Fra Ivan Dugandzic, 1998

1. El contexto eclesiástico y circunstancial de Medjugorje

Medjugorje, o bien aquello que se sobreentiende cuando se cita el nombre de esta pequeña parroquia en Herzegovina, ya tiene 17 años de existencia impetuosa y, ante todo, de historia sin precedente. ¡Quién hubiera podido prever hace 17 años que las declaraciones de algunos niños que sostenían haber visto a la Virgen, alcanzarían las áreas más distantes del mundo y que la parroquia de Medjugorje se transformaría en uno de los Santuarios mas particulares y en un movimiento espiritual tan vivo, ante el cual nadie puede permanecer indiferente! La experiencia del grupo de niños en el Podbordo en Bijakovici, seguida por numerosos mensajes y por sus obstinados testimonios han superado ya hace tiempo la parroquia, la iglesia local, llegando a ser un fenómeno espiritual de proporciones mundiales. Hoy en día, los niños han crecido, en su mayoría han formado ya una familia. Una pequeña parroquia ha llegado a ser el punto de encuentro de millones de peregrinos provenientes de todo el mundo. Hay muchos que sostienen haber encontrado o haber despertado una fe desde hace ya tiempo adormecida. Muchos han vuelto a descubrir el valor del Sacramento de la Reconciliación, la profundidad y la belleza de la celebración de la Eucaristía y de estar atentos a la Palabra de Dios. Otros, dan testimonios acerca de curaciones físicas que la medicina no puede explicar. Inspirados y alentados por los eventos de Medjugorje han surgido, ya sea en la misma parroquia o lejos de ésta, numerosos grupos de oración e incluso comunidades religiosas totalmente nuevas. Al mismo tiempo, el camino hacia la vida sacerdotal ha sido emprendido por muchos jóvenes, los cuales sostienen haber recibido precisamente en Medjugorje el germen de su vocación.

Si consideramos todo esto como los buenos frutos de Medjugorje, entonces se ha cumplido la palabra del sabio Gamaliel, según dice que, la obra de Jesús no puede ser destruida (ver He 5,39). El hecho es que desde el principio los videntes y sus padres, y los propios sacerdotes de la parroquia han estado expuestos a las presiones y a las amenazas de las autoridades que deseaban sofocarlo todo. Pero ellos, a pesar del riesgo de ser perseguidos no cedieron. Al comienzo, el obispo estuvo conforme con los eventos, pero sucesivamente y en modo incomprensible asumió una actitud desfavorable. La Conferencia Episcopal, más por las presiones de la opinión pública, que por un deseo auténtico de verificar que tal Espíritu estuviera obrando en Medjugorje, ha intentado mediar aceptando Medjugorje como Santuario y, al mismo tiempo, poniendo en evidencia la necesidad de analizar ulteriormente el fenómeno. Esta actitud del obispo sería lógica sólo si nos basáramos en la suposición de que en el estado actual de los acontecimientos, no sea posible dar un juicio, ya sea positivo, ni tanto menos negativo porque si hubieran tenido verdaderas motivaciones, al menos este último hubiera sido expresado inmediatamente. Las declaraciones posteriores de cada uno de los miembros de la Conferencia Episcopal han provocado confusión y por tanto, se podía pensar de que en Medjugorje no sucedía nada de sobrenatural. Como consecuencia, Medjugorje ha atraído un gran número de laicos cristianos, pero no jerárquicos, y los medios de comunicación proponen continuamente el problema del reconocimiento oficial de parte de la Iglesia. Es necesario decir que este asunto es frecuentemente propuesto por aquellos que no saben casi nada, ni de la naturaleza de estos eventos, ni de como la Iglesia debe de considerarlos. En este momento, este es el contexto eclesiástico en que se desarrollan los acontecimientos de Medjugorje.

Para poder comprender el significado y el extraordinario alcance de estos acontecimientos, es igualmente importante el contexto del momento en el que se verifican. Cuando las apariciones tuvieron su inicio ya existía el indicio del fin de una dictadura comunista atea, casi secular que dentro de poco tiempo tendría que cumplirse. Este ha sido uno de los mas grandes desafíos para la humanidad contemporánea, no solo porque se había despedazado la ilusión de una sociedad feliz y sin clases, y de la igualdad de todos los hombres, pero sobre todo por causa de la condición espiritual de centenares de miles de personas que durante generaciones habían sido educadas sin Dios y sin verdaderos valores espirituales. Por otro lado, aquella parte de la humanidad que se hallaba fuera del alcance del comunismo fue atrapada a partir de la segunda mitad de este siglo, por una oleada de hedonismo nunca antes visto, que en la propagación de la droga y del sexualismo sin tabúes y sin limites ha traído frutos letales para todo el genero humano amenazando también la continuación de su existencia. Este es el contexto circunstancial dentro del cual tienen lugar los eventos de Medjugorje y estos son los signos que nos ponen en guardia… Jesús había advertido a sus contemporáneos sobre el hecho de como era importante reconocer los signos de los tiempos (ver Mt 16,3). Como línea de principios, después del Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes n. 4), la Iglesia actual desde su más alta jerarquía hacen esto también pero, al parecer, dentro de la Iglesia han sido pocas las personas que han acogido seriamente esta advertencia. Pero los hombres mas intuitivos han reconocido en Medjugorje la respuesta de Dios a las necesidades y a las dificultades de nuestros tiempos. Esto lo confirman numerosos teólogos, sacerdotes y obispos que no han tenido temor, al reconocer esta obra de Dios, de rendir abiertamente un testimonio, algunos también con estudios y libros profundos.

Por tanto, no debemos considerar Medjugorje aisladamente como una isla en donde podemos refugiarnos huyendo de un mundo que ya no podemos soportar, ni buscar un substituto para la Iglesia que está desorientada en el mundo de hoy, a fines del siglo veinte. Por el contrario, Medjugorje acontece propiamente en medio del mundo contemporáneo que tiene necesidad de Dios para tener un futuro. Sucede en una Iglesia que será alejada de su confusión ante los enormes desafíos contemporáneos y que en ella se revivirá el espíritu de sus orígenes. Parece que el significado profundo de los eventos de Medjugorje no son incluir otro movimiento más en la Iglesia, junto con muchos otros, sino mas bien, promover la Iglesia así como es, a fin de que en el mundo de hoy día se reconozca su misión y se acepte su propia responsabilidad con respecto al futuro del mundo, que por varios motivos está siendo objeto de discusión. Naturalmente, solo aquel que comprende que del insignificante Nazaret pudo venir algo bueno (ver Jn 1,46) y que Dios actúa siempre por medio de los pequeños y de los insignificantes puede reaccionar de este modo.

2. Los movimientos espirituales en la Iglesia y en Medjugorje

La Iglesia de Jesús desde el principio ha tenido conocimiento del hecho de que su existencia requiere de la obra del Espíritu Santo, prometido por El y luego enviado por Aquel (ver Lc 24,49; He 1,4;2,1; Jn 14,16; 16,7-14). Esto es valido no solo para la comunidad primitiva de Jerusalén, quién recibió la promesa de Jesús, sino para todos los demás. Así Pablo recuerda a los Gálatas que “empezaron por el Espíritu” (G·l 3,3) e invita a los Tesalonisenses a “no apagar el Espíritu” (1 Tes 5,19). Cuando a los cristianos en Roma los invitan a “no seguir la corriente del mundo en que vivimos”, mas bien a que “se transformen por la renovación de su mente y así sabrán ver cual es la voluntad de Dios” (Rom 12,2). Pablo, además, propone al Espíritu Santo como una fuerza renovadora que a partir del bautismo los cristianos ya poseen (ver Rom 8,9). Esta no es la salvación definitiva, completa, pero son solo los primeros frutos del Espíritu, que permiten al cristiano, junto con todo lo creado, de sufrir los dolores del parto por los cuales se debe pasar todavía (Rom 8,23-27).

Sobre esto, en el transcurso de los siglos, la Iglesia ha fundamentado la consciencia de si misma como una “Iglesia que debe renovarse siempre” (“Ecclesia semper reformanda”). El Espíritu Santo en varias Épocas, siempre ha encontrado modos nuevos que permiten la expresión en formas modernas de este don interior y de esta vida. “El discurso acerca de la Iglesia que debe renovarse continuamente en los siglos ha marcado profundamente la historia de la Iglesia. Se han manifestado siempre movimientos internos, los cuales han procurado vivir profundamente el Evangelio, como por ejemplo, las comunidades religiosas fundadas por Benedicto de Nurcia, Bernardo de Clairvaux, Francisco de Asís e Ignacio de Loyola.”1 Es necesario reconocer que estas ordenes apenas nombradas y muchas otras, en sus tiempos marcaron una inmensa Renovación de la Iglesia. Su carisma ha brillado durante siglos y han dejado una huella profunda en la vida espiritual de la Iglesia y del mundo. Por tanto, el concepto mismo de “heredero de Cristo” en la enseñanza espiritual y en la teología ha estado limitado solamente a la clase religiosa y esto seguramente no corresponde al espíritu del Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento no reconoce una moral doble, o sea, el camino de los mandamientos para algunos solamente y para los otros las grandes exigencias que la Herencia conlleva. Hay un solo ideal en común en la vida cristiana y es el de heredar a Jesucristo. Eso tiene que ver con toda la Iglesia, dondequiera y en cualquier momento. La segunda cosa es que este ideal puede ser realizado de varias maneras.

El Concilio Vaticano II ha intentado corregir todo esto, resaltando la dignidad, la importancia y la misión de los laicos cristianos en el mundo de hoy. En la constitución dogmática de la Iglesia se lee: “Por esto los laicos, debido a que son consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, son llamados e instruidos para que en ellos se realicen los frutos más abundantes del Espíritu” (LG n. 34). El Concilio ha confirmado de esta manera aquello que había sucedido para aquel entonces en la Iglesia y al mismo tiempo ha dado un impulso ulterior a nuevos eventos. Junto con los movimientos de laicos ya existentes, como los de los Focolarini, Cursillos, Opus Dei, Comunión y Liberación, Encuentros Matrimoniales (Marriage Encounter), después del Concilio han surgido otras formas de renovación en el Espíritu, ya sea que se trate de renovación individual o de grupos sociales diversos mediante la renovación y el despertar de la gracia de los sacramentos, o sea que se trate de la renovación de la comunidad parroquial. Todos estos movimientos son un intento colectivo de poner en práctica formas de espiritualidad adaptadas a nuestra Época, “espiritualidad como impulso a la Renovación de las ideas y de la voluntad humanas sobre la base del Espíritu evangélico, unido a la aspiración de una experiencia de fe en la comunidad, lo que abre nuevos caminos a la oración, a la palabra de Dios y a los sacramentos.” 2

Por lo tanto, podemos decir que así vienen identificadas las coordenadas dentro de las cuales es fácil colocar a Medjugorje como un fenómeno espiritual particular de nuestros tiempos. Desde el principio en Medjugorje se ha creado una espiritualidad laica acentuada, porque los videntes son laicos y sus mensajes repercuten, sobre todo entre los cristianos laicos, exhortándolos a renovarse cada vez más en el espíritu evangélico, a abrirse a la oración, a la Palabra de Dios y a los sacramentos. Desde el comienzo en el centro de la iglesia de Medjugorje se encuentra la Eucaristía, el anuncio de la Palabra de Dios, el Sacramento de la Penitencia y la Oración, pero todo esto se vive de una forma nueva y poderosa. En este sentido Medjugorje no puede ser incluido en ningún movimiento espiritual conocido, pero, al mismo tiempo, se trata de un movimiento que contribuye significativamente a la renovación de la Iglesia en todo el mundo. La espiritualidad de Medjugorje no es un movimiento espiritual en la Iglesia, mas bien es la Iglesia en movimiento, porque ésta es igualmente interesante y atrayente tanto para el creyente laico, como para el teólogo más culto, y para numerosos sacerdotes, obispos y cardenales. Si se relacionan los elementos esenciales ya citados de la espiritualidad de Medjugorje, parece ser que la mejor forma de describirlos y definirlos es con lo que hoy en día se sobreentiende por un concepto que se utiliza frecuentemente, El de “Nueva Evangelización”.

3. La Nueva Evangelización en Medjugorje

Las primeras comunidades cristianas tenían una extraordinaria conciencia de su propia misión. Al final del Evangelio de Marcos, que es el más antiguo, el Resucitado habla a los discípulos: “Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación” (Marcos16,15). Después de haber mencionado brevemente la Ascensión de Jesús al cielo, el evangelista testimonia: “Y los Discípulos salieron a predicar por todas partes con la ayuda del Señor, el cual confirmaba su mensaje con las señales que lo acompañaban” (Mc 16,20). Esta seguramente no es solo la confirmación del hecho de que los discípulos hubieran cumplido con la voluntad de Jesús, pero sobre todo es un nuevo estimulo a los lectores del Evangelio a imitarlos siempre. Además, Mateo concluye su Evangelio con esta recomendación, aunque en el espíritu del concepto teológico de su obra, él la ha modificado hasta cierto punto: “¡Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos!” Puesto que ésta es una misión para todos los tiempos interminable, de la cual los discípulos no deben temer, agrega una promesa ulterior: “Yo estoy con ustedes todos los días hasta que se termine este mundo” (Mateo 28,19 y sig.). Lucas, a la luz de su visión histórica de salvación interpreta esta predicación como un cumplimiento de las escrituras que deben realizarse a partir de Jerusalén. Puesto que, según su visión teológica, el Espíritu Santo es el principal portador de cualquier evento, los discípulos deben permanecer en Jerusalén hasta que El llegue y ellos serán los testigos de esto (ver Lucas 24,45-49). La obra apostólica inicia con el revivir de esta promesa (He 1,4 y sig.) y con la predicación de su cumplimiento en el quincuagésimo día cuando la Buena Nueva repercutió no solo en Jerusalén, pero también entre los representantes de los quince pueblos que se encontraban en Jerusalén (He 2,1-13).

Lucas completa su gran obra, que podemos definir histórica para la primera Iglesia, con la excitante declaración del triunfo del Evangelio en Roma, no obstante de la reclusión de Pablo: “Pablo permaneció dos años enteros en una casa que había arrendado y donde recibía a todos aquellos que lo venían a ver, sin que le pusieran trabas. Proclamaba el Reino de Dios con mucha seguridad y enseñaba lo referente a Jesús” (He 28, 30-31). Voluntariamente, Lucas deja abierta esta conclusión para que sea una visión permanente del Evangelio. Pero es necesario decir también que, este recorrido tan rápido y exitoso del Evangelio a través del enorme Imperio romano y la llegada a su centro, Roma, seguramente no sucedió sin resistencias y grandes dificultades. Los cristianos judíos tuvieron dificultad en la reconciliación con la evangelización de Samaria (ver He 8; Jn 4) y con la perseverancia de Pablo en comunicar el Evangelio a los paganos sin interferir con cuanto estaba prescrito por las Leyes (ver G·l. 1-2). Bajo estas condiciones y como si la Obra Prometida del Espíritu Santo no hubiese sido suficiente, Dios se sirvió, además, de intervenciones excepcionales, tales como la visión de Pedro en la casa de Cornelio (He 10). Pero, también de esfuerzos exclusivamente humanos, como el conflicto entre Pablo y Pedro en Antioquía, en el caso de una cuestión muy importante concerniente a la relación entre el Evangelio y la ley de Moisés que, para la Iglesia tenia un significado de extraordinario alcance (G·l. 2,11-14). Igualmente, por medio del encuentro y las conclusiones del Concilio Apostólico en Jerusalén (He 15).

A través de la larga historia de la Iglesia, Dios ha actuado siempre de igual modo. Siempre que la Iglesia se ha debilitado o se ha encontrado ante problemas de difícil solución, Dios ha enviado personas especiales o se ha servido de obras excepcionales. En la mayoría de los casos, se ha servido de las apariciones de la Virgen, entre las cuales es necesario nombrar, entre otras aquellas de Medjugorje. La intención del Papa Juan XXIII con la convocación del Concilio Vaticano II fue encontrar las gracias para anunciar el Evangelio al hombre moderno en una forma adecuada. Los padres del Concilio analizaron minuciosamente la situación del mundo de aquel momento, sus necesidades y esperanzas, pero también las angustias y temores ante el futuro, poniendo en evidencia como el poderoso progreso en todos los campos no había podido resolver las principales interrogantes del hombre relacionadas a su verdadera felicidad y al futuro. Por lo tanto, como consecuencia, nuestra época tiene perspectivas buenas y a la misma vez malas. Según el Concilio, las causas principales de todo esto deben buscarse en la división del corazón humano y en su necesidad insaciable de Dios, necesidad que la Iglesia piensa saciar. (ver GS n. 4-10). No se puede decir que después del Concilio, la Iglesia de todo el mundo no haya tomado un gran impulso hacia la realización de las conclusiones adoptadas, pero, no se han logrado verdaderos frutos. Mientras algunos dicen que no se debe perder la paciencia, recordando que también otros Concilios tuvieron necesidad de mucho tiempo para que se vieran sus frutos, hay espíritus críticos que ponen el dedo en el punto justo. Ellos subrayan que la Iglesia, en esta poderosa renovación conciliar, no ha tomado en cuenta al Espíritu Santo. No Le ha dado la oportunidad, que igual a la comunidad primitiva de los discípulos de Jesús con María, se recogieran en oración para renovar la Iglesia y entregar la esperanza al mundo. El Papa Pablo VI resumió muy bien todo esto en uno de sus sermones: “Después de la Cristología y, en modo particular, después de la EclesiologÍa del Concilio debe aparecer una nueva fase y un nuevo culto al Espíritu Santo como un complemento indispensable a la enseñanza del Concilio” (Audiencia General del 6-7-1973). Yves Congar, uno de los principales teólogos de este siglo, reprocha al Concilio que al desarrollar su propia enseñanza ha olvidado la pneumatologÍa, o sea, la enseñanza relacionada el Espíritu Santo. Inmediatamente explica como esto es posible solo en los lugares y en las circunstancias donde El esté ya obrando: “La pneumatología, igual que la teología y dimensión de la eclesiologÍa puede desarrollarse plenamente solo gracias a que la Iglesia ya la ejecuta y la vive.” Y justamente en este campo la teología depende fuertemente de la praxis”3. Así ha sido en los inicios de la Iglesia. La liturgia con la celebración de la Eucaristía y el anuncio de la Palabra de Dios ha sido el “locus theologicus”, el lugar en el que se ha realizado la teología del Nuevo Testamento. Me atrevería a decir que Medjugorje ha dado un fuerte impulso a la teología pastoral actual, a fin de que se supere el racionalismo estéril y deje mas lugar a la obra del Espíritu Santo.

La Nueva Evangelización, anunciada y elaborada ya desde hace unos quince años en numerosos documentos papales se ha realizado en Medjugorje durante todo este tiempo. Aquí el Evangelio es anunciado con toda la seriedad que es requerida de parte del que lo anuncia y, puesto que millones de oyentes lo han vivido como la Buena Nueva sobre un Dios que ama y perdona, en eso han descubierto un tesoro escondido y han encontrado una perla de gran valor que para comprarla se sacrifica todo lo demás (ver Mt 13,44-46). Si se toman los puntos principales que emergen del Programa de la Nueva Evangelización, ellos coinciden evidentemente con los mensajes de Medjugorje. Compararemos solo los mas importantes:

La Carta Apostólica del Papa Pablo VI “Evangelii Nuntiandi” (8 de diciembre de 1975) pone en evidencia, como un camino principal y decisivo de la Nueva Evangelización, el testimonio de una verdadera vida cristiana, el que presupone un hombre nuevo, posible sólo luego de la conversión y de la transformación interior en el Espíritu del Evangelio. En una misma línea se encuentra la Carta Apostólica del Papa Juan Pablo II, “Catechesi Tradendae” (16 de octubre de 1979), como también el Sínodo Episcopal Extraordinario de 1985. Lo mismo es expresado por los documentos conclusivos del Sínodo Extraordinario para Europa (1991), bajo el titulo significativo de: “Qué seamos testimonios de Cristo, El cual nos ha liberado”. Hoy en día no es suficiente predicar solamente el Evangelio, pero son necesarios los testimonios auténticos porque la Iglesia ha perdido, en gran parte, su credibilidad con respecto al hombre contemporáneo. Uno de los obispos, al cual le importa mucho el futuro de la cristiandad en su país y el destino de la Nueva Evangelización nos pone en guardia: “Aquello que la Iglesia tiene para decir puede ser seguramente correcto, ¡pero eso no hace al hombre libre y feliz! 4 En otras palabras, el Evangelio ha perdido su fuerza persuasiva porque los que lo anuncian no son suficientemente libres, ni felices, no son testimonios. La carta apostólica mencionada anteriormente dice que este testimonio de vida cristiana debe ser caracterizado por el “donarse a Dios en la comunidad, que no debe ser eliminada por ningún motivo, y al mismo tiempo donarse al prójimo en un empeño ilimitado” (Evangelii Nuntiandi, n. 41). Eso no es otra cosa que la rememoración del mandamiento del Amor de Cristo en las condiciones del mundo de hoy, que en Medjugorje está obrando de modo evidente. La espiritualidad de Medjugorje, desde el principio, ha puesto en evidencia un rasgo caritativo, ella sensibiliza a los hombres ante las necesidades del hermano, lo que se ha manifestado en los maravillosos ejemplos de generosidad desinteresada con ocasión de la reciente guerra en Croacia y en Bosnia-Herzegovina.

4. Hacer regresar a Dios a la vida del hombre

Todos los documentos eclesiásticos citados están plenamente conscientes de la verdadera condición del mundo y en modo particular de Europa. Con la destrucción de la ideología atea marxista no ha desaparecido el materialismo practico que caracteriza el modo de vivir de un enorme numero de nuestros contemporáneos. Las rabiosas discusiones de hace un tiempo sobre este argumento, si es que Dios existe o no, han sido sustituidas por un forma de vida indiferente, en el cual los hombres piensan y obran “como si Dios no existiese”. Sin embargo, parece que los hombres no han dado las espaldas al Verdadero Dios, pero sí a aquel que la Iglesia anuncia en modo poco convincente. Por lo tanto, aunque el generalizado materialismo practico vive en muchos hombres, la aspiración silenciosa hacia Dios es evidente también, en el surgir de varias sectas y grupos esotéricos de toda índole. El Evangelio, no obstante todo esto, tiene siempre una oportunidad cuando es una verdadera respuesta a las aspiraciones del corazón del hombre, o sea, cuando es anunciado como la Buena Nueva que libera, y eso lo pueden hacer sólo los hombres que viven el Evangelio.

El obispo arriba citado se lamenta porque la predica de numerosos sacerdotes no produce efecto, esto es porque en nuestros corazones no habita el Dios Vivo y, como consecuencia, nuestra palabra no revela ninguna pasión por Dios. Pidiendo excusas por la crudeza de sus palabras, El se pregunta: “¿No es acaso éste el motivo por el cual muchos viven de la Iglesia, pero no realmente en ella, en su verdadero misterio?”5 Hoy día no están bajo discusión solamente verdades particulares o determinados campos de la vida eclesiástica concreta, pero está bajo cuestionamiento Dios mismo, y esto, entre aquellos que deberían indicar a los demás el camino hacia El. He aquí porqué el Sínodo Extraordinario para Europa citado anteriormente sin rodeos, dice: “Europa en su totalidad se encuentra verdaderamente ante el desafío de una nueva decisión con respecto a Dios.”6

Si se analizan los mensajes de Medjugorje desde este punto de vista, entonces, no es difícil descubrir una gran coincidencia. A pesar de que al principio estuvieran en primer plano los mensajes de paz, conversión, oración y ayuno, con el pasar del tiempo se ha encontrado con mayor frecuencia al centro de estos mensajes a Dios, y la relación del hombre con El. Este mensaje en infinidad de formas: se han repetido los llamados al hombre a decidirse en favor del Dios que se da a El; a ponerlo en primer lugar en su propia vida, porque Ese es el lugar que Le corresponde, y al mismo tiempo aquello de darle todo a El, sobre todo el peso de la vida; el hombre está llamado a darle gracias a Dios por Sus dones y a celebrarlo en su propia vida. Numerosos mensajes recuerdan que solo en la oración es posible conocer a Dios y en la oración que viene del corazón. Hay otros mensajes que hablan acerca de la revelación de Dios al hombre. Justamente estos debe ser entendidos en el sentido de que el objetivo principal de estos eventos es la revelación de Dios a los hombres: “¡Queridos hijos! también hoy los invito al camino de la santidad. Oren para que puedan comprender la belleza y la grandeza de este camino en el que Dios se manifiesta a ustedes de manera especial.” (25.1.1989.). O bien, de esta otra manera: ” … Por eso, mis queridos hijos, ábranse completamente a mi para que yo pueda llevarlos cada vez más al Amor maravilloso de Dios, el Creador, Quién Se revela a ustedes día a día. Yo estoy al lado de ustedes y deseo revelarles y mostrarles al Dios que los ama.” (25.8.1992.). Podríamos decir que Medjugorje es mucho más que un lugar de oración y de conversión. Sobre todo es el lugar en el que Dios desea señalar que la aspiración del hombre hacia El no es vana y que el camino hacia El es posible, también hoy día, ya que El viene al encuentro del hombre.

5. El papel de la Iglesia local

Al reflexionar sobre como la Nueva Evangelización debería ser específicamente para tener éxito, el famoso teólogo y obispo alemán Carlee Lehmann dice: “En el futuro tendremos necesidad de lugares, grupos, movimientos y comunidades en los cuales puedan reunirse las personas que aman la vida, para aprender juntos y ayudarse mutuamente. Este fortalecimiento de la fe, de la esperanza y del amor es actualmente cada vez más indispensable, ya que la cristiandad se encuentra en una situación de dispersión. Solo así, la fe puede llegar a ser reconocida y manifestarse poderosamente.”7 Ya desde hace casi dos décadas Medjugorje es el lugar del que hablamos. Aquí se reúnen personas provenientes de todo el mundo para orar juntos y profundizar su propia fe, creando una comunidad en los numerosos grupos de oración, movimientos y nuevas formas de vida común. Todo esto sería, seguramente, mucho más poderoso y convincente si la situación de la Iglesia local en Herzegovina fuese diferente y si no estuviera dividida. Esta condición actúa sobre muchas personas creando confusión, y por este motivo ellos están dispuestos a poner en duda también a Medjugorje.

Permítanme exponer mi opinión al respecto, que es el resultado de las experiencias, de reflexiones teológicas y de oración de estos 17 años en Medjugorje. En todo este tiempo me ha acompañado la Palabra de Jesús referente a “la espada”: “No vine a traer la paz, sino la espada” (Mt 10,34). El camino hacia la paz verdadera pasa a través de nuestra decisión por Jesús. Tal decisión no acepta cualquier compromiso. Es aún más importante que el familiar mas estrecho, y que cualquier otro interés. En el camino hacia la verdadera paz con nosotros mismos, con los otros y con Dios, el hombre debe superar numerosas pruebas que Jesús metafóricamente compara con una espada. Esta Palabra de Jesús, ¿no estará dirigida, quizás, a Medjugorje y a su posición en la Iglesia local?

El hecho es que Medjugorje sucede en una Iglesia, en la cual mucho tiempo antes existía el así llamado “Caso Herzegovina” que había puesto a la prueba la unidad y el amor en esta Iglesia. De este caso resienten por un lado, no sólo la unidad y el amor entre el Obispo y sus sacerdotes y los franciscanos, pero también la misma comunidad franciscana se ha visto afectada. Por tanto, antes del inicio de las apariciones, la Iglesia en Herzegovina estaba dividida en varios niveles. Medjugorje ha sido solo una ocasión más para que brote de nuevo, de la manera mas dolorosa, todo esto. Algunos franciscanos no han venido jamás a Medjugorje. Y no porque después de serias observaciones y estudios hayan llegado a las conclusiones que aquí no haya nada de sobrenatural, sino porque solo allí están algunos de sus hermanos con los cuales no están de acuerdo sobre algunas cosas y, en modo particular, sobre el “Caso Herzegovina”. Cuando el obispo Zanic se puso en contra de Medjugorje, estos franciscanos se declararon sus simpatizantes, pero sólo en esto, en la condena y en el rechazo de Medjugorje. El “Caso Herzegovina”, como quiera que sea, no se ha movido de su punto muerto, pero más aún, en este momento vive el culmine de su absurdidad en Capljina.

¿Es quizás, este también el signo de que la Iglesia en Herzegovina ha tenido suficiente “espada” y que ha llegado el momento para que reine la paz? Los franciscanos que están en Capljina que contrario a la voluntad de sus propios superiores, y de aquellos que los sostienen, constantemente se refieren a razones de justicia: ¡El Obispo cumple una injusticia con la ayuda del derecho! Esta es la principal argumentación. Pero ésta evidentemente no surte efecto, y la unidad y el amor en la Iglesia, cada vez más, son puestos a prueba y en argumento está la esencia misma de la Iglesia. ¿Qué hacer? El hombre que toma seriamente el Evangelio y se entrega enteramente a El, aunque todas las posibilidades parezcan que se han agotado, le queda todavía una posibilidad, realmente la mas difícil, pero también aquella en la que se funda la verdadera cristiandad, y es la del sacrificio hasta el abandono total. El sacrificio es siempre difícil, sobre todo cuando en El no se ve ninguna dignidad. Así también ha sido el sacrificio de Jesús, pero ha llevado a la victoria más grande, la Resurrección. Un gran numero de franciscanos, que en todos estos años han fervorosamente vivido con Medjugorje están maduros para este sacrificio, el cual han sido aceptado por la administración provincial. Debido a la complejidad de las circunstancias, como ya se ha dicho, es necesaria una gran sabiduría de parte de todos los componentes internos responsables en la Iglesia para alentar el crecimiento de la unidad y el amor en la Iglesia de Herzegovina, para que sean un fuerte testimonio en el mundo a favor de Medjugorje y también una contribución a la tan necesaria Nueva Evangelización del mundo.

Fra Ivan Dugandzic, 1998

1. M. TIGGES, Geistliche Gemenischaften und Bewegungen en: Praktisches lexicon der Spiritualitat, Herder Freiburg-Basel-Wien, 1992, p·g. 473 y sig.

2. Idem, pág. 474 y sig.

3. Y. CONGAR, Der heilige Geist,Herder freiburg-Basel-Wien 1982, pág. 153.

4. Joachim Wanke, Neue Herausforderungen – Blebende Aufgaben. Pastorale Akzente in postsozialistiscer Zeit, Hildesheim 1995, pág. 13.

5. Idem, pág 17

6. Bischofssynde, Sonderversammlung für Europa: Damit wir Zeugen Christi sind, der uns befreit hat en: Verlautbarungen des Apostolischen Stuhls 103, Bonn 1991, pág. 12.

7. Karl Lehmann, Was heisst Neu-Evangelisierung Europas?, en: Internationale katholische Zeitschrift 4/92, pág. 317.

Dr. Fr. Ivan Dugandzic – sacerdote franciscano, miembro de la Provincia franciscana de Herzegovina. Nacido en 1943 en Krehin Grac, municipio de Citluk, Herzegovina. Después de terminada la escuela secundaria en Dubrovnik, en 1962 entra a la orden franciscana. Cursa sus estudios de Teología en Sarajevo y Königsteinu (Alemania). Es ordenado sacerdote en 1969. Cursa sus estudios de postdiploma y obtiene un doctorado de Ciencia Bíblicas en Würzburg (Alemania). A partir de 1990 vive y trabaja en Zagreb. En la Facultad de Teología y en sus institutos enseña exégesis del Nuevo Testamento y Teología bíblica. Publica sus trabajos en revistas teológicas especializadas. En los periódicos religiosos elabora de manera moderna diversos temas bíblicos. En Medjugorje ha vivido y trabajado en dos oportunidades; desde 1970 hasta 1972, y desde 1985 hasta 1988.

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