¡Queridos hijos! También hoy doy gracias al Todopoderoso por estar con ustedes y poder guiarlos hacia el Dios del amor y de la paz. Las ideologías que los destruyen a ustedes y su vida espiritual son pasajeras. Yo los llamo: hijitos, regresen a Dios, porque con Dios tienen futuro y vida eterna. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! (Con aprobación eclesiástica)
1- «¡Queridos hijos! También hoy doy gracias al Todopoderoso por estar con ustedes y poder guiarlos hacia el Dios del amor y de la paz”.
La Virgen da gracias a Dios. Es un signo de amor. El que ama, da gracias. La Virgen nos ama a nosotros, sus hijos. Está contenta de poder venir a nosotros y ayudarnos, de poder «llevarnos a Dios». Está feliz de que Dios le haya dado esta oportunidad.
¡Qué maravilloso ejemplo para nosotros, para ir creciendo hacia un estado en el que nos sentiremos felices de poder ayudar a los demás! Nada nos será difícil entonces. Daremos gracias a Dios por darnos la oportunidad de ir a los necesitados, de visitar a los enfermos, de llevar ayuda material a los pobres, de ser madres, de ser padres, de enseñar en la escuela, de trabajar en un hospital, de servir como sacerdote, como monja…
Debemos habernos preguntado quién es Dios y cómo es Dios en sí mismo. La Virgen nos dice que es un Dios de amor y de paz. Esto no es nuevo, la Virgen nos lo recuerda, porque San Juan dice lo mismo en su carta: «Dios es amor, y todo el que permanece en el amor, permanece en Dios, y Dios en él» (1 Juan 4,16). Y el salmista canta: «Solo en Dios está la paz, alma mía, solo en él está la salvación» (Sal 62,2).
2- “Las ideologías que los destruyen a ustedes y su vida espiritual son pasajeras”.
La Virgen es la madre de la esperanza. Aunque a veces las ideologías que actualmente gobiernan el mundo, como el materialismo, el ateísmo, la ideología de género, nos parecen poderosas, porque destruyen tantas vidas, llevan a tantas personas en la dirección equivocada, que pensamos que van a conquistar el mundo y que son invencibles. En el mensaje, la Virgen nos da esperanza y nos anima a que, tanto las ideologías pasadas como las presentes, son efímeras.
Pensemos en un ejemplo. Napoleón Bonaparte nació en Córcega el 15 de agosto de 1769. Diríamos: ¡Qué felicidad para él haber nacido en la fiesta de la Asunción de la Santísima Virgen María, la ascensión al Cielo de María! Pero no fue así. Algo perturbó la felicidad de Napoleón. ¿De qué se trataba?
En la fiesta de la Asunción de María al Cielo, los ojos de todas las personas estaban puestos en María, y Napoleón quería que ese día, en su cumpleaños, la atención de todas las personas se centrara en él. ¡Porque él es poderoso! ¡Es el amo de Europa!
Había algo más que le molestaba. Ese día, en la fiesta de la Asunción de María a los Cielos, se lee una frase del Evangelio de Lucas, de la Majestad de María: «Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes».
¿Qué hizo Napoleón cuando se convirtió en emperador de Francia?
Abolió la fiesta de la Asunción de María al Cielo por decreto oficial del 19 de febrero de 1806. Porque, ¿quién se atreve a decir ese día que alguien derrocará a los poderosos, a los poderosos del trono? Él es el poderoso. Se consideraba poderoso. Y quería que todo el mundo pensara en él como tal. Y si en su cumpleaños se lee que el poderoso será destronado, significa que a él también le puede pasar. ¡Y eso no puede ser!
Y le sucedió, pocos años después de abolir la fiesta de María. Después de la derrota en Waterloo, se produjo el colapso de Napoleón. El todopoderoso fue destronado. En ese momento, la fiesta de la Asunción de María al Cielo fue restaurada y esas palabras del Magnificat de María se leyeron nuevamente en la misa.
3- “Yo los llamo: hijitos, regresen a Dios, porque con Dios tienen futuro y vida eterna”.
Además del poderoso Napoleón, cayeron sistemas aún más poderosos como el nazismo, el fascismo y el comunismo. Y María permanece. Permanezcamos en el camino con María, hagamos lo que ella nos diga que hagamos, y experimentaremos cómo pasan las ideologías actuales.
La Virgen nos dice cuál es el camino correcto que tiene futuro y que nos lleva a la vida eterna: volver a Dios y vivir con Dios. ¡Cuántos se engañan a sí mismos viviendo sin Dios, confiando solo en sus propias fuerzas, viviendo solo para este mundo! ¡Qué sabios eran nuestros abuelos, padres y madres que vivían con Dios! Todo lo que hacían era con Dios.
¿Cómo volvemos a Dios? Cuando vas a confesarte, vuelves a Dios. Cuando vas a la Santa Misa, vuelves a Dios. Cuando comienzas a orar, regresas a Dios.
¿Cuándo empezar? No te dejes engañar y digas «a partir de mañana»…