3 de mayo de 2012

MENSAJE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA REINA DE LA PAZ DEL 25 DE ABRIL DE 2012 Y REFLEXIÓN DEL P. FRANCISCO ÁNGEL VERAR

“¡Queridos hijos! También hoy los invito a la oración y a que su corazón, hijitos, se abra a Dios como una flor hacia el calor del sol. Yo estoy con ustedes e intercedo por todos ustedes. Gracias por haber respondido a mi llamado.”

1. Invitación a la oración

El mensaje que hemos recibido de la Virgen María para este mes y que nos prepara para entrar en el mes del Espíritu Santo y en el mes de María, se puede dividir en tres partes. Obsérvese que una vez más la Madre invita a la oración, pero en respeto a los métodos y recursos que se puedan utilizar para dialogar con Dios: no impone fórmula alguna ni expresión concreta, por lo que se limita sólo a hacer la llamada. Por lo tanto, cada quien puede adaptar la llamada a sus modos preferidos, siempre y cuando esté en comunión con la Tradición de la Iglesia, porque podrían darse expresiones de oración que en lugar de acercar el corazón a Dios lo alejarían de Él. Recuérdese que el Catecismo de la Iglesia Católica, citando a San Juan Damasceno, define la oración como “la elevación del alma a Dios o la petición a Dios de los bienes convenientes”. Entonces, lo primero en la oración, sea cual fuere el recurso o método que se utilice, es que el alma se eleve a Dios; entre en su sintonía, en su presencia, en su amor. Y con este mensaje la “Gospa” conduce a sus hijos en Pascua a un nuevo encuentro con la Trinidad. Y ¿por qué? Seguramente, porque sabe que en la falta de vida de oración, residen los principales males de la humanidad de hoy. Por consiguiente, si queremos ser instrumentos de bien para el mundo, primero hay que sanar el propio corazón, porque nadie puede dar lo que no tiene, y la mejor terapia que existe para resolver los grandes conflictos sociales, familiares y personales, la tenemos en la Iglesia Católica por medio de la vida de oración. Una pléyade de testigos, en dos mil años de cristianismo, corroboran este hecho y todos podemos sumarnos a ellos.

2. Disposición correcta para orar

Se afirma, entonces, que la Virgen no detalla cuales son las mejores oraciones, los métodos o los recursos apropiados, sin embargo, con un ejemplo simple, atrae la atención sobre algo que considera prioritario: la disposición interna del corazón. Obsérvese como especifica: “que su corazón, hijitos, se abra a Dios como una flor hacia el calor del sol.” ¿Y, qué aporte puede brindar este mensaje a nuestras oraciones cotidianas?

Es sabido que una flor no sabe razonar, que no es consciente de su existencia y de lo que posee; mucho menos de la existencia de Dios. Una flor no sabe que necesita del sol, de la lluvia y de la tierra para vivir. Sin embargo, cada día, cuando llega la primavera y en verano, instintiva e irracionalmente se abre a lo que necesita para vivir y a gusto lo recibe. Y nótese, que lo que determina este mecanismo impulsivo sencillo es sólo una información genética que se activa por unas células que viven en armonía con los rayos del sol. Algo así, reflexiona María debe ocurrir en la oración.

Una de la razones del porqué mucha gente no sabe orar, no es porque no ora, sino porque no sabe hacerlo, y uno de los errores más comunes es fiarse más de la mente o de la razón, que del propio corazón. Y recuérdese que Dios sobre todo es amor, antes que palabras, pensamientos o razonamientos. Entonces, cuando el ser humano se coloca frente al Creador, la disposición más acertada para entrar en comunión con Su amor, es la de la flor. Es decir, teniendo conciencia el hombre de su existencia, se despoja de todo con el corazón abierto de par en par para experimentar el fuego del amor; como una flor experimenta los rayos del sol cuando se abre él. Entonces hay que orar desde la nada que somos, desde la pequeñez y en perfecto abandono de todo. Obsérvese como Santa Teresita del Niño Jesús define la oración: “Para mí la oración es impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría”. Y cuando se ora de esta manera Dios comienza a calentar el corazón, exactamente como el sol hace con la flor. Entonces, el primer paso que la Madre enseña con este bello mensaje para orar correctamente es: colocarse frente a Dios con profunda humildad y respeto, y esperarlo todo de Él; sin temor, sin prejuicios, sin libros que enseñen hacerlo, sólo dejándose conducir por la gracia de Dios, “porque nosotros no sabemos pedir como conviene, pero el Espíritu Santo viene en nuestros auxilio hasta con gemidos inenarrables” Rm 8:26. Y hay que tomar en cuenta que entre mayor sea el grado de humildad que se desarrolle mayor será la manifestación de la gracia de Dios en el corazón, toda vez que “Dios resiste a los soberbios pero se manifiesta a los humildes” y el Catecismo de la Iglesia Católica enseña que: “la humildad es la base de la oración… es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios” CIC 2559. Entonces, con un ejemplo sencillo pero profundo y al alcance de todos, la Madre nos acerca más a Dios por medio de una actitud interior que no se puede ignorar: la de la oración de simplicidad. La cual no consiste tanto en palabras o discursos mentales, sino en permitirle a Dios orar Él en el alma. Recuérdese que esta oración para los grandes místicos, es la puerta de entra a la contemplación infusa, cuando el alma se comienza a unir cada vez más a Dios como con un esposo y la última etapa de este camino es el matrimonio espiritual o la unión transformativa, donde el alma y Dios, por medio de la oración, se han compenetrado tanto que nada ni nadie puede separar la unión. San Juan de la Cruz lo expresa así: “Una transformación total en el Amado, en que se entregan ambas partes por total posesión de una a la otra, con cierta consumación de unión de amor, en que está el alma hecha divina y Dios por participación, cuanto se puede en esta vida”

3. Presencia extraordinaria de María

La última parte del mensaje es una nueva reafirmación del carácter intercesor de la Madre frente a los tiempos que vivimos y se debe asimilar dos dimensiones. Cuando la Virgen dice: “Yo estoy con ustedes e intercedo por todos ustedes” está confirmando su presencia extraordinaria de intercesión en Medjugorje para toda la Iglesia y para la humanidad; refirma la importancia de su venida a la tierra. Recuérdese que la Madre a subraya que estas son las últimas apariciones para la humanidad, la última vez que viene con estos mensajes y de esta manera. Si la Madre dice: “Yo estoy con ustedes e intercedo por todos ustedes” nos está diciendo “aprovechen este carisma que se verifica en la Iglesia en estos tiempos”, “Dios me ha enviado entre ustedes para ayudarlos”. Así han transcurridos 31 años y 10 meses desde que la Virgen comenzó a aparecerse en Medjugorje. Nunca antes se había verificado un acontecimiento igual en la tierra y seguramente nunca más volverá a ocurrir. Luego, debemos aprovecharlo al máximo en la Iglesia y ayudar a María. “Yo estoy con ustedes e intercedo por todos ustedes” significa también entonces: “ayúdenme, tomen con responsabilidad mis mensajes”.

La segunda dimensión de la expresión obedece a la confianza de intercesión que la Virgen quiere despertar en todos. La expresión “Yo estoy con ustedes e intercedo por todos ustedes” es muy conocida en los mensajes de la “Gospa” porque la ha repetido muchas veces. Y de esta manera quiere que sus hijos la invoquen, se acerquen a Ella y confíen en su intercesión. Ya nos advirtió el Concilio Vaticano II que María “con su Asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna… Por eso la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora” (LG 62).Por último, la conclusión de este mensaje de mes también es una introducción a celebrar con fervor el mes mariano que ya está a las puertas: “Yo estoy con ustedes e intercedo por todos ustedes” ¡Sea alabado Jesucristo!

P. Francisco A. Verar 

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