1 de junio de 2013

Mensaje de la Santísima Virgen María Reina de la Paz del 25 de mayo de 2013 y reflexión del

P. Francisco Ángel Verar Hernández

“¡Queridos hijos! Hoy los invito a ser fuertes y decididos en la fe y en la oración, hasta que sus oraciones sean tan fuertes que abran el Corazón de mi amado Hijo Jesús. Oren hijitos, oren sin cesar hasta que vuestro corazón se abra al amor de Dios. Yo estoy con ustedes e intercedo por todos ustedes y oro por su conversión. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”
Aunque la llamada a la oración es frecuente en los mensajes de la Virgen, se debe resaltar, sin embargo, que también se encuentra en ellos una hermosa pedagogía de santidad. Y se precisa además, que si la Madre constantemente llama a la oración, fundamentalmente, hay que saber escuchar primero la llamada. Porque quien no ora, no entenderá tampoco el porqué la Madre insiste tanto en esta particular. Por lo tanto, a la Virgen hay que escucharla en oración, toda vez que la llamada que Ella hace debe estar en sintonía con lo que Ella pide, de lo contrario no se entiende nada. 
Préstese atención al nuevo mensaje, cuando dentro de poco, la Madre cumplirá 32 años de estar invitando a sus hijos a responder a la oración.
El mensaje comienza así: “¡Queridos hijos, hoy los invito.” Esta expresión es una llamada a abrir el corazón a María y a cuanto Ella dice. Quien no sabe orar no prestará la debida atención al sentimiento que la Madre expresa. Acótese que se dirige a sus hijos de esta manera: “Queridos hijos”, como si dijera: “hijos que amo”, “hijos predilectos, hijos que permanecen en Mi Corazón.” Para luego agregar: “hoy los invito”. ¿Para qué? Para que sus hijos tengan en cuenta que cada mes hay una nueva exhortación, una nueva llamada. Lo que no significa que las anteriores estén descontadas. No. Por el contrario, es para resaltar que hay un nuevo compromiso, un nuevo grado hacia la santidad. Como si dijera “luego de haber cumplido la tarea del mes anterior, hoy les presento una nueva: “Sigan adelante, y sin temor, en el camino que han emprendido. No se desanimen, no se han equivocado al seguirme”. Luego viene el nuevo desafío, un desafío de amor para quien ha aprendido a sumergirse en el abismo del amor que María nos trae, al amor de Dios, “pues nuestro Dios es fuego devorador,” Hb: 12: 29. La nueva meta es: “ser fuertes y decididos en la fe y en la oración, hasta que las oraciones sean tan fuertes que abran el Corazón de Jesús”. Para comprender esta nueva llamada del cielo, se deben considerar dos cosas: 1° la importancia que tiene la virtud de la esperanza en la vida espiritual del creyente, y 2°, la “debilidad” del Corazón de Jesús frente al alma que sabe orar.
La fortaleza en la vida espiritual, es una de las virtudes cardinales que es fruto de la gracia santificante, ella estimula la voluntad para no desistir en adquirir un bien arduo o difícil. En el caso del mensaje que nos ocupa, el bien arduo o difícil no es otro que la vida de oración. La Madre Espiritual de la Iglesia sabe que muchos de sus hijos, fácilmente caen en la acedia, la pereza, el activismo, el materialismo, el hedonismo, y por eso pide fortaleza. Toda vez que es una manera práctica y eficaz para desarrollar la vida de fe y de oración. Se recuerda que al respecto en una ocasión dijo Jesús: “el Reino de los Cielos lo arrebatan los violentos.” Entiéndase, los aguerridos, los que están dispuestos, con coraje, con valentía, a vencer las artimañas del Maligno que separan las almas de la vida espiritual. Recuérdese que para adquirir la santidad no basta el deseo continuo de ser santo, ni el esfuerzo en practicar la virtud, porque la santidad es un don que Dios concede a las almas que saben orar, toda vez que es por medio de la oración es como Él puede derramar sus mercedes. Por eso la Virgen insiste en este particular. Por lo tanto, para responder a la invitación de este mes, hay que pensar en cómo ser fuerte y decidido para las cosas de Dios; en lugar de las personales.
Todo deportista sabe, que para destacarse en el deporte, el ejercicio diario es fundamental, pero sin la fuerza de voluntad, jamás lo conseguirá. Detrás de grandes figuras del deporte, prevalece primero la fuerza de la voluntad en hacer ejercicios y la constancia en ello. Lo mismo ocurre en la vida espiritual: los santos desarrollaron la virtud en grado heroico por que tenían la fuerza de voluntad para hacerlo. Y así, por su constancia en la oración, Dios se posesionó de sus vidas. ¡La Virgen, con dolor, debe observar desde el cielo, cómo, mundialmente los medios de comunicación social han saturado la conciencia de la humanidad con la pasión por el deporte, y en cambio Ella, en 32 años, no ha logrado que sus hijos, con la misma pasión respondan como deben a la vida espiritual! Es triste, pero es la verdad: si quienes escuchan las constantes llamadas de la Virgen respondieran como se debe a la oración, la Madre no tendría necesidad de hablar de este tema, y en su lugar, hablaría de otras verdades de la vida espiritual y de la fe cristiana. Obsérvese que el mensaje dice este mes: “Hoy los invito a ser fuertes y decididos en la fe y en la oración, hasta que sus oraciones sean tan fuertes que abran el Corazón de mi amado Hijo Jesús“.
Ahora nos detenemos en el segundo aspecto que se mencionó: la debilidad del Sagrado Corazón de Jesús es la oración de las almas que saben orar. ¿Qué quiere decir esto? Sencillamente, que las almas que saben orar son las que hacen los milagros, toda vez que el Sagrado Corazón de Jesús se abre de inmediato y de Él fluye un manantial de gracias sin fin para el orante o para quien él las solicita. Dicho de otra manera, la humanidad no recibe más gracias de Dios, por la pereza espiritual en la que muchas se encuentran, a veces fuertemente disponibles al trabajo más que a la oración; con el único fin de lucrar para su provecho personal, en lugar de socorrer con sus ganancias al necesitado. O bien, disponibles a los placeres, hasta en algún caso de llegar a manchar el vestido bautismal con la gula, la vanidad, la lujuria, la codicia. Otro tanto se podría decir del alma que se mancha con el afán de privilegios, dignidades y honores, cuando, por el contrario, Jesús redimió la humanidad a través de Su humillación e invitó a los suyos a seguir Su ejemplo. El Papa Francisco, al respecto, decía hace poco en una homilía, al citar una frase de San Ignacio de Loyola: “hay que pedirle a Dios la gracia de la humillación”. Es triste, que después de dos mil años y el testimonio heroico de tantos santos, un sin número de fieles se dejen extraviar por la falacia de un mundo engañoso. Recuérdese cómo la Madre ha dicho: “Queridos hijos, todo lo que el mundo les ofrece es pasajero”. Pero esta frase sólo se entiende por medio de la oración. La Madre quiere almas orantes, no parlanchinas. Almas que estén dispuestas a “desgastar” sus vidas, como lámparas ardientes, junto al Sagrario. Por eso dice en la segunda parte del mensaje: “Oren hijitos, oren sin cesar hasta que vuestro corazón se abra al amor de Dios.” Si no se ora es imposible experimentar el amor de Dios, como se hace imposible también comunicarlo a los demás. Los santos no se esforzaron mucho por estudiar teología, sino en saber orar. “La mejor teología es la se cultiva a los pies de Cristo”, escribió Santo Tomás de Aquino. Si la Virgen dice: “oren sin cesar hasta que vuestro corazón se abra al amor de Dios” es porque Ella sabe que muchos no saben hacerlo: oran por cumplir o por necesidad, pero sin experimentar el amor de Dios. Entonces, de esta manera, no habrá oración, sino comedia, de la que ya Jesús nos previno en el evangelio: “Y cuando oren no sean como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad les digo que ya recibieron su paga. (…) Y al orar, no hablen mucho, como los gentiles, que se figuran que por su palabrería van a ser escuchados. No sean como ellos, porque su Padre sabe lo que necesitan antes de pedírselo” (Mt 6:5-8). Por lo tanto, hay que saber orar, y prestar atención al amor de Dios cuando aterriza en el corazón. Entre más se ora como se debe —y se vencen las distracciones—, lo que queda, cuando el corazón permanece abierto a Dios, es solamente Amor. Es eso lo que todo hombre, sin excepción, busca en el mundo. Por eso un día dijo la Virgen: “la oración es eso que el corazón anhela”. Por lo que no hay que dejarse engañar por el dinero, las relaciones afectivas, los placeres, la vanidad… que si no todo es malo, no se olvide que jamás colmarán el corazón humano como sólo Dios lo sabe hacer. María lo repite un sin número de veces, pero muchos no quieren escucharla. Quizá por pensar equivocadamente, que sus constantes llamadas afectan sus intereses, cuando en el fondo, es lo contrario, toda vez que la verdadera y eterna felicidad sólo viene de Dios.
Ahora te invito a orar.
Oh María, una vez más, gracias por tu nueva llamada. Tú sabes que soy débil, sabes que estoy convencido que lo que dices es cierto, pero con frecuencia me dejo manipular por las cosas del mundo y las personas que me rodean, en lugar de darle a Tu Hijo el primer lugar en mi corazón. Hoy quiero decirte que estoy dispuesto hacer fuerte y decidido en la fe y en la oración. Quiero con mi oración abrir el sagrado Corazón de Tu Hijo en esta Novena Suya, la Novena del Amor de Jesús, de Su sagrado Corazón  —y la Novena de Tu Inmaculado Corazón— para que ambos derramen en mí las gracias que necesito para orar con el corazón. Por eso te entrego mis miserias, tómalas todas, porque he sido egoísta contigo, con tus llamadas, con la elección que has hecho de mi para colaborar contigo en este proyecto de salvación de la humanidad. Salvación porque la humanidad está ahora más enferma que nunca, porque se ha alejado de la Santísima Trinidad y de Su Proyecto de Amor.
Jesús, hoy Te suplico: entra una vez más a mi corazón, no permitas que me llene del materialismo que impera, de la vanidad, de los vicios, en fin… del egoísmo. Jesús: ayúdame a que mi corazón te pertenezca por completo y permanezca cerca del Tuyo. Por eso te pido, en este momento: mándame Tú Espíritu de Santidad que el mundo no conoce. Jesús: Te necesito para salir de la mediocridad espiritual en la que me encuentro. Ven a mi pobre corazón y rescátame del hoyo en el que me encuentro, ven pronto Jesús. Tú haz llamado muchas veces a mi corazón, hoy soy yo quien te llama.
Sagrado Corazón de Jesús haz mi corazón similar al Tuyo. Jesús, Tu Corazón es Generosidad, Luz, Verdad, Alegría, Pureza, Ternura… el mío, en cambio: egoísmo, tiniebla, mentira, tristeza, lascivia, rigidez… Por eso me siento avergonzado y por eso Te pido que me rescates de la muerte espiritual con Tu Sagrado Corazón.
Sagrado Corazón de Jesús: Te adoro con todas las fuerzas de que soy capaz y reparo en este momento la desidia de tantas almas que desperdician tus tiernos amores. Me postro ante Tu Cuerpo Santo Eucarístico donde sacramentalmente resides. En unión con Tu Representante en la tierra, me uno a su intención el próximo domingo, de adorarte una hora en el Sagrario o sacramentalmente expuesto. Alabado siempre sea Tu Santísimo Cuerpo y Tu Preciosísima Sangre.
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