La última de las apariciones diarias de la Reina de la Paz a Mirjana Dragicevic, el día de Navidad de 1982

“Mi último encuentro diario con la Virgen sucedió el día de Navidad, el 25 de diciembre de 1982. La Virgen permaneció conmigo durante cuarenta y cinco minutos en esa ocasión. Durante un mes, la Virgen me estuvo preparando para este encuentro. Me había estado explicando cada cosa, maternalmente.

Me dijo que había cumplido lo que Ella necesitaba de mí. Asimismo, que debía comprender que estaba lo suficientemente madura para volver a la vida diaria, como otras chicas de mi edad. Debo continuar viviendo sin sus consejos maternales, y sin esas conversaciones tan necesarias con Ella. Me prometió que siempre estaría conmigo y que me ayudaría en los momentos más difíciles de mi vida. Siempre que, por mi parte, viva con Dios, me ayudará.

Me dijo que ese sería el último de los encuentros diarios, pero que me quería dejar un regalo, esto es, que durante toda mi vida, la podría ver el día de mi cumpleaños.

Este último encuentro con la Virgen fue muy difícil para mí. No puedo describir con palabras el sufrimiento que sentí en mi alma al saber que ya no la podría ver más cada día. Es como si uno hubiera recibido hace poco tiempo el más bello regalo de la vida y ahora lo estuviera perdiendo. La Virgen se dio cuenta de mi sufrimiento y dolor, y para alegrarme, oró conmigo y me animó a cantar y alabar al Señor. Recé la oración que siempre rezaba cuando estaba a solas con ella, “Salve Regina”.

Recordaré siempre sus palabras:

“Te elegí, y te dije cuanto era necesario. Te confié el conocimiento de horrores que debes sobrellevar en tu interior, con dignidad. Piensa en mí, en cómo también derramo tantas lágrimas por ello. Debes siempre ser valiente. Entendiste enseguida mis mensajes, y por ello debes comprender que ahora debo dejarte. ¡Sé valiente…!”.

Otras cosas que me dijo fueron de índole personal.

PS: El primer mes posterior fue realmente difícil para mí. La Virgen me había advertido que así iba a suceder. Caí en un profundo estado depresivo. Huía de todo, me encerraba en mi habitación, donde acostumbraba a esperar a la Virgen. Lloraba y la llamaba. Sentía su ayuda y ansiaba que llegara mi cumpleaños…

Desde el 2 de agosto de 1987, puedo escuchar la voz de la Virgen en mi interior en el segundo día de cada mes, y también de cuando en cuando la veo. En esas ocasiones rezamos por los no creyentes.

Mirjana Dragicevic-Soldo

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