Han pasado ya 38 años de la presencia maternal de la Santísima Virgen María, Reina de la Paz, entre nosotros en Medjugorje y 5 meses desde que inicie mi formación como seminarista para la Arquidiócesis de San Antonio, Texas, EUA, en el Seminario de la Asunción (Assumption Seminary). El viaje que me condujo hasta aquí comenzó desde mucho antes, más atrás incluso de mis propios recuerdos, los cuales hoy Mi historia es solo un testimonio entre cientos que han recibido su vocación a raíz de los acontecimientos y espiritualidad de Medjugorje, pero al narrarlo y compartirlo, deseo glorificar la misericordia de Dios para conmigo en invitarme a seguirlo en esta vocación, y dar gracias a la “Gospa” por  su amor incondicional que no me ha dejado en ningún instante. Al mirar hacia atrás, veo en mis recuerdos, con asombro y gratitud, la amorosa mano de Dios y la presencia maternal de la Santísima Virgen María, Reina de la Paz, quien me ha conducido con ternura hasta su Hijo, el Señor Jesús.

Desde mi infancia en la Ciudad de México, en donde nací un 14 de Febrero de 1993 y viví hasta el 2005, me acompañó la presencia y la espiritualidad de la Reina de la Paz. Mi primer párroco, perteneciente en ese tiempo a la congregación de los Amigos de Jesús, trajo consigo a nuestra comunidad la imagen de María, Reina de la Paz, advocación patrona de su congregación religiosa, de la cual me enamoré por su belleza y ternura. Parte de su apostolado consistía en difundir los mensajes dados por Nuestra Señora en Medjugorje, los cuales vivíamos fervientemente en la comunidad, y los cuales fueron formando mi espiritualidad desde esa temprana edad. Gracias a la fe que me transmitieron tanto él como mi Mamá en casa, aprendí a amar desde pequeño a la Santísima Virgen, relacionándome con ella con ternura de hijo, teniendo una devoción especial por el Santo Rosario y fiestas marianas. Me fascinaba, además, leer los libros sobre sus diferentes apariciones y mensajes, pero Medjugorje siempre ocupó un lugar especial. Leyendo los libros y viendo los documentales en VHS generaron en mí el sueño de ir a esa pequeña aldea de Bosnia-Herzegovina donde se aparecía la Reina de la Paz, de estar en la parroquia de Santiago Apóstol, rezar en el Monte de las Apariciones y el Monte Krizevac, y estar con los videntes en una aparición. Poco sabía que Dios me permitiría, muchos años más tarde, cumplir ese sueño, pero superando todo lo que alguna vez pude haber imaginado.

En el año 2005, después del divorcio de mis padres, me mudé junto con mi Mamá a la ciudad de San Antonio, Texas, en donde residía su familia. Uno de los grandes sacrificios de ese viaje fue decirle adiós a la imagen de la Reina de la Paz que me había acompañado toda mi vida. Sin embargo, ella no me dejaría en ningún momento, y se haría presente de una manera muy especial. Debido a que nuestra residencia legal en el país estaba en proceso de aprobación, no podía yo continuar mis estudios en una escuela pública. Por lo tanto, mi Mamá me inscribió en una escuela católica, que para mi sorpresa se llamaba “Nuestra Señora de la Paz.” Al entrar a la oficina para inscribirme, no podía creer al ver un hermoso cuadro de la Virgen en la pared, tal y como la ven los videntes, además de otro cuadro más pequeño de ella junto con los seis videntes frente a la parroquia de Medjugorje. Una vez más, la Virgen me mostraba su cercanía y su protección bajo la advocación de Reina de la Paz. Continúe estando al pendiente, a través del internet, sobre los acontecimientos y mensajes mensuales de Nuestra Señora en Medjugorje, los cuales me esforzaba por vivir y difundir en la medida de mis posibilidades.

Mi primer viaje a Medjugorje se dio en el 2016, a mis 23 años de edad. En ese entonces, mi deseo de peregrinar a éste santuario había adquirido una mayor fuerza, ya que me encontraba en un proceso de discernimiento vocacional, y debía tomar una decisión de ingresar al seminario o no, pues mi graduación de la universidad ocurriría ese mismo año. Fui descubriendo mi vocación desde pequeño gracias al ejemplo que me fue dado por mi primer párroco. Desde niño jugaba a celebrar la Santa Misa en las fiestas marianas, y deseaba ser un gran sacerdote como mi párroco. Con el paso del tiempo, al entrar a mi adolescencia, dejé a un lado la idea del sacerdocio por varios años, regresando a la edad de 16, pero yéndose nuevamente a los 18. Finalmente, en mis años en la universidad, tras hacer grandes amistades con los seminaristas con quienes estudiaba mi carrera en Ministerio Pastoral, la llamada volvió a despertarse. Lo que yo sentía interiormente solo se confirmaba con los acontecimientos exteriores, haciéndome pensar seriamente en la idea de ingresar al seminario. Mientras tanto, trataba de vivir mi espiritualidad siguiendo los mensajes de la Reina de la Paz, dejándome guiar por ella hasta Jesús y su voluntad para mí. Después de muchos años de espera, de soñarlo e imaginarlo, finalmente me vi en Medjugorje en Marzo del 2016, decidido a saber cuál era la voluntad de Dios para mi vida. En la primera Adoración Eucarística en la parroquia de Santiago Apóstol, un Jueves, viendo directamente a Jesús en la custodia, le dije con firmeza estas palabras: “Tú me trajiste aquí, me has preparado toda mi vida para estar aquí, así que quiero que me digas que es lo que quieres y que tiene que ver Medjugorje con todo esto.” La respuesta no se hizo esperar mucho.

A la mañana siguiente, fuimos como grupo al Castillo de Nancy y Patrick a escuchar su testimonio de conversión. Había oído hablar de ellos, pero nunca había escuchado su historia. Cuando Patrick contaba cómo experimentó la misericordia de Dios a través del sacerdote, después de muchos años de no acercarse al sacramento de la Confesión, llamó a pasar enfrente a todos los sacerdotes presentes. Entonces dijo Patrick: “No hay nada más grande en este mundo que lo que hace un sacerdote.” En ese momento, al escuchar esas palabras, mi alma se llenó de luz y claridad, pues había encontrado la respuesta que tanto buscaba. En mi discernimiento vocacional, yo intuía que Dios me llamaba a hacer algo grande, maravilloso, pero no me quedaba claro que era exactamente. En ese momento, interiormente, le di el “si” al Señor a la invitación que me hacía para seguirlo en la vocación sacerdotal y decidí a entrar al seminario. De vuelta en San Antonio, comencé el proceso de admisión, y mi entrada seria en Enero del 2017.

 

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