Testimonio ofrecido en el Festival de la Juventud el Sábado 3 de agosto 2013

Me llamo Ángel García Álvarez y soy español. En el fin de año del 2000 vine a Medjugorje por primera vez con un pequeño grupo de 10 peregrinos de Madrid. Uno del grupo canceló su viaje pocos días antes de venir, dejando un asiento libre en el avión. Una amiga me invitó y yo lo ocupé; así fui el último peregrino del grupo.

No sabía bien a dónde venía. Recuerdo que nada más llegar por la noche, fuimos a la Parroquia, que estaba en Adoración, con la iglesia llena, y pudimos entrar ocupando el último lugar.

La guía de nuestro grupo, la condesa Felicia Traun, era una gran colaboradora y persona de confianza de la parroquia y del padre Svetozar. Él pidió a Felicia que ayudara a la parroquia a fabricar en España una gran custodia para usarla en el altar exterior, y utilizarla por primera vez en el Festival de Jóvenes del año 2001.

Ella estaba muy preocupada por la responsabilidad del encargo, y el 1 de enero del 2001, bajando del monte Krizevac tras rezar el Viacrucis, me ofrecí a ayudarla porque yo era el único del grupo cuya profesión está relacionada con el diseño. El padre Svetozar, sin conocerme, aceptó mi ofrecimiento. Le dije que mi especialidad es la arquitectura de hospitales y él me respondió que la custodia es un hospital para almas.

El padre Slavko Barbaric había fallecido en el Viacrucis del monte Krizevac un mes antes, y la parroquia, en memoria suya, quería una gran custodia para dar gloria al Señor, que fuera simple en su diseño y a la vez conectada con la Tradición de la Iglesia, y con un diseño actual.

Desde el primer momento fui consciente de la importancia de este trabajo. Sabía que ante esta custodia el Señor sería adorado en el futuro por millones de personas, que la Adoración es un tiempo muy importante para todo peregrino en Medjugorje, como lo fue para mí; y que Medjugorje desde hace más de 30 años ha impulsado en todo el mundo la Adoración Eucarística.

Durante los meses siguientes en que diseñé y supervisé la construcción de esa custodia viví algo extraordinario, y quiero compartir aquello que viví con vosotros.

Muchos me han preguntado ¿cómo lo diseñaste? Y os lo voy a decir: durante aquellos meses tuve el apoyo eficaz de la oración del pequeño grupo de peregrinos al que me uní, que rezó constantemente; y lo diseñé con humildad, asombro y mucha oración.

  • Lo hice en una actitud de humildad. Porque yo no merecía este inmenso honor. En todo momento el trabajo se hizo en sincera comunicación y colaboración con los franciscanos de la parroquia, porque el protagonista de esta custodia sólo es el Señor. Y aunque la Providencia me había puesto en este lugar, me sentía pequeño, como cualquiera de vosotros aquí entre la multitud, pues comprendí que yo tan solo era un instrumento.

Me impresionó que esta parroquia tenga como patrón al Apóstol Santiago, y que la custodia se fuera a construir en España, cuyo patrón es también el Apóstol Santiago, que tan influyente ha sido no sólo para la construcción de Europa, sino para la evangelización de los inmensos territorios hispánicos.

  • En segundo lugar, lo hice con asombro, emoción, y gozo. Yo no me sentía digno de diseñar esta custodia, y me parecía ser un “sastre” que toma las medidas para hacer un vestido glorioso a su Señor.

Un sastre que le pregunta constantemente a su Señor si le gusta el vestido que le está haciendo. Y me sentía como María Magdalena, que arrodillada ante Él, le lavaba los pies con sus lágrimas y los secaba con sus propios cabellos.

No sólo me demostraba el Señor su amor personal a mí, sino que también pude comprender su mansedumbre al confiarse totalmente en mis manos, como también se confía totalmente en las manos de los sacerdotes durante la Consagración, o en todos los que comulgan y comen el pan consagrado en la Eucaristía, presencia real de Cristo.

  • En tercer lugar lo hice en una actitud de continua oración y con ayuda de la gracia que dan los sacramentos. Aunque estudié muchas custodias españolas antiguas, para utilizar este conocimiento heredado de siglos, había algo que me pareció más importante aún: necesitaba la ayuda del Espíritu Santo y la encontré a través de los Sacramentos.

Por eso sólo trabajaba en los planos, o pensaba en la custodia, cuando estaba en el estado de gracia (con la gracia que se obtiene en la confesión). Si tenía conciencia de haber cometido algún pecado, aunque fuera mínimo, dejaba de trabajar en los planos y ni siquiera pensaba en la custodia: iba a confesarme y después continuaba el trabajo.

Así, trabajando en humildad, al servicio y bajo la autoridad de los franciscanos, pero con la gracia de los sacramentos, tenía la confianza de que mi trabajo sería el correcto. De rodillas delante del Sagrario imaginaba la custodia y contemplaba en mi mente, durante horas, sus formas y detalles. Y la señal de que el diseño era correcto la tenía cuando mi corazón, habitado por la gracia, amaba este objeto que aún no existía.

Otras personas me han preguntado ¿qué quisiste expresar? Quise hacer visible a todos los adoradores lo que es invisible. Con mi profesión de arquitecto, y mediante signos y símbolos, formas y proporciones, intenté expresar – al máximo – la majestad, el fulgor y la belleza que Pedro, Santiago y Juan vieron durante la Transfiguración del Señor en el Monte Tabor.

La custodia intenta expresar lo que no vemos: la luz y la gracia que nos viene de Cristo. El anillo con los rayos que rodean la cruz y la Forma consagrada afirma la fe en Cristo, que es “la luz del mundo” (Jn 8, 12), y que Él se encuentra presente en la Eucaristía.

Pero toda la custodia, y especialmente la parte inferior, es imagen de la Iglesia, que es “columna y fundamento de la verdad” (1 Tim 3, 15), edificada “sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo la piedra angular en quien todo el edificio queda trabado”…y “es Él quien mantiene firme todo el edificio y quien lo hace crecer para que llegue a formar un templo dedicado al Señor.” (Ef 2, 20-21)

Toda la custodia evoca a María, que fue la primera custodia, y es también imagen de todo fiel cristiano, porque Cristo dijo a sus discípulos “vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5, 14) …y “brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre que está en los cielos” (Mt 5, 16)

¿Cómo podemos ser luz del mundo? Llevando a Cristo dentro de nosotros, en el centro, como custodias vivas, dejándonos habitar por Él por la gracia del sacramento de la confesión y el alimento de la Eucaristía.

Otros me han preguntado ¿qué sentiste la primera vez que viste acabada la custodia?
En un primer momento sentí que había una gran distancia entre lo que fabricó el taller y la belleza que percibí en mi imaginación. Porque la custodia que tuve en mi mente, no era de oro y plata, sino que estaba hecha de luz.

Otros me han preguntado ¿qué ha significado para ti haber diseñado la custodia?
Me ha dado varias certezas que quiero compartir con vosotros:

  • En primer lugar, me ha dado la certeza de la necesidad de la gracia en la vida cotidiana, no sólo para diseñar una custodia. Porque hay una relación inseparable entre la gracia del Señor y nuestra capacidad de actuar en libertad. La gracia nos otorga la fuerza para ser libres cumpliendo la voluntad de Dios, y obrar el bien. Y la gracia potencia y purifica nuestros dones naturales.

Si no estamos en gracia, se produce una interferencia de nuestro pecado personal en todo lo que hagamos o en nuestras relaciones con el prójimo, y no podremos construir un mundo mejor.

En la Adoración y en la Eucaristía recibimos la luz y la gracia que nos transforma, nos da plenitud y felicidad, para después nosotros irradiar esa luz haciéndola visible en lo ordinario: en la convivencia, en las amistades, en el trabajo, en la diversión; para que podamos cumplir lo que el evangelio reiteradamente pide: “Glorificad a Dios en vuestra vida”; en la vida cotidiana especialmente.

  • En segundo lugar me ha dado la certeza de que toda profesión, y el arte en particular, es un acto de caridad al prójimo. Y el auténtico arte tiene una finalidad trascendente, porque ayuda a hacer visible la belleza, que es un reflejo de la Gloria de Cristo.
  • En tercer lugar, me ha aumentado la fe en la Providencia, que lo controla todo. En este sentido quiero compartir con vosotros algo extraordinario que sucedió en el último momento, cuando la custodia tenía que ser transportada desde Madrid a Medjugorje.

El transporte de un paquete de ese tamaño es muy complicado, y existía riesgo de que no llegara a tiempo para el 20 aniversario. Nosotros intentamos durante 3 meses que la custodia la transportara el avión militar que todas las semanas abastecía a la base militar española de Mostar, porque era el medio más seguro, pero no lo logramos. Entonces, cuando ya habíamos desistido, actuó la Providencia.

Hubo un error, y la fecha de salida prevista se tuvo que retrasar. El retraso fue providencial porque nunca pude imaginarme que esa misma tarde una amiga me presentó al militar responsable de todo el transporte militar español para todas las misiones del ejército en el extranjero.

Gracias a ese encuentro providencial, el lunes siguiente este militar logró en menos de 3 horas el permiso para transportar en el avión militar la custodia desde Madrid a Medjugorje. Así la misión de paz internacional en los Balcanes, pero en concreto el ejército español, que estaba en Mostar, trajo la custodia de una manera digna y segura.

Acabo mi testimonio leyendo dos versículos de San Pablo, de su carta a los Colosenses (Col 1, 15-17):

“Él es Imagen de Dios invisible,
Primogénito de toda la creación,
porque con Él fueron creadas todas las cosas,
en los cielos y en la tierra,
las visibles y las invisibles,
tronos, dominaciones, principados, potestades:
todo fue creado por Él y para Él,
Él existe con anterioridad a todo,
y todo tiene en Él su consistencia”.

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