Reflexión del Padre Gustavo Jamut,

al Mensaje del 25 de septiembre 2023

Queridos hermanos, reciban hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María.

Una persona de mi comunidad al leer este mensaje me preguntó si la Virgen María se dirigía solamente a los niños; y si no era así por qué nos llama a nosotros adultos en algunas ocasiones: “queridos hijos” y en otras ocasiones “queridos niños”.

Yo pienso que -independientemente de la edad que tengamos- siempre llevamos un niño en nuestro interior; y Nuestra Madre nos invita a reconectarnos con ese niño interior a través de una “oración fuerte”.

El niño interior que habita en cada uno de nosotros puede tener heridas a causa de algunos acontecimientos traumáticos de la infancia; pero también encierra una gran fuerza y potencial que es necesario descubrir para ponerlo en acción.

Cuando a través de una oración fuerte reconectamos con nuestro niño interior, entonces redescubrimos la belleza de hacernos pequeños, con lo cual es más fácil ser sanados por el amor de Dios y rechazar los pensamientos de soberbia, de prejuicio o de superioridad hacia los demás.

Nuestro niño interior anhela el verdadero amor y así se hace -como dice san Ignacio de Loyola- como una esponja que lentamente va absorbiendo el agua.

Cuando a través de la oración absorbemos el amor de Dios, entonces él viene a cambiar nuestros corazones de piedra endurecidos por los años, y lo va transformando en un corazón amable y tierno como el suyo. ¿Y quién de nosotros puede afirmar que no necesita un nuevo corazón?

Otra pregunta que me hicieron en torno a este mensaje fue ¿qué significa el modernismo?

Yo entiendo que el modernismo es una estructura mental que puede subyacer en muchos católicos laicos, en consagrados, consagradas y sacerdotes. El síntoma más frecuente es cuando no hay tiempo para la oración, no hay tiempo para leer la palabra de Dios, no hay tiempo para… en esos puntos suspensivos cada uno de nosotros puede agregar para qué cosas que Dios le pide no hay tiempo.

Otro de los signos del modernismo es que muchas veces pasamos demasiado tiempo mirando el teléfono celular, y tenemos una cadena invisible que nos encadena a él.

Hoy este pequeño aparatito encierra un mundo de posibilidades que cuando las utilizamos guiados por la sabiduría del Espíritu Santo, con equilibrio y prudencia puede ser de gran utilidad.

Pensemos como en un pequeño objeto encontramos buscadores web, teléfono, WhatsApp, email, canales de TV, juegos y miles de aplicaciones posibles.

Pero el desequilibrio en el uso de lo que nos rodea, ha llevado a que en muchas familias sus miembros estén en torno a la mesa, pero ya no se miran a los ojos ni dialogan pues cada uno tiene la mirada puesta en su teléfono celular y la atención centrada en el móvil.

Por lo cual empiezan a crearse espacios de distancia afectiva que hace que los miembros de una misma familia o comunidad religiosa experimenten una sensación de soledad y aislamiento.

En una ocasión, una habitante de Medjugorje me decía que en estos tiempos actuales muchos católicos se están dejando llevar por una mentalidad que encierra una ambición voraz y desmedida. Hay católicos que sea pegan al lujo y buscan la satisfacción en autos de alta gama con los cuales circulan a alta velocidad, o que incluso por atender sus negocios de artículos religiosos dejan de asistir a la Misa dominical.

Una hermana consagrada que vino con nuestra comunidad en una peregrinación, me decía que ella antes se dormía rezando el Rosario, o leyendo uno de los mensajes de la Reina de la Paz o algún número del diario de Jesús Misericordioso.

Pero que al ir en peregrinación a Medjugorje, había tomado conciencia de cómo su espíritu se había entibiado, pues ahora se dormía cada noche enviando mensajes con su celular o se “enganchaba” viendo reels o con jueguitos de su celular más allá de la medianoche. Ella se dio cuenta que esto era una adicción que le iba robando el fervor la paz interior y una mayor intimidad con Jesús, por lo cual regresó a su comunidad con el firme deseo de convertir este mal hábito.

Otra persona me compartía que para ella el modernismo se manifestaba también en la falta de compromiso que existe en nuestro tiempo.

Antes la palabra que uno daba a los demás tenía valor. Cuando se decía “allí estaré”, o “cuenten conmigo”, entonces ni siquiera se dudaba en que la persona faltase a su palabra.

Hoy en cambio hay una mentalidad transitoria. Se comienza a servir, pero al poco tiempo se deja el compromiso asumido. Se dice “cuenten conmigo”. Pero si se atraviesa cualquier mínima situación entonces ya hay un motivo para dejar de contar con la presencia y colaboración de esa persona.

Hoy también podríamos decir que el modernismo es querer reducir -según el propio gusto y comodidad- el evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, las enseñanzas del Magisterio y de la Tradición de la Iglesia, lo cual abre las puertas a diversos niveles de incredulidad, tibiez e incluso herejías.

San Ignacio de Loyola, en el libro de los Ejercicios, en las Reglas para sentir con la Iglesia, número 13, nos dice: “Debemos siempre tener, para en todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia Jerárquica así lo determina, creyendo que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia su esposa, es el mismo Espíritu que nos gobierna y rige para la salud (salvación) de nuestras ánimas (almas), porque por el mismo Espíritu y señor nuestro, que dio los diez Mandamientos, es regida y gobernada nuestra santa madre Iglesia”.

Hay personas que han peregrinado o que siguen haciendo peregrinaciones y que comenzaron con entusiasmo, desarrollando el amor y la misericordia hacia sus hermanos, fortaleciendo la oración, el ayuno, el servicio y la entrega; pero con el pasar de los años han perdido el deseo de convertirse permanentemente y hacen esto más como un turismo religioso que como un camino de conversión y de permanente renovarnos en el amor a Dios, a los hermanos; y un compromiso real humilde y fraterno en los grupos de oración y en sus comunidades.

Nuestra Madre nos invita a ser la alegría de su corazón como en los primeros tiempos; y Jesús continúa diciéndonos también hoy: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Porque él que quiera salvar su vida, la perderá; y el que pierda su vida a causa de mí, la encontrará” (Mateo 16:24-25).

Decidámonos por lo tanto a reiniciar nuestro deseo de convertir nuestras estructuras mentales, examinándonos sinceramente para descubrir aquello que necesita ser cambiado en nuestro modo de pensar, hablar, decidir, actuar. Entonces seremos la alegría de Nuestra Madre, y el cielo no callará, sino que dará abundantemente gracias, paz y bendición. Amén.

Padre Gustavo Jamut, omv

“Vayan por todo el mundo y anuncien el Evangelio”. Mt. 18:20

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