Mensaje de la Virgen María Reina de la Paz del 25 de Julio de 2012 y reflexión del P. Francisco Á. Verar Hernández. Medjugorje, Bosnia – Herzegovina
«Queridos hijos, hoy os invito al bien. Sed portadores de la paz y de la bondad en este mundo. Orad para que Dios os dé fuerza a fin de que en vuestro corazón y en vuestra vida, reinen siempre la esperanza y el orgullo de ser hijos de Dios y portadores de su esperanza, en este mundo que está sin alegría en el corazón y sin futuro, porque no tiene el corazón abierto a Dios, su salvación. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!»
Quienes seguimos de cerca los acontecimientos de Medjugorje, sabemos que cada mes la Madre nos presenta un desafío práctico para la vida cotidiana. Recuérdese el gran don de Medjugorje: poder contar con estas exhortaciones cada mes y la aparición diaria de la Madre de Dios. En este momento están presentes en Medjugorje los seis videntes. Vicka, Marija e Iván, aún tienen las apariciones diarias. Ivanka y Jakov, por el contrario, una vez al año. Mirjana, además de la aparición anual, tiene además un encuentro personal con la Virgen el día dos de cada mes para orar —junto a los peregrinos—, por los no creyentes. Si bien, llegará el tiempo cuando la Madre deje de aparecerse diariamente, el momento actual se debe ver como un «tiempo de gracia.»
El mensaje de este mes coincide con la fiesta de Santiago Apóstol patrono de Medjugorje. La Madre comienza diciendo: «Queridos hijos, hoy los invito al bien. Sean portadores de la paz y de la bondad en este mundo.» En no pocos mensajes la Virgen ha hecho una exhortación similar, en espera que los discípulos de su Hijo no pasen inadvertidos en el mundo, y ahora lo vuelve a recordar. El dar testimonio de Jesús y de María es una llamada que tiene su fundamento en el bautismo. Cuando fuimos incorporados a la Iglesia por el «agua y el Espíritu Santo» recibimos una luz. Esa luz representaba la llamada específica que Jesús nos hizo de dar testimonio en el mundo. Y lo mismo ocurrió en la Confirmación, sacramento que nos configura a Jesús y nos constituye en sus soldados en el mundo. Todo esto la Madre lo recuerda con este nuevo mensaje. Pero ¿Qué puede significar llevar el bien, la paz y la bondad al mundo de hoy?
1° Abrirse al Espíritu Santo.
  Yo  pienso que los Apóstoles de Jesús muchas veces —mientras estaban  con Él y ver como actuaba—, habrán deseado ser como su Maestro.  Es difícil vivir al lado de una persona santa y evitar pensar a toda  costa, no ser como ella: que atrae, que fascina, que encarna una vida  ejemplar para todos. Los Apóstoles estaban fascinados con Jesús e  incluso, quienes no eran discípulos suyos, escribe san Lucas: «estaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad» 4:32. Pero los discípulos y Apóstoles no sabían cómo hacer para  imitar al Maestro. Y un día les dijo: » Yo les digo la verdad:  les conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no  vendrá a ustedes; pero si me voy, se lo enviaré.» Jn 15: 7. Y  también » recibirán la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá  sobre ustedes, y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y  Samaria, y hasta los confines de la tierra.» Hch 1: 8. Entonces,  para ser discípulo de Jesús lo primero es tener el Espíritu Santo.  Las virtudes del bien, la paz y la bondad a las  que la Virgen invita, son frutos del Espíritu Santo. Sin Él no se  puede irradiar la bondad y la paz propias de Jesús.  Recuérdese que los cristianos recibimos el Espíritu Santo por medio  de los sacramentos, pero si dejamos de orar y hacer penitencia, Él  deja de manifestarse. Por lo tanto, todo depende de la oración y la  perseverancia en ella.
2° Orar frecuentemente.
La  exhortación de María es una nueva llamada a la oración. Quien ora  no debe esforzarse tanto en llevar la bondad y la paz a los demás  porque surgen espontáneamente del corazón. El problema lo tiene  quién no ora o no ora como debe. María sabe que todo depende del  diálogo habitual con Dios. Por lo tanto, para dar testimonio de amor  y esperanza en el mundo hay que saber orar. Quien ora como debe no le  fallará a Jesús y a María. La exhortación de la Madre de este mes  debe llevar al discípulo a encarnar un plan acertado de oración que  incluya el rezo diario, con el corazón, del santo rosario, la  adoración al santísimo, la lectio divina y las jaculatorias durante  el día. Como también la práctica del ayuno a pan y agua dos veces  a la semana. Recuérdese que el ayuno libera el corazón del egoísmo  y de la ira que impiden manifestar naturalmente la bondad de Dios.
3° El testimonio comienza con los  más cercanos.
Cuando la Madre exhorta al bien, a la bondad y a la paz —tómese en cuenta—, la tarea  inicia en el propio hogar. Si una familia no está en paz y en  armonía con ella misma, es imposible que sus miembros sean luz en la  calle. Ya lo dijo Jesús: «nadie enciende una lámpara para  guardarla debajo de la cama sino para que alumbre a cuantos están en  casa.» Mt 5: 15 Y dice el Señor: » Brille así su luz  delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen  a su Padre que está en los cielos» v. 16. Por lo tanto, quienes  deben ver primero las buenas obras de bondad, de paz y de armonía,  son los miembros de la propia familia. «El mundo» al que se  refiere la Virgen «sin esperanza«, no está necesariamente  fuera del hogar, toda vez que muchos miembros pueden vivir » sin  alegría en el corazón y sin futuro, porque no tiene el corazón  abierto a Dios, su salvación.» Sería un error, por tanto  buscar almas que salvar fuera del hogar, cuando dentro de la misma  familia hay muchos que necesitan a Dios. Entonces, la exhortación de  María comienza en el propio hogar. Es correcto, por tanto, que se  piense primero en practicar el bien, la paz y la bondad dentro de la  propia familia y reflexionar en cómo mejoraras dichas actitudes.
4° Perseverar frente a la  adversidad.
La última advertencia de la Madre de Dios de  perseverar en la esperanza frente a quienes tienen el corazón  cerrado a Dios no debe desanimar a nadie. El mismo inconveniente lo  enfrentó Jesús y sus discípulos cuando comenzaron a predicar y dar  testimonio del Reino, sin embargo no se desanimaron porque la gracia  de Dios fluía en sus corazones. Por consiguiente, hay que permanecer  en la comunión con Dios para llevar Su esperanza al mundo y vencer  la adversidad de los demás. Para quienes seguimos el testimonio de  la presencia prolongada de la Virgen en Medjugorje, es una gracia  extraordinaria que la Virgen María exhorte a sus hijos al «BIEN»  cada mes. El «bien» que la Virgen resalta en el mensaje de este  mes, resume cuanto Ella espera de todos sus seguidores y a la vez, es  la síntesis de todo el evangelio. Obsérvese que cuando Jesús murió  y resucitó, el recuerdo que la comunidad primitiva de Jerusalén  tenía de Él era que «pasó por el mundo haciendo el bien» cf. Hch 10:38 y lo mimo se deberá decir de nosotros al término de  nuestra vida en la tierra. ¡Sea alabado Jesucristo!
P. Francisco Á. Verar