Nací en un  hogar “católico” pero no  asiduo a las prácticas religiosas, me formaron desde niña con unas bases humanas y morales muy fuertes, pero sin Dios en mi corazón. Mis padres eran poco afectivos con sus hijas (soy la mayor de tres hijas) pero no porque no nos quisieran, sino porque nadie tuvo ese gesto de niños con ellos y así ellos aprendieron y nos educaron de igual forma.

Esto me llevó a que desde muy niña tuviese apegos humanos y afectivos; desde entonces me refugié en mis estudios y las amistades; desde los 12 a los 22 años tenía momentos de depresión muy  profunda con rechazo a  la vida, con un vacío en mi corazón que no sabía qué era, me daba mucha angustia y soledad, a tal punto que tuve dos intentos de quitarme la vida, gracias a Dios y a la Virgen sin resultados graves. Hasta que ingresé en mi país en la Facultad de Medicina, cursaba el segundo año de Nutricionista Dietista y había acabado de terminar una relación de noviazgo con un chico de mi facultad que teníamos ya planes de casarnos, esto me llevó a una depresión severa.

Mi mamá me llamó un día que no quería ni salir de mi apartamento -no comía y era solo llorar- para invitarme a un retiro de jóvenes que organizaba el padre Francisco Verar, yo inmediatamente accedí y sin pensarlo fui (no era la primera vez que recibía está invitación, pero siempre encontraba buenas excusas para no asistir).

Este retiro cambió completamente mi vida, era todo sobre la espiritualidad de Medjugorje, y experimenté en profundidad el amor de Dios ¡nunca me había sentido tan amada! y menos por Dios y por la Virgen, me pasé todo el retiro llorando de agradecimiento y alegría; luego ya no me quería ir del  retiro y me aconsejaron ingresar a un grupo de oración de María Reina de la Paz de  jóvenes, este grupo al mes de yo ingresar realizó un rifa de dos boletos al Festival de Jóvenes a Medjugorje donde salí beneficiada con otro chico de mi país.

Medjugorje fue para mí descubrir mi vocación, sentí un deseo muy profundo de ser toda de Dios y de la Virgen María, al llegar a mi país saqué una cita con el padre Verar y le dije que quería ingresar a su comunidad de vida consagrada y él me dijo: “No, la Virgen ha dicho que se debe orar y ayunar mínimo cuatro años para discernir la voluntad de Dios”. Salí muy desanimada, pero luego la oración me hizo comprender que el padre tenía la razón y obedecí. En este tiempo perseveraba en la espiritualidad y en el grupo de oración: ayudaba en la organización del retiro de jóvenes, teníamos un programa en Radio María… Luego me gradué de nutricionista y la ejercí por tres años y al cabo fui nuevamente a Medjugorje y nuevamente sentí con mucha fuerza en mi corazón ser TODA DE DIOS Y DE LA VIRGEN, sentía temor de hablar con el padre Verar (cuya respuesta sería la que ya me había dicho) pero me animé y lo hice, fue entonces cuando el padre me aceptó en su comunidad y a la semana ya había renunciado a todo: mi trabajo, apartamento, aspiraciones e ilusiones. Mi familia y amigos no entendían y pensaban que me había pasado algo serio, pero yo estaba que desbordaba de felicidad.

Actualmente tengo ocho años de estar en Comunidad Magníficat de Panamá, soy hermana consagrada y me siento muy agradecida con Dios, la Virgen María Reina de la Paz y con el P. F. Verar, porque sin este don tan grande que Dios me ha dado en su bondad de sacerdote nunca hubiese conocido la Misericordia de Dios.

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