1 de marzo de 2010

El nuevo mensaje que la Virgen regala para este mes, comienza recordando que se vive un especial “tiempo de gracia”. Con frecuencia la Madre utiliza esta expresión para hacer referencia al “tiempo de su visita”. Sin embargo, en esta ocasión figura el sagrado tiempo de la cuaresma, que además compara con el despertar invernal de la naturaleza europea. Ha mencionado: —“cuando también la naturaleza se prepara a ofrecer los colores más hermosos del año, yo los invito, hijitos, a abrir sus corazones a Dios Creador”.

Para quienes viven en el hemisferio norte donde aparece la Virgen, la llegada de la primavera cada año, representa un especial signo de esperanza y de vida nueva. Obsérvese que del mismo modo la Madre está en la expectativa para que la próxima celebración de la Pascua, donde el creyente vuelve a encontrarse con el misterio central de su fe —unido al de la Encarnación y al de la Trinidad Santísima— despierte el corazón a una “vida nueva y anhelo de eternidad.” Pero para estimular la fe a esa vida nueva centrada en el misterio pascual, la Madre pone como condición: abrirle ahora el corazón a Dios Creador. Nótese que la Virgen no deja pasar por alto la oportunidad del presente tiempo litúrgico, para invitar a sus hijos a vivir en plenitud la vida de comunión con Dios, por medio de la disposición interior del corazón, ya que es allí donde Dios se manifiesta.

El corazón en el lenguaje bíblico no es sólo un órgano que bombea sangre o la sede de los sentimientos. El corazón, en el pensamiento global de la Escritura: es la fuente misma de la personalidad consciente y libre de cada ser humano, sede de las decisiones fundamentales y de la realidad profunda donde Dios se hace presente. Es la razón por la cual, muchas veces la Escritura, lo identifica con el alma. Entonces, cuando la Virgen dice: —”yo los invito, hijitos, a abrir vuestros (sus) corazones a Dios Creador” pide incondicionalmente —desde su magisterio de Madre de la Iglesia—, que se le permita a la Trinidad Santísima hacer morada en la realidad profunda del ser humano. Es una llamada a la experiencia real y profunda del Dios vivo. La Madre no quiere que sus hijos se queden sólo en ritos y demás expresiones exteriores de fe, si no que la vida de cada cual pueda renovarse desde el encuentro personal con Dios. Por eso dice: —”abran sus corazones al Dios Creador”. Entonces, seguidamente cabría la pregunta: ¿Cómo hacer para abrir el corazón a Dios?

Se recuerda que la Madre no pide imposibles. Nadie se debe desanimar frente a esta llamada. “Abrir el corazón a Dios” no es algo que escape a las fuerzas humanas o a la vida espiritual común de cada creyente. Si se tiene en consideración que el corazón es la fuente de la existencia humana y la realidad profunda del ser, hay que entender la llamada a una acción que involucra toda la persona en su plenitud. En la antropología bíblica el concepto se refiere a permitirle a Dios que tome posesión, en su totalidad, del ser humano. El hombre que le abre el corazón a Dios, se deja poseer de Él. Como María en Nazaret cuando le respondió al Ángel: —“He aquí la esclava del Señor; hágase en mi según tu palabra” Lc 1:3. En aquel momentoDios descendió a Ella y engendró en su vientre a Su Hijo Unigénito. Del mismo modo Dios Padre en esta cuaresma quiere “descender” en sus hijos para transformarlos y moldearlos a Su imagen. Pero si el hombre no abre el corazón el movimiento de la manifestación de Dios no se puede lograr.

La acción de permitirle a Dios descender a las profundidades de la existencia humana, involucra las disposiciones esenciales de entrega y abandono. El que abre su corazón a Dios se entrega sin reservas a Él para que actúe en su vida. De esta manera se le permite a Dios tomar posesión de su existencia: sin condiciones ni reservas. Se experimenta que todo en la vida tiene a Dios como referencia y que todo tiende a Él como a su fin. ¿Y porqué María pide esta entrega inmediata e incondicional? Obsérvese que Ella misma advierte en el mensaje: “a fin de que Él los transforme y modele a Su imagen”, ya que sin la debida disposición interior, Dios no puede actuar en el hombre. Cuando Jesús vio a Zaqueo arriba del sicomoro le dijo: —”Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa.” Luego Zaqueo le dijo: —” Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré cuatro veces más” Entonces Jesús dijo: —” Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también este es hijo de Abrahán, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido” Lc 19: 5 ss. Si Zaqueo no hubiera sido humilde y no hubiera abierto la puerta de su corazón que representaba la de su casa, Jesús no hubiera entrado ni hubiese llegado la salvación a los familiares de Zaqueo. Jesús esperaba entonces la respuesta de Zaqueo para poder entrar, como igualmente espera la respuesta de todos los creyentes y de todos los indiferentes. Si no se da la respuesta no puede entrar porque no viola ningún corazón. Fíjese además, cómo el libro del Apocalipsis representa con claridad el drama de la relación personal de Dios, que no quebranta la intimidad del hombre: “Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” Ap. 3:20. Aparece entonces claro que si el hombre no toma la decisión de abrir la puerta de su existencia, Dios no puede entrar en él para transformarlo. Entonces el mensaje de la Virgen de este mes es una invitación a que, desde la libertad que Dios ha dado al hombre, se le permita entrar para hacer su morada y donar la vida abundante. San Agustín llegó a decir: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti.” Dios está esperando a que el hombre le abra su corazón. Es lo que nos dice María.

En el mensaje también dice, que cuando Dios entra modela a sus hijos a “Su imagen”. Esta expresión es muy significativa, puesto que la conversión siempre es un proceso de transformación en Dios. San Pablo llega afirmar en la Segunda Carta a los Corintios, que “todos nosotros… nos vamos transformando en esa misma imagen cada vez más gloriosos: así es como actúa el Señor, que es Espíritu.” 2Co 3:18. Luego, la obra de transformación no es otra cosa que asemejarnos cada vez más a Dios. También San Juan exclama que “cuando Dios se manifieste seremos semejantes a Él” 1J n 3:2. La Madre espera que sus hijos en esta cuaresma tengan la disposición de permitirle a Dios penetrar en sus vidas para que los creyentes se asemejen a Él. ¿Y cuando se tiene la certeza que la transformación en Dios es eficaz? El termómetro es siempre el amor, porque todos sabemos que Dios es amor. Entonces, quien más cerca está de Dios es quien más ama, “porque Dios es amor.” 1 Jn 4:8.

P. Francisco A. Vérar
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