• Las Apariciones de San Sebastián de Garabandal (Cantabria) a las niñas Mari Loli, Jacinta, Mari Cruz y Conchita (1961-1965).

San Sebastián de Garabandal es una pequeña y humilde aldea cántabra, en la diócesis de Santander, que en tiempos de las Apariciones (entre los años 1961 y 1965, casi en paralelo al Concilio Vaticano II) tiene unos 300 habitantes. Estas Mariofanías se sitúan temporalmente entre las de Ámsterdam (1945-1959) y Akita (1973), siendo, las tres, continuación de las de Fátima (1917). Precisamente en la última Aparición en Cova de Iría el sábado 13 de octubre de 1917 Nuestra Señora (bajo la apariencia de la Virgen del Carmen) se despidió de los pastorcitos diciéndoles: – “Hasta San Sebastián de España”.

El pueblecito montañés de San Sebastián de Garabandal se encuentra situado en el noroeste de España, en la Comunidad Autónoma de Cantabria, a 90 km. de Santander. Sus casas de piedra presentan una rústica y típica disposición, y están agrupadas sobre una loma de 497 metros de altitud. El pueblo está situado en la falda de la sierra de Peña Sagra (2.016 metros), a orillas del río Vendul. San Sebastián de Garabandal queda al final de una carretera (estrecha y sin asfaltar en la época de las Apariciones) que parte de otro pueblo llamado Cosío. Al acercarse al pueblo un solitario pinar, de nueve pinos, destaca por encima del mismo. Es un lugar de sobrenatural serenidad y belleza.

Al comenzar la década de 1.960, el pueblo está aislado, hay que llegar andando o en carro desde el Cosío. Como hemos dicho, unas 300 personas habitan allí al pie de la montaña en unas 80 casas de piedra. Carecen de agua corriente y la única fuente de calor es una estufa en la cocina. Sólo tienen electricidad durante unas pocas horas cada noche. Las comodidades, como la televisión o los coches, simplemente no existen. La gente se las arregla para ganarse la vida con la ganadería, teniendo que trabajar en los pastizales, recogiendo y almacenando hierba (forraje para el ganado) para el crudo invierno. Pero, no sólo es el pueblo más humilde de la zona. También es el más religioso: todas las tardes, una mujer toca una campana invitando a rezar por los difuntos y por la noche, la gente se reúne en la pequeña Iglesia, para rezar el Rosario. Los fines de semana, el párroco de Cosío, D. Valentín Marichalar, va a caballo a Garabandal para celebrar la misa y oír confesiones.

En el período comprendido entre el 18 de junio y el 18 de octubre de 1961, cuatro niñas del pueblo afirman haber presenciado Apariciones del Arcángel San Miguel, de la Virgen María (algunas veces con el Niño Divino) y del mismo Jesús en la advocación del Sagrado Corazón. A partir de entonces, el pueblo despertó la atención de los medios de comunicación y se ha convertido en un punto de peregrinación para muchos creyentes de numerosas partes del mundo, especialmente de Estados Unidos. En la actualidad, en San Sebastián de Garabandal, se conserva intacta la huella dejada por la presencia de la Santísima Virgen María en las casi 3000 Apariciones públicas que tuvieron lugar de una forma cotidiana a cualquier hora del día y de la noche y por todo el pueblo, entre callejuelas de piedras, con una duración que oscilaba desde unos minutos a varias horas.

El Papa San Pablo VI mostró mucho interés por Garabandal del que llegó a decir: “Es la historia más hermosa de la humanidad desde el Nacimiento de Cristo. Es como la segunda vida de la Santísima Virgen en la tierra, y no hay palabras para agradecerlo”. El 19 de enero de 1966 quiso entrevistarse con Conchita, la principal de las videntes, cuando fue llamada al Vaticano por el Cardenal Ottaviani, prefecto del Santo Oficio. El Papa le dijo: “Conchita, Yo te bendigo y conmigo te bendice toda la Iglesia”.

El Papa San Juan Pablo II pidió a su secretario personal, Monseñor Stanislaw Dziwisz, escribir a D. Albrecht Weber, después de leer su libro sobre Garabandal: “Que Dios te recompense por todo. Especialmente por el profundo amor con que estás dando a conocer los sucesos relacionados con Garabandal. Que el Mensaje de la Madre de Dios sea acogido en los corazones antes de que sea demasiado tarde. Como expresión de gozo y gratitud el Santo Padre te da su Bendición Apostólica».  El Papa añadió un saludo personal con su letra y firma.

Varios santos canonizados apoyaron también, en su día, las Apariciones de Garabandal. El 3 de marzo de 1962 el Padre San Pío de Pietrelcina escribía a las niñas y, entre otras cosas, les decía: “Queridas niñas: a las nueve de la mañana, la Santísima Virgen me ha hablado de vosotras —oh, queridas muchachas—, de vuestras visiones (…) Os doy un único consejo: rezad y haced rezar, porque el mundo va por el camino de la perdición. No creen en vosotras ni en vuestras conversaciones con la blanca Señora, pero creerán cuando sea demasiado tarde”. En febrero de 1967 conoció a Conchita y, poco antes de morir, quiso que le fuera entregado el velo que iba a cubrir su cara después de su muerte. Unas semanas después, el 17 de octubre de 1968, en Lourdes, Conchita recibió de unos emisarios del Padre Pío una carta dictada por el Padre para ella y el velo que cubrió su rostro.

Por su parte, la Madre Santa Teresa de Calcuta mostró gran interés por las Apariciones de Garabandal y tuvo una larga amistad con Conchita siendo madrina de bautismo de su tercera hija.

Asimismo, la beata Madre Esperanza, fundadora de las Congregaciones de las Esclavas y los Hijos del Amor Misericordioso, estaba convencida del carácter sobrenatural de las Apariciones. También la Sierva de Dios Marta Robin, mística francesa, animó al sacerdote Combé, paisano suyo, a difundir el mensaje de Garabandal y rezaba a diario por las niñas videntes.

Empero, respecto a Garabandal reina la confusión sobre la posición de la Iglesia. En primer lugar, hay que recordar lo que ha ocurrido en otras Apariciones: en un principio la Iglesia no aprueba nada, más bien por prudencia lo desaprueba. Sea como fuere, Garabandal nunca ha sido condenada por la Jerarquía. La Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe guardó celosamente silencio sobre su opinión acerca de los hechos de Garabandal cuando monseñor Juan Antonio del Val (Obispo de Santander entre 1971 a 1991) envió el informe elaborado por la segunda Comisión de investigación que creó. De esta suerte, oficialmente (tanto a nivel diocesano como a nivel del Vaticano), “el caso permanece abierto” en espera de nuevas investigaciones.

Recientemente, en 2018, se ha estrenado la película “Garabandal, solo Dios lo sabe” basada en la tesis doctoral del P. José Luis Saavedra, defendida un año antes en la Universidad de Navarra bajo el título: “María de Garabandal, estado de las apariciones ocurridas en Sebastián de Garabandal entre 1961 y 1965”.

Las videntes

Entre esta humilde población, viven las cuatro niñas elegidas por Dios: Conchita González González; María Dolores Mazón González (Mari Loli); Jacinta González González (las tres de doce años); y María Cruz González Barrido (Mari Cruz, de once años). A pesar de la coincidencia de sus apellidos, las niñas no tienen ningún parentesco próximo entre sí.

Las niñas sabían perfectamente cuándo iban a tener Aparición, gracias a lo que ellas mismas denominaban “las llamadas”. Recibían tres “llamadas”, que consistían en una alegría creciente que las precedía y anunciaba. A la tercera “llamada”, la alegría era tan grande que salían corriendo desde donde estuvieran hacia el lugar de la Aparición, llegando simultáneamente y donde caían repentinamente de rodillas y en trance extático. Las niñas viven con la Santísima Virgen María una vida familiar y cariñosa, entrañable. De Ella aprenden enseñanzas y experiencias que les descubren cómo vivir familiarmente con Dios en la vida diaria.

Conchita escribe en su Diario: “A nosotras cuatro: Loli, Jacinta, Mari Cruz y yo, desde el principio nos había dicho la Santísima Virgen que nos íbamos a contradecir unas con otras. Que nuestros padres no andarían bien y hasta llegaríamos a negar el haber visto a la Virgen y al Ángel”.  Ya en el mes de enero de 1963, todo lo que la Santísima Virgen les había dicho, se cumplió. Primero se contradijeron unas y otras, y hasta llegaron a negar (por miedo ante las amenazas) haber visto a la Virgen. Continúa narrando Conchita: “Yo, en mi interior; me quedaba extrañada de decir esas cosas, cuando en mi conciencia estaba completamente tranquila de que había visto a la Santísima Virgen… Y la Virgen, después de decir nosotras esto, a los pocos días se nos volvió a aparecer”.

Como era lógico, las negaciones “forzadas” de las videntes fortalecieron las de las autoridades eclesiásticas, ya predispuestas a ello por obra de la informal, subjetiva y manipuladora primera Comisión de investigación del Obispado. Precisamente, el Doctor Luis Morales Noriega, médico principal de aquella Comisión, durante una conferencia que dió en el Ateneo de Santander el 30 de mayo de 1983 se retractó públicamente de su anterior opinión negativa y confesó: “ni hubo comisión ni investigación formal; fue un simulacro”.

Finalmente, las cuatro videntes (como los seis de Medjugorje) contrajeron matrimonio fundando una familia: Conchita (con cuatro hijos), Jacinta (una hija) y Mari Loli (tres hijos) se casaron con norteamericanos y viven en Estados Unidos; Mari Cruz (cuatro hijos) se casó con Ignacio Caballero y reside en Avilés. Mari Loli falleció a las 19.30 horas del lunes 20 de abril de 2009, a la edad de 59 años, al agravarse una enfermedad autoinmune que sufrió durante 7 años.

Las apariciones

Todo comienza la tarde del domingo 18 de junio de 1961. Las cuatro niñas, están jugando a las afueras del pueblo. Sobre las 20 h., ven un resplandor y oyen un sonido como de trueno. Conchita, cae de rodillas, paralizada, viendo algo: una figura muy luminosa. Las amigas, al ver que Conchita está extasiada, y no responde, se asustan. Están por ir a llamar a la señora Aniceta, madre de Conchita, cuando también las tres entran en éxtasis: ahora, las cuatro, están contemplando la hermosa figura de un Ángel resplandeciente con la apariencia de un niño de su misma edad. Sonríe, pero no les dice nada y desaparece. Más tarde descubrirán que es el Arcángel San Miguel. Pasa un día sin novedades y al tercero lo vuelven a ver y también en días sucesivos.

El viernes 30 de junio, mientras las otras niñas están en éxtasis viendo a San Miguel, Jacinta está viendo a Jesús que se aparece a unos tres metros de distancia, de pie sobre una pequeña nube. Lleva una túnica blanca y un manto rojo que le cruza diagonalmente desde el hombro derecho. Su Sagrado Corazón, sobresale a su izquierda, rojo brillante y con rayos de luz blancos y dorados que salen de él. No habla a la niña. Pero la mira y con su mano izquierda señala su Corazón, mientras le hace señas, con la derecha, para que se acerque. Lo que más le impresiona a Jacinta es la mirada de Jesús. Aquella mirada, impregnada de un Amor inmenso, la penetra hasta lo más profundo del alma. Mirada que recordará, de modo indeleble, el resto de su vida.

Al día siguiente, el sábado 1 de julio, el Ángel les habla por primera vez y les dice:  – “¿Sabéis por qué he venido? Debo anunciaros que la Virgen Santísima se os aparecerá mañana como Nuestra Señora del Monte Carmelo”. Llenas de alegría, las cuatro niñas a la vez exclaman: – “¡Que venga pronto!”.

El domingo 2 de julio, fiesta de la Visitación en aquel entonces, hacia las seis de la tarde, las niñas están en “la Calleja” (camino difícil, de piedras y empinado, que une el pueblo con el pinar de los nueve pinos) cuando, de repente, la Virgen se les aparece con el Niño Jesús y con un ángel a cada lado. Uno era San Miguel y el otro no saben quién es, pero va vestido igual y parecen gemelos. Encima de todos, con mucha luz, ven un ojo de un tamaño muy grande. Sin miedo alguno, las niñas comienzan a hablar con la Virgen. En su Diario Conchita escribe: “Parecía el ojo de Dios. Ese día hablamos con la Virgen mucho y Ella con nosotras. Le decíamos todo (…) y Ella se reía porque le decíamos tantas cosas… Era como una madre, a la que hace mucho que no la ve su hija, que ésta le cuenta todo. ¡Y mucho más nosotras, que no la habíamos visto nunca, y que era nuestra Madre del Cielo!”.

Después de rezar el Rosario con Ella, les dice que se va, pero que mañana volverá. Conchita nos deja una descripción de la Virgen: “Viene con un vestido blanco, manto azul corona de estrellucas doradas, no se le ven los pies, las manos estiradas con el escapulario en la derecha, el escapulario es marrón, el pelo largo color castaño oscuro ondulado, la raya en el medio, la cara alargada, la nariz alargada fina, la boca muy bonita con los labios un poquito gruesos, el color de la cara es trigueño, más claro que el del Ángel, diferente a la vez, muy bonita, una voz muy rara, no sé explicarla, no hay ninguna mujer que se parezca a la Virgen ni en la voz ni en nada. Algunas veces trae al Niño en brazos muy chiquitín como un nene recién nacido, una carita redonda, parece el color como el de la Virgen, una boquita pequeña, el pelín un poco largo, rubio, unas manos pequeñas, un vestido como una túnica azul”. También apunta en otra ocasión: “Cuando nos hablaba, nos miraba, y también cambiaba de mirada durante la conversación (…) Parecía como si no mirara a la cara, ni al cuerpo, ¡sino al alma! Nos besaba casi todos los días, y salía de Ella. Eran besos de despedida en ambas mejillas. Alguna vez le pedí que me dejara besarla, y otras veces la he besado sin pedírselo”.

La Virgen a lo largo de las Apariciones no les pedirá que recen el Rosario: se lo ordenará. Primero les enseña los misterios, luego cómo decir las oraciones lentamente pensando en lo que dicen. Una vez que lo aprendan a rezar como desea, solo las acompañará en el “Gloria”. La Madre que conocieron las niñas (“Madre de Dios y Madre nuestra”, como pidió que se la llamara en cada Avemaría) y que transmitieron es la de quien nos comprende, está pendiente de nuestras preocupaciones y sufrimientos, nos acompaña y sigue los mínimos detalles de nuestra vida. Y por ser Madre que ama a sus hijos, la Santísima Virgen viene a decirnos cosas muy importantes y urgentes para nosotros, para nuestra salvación y la salvación del mundo entero.

La Santísima Virgen se les vuelve a aparecer los dos días siguientes. El 4 de julio les da un Mensaje para que lo revelen tres meses después, exactamente el 18 de octubre.

A partir de aquellos momentos la vida cambiará para las niñas y para todo el pueblo drásticamente. Las videntes protagonizarán durante los éxtasis distintos fenómenos físicos totalmente extraordinarios, contrarios a las leyes de la física. Los médicos, por su parte, los comprobaban asombrados. Durante estos éxtasis, la insensibilidad a los estímulos (al dolor) era total, aun cuando se las pinchase con agujas o incluso se las quemase con cigarrillos. Sus cuerpos adquirían siempre un peso extraordinario que hacía imposible moverlas, levantarlas u obligarlas a hacer el más mínimo movimiento de sus miembros. Algunas veces levitaban. Sus ojos abiertos contemplando la aparición eran bombardeados con destellos de luz sin que la expresión de sus rostros fuera perturbada. Corrían hacia el lugar de la Aparición llegando antes que nadie, sin que se les acelere el pulso ni señales de esfuerzo alguno, mientras que los demás lo hacían ahogados y sudorosos. Caían de rodillas estrepitosamente sobre las rocas sin hacerse ningún daño. Otras veces caían al suelo manteniéndose en posiciones insostenibles. Caminaban o corrían en éxtasis hacia delante y hacia atrás por las callejuelas mal empedradas de la aldea o incluso campo a través, con la cabeza totalmente alzada, sus ojos fijos en lo alto todo el tiempo, sin ver por dónde iban y sin caerse ni tropezarse nunca. Y así subían y bajaban también escaleras.

Al comienzo de las Apariciones, para hacer reír al Niño Jesús que Nuestra Madre del Cielo traía alguna vez en brazos, las niñas le ofrecían pequeñas piedras como para jugar con él. El Niño no las tomaba, pero Nuestra Madre sí. Las besaba y encargaba a las niñas que las dieran a determinadas personas después del éxtasis. Hasta que les dijo que prefería besar objetos religiosos. En éxtasis, la cabeza siempre alzada con los ojos fijos en el cielo, guiadas sólo por su visión, nunca se equivocaban al devolver rosarios, medallas, anillos de boda u otros artículos a sus legítimos dueños. Entre los objetos, apareció un día una polvera. Las mismas niñas se extrañaron al ver este objeto profano presentado para ser besado por la Virgen y se resistían a ello, pero cuando la Virgen llegó, lo primero que pidió para besar fue la polvera, diciendo que era “algo de su Hijo”. Al terminar el éxtasis, la dueña de la polvera desveló que, durante la Guerra Civil Española, aquella polvera había servido para llevar la Eucaristía a escondidas (la comunión o viático) a personas encarceladas que iban a ser ejecutadas.

Con el tiempo, con las páginas de los Misales y Biblias besadas por la Virgen y cortadas en pedacitos, se elaborarán numerosos relicarios pegándolos a medallas y rosarios.

Una anécdota curiosa (y poco conocida) es que una de esas medallas (concretamente una que se acuñó, al principio de las Apariciones, de la Virgen del Carmen y de San Miguel) le fue regalada a Joan Archer, esposa del astronauta norteamericano Edwin Eugene Aldrin (apodado “Buzz”) que formó parte (junto a Neil Armstrong y Michael Collins) de la misión Apolo XI.  La misión se envió al espacio el 16 de julio de 1969, festividad de la Virgen del Carmen. Cuatro días después, el domingo 20 de julio, el módulo de la nave alunizó sobre la superficie del satélite terrestre. Por primera vez, dos hombres se preparaban para caminar, al día siguiente, sobre la Luna. Uno de ellos fue, precisamente, “Buzz” quien, por petición de su esposa, dejó sobre la superficie lunar la medalla que, unos años antes, había besado la Virgen en Garabandal. Considero que esta información es valiosa y oportuna: así, cuando levante los ojos al cielo y mire la luna recordaré, emocionado, que allí está una de las medallas besadas por mi Madre; que Su beso, signo de Su amor, ternura y solicitud materna, reposa sobre la superficie del “Mar de la Tranquilidad”.

Volviendo a la tierra y al lugar donde Ella eligió aparecerse, llama siempre la atención ese trato sencillo y confiado que las niñas tenían con su Madre del Cielo, que hasta jugaba con ellas en ocasiones y que con frecuencia las despedía con un beso. La misma Virgen les repetía a menudo que fueran obedientes a sus padres. También las animaba a hacer sacrificios, en concreto por los sacerdotes, para que fueran santos, y por los que dudaban, para que siguieran siendo sacerdotes. Les enseñó a tener horror al pecado, ayudándolas a formar su conciencia, respondiendo a las mil preguntas que le hacían constantemente las niñas.

Cuando venía con el Niño Jesús, a veces, se lo dejaba a las niñas que jugaban con Él, lo besaban y se lo pasaban de una a otra…

En sus éxtasis, las niñas entran en las casas del pueblo. Podemos imaginar el alivio y la alegría que estas visitas producían en las familias de aquellas casas donde la Virgen quería entrar. Las marchas extáticas de las niñas eran para bendecir, consolar y acompañar, especialmente en las de los enfermos y difuntos. Cuando moría alguien, rezaban una estación allí, al lado del cadáver. Al final llegaron a visitar todas las casas del pueblo.

Durante los éxtasis, las niñas llevaban siempre un crucifijo que ofrecían a las personas presentes para que lo veneraran. Por orden de la Virgen solían extender el crucifijo a quien Ella les indicaba. Después de un éxtasis, Conchita se enteró de que todos aquellos a los que había dado a besar el crucifijo eran sacerdotes vestidos de civil. Fueron numerosas las ocasiones en que las niñas en éxtasis reconocieron a los sacerdotes y religiosos vestidos de paisano, sin tener ninguna otra señal para saberlo que lo que les dijera su visión. En innumerables ocasiones la Virgen atendía las peticiones interiores de los peregrinos que le pedían “pruebas” mentalmente…

A partir de la primavera de 1962, cuando no había sacerdotes entre los peregrinos, las niñas recibían “comuniones místicas” invisibles que San Miguel tomaba de algún tabernáculo de la tierra. El arcángel les pedía que se preparasen a recibirla (rezando el Confiteor o “yo pecador”) y diesen, después, gracias (con la oración Anima Christi o “Alma de Cristo”).

Durante los dos primeros años, las manifestaciones del Cielo se multiplicaban sin parar en centenares de encuentros, en ocasiones varias veces a lo largo del día y de la noche. De esta suerte, las Mariofanías se sucedieron asiduamente desde el 2 de julio de 1961 al 20 de enero de 1963, festividad de san Sebastián patrono de Garabandal. Desde entonces, las niñas ya no tendrán tantas Apariciones como al principio, y a veces el Cielo se comunicará con ellas solo a través de locuciones interiores (a Conchita y Mari Loli), que sentían pronunciar en su alma por la Virgen y en alguna ocasión por el mismo Señor. La primera que dejó de ver a la Virgen es Mari Cruz, la más pequeña, que tuvo su última Aparición el 18 de septiembre de 1962. Sea como fuere, a partir de mediados de 1963 solo Conchita seguirá teniendo alguna Aparición más, pero cada vez menos frecuente.

A pesar de eso, las peregrinaciones seguían fluyendo hacia Garabandal con un aumento notable en el número de peregrinos procedentes del extranjero. Al apartado pueblo de la montaña llegaban auténticas personalidades del mundo eclesial, periodistas de importantes medios, diplomáticos, empresarios, escritores… Se dieron casos de conversiones notables y curaciones de índole físico y espiritual. En Garabandal, la Virgen parece especializada en sanar los corazones y las almas de Sus hijos.

Los Mensajes

En Garabandal nuestra Madre nos dio sólo dos Mensajes. Breves y simples, pero muy precisos y profundos. El primero de ellos, al principio, al tercer día, el 4 de julio de 1961, lo dio Ella misma a las cuatro niñas. Pero les pidió que lo guardasen en secreto hasta el mes de octubre. El segundo, casi al final, cuando ya solo se aparecía a Conchita, en junio de 1965. Y, por su gravedad, será san Miguel el que reciba el encargo de la Virgen de revelarlo a la niña.

Por fin llegó el 18 de octubre de 1961, fecha en que la Virgen dio permiso a las niñas para comunicar a todos su primer Mensaje. La tormenta y fuerte lluvia, que no cesó en todo el día, no desanimó a la multitud que ese día se congregó en Garabandal. Al caer la tarde, en los Pinos, las niñas leyeron el texto del mensaje: “Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia, visitar al Santísimo, pero antes tenemos que ser muy buenos. Y si no lo hacemos nos vendrá un castigo. Ya se está llenando la copa y si no cambiamos nos vendrá un castigo muy grande”.

La Santísima Virgen María no es profeta de calamidades, no amenaza con castigos a Sus hijos: cuando Ella nos dice estas cosas, lo que nos puede pasar si no nos enmendamos, le duele en el alma, decírnoslo; pero, como Madre Nuestra, nos advierte, nos da las indicaciones que necesitamos oír para nuestro bien. Si no tomamos el camino de la Cruz, si la Eucaristía no es el centro de nuestras vidas y de cada uno de nuestros días, si no somos muy buenos, si no nos convertimos, el Señor no tendrá más remedio que intervenir para que comprendamos la importancia de lo que está en juego, nuestra salvación.

Tras la comunicación de este primer mensaje, las niñas pedían con frecuencia a la Virgen que hiciese un milagro para que la gente creyese en las Apariciones. Un día, San Miguel comunicó a Conchita que en una de las ocasiones en que él le traería la comunión, la forma se haría visible en su lengua. A Conchita no le pareció un gran milagro porque ella pensaba que la forma era siempre visible a los presentes. Cuando llegó el día, que había sido anunciado por Conchita quince días antes, había cientos de personas en el pueblo. Y, así, en la noche del 18 al 19 de julio de 1962, a la una y media de la madrugada, ocurrió el milagro, un milagro precisamente eucarístico. Uno de los presentes pudo grabar algunos instantes en vídeo donde se ve una forma blanca y radiante aparecer “de la nada” en la boca de Conchita.

El segundo Mensaje de la Virgen recibido únicamente por Conchita llegó pocos meses antes del fin de las Apariciones, el 18 de junio del 1965. Es San Miguel el encargado de comunicar el Mensaje de parte de la Virgen. Las lágrimas ruedan por el rostro de la muchacha a medida que él va hablando. “Como no se ha cumplido y no se ha dado mucho a conocer mi mensaje del 18 de octubre de 1961, os diré que este es el último. Antes, la copa se estaba llenando, ahora, está rebosando. Muchos cardenales, obispos y sacerdotes van por el camino de la perdición, y con ellos llevan a muchas más almas. A la Eucaristía cada vez se le da menos importancia. Debéis evitar la ira del buen Dios sobre vosotros con vuestros esfuerzos. Si le pedís perdón con alma sincera, Él os perdonará. Yo, vuestra Madre, por intercesión del Ángel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis. ¡Ya estáis en los últimos avisos! Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación. Pedidnos sinceramente y nosotros os lo daremos. Debéis sacrificaros más. Pensad en la Pasión de Jesús”. El Mensaje, breve en palabras, era verdaderamente largo en contenido y no hacía sino describir la dolorosa situación que estaba viviendo la Iglesia Católica, a punto de concluir el Concilio Vaticano II.

Pocos meses después de la comunicación de este segundo Mensaje, Pablo VI publicaría la Encíclica Mysterium Fidei, en la que el Pontífice expresaría precisamente su grave preocupación por la confusión doctrinal respecto al mayor tesoro que la Iglesia posee, la Eucaristía. De igual manera, la gran crisis sacerdotal que estaba a punto de producirse no se podía ni sospechar entonces, pero pronto se convertiría en motivo de profundo sufrimiento para el sucesor de Pedro y para toda la Iglesia.

La última Aparición será la del sábado 13 de noviembre de 1965. Conchita sube sola a los Pinos, bajo la lluvia. María Santísima, Nuestra Señora del Carmen, se aparece de nuevo a la joven. Como la primera vez, venía con el Niño, muy sonriente. La Virgen, dirigiéndose a Conchita, dice: – “¡Háblame, Conchita, háblame de mis hijos! A todos los llevo debajo de mi Manto (…) Os quiero mucho y deseo vuestra salvación (…) Pon de tu parte todo lo que puedas y nosotros te ayudaremos. Esta será la última vez que me verás aquí, pero estaré siempre contigo y con todos mis hijos. Conchita, debes visitar más a mi Hijo en el Sagrario. ¿Por qué te dejas llevar de la pereza para no visitarle? Él os está esperando día y noche. Conchita dice, entonces, a la Virgen:“¡Qué feliz soy cuando os veo! ¿Por qué no me llevas ahora contigo?”. Ella le contesta: – “Acuérdate de lo que te dije el día de tu santo. Cuando te presentes delante de Dios tienes que mostrarle tus manos, llenas de obras hechas por ti a favor de tus hermanos y para gloria de Dios. En este momento tienes las manos vacías”.

Así terminaron las Mariofanías en Garabandal. Los momentos felices que las niñas habían pasado con su Mamá Celestial habían terminado, pero sentían aún (y siguen sintiendo) su presencia y los frutos dejados en su alma. Conchita dijo de las Apariciones: “Me dejaron el alma llena de paz y alegría y de un gran deseo de vencer mis defectos y de amar al Señor y a su Madre Santísima con todas mis fuerzas”.

La esencia del Mensaje: los principales llamados de la Virgen

¿Por qué la Virgen se manifiesta en Garabandal como Nuestra Señora del Monte Carmelo? Quizá encontremos la respuesta en la espiritualidad mariana de la Orden Carmelita y en la que subyace en los Mensajes y las Apariciones. Quizá escogió aparecerse bajo esta advocación, estrechamente ligada al Escapulario marrón, como signo de nuestra consagración y de Su protección en los momentos decisivos que vivimos y, especialmente, en la hora de nuestra muerte.

Sea como fuere, la espiritualidad carmelitana se caracteriza por ser una vida de intimidad con Nuestra Madre, hasta el punto de poder definirse con la expresión medieval: “el Carmelo es todo de María”. Así lo reconoce también la Iglesia: “El Carmelo es totalmente mariano” (León XIII). Y si hay algo que caracteriza las apariciones de Garabandal es precisamente esto: ser (como dijo san Pablo VI) otra vida de la Virgen en esta tierra, que nos permite entrar en su intimidad, que convive con nosotros para mostrarse como una Madre llena de ternura y desvelos para con sus hijos, que nos dice al oído: “Te amo y deseo tu salvación”.

En Garabandal la Virgen del Carmen nos pide ser todo suyos, para llegar a ser propiedad de Su Hijo Jesús. ¿El camino para conseguirlo? El de la espiritualidad recia que nos propone en Sus Mensajes cuyo principio y fundamento es LA EUCARISTÍA. La Eucaristía es el tesoro de la Iglesia, es signo sacramental de la Presencia del Señor, de su Sacrificio y Comunión en el Banquete místico. La presencia alude a la presencia única, real, verdadera, substancial de la Persona divina de Cristo. En la Santa Misa se representa y actualiza el único sacrificio del Gólgota. Por la Eucaristía nos unimos íntimamente, en comunión, con Dios y entre nosotros a través suyo. En efecto, su centralidad es resaltada por la Virgen no sólo en los Mensajes (“hay que visitar al Santísimo”; “a la Eucaristía cada vez se le da menos importancia”) sino en muchos gestos como las comuniones místicas, las muchas visitas al Santísimo, por los gestos de adoración y reverencia que les hacía hacer a las niñas (por ejemplo, cuando salían de la Iglesia nunca daban la espalda al Sagrario: caminaban siempre de espaldas); la insistencia en que visitaran a Jesús en el Tabernáculo y le hicieran compañía; por el milagro eucarístico o “milagruco”. Además, en Garabandal (como veremos) la Virgen anuncia un futuro Gran Milagro, que tendrá lugar a las ocho y media de la noche de un jueves; la hora y el día tienen un significado especial, ya que es el día y la hora de la institución de la Eucaristía y que coincidirá, además, con la festividad de un santo mártir de la Eucaristía.

Junto al valor e importancia de la Eucaristía en la vida del creyente y de la Iglesia, destacan también las siguientes exhortaciones:

  • El rezo diario del Rosario. La Virgen no les pide: les “ordena” rezarlo.
  • La importancia de los sacramentales: crucifijos, medallas, rosarios, etc. Que la Virgen besaba impartiendo a través de ellos gracias especiales de sanación y conversión. Sobre todo, del Santo Escapulario. Habló de su importancia y lo llevó siempre en su brazo durante las Apariciones. En esta antigua advocación, la del Monte Carmelo, la Santísima Virgen lo ofrece como señal de su protección y prenda que nos asegura el Paraíso. El Escapulario no es un talismán sino el sello de un pacto de amor, de una consagración a María. Signo de nuestra entrega, de nuestra consagración a la Madre de Dios. Signo de que estamos dispuestos a enmendarnos y cambiar de vida haciendo un camino de conversión cuya meta es el encuentro con Dios.
  • La gravedad del pecado y la urgente necesidad del arrepentimiento: “Yo, vuestra Madre, por intercesión del ángel San Miguel, os quiero decir que os enmendéis…”. “Estáis en los últimos avisos”.
  • Como en Fátima Nuestra Madre nos llama, insistentemente, a la penitencia y al sacrificio como medios para la necesaria y apremiante conversión de nuestras vidas al Señor: “Hay que hacer muchos sacrificios, mucha penitencia”; “debéis sacrificaros más”.
  • La meditación de la Pasión del Señor: “pensad en la Pasión de Jesús”. Contemplación que nos ha de llevar a sacrificarnos, a imitar su amor. Meditando la Pasión recibimos luz para reconocer nuestros pecados y encontrarnos en la confesión sacramental con el perdón que nos libera y nos vuelve capaces de recibir las gracias.
  • La necesidad y eficacia de la oración de petición: “pedidlo con oración constante”. “Pedidnos sinceramente y nosotros os lo daremos”.
  • La llamada a rezar y sacrificarse por los sacerdotes. Un día la Virgen les dijo: – “Si vierais juntos a un ángel y a un sacerdote, tendríais que venerar primero al sacerdote”.
  • La necesidad e importancia de las buenas obras: “tenemos que ser muy buenos” (primer Mensaje); “cuando te presentes delante de Dios tienes que mostrarle tus manos, llenas de obras hechas por ti a favor de tus hermanos y para gloria de Dios” (a Conchita, 13/11/1965).
  • La obediencia: la importancia de obedecer siempre (a la legítima autoridad: padres, maestros, sacerdotes) y la modestia en el vestir. En Garabandal la Santísima Virgen insistía en ello. Ella sabía todo lo que venía…

La dimensión escatólogica o apocalíptica de Garabandal

Como en Fátima, antes, y en Akita, después, es un Ángel quien prepara la Aparición de la Madre de Dios. En Garabandal, sin embargo, el Arcángel san Miguel no se limita a preludiar la venida de la Virgen sino también a dar el último Mensaje. Este Arcángel, Príncipe de las Milicias Celestiales, a quien se invoca particularmente en los exorcismos, es el Protector de la Iglesia y quien aparece en el Apocalipsis en los combates finales. Por este motivo y porque en los Mensajes se alude a la Copa que se está llenando (1961) y, luego, que rebosa (1965) con el agregado de alertarnos “estáis en los últimos avisos”, de Garabandal se puede decir que además de eucarístico es escatológico, es decir de anuncio del final de los tiempos.

Al respecto se suele recordar la siguiente anécdota: el lunes 3 de junio de 1963 llega a Garabandal la noticia de la muerte del Papa Juan XXIII y Conchita (junto con su madre) sale en dirección a la Iglesia para rezar por el eterno descanso del pontífice. De camino, escucha en su interior la inconfundible voz de Nuestra Madre que le dice: “Después de este Papa, ya solo quedan tres; y después [será] el fin de los tiempos”. Al poco, la Virgen añade que, en realidad, habría otro más, pero que este “gobernaría a la Iglesia por muy poco tiempo” y por eso Ella no lo cuenta… Es decir que, con el Pontificado del Papa Francisco estaríamos ya en el inicio de esos tiempos finales. Y tal impresión concuerda con el hecho objetivo de verificarse la gran Apostasía profetizada, fuera y dentro de la Iglesia. Ahora bien, no se trata del fin del mundo sino del final o fin de los tiempos, esto es, del preludio a la Parusía o segunda venida de Cristo que inaugurará los tiempos nuevos de paz, con un nuevo Pentecostés y el triunfo del Corazón Inmaculado de María.

La Virgen María advirtió, además, de la llegada de una gran “tribulación” para la Iglesia, tan grave que, en palabras de las niñas, “(la Iglesia) dará la impresión de estar a punto de desaparecer”. A las niñas se les muestra el escenario político, social y religioso del mundo y de la Iglesia previo a la llegada de tres grandes acontecimientos: Aviso, Castigo y Milagro, que son un camino de purificación que el Señor, en su gran misericordia, ofrece a la humanidad como última oportunidad de conversión y como preparación del triunfo del Inmaculado Corazón, triunfo predicho en Fátima y confirmado por los mensajes de Garabandal, pero también de Medjugorje y otras Mariofanías recientes y revelaciones privadas a varios místicos.

El AVISO: Para preparar el milagro se dará un “Aviso” que vendrá directamente de Dios para prepararnos al gran Milagro. La única que sabía la fecha exacta era Mari Loli. El aviso se verá en el cielo desde cualquier parte del mundo y será sentido por todos, cualquiera que sea su condición y conocimiento de Dios, exactamente al mismo tiempo. Será una experiencia pavorosa de purificación porque, al mismo tiempo, veremos en el interior de nosotros mismos, en nuestra conciencia (que será “iluminada” sobrenaturalmente), el mal que hemos hecho y el bien que dejamos de hacer y sus consecuencias. Se nos revelarán nuestros pecados y veremos nuestra alma como la ve Dios. Pero antes, la situación de España y del mundo tiene que empeorar mucho. Se dará en el peor momento de una época de gran tribulación y persecución religiosa en la que “parecerá que los comunistas se han apoderado del mundo entero y será muy difícil practicar la religión, que los sacerdotes puedan decir Misa o que el pueblo pueda abrir las puertas de las Iglesias” (entrevista a Mari Loli de 19 de octubre de 1982).

El MILAGRO: En octubre de 1961, la Virgen comunicó a Conchita el Gran Milagro, más tarde también lo comunicó a las otras. Será mayor que el de Fátima, una gracia muy grande para convertir al mundo entero y para que cumplamos el Mensaje. Conchita dice que ocurrirá un jueves por la noche entre los días 8 al 16; de marzo a mayo. Al ver el día en el calendario se dio cuenta de que ese día se celebra a un santo mártir relacionado con la Eucaristía y de nombre raro (no común). El milagro será visible (y se podrá fotografiar, filmar y retransmitir) pero intangible (no se podrá tocar). Nadie pondrá en duda que su origen es sobrenatural, divino. Durará un cuarto de hora y dejará una señal visible y permanente (hasta el fin del mundo) en los pinos. Coincidirá, además, con un gran evento eclesial. Se podrá ver en Garabandal y en las montañas de alrededor. Sanarán los enfermos que estén allí, los pecadores se convertirán y los ateos e incrédulos creerán. Conchita sabe la fecha del Milagro (que ocurrirá antes de un año después del Aviso) y lo anunciará con ocho días de anticipación. Se cree que este Gran Milagro coincide con el Signo anunciado como tercer Secreto en Medjugorje y que pueda tener réplicas exactas en los lugares del mundo en los que se ha aparecido la Virgen a lo largo de la historia.

El CASTIGO: Si después del Aviso y del Milagro el mundo no cambia, vendrá un castigo muy grande como purificación de toda la humanidad. No será de orden natural, sino que vendrá directamente de Dios. Dice Conchita: “El Castigo, si no cambiamos, será horrible. Nosotras, Loli, Jacinta y yo, lo hemos visto; pero yo no puedo decir en qué consiste, porque no tengo permiso de la Virgen. Cuando lo vi, sentí un grandísimo temor, ¡y eso que estaba viendo al mismo tiempo a la Virgen en toda su belleza e indescriptible bondad!”. Luego, el Castigo está condicionado a nuestra respuesta tras el Aviso y el Milagro. Será como para reprendernos de que no hemos hecho caso a todas las llamadas y advertencias de Nuestra Madre, a los Mensajes de Nuestra Señora del Monte Carmelo de Garabandal que nos dice a cada uno: “Os quiero mucho y no quiero vuestra condenación”.

Sea como fuere el contenido profético del Mensaje de Garabandal (como el de La Salette, Fátima o Akita) es un mensaje de esperanza, de confianza y seguridad: porque, después del Castigo (cfr. 2 Pedro 3, 12), al final, el Corazón Inmaculado de María triunfará (como Ella misma asegura en Fátima y Medjugorje). Y, así, amanecerá después un mundo y una humanidad nuevos (renovados por un nuevo Pentecostés) en el que reinarán los Sagrados Corazones triunfantes de Jesús y de María (cfr. 2 Pedro 3, 13): el “Reino de los mil años” (cfr. Ap 20,1-6) con el que se iniciará una nueva era de paz universal que precederá a la Parusía o última y definitiva Venida visible de Cristo en poder y gloria, el día del Juicio Final​ y la resurrección de la carne (cfr. Mt 25,31ss; 1 Cor 15, 23; 1 Tes 4, 16-17; 2 Tes 2, 8; Ap 20,7-15) cuyo día y hora nadie sabe (cfr. Mt 24,36).

Para todo esto, para preparar la venida de Su Hijo y consumar Su maternidad espiritual como Corredentora y Abogada de la humanidad y Medianera de todas las gracias, se aparece la Madre de Dios y Madre Nuestra, la Bienaventurada siempre Virgen María. Su único deseo es lograr que todos estemos, un día, con Ella en el Cielo, porque, como le aseguró a Conchita, cuando se despidió de ella: – “Os quiero mucho y deseo vuestra salvación”.

Francisco José Cortes Blasco

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