Al amanecer del penúltimo día del retiro internacional para sacerdotes en Medjugorje, el predicador del retiro, fray Damir Pavic, dirigió la oración del Vía Crucis en el Krizevac. Como todos los años, los traductores también subieron al monte para traducirlo simultáneamente a 9 idiomas. Ese día la temperatura cambió bruscamente y la subida al monte fue acompañada por lluvias y lloviznas, con algunas ráfagas de viento, lo cual dificultó el ascenso, pero predispuso aún más el corazón a la oración. Al finalizar el Vía Crucis, el párroco, fray Marinko Sakota(*) bendijo a todos los hermanos sacerdotes y les invitó a confesarse entre sí. Mientras se estaban preparando para la confesión, hablamos unos minutos con el sacerdote mexicano Omar Mauricio Cortéz Asencio, de 40 años de edad, quien ejerce su ministerio desde hace 6 años, y pertenece a la diócesis de Cancún-Chetumal donde, junto al párroco, atiende a 57 pequeños pueblos, con unas 18.000 almas. Es su primera vez en Medjugorje.
¿Por qué un retiro para sacerdotes en Medjugorje, habiendo tantos lugares en el mundo?
Porque necesitaba encontrarme con María. Aunque he estado ya en otros santuarios, pues provengo del santuario más visitado, que está en México, Guadalupe; también he ido a Fátima y a otros santos lugares. Había escuchado muchas veces de Medjugorje, de este encuentro con María. Gracias a Dios, he tenido la oportunidad de venir, ayudado por el Apostolado de María Reina de la Paz en México.
¿Cómo fue la experiencia de subir el Monte de la Cruz con tantos hermanos sacerdotes de muchos países del mundo?
Yo creo que María nos llamó a todos. Subimos como hermanos, pidiendo perdón por nuestros pecados y los pecados de nuestros hermanos sacerdotes. Creo que somos como una representación del sacerdocio en el mundo, y que estamos aquí, a los pies de nuestra Madre, precisamente para pedir perdón y darle gracias por su misericordia, por su ayuda constante como abogada nuestra, que nos lleva siempre a Jesús. El Vía Crucis aquí en el Monte de la Cruz, precisamente ha sido una experiencia de encuentro con Jesús y con María. El ver como los sacerdotes también sienten la ayuda de sus hermanos caminando juntos, pecadores todos y necesitados de conversión todos.
En algunos países de Europa no es común el rezo del Vía Crucis, ¿cómo es la experiencia en México?
En México la religiosidad popular ha perseverado en el corazón de la gente. Estoy en una parroquia que atiende 57 pueblos. Y en todos los pueblos, en todos, se hace el Vía Crucis procesional, en Cuaresma y en la Semana Santa. Es un deleite el poder encontrarnos con Cristo Salvador en esos momentos. Aunque hemos recibido la fe de Europa, a diferencia de ellos, nosotros hemos perseverado, quizás por la intercesión de la Virgen Santísima de Guadalupe, que ayuda a toda América en esa religiosidad popular que nos acerca siempre a su corazón de Madre y a su Hijo Jesús.
Del retiro de sacerdotes en el que está participando, ¿qué es lo que más le tocó, que guarda en el corazón de lo vivido hasta ahora?
Ciertamente estos momentos. Ayer, durante el rosario en la Colina de las Apariciones y aquí, en el Monte de la Cruz, el Vía Crucis, han sido momentos muy fuertes. También frases importantísimas de nuestro predicador, que hablaban de como preservar la pureza y mantener una vida de humildad, de no dejarnos corromper por el materialismo, por el consumismo, el saber que vamos a rendir cuentas ante Dios de todas las almas, así que, no podemos mirar a otro lado y decir que a mí no me toca. Pues a todos nos ha tocado esta misión y tenemos que llevarla con gozo. Fray Damir nos ha recordado muchísimo nuestra vocación sacerdotal y, creo que, es muy profundo el poder renovarla delante del Santísimo Sacramento todos los días, porque antes y después de las conferencias del retiro, siempre está este momento de Adoración. Creo que lo que nutre nuestra vida sacerdotal es el encuentro con Jesús vivo.