Ha llegado el domingo, Día del Señor.  Desde temprano las campanas del templo de San Hilario el Risueño están repicando a fiesta.

El párroco, el P. Antonio de Almagrande, se ha puesto la talar más elegante y se alista para la misa tempranera.

En el templo ya se van acurrucando las buenas señoras de la Legión de María, infaltables, pulcras y devotas; también están, con ceño adusto y porte recogido, los señores de la Hermandad de San Cunegundo de Cienfuegos. Ah! El sacristán se ha querido lucir hoy más que de costumbre: Ha hecho un adorno tal del altar mayor que casi todos se han quedado boquiabiertos para admirar el arte de Filobonio, vaya que lo ha logrado. Entre las telas y las flores se asoma tímidamente la puertecita del sagrario…

Sí, ya han llegado los miembros del coro parroquial, se han puesto también sus galas, esos ponchos tan divertidos que les ha cosido doña Hermelinda con tanto esmero. Pero hoy están más nerviosos que nunca: Carlos, el guitarrista ventiúnico de la parroquia, no llega todavía. Los cantores no saben bien qué deben cantar y no se sienten seguros sin su improvisado director. En la sacristía el P. Antonio trata de hacerles entender a sus monaguillos que durante la consagración no se habla porque es un momento muy santo. Juanillo y Pepe no saben bien que significa “momento muy santo” pero dicen sin pestañear: “Sí padre”. El P. Antonio ruega en sus adentros que sea el mismo Jesús que les enseñe porque sabe bien que esos engendros no le han entendido una vez más. El párroco quiere comenzar sus oraciones antes de salir a la Misa pero no puede porque entra corriendo Susanita y le dice que no ha llegado Carlos, que no habrá guitarra, que posiblemente no habrá coro…

Tin, tin, tin, tin, tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiin. El reloj de la Iglesia ha marcado las 7 de la mañana. El P. Antonio siente eso que llaman ataque de stress…

Doña Roberta ha tomado el micrófono y está diciendo la monición de entrada, los del coro se miran nerviosos. Un perro asustado ha entrado en el templo, entra corriendo, como perseguido por la perrera municipal.

Vayamos jubilooooosos al altarrrr de Diooooooos… Es Herminia la que con voz temblorosa ha comenzado el canto, los demás cantores le siguen con esfuerzo porque ha comenzado muy alto. El padre Antonio trata de no incomodarse demasiado.

Al sagrado altar nos guieeeee… Doña Carmen está entrando, como siempre, con un ligero retraso. Como siempre se ha puesto esos tacones tan… bulliciosos. Casi todos voltean a verla. Lo ha logrado: Todos se han dado cuenta de que ha entrado. Además: Ella tiene su sitio bieeeeeen adelante y hasta ahí tiene que llegar, le duela a quien le duela.

El coro ha logrado terminar con voces aullantes la canción de entrada.  El P. Antonio se seca un sudor repentino, sonríe y dice: En el nombre del Padre y del Hijo y del…

Buaáaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!! Ayyyy!, es uno de los cinco niños que hoy serán bautizados. Mamaaaaaaaaaaaaaaaaaaaá!!!! La pobre mujer intenta en vano hacer entender a su crío de dos años que estamos en la Iglesia y que es un momento muuuuy sagrado y que no debe llorar. Lo mece, le canta algo pero el crío no se convence de que no debe llorar justo ahora en plena liturgia solemne…

El Señor esté con ustedes… El perro ha llegado a los pies del altar y se queda mirando al sacerdote de turno, mueve la cabeza y comienza a ladrar: guau, guau, guau, gua gua gua guauuuuuu!!!!.

Corren dos monaguillos: Fuera, fuera perro!!!  El Padre Antonio carraspea y trata de sonreír: Vamos a ofrecer esta misa por… Y va anunciando las intenciones de misa mientras que el perro no se deja amedrentar por los dos monaguillos y les muestra los colmillos, gggrrrrr. Doña Tremebunda comenta con su amiga: Qué horror, ese perro…, qué barbaridad!!!  Pero no se mueve para botarlo.

El P. Antonio tiene ganas de agregar a las intenciones: También vamos a pedir por el dueño de ese perro… Felizmente aparece el Sr. Claudio, que no le teme a los perros, y de un sólo puntapié ha hecho volar al perro a la puerta de la Iglesia. Ohhhhhh!!!!  Han dicho todos, entre sonrientes y asustados.  Mientras el coro intenta comenzar el Kyrie.

El niño del primer llanto se ha quedado asustado, mira a su mamá y comienza un nuevo: Buaaaaáaaaaa!!!!!  Don Claudio se pregunta cómo podría ahora callar al niño…

Gloooooriaaaaa, glooooria a Diooooos en el cieeeeloooooo….

El Padre intenta recogerse en su espíritu, mientras que a unos metros los monaguillos se ríen disimuladamente de la patada que recibió el perro, qué buena estuvo, jajaja.

Tú que quitaaas el pecaaaado del muuuundoooo….

Don Eustaquio, el anciano sordo del barrio de Santa Calamuchita, le codea a la Sra. Cristina y habla fuerte: ¡¿El Padre ha dicho el nombre de mi mamita? Yo he pagado la misa por mi mamita, ¿eh?!  La Sra. Cristina trata de hacerle callar pero él vocifera: ¡¡¡Yo le he pagado al secretario ayer nomás, ¿quéeee?!!!  La Sra. Cristina está roja de vergüenza pero finalmente lo hace callar no sabemos cómo.

Porque sólooooo túuuu eres saaaaantooooo…

El niño del bautismo se está comiendo el cancionero de la parroquia… Su mamá no encontró nada más que darle a su crío para entretenerlo un poco.

Uuuuuuuun mensajiiiiiiiiiitooooooo, tienes un mensajiiiiiitooooooooooooooooooo!!!!!  El teléfono celular de Rosanita está avisando que le ha llegado un mensaje, qué tierno, qué oportuno, sí…

Con el Espíritu Saaaaantoooooo en la gloriaaaaa de Dioooos Paaaaaadreeeeeeeee……

¡¡¡¡¡Plaaaaaaaaaaffffffffffff, pink pluf plam, plam, plick, clashhhh!!!!!  Sí, señores, se cayó al suelo el estandarte de la Archicofradía de San Hilarión el Risueño. Ohhhhhh!!!!  En la cara de las señoronas devotas está el gesto sorprendido y la risita nerviosa y disimulada por la ceremonia solemne fastidiada gracias al estandarte mal colocado. Don Claudio de nuevo, a recoger el estandarte. Gracias Claudio por tu vocación de arreglatodo, por ser tan sinvergüenza de no temer ponerte de pie y arreglar las cosas mientras que todos sólo llegan al: Ohhhhhh!!! y de ahí no pasan, piensa el padre Antonio.

Oreemooooooooos…

Mientras que el anciano párroco pronuncia algo resignado la oración colecta, la doña Esther se arregla un poco el moño: Va a salir a leer la primera lectura y quiere demostrarle a la Sra. Ana que ella sabe leer mejor la lectura en la misa, ya lo verán, sí señor, ¿qué cosa?

Lectura del libro del deuteromonio… El P. Antonio carraspea fuertemente pero doña Esther ni se da cuenta del error, ella lee con una impostación solemne pero juntando de vez en cuando palabras que están separadas por comas, cambia de nombres a los personajes bíblicos y termina: Es palabra de Dios… Y sale doña Ana para el salmo: Lo canta con lo mejor de su voz, nomás que en vez de decir impíos ha dicho “ímpios” y en vez de “se gloría” ha dicho “se gloria”, pero acaba su salmo elegantemente. Cuando le toca el turno a Don Pepe él lee la Epístola y termina: “Y todo lo que vistéis, aprendistéis, escuchastéis de mi, ponedlo por obra…”   Mientras le escucha, el P. Antonio se da cuenta que debe enseñar a sus lectores a leer mejor, pero… ¡¡¡Si son profesores!!!

(Continuará)

 

 FOTOGRAFÍA: “Misa en el pueblo”, Pedro Grandez

 

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