30 de marzo de 2011

En el día en que la Iglesia Católica celebra la Anunciación del Señor —y que tradicionalmente también es Día de la Encarnación del Hijo de Dios—, la Madre ha dado un bello mensaje. Comienza diciendo: “Queridos hijos, de manera especial, hoy deseo invitarlos a la conversión.” Es de notar primero, que el mensaje menciona dos veces “de manera especial”. Esta expresión está ligada a la Solemnidad que la Iglesia celebra hoy de la Encarnación de Nuestro Señor Jesucristo. La Madre se une al Cuerpo Místico de su Hijo en la tierra, y recuerda la trascendencia del Día tan especial en que el Arcángel Gabriel la visitó en Nazaret. Por eso dice “de manera especial.”Es como si quisiera decir, “mientras ustedes celebran el Día de la Encarnación de Jesús, los invito de “manera especial”. Es una forma de destacar la importancia de este día. Luego viene una vez más la llamada a la conversión.

Se recuerda que también el tema de la conversión fue la llamada fundamental del mensaje del 25 de febrero pasado, que reza: “Queridos hijos, la naturaleza se despierta y en los árboles se ven los primeros capullos que darán una hermosísima flor y fruto. Deseo que también ustedes, hijitos, trabajen en su conversión y que sean quienes testimonien con su propia vida, de manera que su ejemplo sea para los demás un signo y un estímulo a la conversión. Yo estoy con ustedes e intercedo ante mi Hijo Jesús por su conversión. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!” Entonces, la Madre de Dios reafirma nuevamente la llamada a la conversión. ¿Por qué? Seguramente, porque desde el Cielo ve la superficialidad de la respuesta. Por lo tanto, hay que destacar la importancia que tiene para la Virgen el tema de la conversión.

La Madre está preocupada por la santidad de sus hijos y por lo mismo, vuelve a insistir en lo mismo. Y para convertirse es necesario establecer un proyecto particular que los antiguos llamaban plan de vida. El plan de vida es el proyecto de conversión personal. Y ese proyecto hay que hacerlo con el Espíritu Santo, pues es Él el artífice de la conversión. En el camino de la conversión una parte la hace el hombre la otra el Espíritu de Dios, 50 y 50.

¿Cómo desarrollar el plan de vida que pueda responder a la invitación d la Madre?

1. Hacer un alto, detenerse. Los antiguos monjes lo llamaban “Statio” (del latín, “estar parado”). Es el momento cuando el corazón se dispone al encuentro con Dios y con la realidad que cada uno vive en su interior, sin ningún tipo de máscaras. La dificultad grande que el hombre tiene para convertirse según la voluntad de Dios, son sus máscaras. Cuando uno hace un alto, cuando se detiene el camino en medio de la monotonía, se entregan todas las máscaras al Señor porque Él conoce al hombre como es. A Dios no se le puede engañar. Es inútil ir con máscaras a Él. La “Statio”, o estación es romper con la rutina. Se trata de rendirle cuenta a Dios de todo, pero bajo la luz del Espíritu Santo.

2. El examen de conciencia. Se trata de una introspección, entrar dentro de uno mismo con la gracia de Dios para descubrir las miserias, pero también el amor de Dios que hace posible la conversión. Encontrarse con la miseria personal sin el amor de Dios es peligroso. Puede subestimar al hombre, el hombre sin Dios puede desarrollar un pesado sentimiento de culpa persistente. Por eso hay que recorrer la interioridad personal de la mano de Dios y sin miedo, ya que Dios mismo con Su amor le hace ver al hombre, no sólo las debilidades y esclavitudes sino el medio para vencerlas. El examen de conciencia es siempre obra del Espíritu Santo. Por eso es recomendable para hacer un buen examen de conciencia invocar antes al Espíritu Santo. Dice Jesús que “el Espíritu Santo es quien convence al mundo del pecado”. Cf. Jn 16:8 Sin el Espíritu Santo el hombre no sabe de qué convertirse.

3. Perdonar y pedir perdón. Para llegar al tercer paso hay que humillarse, y es en realidad cuando el hombre se engrandece. No basta tener el deseo de perdonar y pedir perdón, más bien es una decisión y un acto de fe no de la razón. En la conversión es necesario perdonar de corazón a todos aquellos que hallan podido herir con sus gestos, palabras y acciones, como también y perdonarse uno mismo los errores que ha cometido. Por otro lado, es necesario pedir perdón de corazón a Dios y al prójimo de las faltas personales. Y las almas que tienen dificultad para hacerlo, deben orar por esa intención. Pedirle a Dios la gracia para dar el paso.

4. Cambiar de actitud. La conversión comporta siempre un cambio de vida. La Madre de Dios dice claramente en su mensaje de este 25 de marzo: “a partir de hoy comiencen una vida nueva en su corazón”. Lo que significa: romper con el pecado, abrirse a la gracia de Dios, cambiar de actitud y sanar las heridas del pasado que puedan interferir en las decisiones nuevas. Si el hombre se abre a Dios y tiene buena voluntad para cambiar no es difícil alcanzarlo.

5. Reconciliación Sacramental. El lugar por excelencia donde se logra la conversión es el sacramento de la Confesión. Cuando la Virgen invita a la conversión está invitando a la confesión sacramental. El hombre por sí mismo no puede perdonarse sus pecados. La Madre ha dicho que “la Confesión es medicina para la Iglesia de occidente.” La Confesión con el corazón, con el debido examen de conciencia y arrepentimiento es la mayor muestra de amor a Dios. Dice Jesús que hay más alegría por un solo pecador que se convierta que no por noventa y nueve que no tengan necesidad de convertirse. Las almas devotas de la Confesión alegran continuamente el corazón de Dios.

6. Satisfacción. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “Muchos pecados causan daño al prójimo. Es preciso hacer lo posible para repararlo (por ejemplo, restituir las cosas robadas, restablecer la reputación del que ha sido calumniado, compensar las heridas). La simple justicia exige esto. Pero además el pecado hiere y debilita al pecador mismo, así como sus relaciones con Dios y con el prójimo. La absolución quita el pecado, pero no remedia todos los desórdenes que el pecado causó. Liberado del pecado, el pecador debe todavía recobrar la plena salud espiritual. Por tanto, debe hacer algo más para reparar sus pecados: debe "satisfacer" de manera apropiada o "expiar" sus pecados. Esta satisfacción se llama también "penitencia".(CIC 1459). La penitencia purifica el corazón y ayuda al hombre a reparar el daño causado a otros y al mismo Dios. También por eso la Madre de Dios recomendó ayunar dos veces a la semana a pan y agua.

7. Emprender un nuevo camino conforme a la voluntad de Dios. Para cumplir con este paso, luego de la Reconciliación, se debe considerar vivir en la gracia. La Madre nos ha dado las armas. Lo primero la oración diaria con el corazón, rezar el santo rosario todos los días. La Virgen recomienda 15 misterios. Más aún, se puede afirmar que un signo claro que se toma la conversión con seriedad es llevar una vida continua de oración. Porque quien habitualmente saca tiempo para la oración, es quien puede vencer las tentaciones y vivir en la virtud. Teresa de Ávila vio el camino de la conversión como un progreso en los grados de la oración del corazón. También la Madre ha dicho al respecto: “Oren hasta que la oración se transforme en alegría en ustedes.” Por lo tanto, la vida de oración frecuente y con amor, es lo que le da al hombre la gracia de vencer el pecado y vivir en la virtud. La Madre de Dios también recomienda la Eucaristía diaria y la adoración a Jesús Sacramentado, el grupo de oración semanal y la lectura diaria de la Biblia; la confesión mensual y el ayuno dos veces a la semana a pan y agua. Por medio de la vivencia de estos mensajes, se puede vivir sin dificultad la conversión.

Luego en el mensaje la Madre dice: “Hijitos, deseo ver su “sí” y que su vida sea el vivir con alegría la voluntad de Dios en cada momento de su vida”. La primera parte de esta exhortación recae en la decisión personal de cambiar de vida: “Deseo ver su “SÍ” significa tomar la decisión personal de iniciar una vida nueva conforme a la voluntad de Dios. Seguramente hay una analogía entre lo que la Virgen pide y lo que Dios le pidió a Ella el Día de la Anunciación. María no dudó en responder: “Aquí está la esclava del Señor hágase en mi según tu palabra” El “Sí” de María hizo posible la Encarnación del Hijo de Dios. María se entregó totalmente a los proyectos que Dios tenía para Ella y Jesús vino al mundo. Cuando el hombre se entrega a Dios y repite el ejemplo de María, en cierta forma Dios se vuelve a encarnar en Él. Todo depende del “SÍ”. La Madre quiere acciones concretas, no promesas ni reflexiones piadosas. El “SÍ que María pide es el inicio de la vida de gracia en la voluntad de Dios.

Luego, en el mensaje la Madre enfatiza el don de la alegría. Ha dicho: “que su vida sea el vivir con alegría la voluntad de Dios en cada momento de su vida.” Para muchos esta parte del mensaje puede significar un verdadero desafío: Vivir alegre su vocación cristiana, vivir alegre la voluntad de Dios y sobre todo, en cada momento de la vida. Y esto no es imposible. Quien toma la conversión con seriedad no tiene problemas para ser feliz. El mejor ejemplo es la vida de los santos.

Al final la Madre dice: “Hoy, de manera especial, Yo los bendigo con mi bendición maternal de paz, de amor y de unidad en mi Corazón y en el Corazón de mi Hijo Jesús.” La bendición Maternal de María en este mensaje, es una reafirmación que su persona transmite paz, amor y unidad. Pero quien puede experimentarlo, es quien se abre a Ella. María en cada una de sus apariciones bendice a los presentes y bendice los objetos religiosos que los peregrinos llevan consigo. Pero desde el cielo también bendice, sin —necesidad que aparezca— a quien le abre su corazón. Por lo tanto, esta última exhortación puede ser una invitación de la Madre para que sus hijos se abran a Su amor, a Su intercesión, a Su ayuda.

Oremos:

Jesús, gracias una vez más por enviarnos a María. Ella te dio su “si” yo quiero darte el mío. En este tiempo de cuaresma quiero que reines en mi corazón. Tu Madre me enseña a aceptarte como el Señor de mi vida y de mi historia. Tú sabes Señor las dificultades que actualmente se me presentan para convertirme de corazón. ¡Ayúdame Señor! Yo en estos momentos te abro sin reservas mi corazón. Visítalo en este momento. Aquí estoy delate de Ti.

Renuncio con todas las fuerzas de mi corazón al pecado que me esclaviza. Renuncio a mi vanidad que tanto te ofende, a mi apego al dinero, a los bienes de este mundo. Renuncio para siempre a mis intereses egoístas, mis vicios y mezquindades para que sólo tu gracia me pueda conducir.

¡Jesús, manda ahora Tu Espíritu a mi corazón!

Ven Espíritu Santo dame la gracia para renunciar al pecado y a mis apegos y egoísmos: quiero ser todo de Jesús y de Su Madre Santísima.

Ven Espíritu Santo y dime de qué debo convertirme, donde están mis apegos, mis debilidades… Por qué aún no vivo plenamente en la voluntad de Dios.

María intercede por mí ante Tu Divino Hijo: Te acojo una vez más como Mi Madre y Señora de mi corazón. ¡Gracias María por tus mensajes y Tu venida a la tierra: Tu eres la Reina de la Paz, del Amor y de la Unidad! Dios te salve María…

P. Francisco A. Verar
 

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