31 de mayo de 2012

Mensaje de la Santísima Virgen María Reina de la Paz del 25 de mayo de 2012, Bosnia Herzegovina y Reflexión del P. Francisco Ángel Verar H.

“¡Queridos hijos!: También hoy los invito a la conversión y a la santidad. Dios les quiere dar alegría y paz a través de la oración, pero ustedes hijitos, aún están lejos, apegados a la tierra y a las cosas terrenales. Por eso los invito nuevamente: abran su corazón y su mirada hacia Dios y hacia las cosas de Dios, y la alegría y la paz reinarán en sus corazones. Gracias por haber respondido a mi llamado.”

El mensaje de este mes se puede tomar como una preparación para el XXXI Aniversario de la primera aparición de la Madre y particularmente, como componente espiritual para vivir su Novena de Reina de la Paz que inicia el 16 de junio. Obsérvese que la Madre comienza diciendo este mes: “¡Queridos hijos!: También hoy los invito a la conversión y a la santidad,” y es sabido que estos dos conceptos están estrechamente relacionados, pero además son diferentes.

La “conversión” es siempre la primera etapa del proceso de transformación interior y la “santidad” es la meta, la cima. Con esta doble llamada la Madre habla, tanto a aquellos que acaban de descubrir sus mensajes, como a aquellos que por años los escuchan y se han detenido, y de esta manera especifica además la razón de su venida; precisamente en este mes que prepara el Aniversario de la Primera Aparición.

Recuérdese que la “conversión” es el primer y fundamental mensaje que la Madre trae a Medjugorie. Es siempre una exhortación continua a cambiar el modo propio de vida -desde y- con la gracia de Dios y el esfuerzo humano. Y es sabido, que quien descubre Medjugorje y no se esfuerza por cambiar su modo de ser, – según el modelo de Cristo el “Hombre Nuevo” (Ef 2: 15) -, nada entiende, toda vez que la Madre no viene a la tierra a hacer turismo, o realizar signos extraordinarios, sino a invitar a la humanidad a la “conversión”, que teológicamente significa: volver a Dios y vivir según su proyecto de vida hasta alcanzar la santidad. Que no es otra cosa, que encarnar el atributo más íntimo de la Santísima Trinidad: la “divinización” del hombre, o sea: vivir la “plenitud de la vida cristiana y la perfección caridad” (LG 40). Por lo tanto, en este mensaje, la Madre pide a todos sus hijos: no descuidar la conversión personal hasta conquistar en plenitud la santidad. No se puede ser santo a medias, porque el mismo concepto excluye la posibilidad. La santidad es una: la de Dios y lo mismo que manifiesta al hombre que trabaja incansablemente en su conversión.

La segunda parte del mensaje dice: “Dios les quiere dar alegría y paz a través de la oración, pero ustedes hijitos, aún están lejos, apegados a la tierra y a las cosas terrenales.” Esta segunda exhortación en el mensaje de este mes, se puede dividir en dos partes: La primera hace referencia a dos gracias especiales que el hombre busca y que además Dios concede: “la alegría y la paz”; y la segunda, alude a una circunstancia que la Madre observa desde el cielo en los discípulos de Su Hijo: “el apego a las cosas terrenales”.

Seguramente no existe en la tierra un ser humano que no busque en su corazón la felicidad y la paz, a menos que no tenga uso de razón o psíquicamente esté enfermo, porque la alegría y la paz son anhelos intrínsecos del hombre, y cuando éste no logra obtenerlos se sentirá fracasado, frustrado y triste. Pero aún, ni con estos sentimientos seguramente, perderá del todo el anhelo de estas aspiraciones; a no ser que tenga pocas horas de vida. Pero aún en tales circunstancias, si el hombre ha aprendido a vivir con Dios, la alegría y la paz nunca se perderán. Y de esta manera la Virgen quiere que cada uno de sus hijos viva en la tierra, y el medio para obtener estas dos realidades señala una vez más la oración. Pero ¿de qué oración se trata?

La oración es siempre una experiencia de fe, y precisamente de alegría y paz en Dios. San Pablo dice en Romanos 14:17 que “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” y probablemente lo decía, por lo que él experimentaba en su oración. Y adviértase que Jesús también dice, que al momento de orar hay que “entrar en la habitación y después de cerrar la puerta hablar con el Padre, y el Padre que escucha en lo secreto sabrá recompensar” ( Mt 6:6 ) Pero, ¿de qué recompensa se alude? Justamente: de haber encontrado a Dios y Dios es “justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo“.

La gente pierde hoy fácilmente la paz y la alegría del corazón, no tanto por los problemas económicos, sentimentales o los conflictos interiores y familiares, sino porque no oran como deben; porque no experimentan a Dios. Obsérvese que para la Virgen la alegría y la paz verdaderas, tienen su origen y desarrollo sólo en Dios. Luego, ello se conquista cuando el hombre sabe colocarse cada día delante de su Creador. Escribió el Profeta Jeremías: “Cuando encontraba palabras tuyas las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón, porque tu nombre fue pronunciado sobre mí, ¡Señor, Dios de los ejércitos” Jr 15:16

El segundo aspecto de la exhortación es que la Madre evidencia el porqué el hombre pierde con facilidad la alegría y la paz: “por el apegado a las cosas terrenales”. Y dice además, que “todavía están lejos”. Y estas palabras no deben desanimar a los cristianos, porque en el fondo lo que busca María es que se vuelva retomar la práctica de la oración. ¿Cómo las cosas terrenales pueden apartar a los creyentes de lo espiritual?

El tema lo desarrolla magistralmente san Pablo en la carta a los Romanos capítulo 8. Dice textualmente que: “los que viven según la carne, desean lo carnal; más los que viven según el espíritu lo espiritual. Pues las tendencias de la carne son muerte; mas las del espíritu, vida y paz, ya que las tendencias de la carne llevan al odio de Dios: no se someten a la Ley de Dios, ni siquiera pueden; así los que viven según la carne, no pueden agradar a Dios.” Rm 8: 5-8. Lo que evidencia San Pablo es que no se puede estar en dos aguas, toda vez que cuando se vive en lo material se deseará las cosas materiales, y por el contrario, cuando se vive lo espiritual se deseará la vida espiritual. Para muchos los mensajes de la Virgen suenan pesados, conservadores, fuera de la realidad contemporánea… pero a la luz de cuanto el Apóstol Pablo subraya, es manera como se está viviendo, de la vida material, de la vida según la carne y es eso lo que impide optar por lo espiritual. Y ténganse en consideración que aquí “carne” no es el equivalente a lascivia sino a lo que es mundano.

La tercera parte del mensaje reza: “Por eso los invito nuevamente: abran su corazón y su mirada hacia Dios y hacia las cosas de Dios, y la alegría y la paz reinarán en sus corazones”. Esta tercera exhortación es el preámbulo para ir al encuentro con Dios a través de la oración. Nótese que la Virgen enfatiza que hay que abrir el corazón y la mirada a Dios. Para María abrir el corazón y la mirada a Dios es abandonarse, dejarse poseer por Él, dejarse conquistar de Él. El preludio de la oración es eso: abandono, entrega, donación, rendirse a la gracia. Este ejercicio no es cosa de un día o de un momento en la vida. Cada vez que se ora así se debe proceder antes de proferir palabras a la Trinidad Santísima. Quizá, de las oraciones contemporáneas la que mejor expresa dicha actitud frente al Creador y que puede iluminar cualquier forma de orar, es la del Beato Carlos de Foucauld: “Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo. Y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre.”

 P. Francisco A. Verar

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