus hijos.

Al final del mensaje la Virgen subraya una vez más su amor hacia cada uno de sus hijos, a la vez que recuerda que ora incesantemente por la conversión de todos. Recuérdese que la conversión es siempre el más importante mensaje que la Virgen da Medjugorje. Al extremo que se puede afirmar que Medjugorje es una incesante llamada a la conversión. Por tanto, quien considera que pertenece a este movimiento no puede dejar de trabajar en su conversión personal diaria. Pero al igual, se aplica a todo aquel que se considera discípulo de Jesús. Porque Jesús en el evangelio llama incesantemente a todos a la conversión y la conversión jamás se concluye en la tierra: “Por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto” Mt 5:48

El camino Cristiano es un camino de conversión continua, que incluye la lucha cotidiana contra el pecado, el mundo sin Dios y la propia concupiscencia. La Madre no quiere que los suyos abandonen este camino y que trabajen por su transformación interior a fin de conquistar el Paraíso y que puedan ayudar a los demás hacerlo. La actitud de María en el cielo de “orar continuamente por la conversión de sus hijos” debe estimular a todos a trabajar con mayor dedicación en la lucha contra el pecado y las imperfecciones de carácter. Escuchar estas palabras de María debe llevar a cada cual a vencer el mal interior y tomar con mayor responsabilidad el don de la santidad que Dios otorga a los bautizados.

Oremos:
Oh Jesús: si mi corazón ha permanecido cerrado a Tu Amor por muchos años, en este momento me entrego a él. Que es Sumo Bien. Que es paz, Alegría sin fin. Tu Madre me ha dicho en este mensaje que me quieres abrazar con Tu Amor tierno. Tu Sabes que innumerables veces he rechazado ese amor tierno por mis distracciones, por mi falta de perseverancia en la oración con el corazón. Por eso hoy me hago las paces contigo. Hoy te abro las puertas de mi corazón. Estoy dispuesto.
Tu Madre en este mensaje me ha hecho comprender la diferencia que existe entre la alegría falsa del mundo y la que Tu hoy ofreces a mi corazón y que no es pasajera. Esa es la alegría que quiero experimentar de hoy en adelante. Con esa alegría quiero llenar mi corazón vacío, frustrado, herido, orgulloso… Con esa alegría quiero, ante mis amigos, dar testimonio continuo de Ti. Por eso te pido hoy Jesús, que vengas a mi corazón. Espero en Ti, en Tu amor: quiero que me abraces, estoy dispuesto a experimentar ese don como tantas veces en la tierra lo experimentó María y hoy mi invita a abrirme a Él.
¡Gracias Jesús, gracias María! ¡Ven Espíritu Santo! ¡Ven por Jesús y María! Llena ni corazón vida de tus dones, de tu amor y de Tu Divina Unción.

P. Francisco A. Verar
 

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