Antes del viaje que hicimos con Sonia a Medjugorje, con motivo de nuestros 30 años de matrimonio, tenía curiosidad, más que necesidad, por conocer este lugar, creía que para mí no era necesario, pues no encontraba dentro mío nada que llenar, no era un esclavo de ningún vicio, tenía fe, buen trabajo y el viaje lo tomé con más interés por celebrar nuestro aniversario en un lugar santo donde la Gospa, así llaman a nuestra Señora en el lenguaje local, venía apareciendo y más nada.

Qué equivocado estaba al pensar así, cuánto me falta para estar siquiera al nivel de las sandalias de los Santos; recién allí me percaté, que orar no sólo es recitar el Padrenuestro o el Ave María, sino que orar es hablar íntimamente con nuestro Señor poniéndolo todo en sus manos, pidiendo con respeto perdón de nuestros pecados y agradeciéndole por todo aquello que nos da, no por nuestras “buenas obras” sino por su infinita bondad.

Lloré mucho al rezar, sin embargo no fue llanto sensiblero, sino por vergüenza de mis miserias y por todo el dolor que causé con mis debilidades humanas al ya adolorido cuerpo de nuestro Señor, recién pude darme cuenta que mis faltas eran también espinas en aquella corona que tuvo que llevar durante su calvario, ojalá haya sido suficiente el llanto para lavar mi conciencia. Agradezco a la Gospa porque a través de Ella, he podido acercarme a Jesús de la única forma en que se debe estar con un amigo que nos ama tanto.

De todas maneras tuvimos la suerte de que un sacerdote renueve nuestros votos matrimoniales, en una ceremonia pequeña pero de gran emoción para nosotros; en la pensión se esmeraron tanto que tuvimos pastel de bodas con novios incluidos y contamos con la incomparable compañía de tres hermanas religiosas, entre ellas nuestra querida Sor Vicky.

Quizá para muchas personas este testimonio no sea lo importante y fantástico que es para mí comparado a otros que fácilmente pueden ser considerados milagros. Personalmente me considero testigo y creo firmemente que las apariciones de nuestra Madre en Medjugorje son una realidad por donde las veamos.

Estoy consciente que la Virgen María, nuestra Reina de la Paz, puede estar todos los días en cualquier parte del mundo, es un privilegio que su Hijo Jesús le ha otorgado; sin embargo, si Ella escogió este lugar tan lejano para nosotros, debe ser que quiere que hagamos esta larga peregrinación y que nos cueste dinero, tiempo y muchas dificultades experimentando nuestro propio éxodo, de tal modo de ir librándonos de todo aquello terrenal que creemos tan importante. Con estas apariciones, la Gospa está demostrándonos cuánto amor siente por nosotros y la preocupación que como Madre tiene con sus hijos a pesar que nos portemos mal.

Luego de sentir dentro mío lo que se vive en Medjugorje he comprendido que rezar, más que decir unas frases bonitas, es comunicarme con el Señor con el corazón en la mano para conseguir establecer un encuentro personal con Jesús y María; siento que la Gospa al decirme: “Ora, Ora, Ora”, se refiere a esto, a llegar a su Hijo Jesús a través de Ella.

Gracias Señor Jesús por habernos dejado a María, tu Santísima Madre, como Madre nuestra; gracias María por habernos dado a Jesús como nuestro Salvador. Yo también los amo mucho, aunque a veces no lo demuestre. Finalmente, siento que he respondido al llamado de Nuestra Señora, que necesito de todo corazón estar en el camino del Señor y que siempre tendré a mi alcance la mano de Ella, llevándome hacia Él.

Compartir: