Primeras apariciones de la Virgen de Medjugorje
Introducción
Las apariciones de la Virgen, en el pequeño pueblo de Medjugorje (Bosnia-Herzegovina), se iniciaron en el año 1981 cuando los videntes, seis chicos entre los diez y los dieciséis años, vieron en el monte a la Virgen María.
Desde entonces, hasta el día de hoy, millones de personas de los cinco continentes han visitado Medjugorje para vivir una experiencia espiritual que, en muchas ocasiones, ha cambiado la vida de quienes han acudido hasta allí en peregrinación como lo demuestran los miles de testimonios de curación y conversión, así como los centenares de vocaciones, obras caritativas y nuevas órdenes religiosas surgidas desde entonces.
Lo que ha dado en llamarse “El Fenómeno de Medjugorje” no es otra cosa que la experiencia de vivir las enseñanzas que la Virgen ha dado a la humanidad a lo largo de estos años por medio de sus mensajes que nos recuerdan las enseñanzas de la iglesia con el fin de alcanzar la paz en el mundo y la conversión de todas las almas por medio de la oración, el ayuno, la lectura de la Biblia, los sacramentos y la Eucaristía.
Todo comenzó un 24 de junio de 1981. He aquí el relato de lo sucedido en aquellos primeros días.
Primer día. 24 de junio
El 24 de junio de 1981, día de san Juan Bautista, dos amigas de dieciséis años llamadas Ivanka Ivankovic y Mirjana Dragicevic, están dando un paseo tras las casas de Bijakovici, a un kilómetro de la parroquia de Medjugorje. Mientras pasean por la falda del monte, Ivanka le hace un extraño comentario a su amiga. “Mirjana, creo que la Gospa (1) está en el monte”. Pero la joven sarajevita ignora a su acompañante por lo absurdo de su frase y sigue caminando dejándola un poco atrás. Pocos instantes después se encuentra con Milka Pavlovic, una jovencita de Bijakovici que está guardando las cabras de la familia, y a Vicka Ivankovic, de diecisiete años, que andaba buscando a las dos primeras. Mirjana decide desandar con Milka y con Vicka los pocos pasos que ha dado desde donde dejó a Ivanka.
Cuando llegan al lugar las tres muchachas, ellas ven también, a una distancia indeterminada, a una hermosa joven de unos dieciocho años, de ojos azules y pelo moreno, con la tez blanca y las mejillas ligeramente sonrosadas, que sostiene en sus brazos a un pequeño bebé al que no logran ver, aunque aprecian que se mueve envuelto en una manta o toca. La joven viste un largo vestido azul claro, y un velo blanco cubre su cabeza, sus hombros y su espalda. La muchacha, de una belleza indescriptible según relatan las chicas, no pisa el suelo, sino que flota a un metro de altura sobre él, y sus pies están cubiertos por una nubecilla blanca.
Unos minutos después llegan hasta donde están ellas dos muchachos del pueblo: Ivan Dragicevic e Ivan Ivankovic. Al estar estos seis muchachos ante la mujer, ésta les hace señas con una mano para que se acerquen a ella, y entonces, los seis salen corriendo, asustados por lo que ven.
Segundo día. 25 de junio
Al mediodía, un pequeño grupo de familiares propone a algunos de los jóvenes acompañarles esa misma tarde al mismo lugar y a la misma hora.
De los seis chicos que vieron a la mujer el día anterior, dos de ellos no estarán esa segunda tarde: ni Milka ni Ivan Ivankovic. Sin embargo, la hermana mayor de Milka, de nombre Marija, y un niño de diez años llamado Jakov Colo, sí que van en esta expedición del segundo día.
Cuando la comitiva ha comenzado a subir el monte los seis chavales del grupo salen corriendo a toda velocidad hacia arriba. Según ellos mismos, han visto una especie de rayos o flashes de luz sobre el monte, tres seguidos, tras los cuales han sentido un impulso muy fuerte de subir a lo alto. Según los demás testigos, los seis chicos iban tan deprisa que “parecían volar sobre las piedras, como si tuvieran alas en los pies”, a una velocidad imposible de seguir.
Unos minutos más tarde, los familiares y demás personas que les acompañaban llegan a un lugar en el que los seis chicos están de rodillas. Curiosamente, no responden a sus llamadas, no se inmutan ante sus gritos, no se mueven ante sus empujones. Los intentan mover, pero sus cuerpos están rígidos y parecen haber cobrado un peso desproporcionado para unos adolescentes. Lo único que hacen algunos de ellos es mover los labios, como si hablasen, aunque sin emitir sonido alguno, y mover la cabeza, como asintiendo o negando. Según los testigos de ese día, los rostros de los chicos eran “radiantes”, y sus sonrisas abiertas se mezclaban con lágrimas de alegría.
Unos treinta minutos después, los chicos recobraron la percepción del espacio y el tiempo. No eran capaces de hablar, se abrazaban y gemían entre llantos y risas.
Según contaron estos seis chicos, ese día vieron de nuevo a la Virgen María, esta vez sin el Niño. Era indescriptiblemente bella, sonriente y alegre, y cuando estuvieron ante ella, como a una distancia de uno o dos metros, comenzaron a rezar simultáneamente. Primero, un Padrenuestro, luego un Avemaría y después un Gloria. La primera vez que oyeron la voz de la mujer fue al acompañarles en el rezo de las oraciones del Padrenuestro y del Gloria, pero guardó silencio cuando los niños rezaron el Avemaría.
Según dirían después los niños, su voz es “indescriptible, como una melodía” de un instrumento que no han oído jamás.
Después de rezar, algunos de los chicos se atrevieron a hablar con ella, siendo la primera Ivanka, quien le preguntó si podría ver a su madre, fallecida dos meses atrás. La señora le contestó que sí la vería, pero no en ese momento, sino más adelante, y que no se preocupase, pues su madre estaba con ella. Mirjana pidió entonces alguna señal para que sus familiares y amigos les creyesen, ante lo que la señora se limitó a sonreír
A los pocos minutos para ellos, aunque media hora para los testigos, la señora se despidió diciendo: “Dios esté con vosotros, mis ángeles”. Los niños le preguntaron si la verían el día siguiente, y ella contestó que sí asintiendo con la cabeza.
Curiosamente, a ninguno se le ocurrió esa tarde preguntarle a la señora quien era, pues daban por hecho que era la Virgen María. Esto sorprendió mucho a sus familiares.
Esa tarde, los niños estaban de nuevo radiantes, y tanto sus relatos como los de los testigos corrieron como la pólvora por todo el valle de Medjugorje. Muchos se acostaron ese día deseando subir, a la media tarde siguiente, a la que ya se empezó a conocer como la Colina de las Apariciones.
Tercer día. 26 de junio
La mañana del tercer día se levantó nublada y amenazando tormenta, no solo de lluvia contra la tierra, sino de intranquilidad que amenazaba con destruir la calma tensa en la que vivían los habitantes de Medjugorje, bajo la mirada de las autoridades locales, desde el final de la última guerra.
Los familiares de los niños estaban asustados, pero al mismo tiempo les veían convencidos de que contaban la verdad.
La abuela de Vicka, mujer anciana y de la tierra, piadosa y artera, que creía a su nieta en cuanto a que algo había visto la chiquilla, le aconsejó llevar esa tarde al monte un frasco con agua bendita, para ahuyentar a la visión en caso de no ser quien creían que era, y se marchase al infierno o al lugar de donde hubiera salido.
Pasadas las cinco de la tarde, los seis chicos del día anterior, más los dos del primer día, se encaminaron hacia el mismo lugar, pero ya en esta ocasión, quienes les acompañaban superaban los tres centenares de personas, es decir, casi todo aquel que vivía en el valle.
Al ver aquella multitud, los que se asustaron fueron los niños, asomando las primeras dudas a sus cabezas. No de lo que habían visto, que estaban convencidos, sino de lo que ocurriese si no lo volviesen a ver, por miedo a las represalias o a las burlas de toda esa gente que les seguía, esperando cada uno vete tú a saber qué cosa.
La aparición no se hizo esperar. De nuevo tres fuertes flashes de luz fue la señal premonitoria, y de nuevo, los seis chicos del día anterior salieron a la carrera, no así los dos del primero que no volvieron la víspera. Quedaba de esta manera conformado el grupo de videntes en los seis del segundo día, y que hasta el día de hoy, son los auténticos protagonistas del fenómeno de Medjugorje: Vicka, Mirjana, Ivanka, Marija, Ivan y Jakov.
Cuando los testigos llegaron tras ellos, de nuevo se encontraban como ausentes de la realidad, fuera de toda experiencia de tiempo o sensación. Sus caras estaban alegres y sonrientes, de una forma llamativa, y solo se oían sus voces cuando, de forma simultánea y sin avisar, comenzaban a rezar.
En un momento dado, antes de que los testigos llegaran, Vicka cogió el agua bendita y se la tiró a la imagen, mientras le gritaba: “Si tú eres nuestra Madre bendita, quédate con nosotros. Si no, vete y déjanos en paz”. La reacción de la mujer fue sonreír, ante lo que Mirjana decidió preguntarle quién era. “Soy la Bienaventurada Virgen María”, contestó.
Cuando los chicos volvieron a reaccionar, ya rodeados por multitud de personas que amenazaban con aplastarles, decidieron descender el monte rumbo a su casa, y cual fue su sorpresa cuando vieron a Marija llorando desconsolada en un pequeño claro entre los matorrales. Al parecer, Marija sintió de nuevo aquella “llamada” cuando aún estaban en lo alto, y descendió el monte sin que nadie hubiese notado su ausencia, a toda velocidad.
Según contó más tarde Marija, la Virgen María se le había aparecido de nuevo, en esta ocasión a ella sola y de una manera muy diferente a la que lo había hecho minutos antes junto a los demás.
Al parecer, la Virgen María ya no vestía esa túnica azul grisácea con su velo blanco, sino que iba de negro y lloraba muy apenada. Cuando Marija, presa de la congoja, le preguntó por qué lloraba, la Virgen María dio uno de los mensajes más importantes: “Paz, paz y solo paz”. En ese momento, apareció detrás de la Virgen María una cruz de madera, y la Virgen María volvió a hablar: “La paz debe reinar entre el hombre y Dios, y entre todos los hombres”. Tras estas palabras, la Virgen María añadió algunas más, indicando la necesidad de los hombres de volver a Dios y de convertir sus vidas en vidas de oración.
Esto sucedió en un lugar que hoy está señalado con una cruz de madera, en la subida al Podbrdo, entre las esculturas que representan el primer y el segundo misterio gozoso del rosario.
El párroco, fray Jozo Zovko, regresó al pueblo este día. Había pasado la semana en Zagreb atendiendo distintas funciones y cuando volvió, Medjugorje no tenía nada que ver con la aldea tranquila y serena que había dejado seis días antes.
Los niños fueron llevados ante él e interrogados. El padre Jozo Zovko no les creyó y les indicó ser cautos y prudentes, pero siempre siendo respetuoso con ellos. Al fin y al cabo, pensaba que sería cosa de niños, pero esa misma tarde, cuando vio los coches de la policía que llegaban a Medjugorje, se asustó y llegó a pensar que los comunistas estaban tramando algo.
Este día quedaron consignadas tres de las características de las apariciones de Medjugorje que las siguen acompañando hasta nuestros días: el grupo de seis videntes, las apariciones en grupo o individuales, y los mensajes de la Virgen dirigidos no solo a los videntes o a un ente local, sino a toda la humanidad.
Milka y el otro Ivan, quienes vieron la aparición el primer día pero no regresaron el segundo, nunca volvieron a ver la Señora.
Esa noche Medjugorje había dejado de ser un anónimo y tranquilo pueblo de Herzegovina, y su nombre ya corría de boca en boca por las regiones cercanas de la zona.
Cuarto día. 27 de junio
La mañana del sábado comenzaron las hostilidades contra los chicos y sus familias. Las autoridades de Citluk (2) se los llevaron para hacerles un interrogatorio. En realidad no sabían muy bien de qué se trataba lo que andaban contando los niños, pero sí se sabía que estaban organizando un revuelo muy extraño en la zona.
Les sometieron a un interrogatorio “largo y meticuloso” sobre quiénes eran, quiénes eran sus familias, en qué trabajaban, dónde vivían, cómo se conocieron entre ellos, y qué era lo que estaban contando esos días que tanto alboroto había levantado entre los lugareños del valle. Los chicos respondieron en todo momento “con simplicidad y sin contradicciones”.
Al terminar el interrogatorio por parte de las autoridades políticas y policiales, fueron conducidos al consultorio médico. Este fue el primero de un número incontable de exámenes y análisis a los que los seis chicos han sido sometidos desde 1981.
Efectuado por los médicos locales, sin ningún tipo de elemento extraordinario más allá de los que hubiera en un consultorio de pueblo, los niños fueron declarados “perfectamente sanos y equilibrados”.
A la hora de la comida los devolvieron a sus casas, para tranquilidad de sus familiares. Algunos de ellos quisieron prohibirles a los niños subir esa tarde al monte, pero era imposible detenerles. Además, ya en ese día el número de personas que habían acudido a Medjugorje superaba el millar, y nadie sabe cómo se hubiesen tomado aquello si los padres no hubiesen permitido a sus hijos subir al monte con ellos.
Por la tarde, la multitud les esperaba en el monte rezando el rosario. A los chicos, todas estas manifestaciones les extrañaban, pero en el fondo les daba igual todo lo que ocurriese a su alrededor, pues según ellos, ver a la Virgen era “estar en el paraíso”.
En torno a la misma hora de los días anteriores, de nuevo vieron los tres rayos de luz, esta vez ya sin carrera, pues el gentío no les hubiese dejado correr, y cayeron en esa especie de ausencia del tiempo y del espacio.
Según relataron los chicos, después de rezar con ella diferentes oraciones, la Virgen María les habló durante mucho tiempo, ya que los niños no pararon de hacerle preguntas. Ese día, hablando de los sacerdotes, la Virgen María les diría: “Han de creer firmemente, y han de cuidar la fe del pueblo”.
Ese día ocurrió otra novedad, y es que tuvieron otra aparición más, todos juntos, al pie del Podbrdo, cuando volvían a sus casas. En esa ocasión la Virgen María les dijo: “No tengáis miedo de nada”, y se despidió de ellos diciendo: “Que Dios esté con vosotros, mis ángeles”.
Quinto día. 28 de junio
Este fue el primer día en que las autoridades se asustaron de verdad. Al ser domingo, y no teniendo que trabajar, unas quince mil personas inundaron Medjugorje. Algo estaba pasando que no era normal y que se escapaba a la capacidad de control de las autoridades locales.
Al mismo tiempo, el párroco del pueblo se mantenía como ausente y nadie que no viviese en Bijakovici, la aldea de los chicos, sabía muy bien ni qué pasaba ni a quién acudir. Una sensación de miedo mezclada con esperanza confundía a todo el mundo que, sin decir nada, se encaminaba al monte sencillamente siguiendo a la multitud.
Según las notas que fray Ljudevit Rupcic ha dejado, aquella tarde de domingo la masa no dejaba ni si quiera avanzar a los chicos en dirección al monte.
En un momento dado, a la hora de siempre, los niños se arrodillaron de golpe, todos a la vez, y de nuevo se mostraron ausentes.
Como la multitud se agolpaba contra ellos para verles, se había organizado un grupo de voluntarios que les rodeaba y protegía del tumulto.
Lo que contaron después los chicos es que, de nuevo, la Virgen María rezó con ellos un Padrenuestro, guardó silencio en el Avemaría, y acabó acompañándoles en el Gloria. Después estuvieron hablando, y en un momento dado, la Virgen María puso un rostro triste, porque al parecer, había gente entre la multitud presente que estaba blasfemando.
Alguno de los niños le pidió que se apareciese en la parroquia y ante todo el mundo, pues así podrían creerles: “Bienaventurados aquellos que sin haber visto, han creído”, contestó la Virgen María. Luego les pidió que rezaran, y que pidiesen oraciones a todos los demás.
Al terminar aquella aparición, había un estado general de alegría entre los miles de peregrinos presentes, a pesar de haber sido uno de los días de más calor del año y de haber pasado horas al sol, siguiendo a los muchachos.
Sexto día. 29 de junio
El lunes por la mañana, de nuevo los niños fueron detenidos por las autoridades. En esta ocasión les llevaron a Mostar, donde un equipo psiquiátrico tenía que examinarles para declarar que eran unos farsantes o unos enfermos.
Las noticias sobre Medjugorje ya habían salido en la prensa local, lo cual era un desafío para un régimen gubernamental oficialmente ateo, en el que se declara que Dios no existe y en el que, por lo tanto, la Virgen María no tiene cabida en los medios de comunicación ni como figura del belén.
Sin embargo, los médicos, entre los que estaba una mujer musulmana, la doctora Dzudza, los declaran normales y sanos de mente, y en su informe médico dejan escrito que “los niños no están locos, sino quien les trajo aquí”.
Al mediodía comen con sus familiares y ya a esas horas, una muchedumbre incontable puebla el monte y reza sin remisión, sin que ni el sol implacable ni la persuasoria presencia de militares, les importe lo más mínimo.
La Virgen María les dio a los videntes un mensaje: “Hay un solo Dios, una sola fe. Creed fuertemente y confiad”.
Ese día ocurrieron curaciones físicas entre los muchos enfermos que acudieron allí, de las que en la parroquia se tiene constancia y documentación, pero que no se han publicado ni dado a conocer con detalle, pues es secreto de los afectados, y sus datos y testimonios están en poder de la Iglesia.
Séptimo día. 30 de junio
Este fue el primer día en que desde las autoridades civiles locales, se planea una trampa contra los niños para engañarles.
No sabiendo cómo detener la afluencia masiva de gente a Medjugorje, deciden utilizar a dos señoras de la aldea que, con la excusa de aliviarles el agobio de la muchedumbre, proponen a los niños un paseo en coche.
Parten de Bijakovici en la mañana. Sus casas y el monte ya están rodeadas de gente, por lo que los chicos sienten el alivio de quitarse aquello de encima, aunque fuese por un par de horas. En la furgoneta no va Ivan, que se ha quedado encerrado en casa.
Sin embargo, el paseo en furgoneta se hace más largo de lo previsto, y llega un momento en que los chicos se dan cuenta de que no estarán a tiempo en el monte, a la hora de la aparición, y se las apañan para que las dos mujeres detengan el coche unos momentos antes de la hora habitual. Están al otro lado del monte, y cuando llega la hora, los cinco niños caen en éxtasis allí mismo, en la cuneta.
Los únicos testigos de esta aparición son las dos mujeres que se les habían llevado engañados, quienes, a parte de las mismas características de las otras veces, atestiguaron que oyeron a los niños cantar y como rezaban siete veces el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria.
Y así es como son contados los primeros siete días de apariciones. Los acontecimientos se sucedieron de este modo, a la misma hora y en el mismo lugar del Podbrdo, hasta el día 12 de agosto, momento en que quedó prohibido oficialmente acceder al monte.
Ese día, el ejército se desplegó en Medjugorje como si se tratase de una guerra. Desplazaron helicópteros, camiones llenos de soldados con perros que patrullaban el monte y sus alrededores y montaron controles de carretera en todos los accesos al pueblo. Pero esto no mitigó el testimonio y el empeño de los chicos, quienes siguieron teniendo las apariciones allí donde se encontraran, ya fuese en los campos, en el otro monte, en sus propias casas y habitaciones, o donde fuera.
Ellos solo sabían, cada día, que cuando faltasen unos veinte minutos para las siete de la tarde, la imagen iba a aparecer. Estuviesen solos, en grupos de dos o de tres, o los seis a la vez, todos los días a la misma hora, tenían esa experiencia mística del éxtasis, en que se quedaban ausentes del contexto temporal y sensorial que les rodeaba. A veces veían y oían exactamente lo mismo, y a veces escuchaban cosas diferentes, dirigidas personalmente para cada uno de ellos sin que los otros supiesen qué decía la Virgen a los demás.
Según el testimonio de los chicos, que ya no son niños ni adolescentes, sino adultos, siguen teniendo estas apariciones. Con diferente frecuencia unos de otros, pero siendo la misma joven de unos dieciocho años, de una indescriptible belleza y voz maravillosa, la que, como si no hubiese pasado el tiempo para ella, los visita estén donde estén.
(1) Gospa, palabra croata que significa señora, es la voz con la que se refieren los croatas a la Virgen María, igual que los italianos, por ejemplo, se refieren a ella como La Madonna.
(2) Pueblo principal situado a 5 kilómetros de Medjugorje.