Por el Padre Rafael

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Junto a la cruz de Jesús estaba su Madre
San Juan 19, 25-27

“Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: “Mujer, aquí tienes a tu hijo”.

Luego dijo al discípulo: “Aquí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa.”

 

En la cumbre de la inmolación, está a los pies de Jesús, la Madre del Señor, viviendo en profundidad total el calvario y sufrimiento de su Hijo. También está el joven apóstol Juan, consagrado en la Ultima Cena sacerdote de Jesucristo, para asociar eucarísticamente a toda la Iglesia con el altar de la Cruz, lugar y momento donde reconoce la  Maternidad de María como don para todos nosotros.

En esta realidad misteriosa del Sacerdocio, que abraza al Crucificado y hace suyo su Calvario, participa la Madre del Redentor, cuya sangre derramada es la que Ella misma le otorgó a su Hijo  Jesucristo, en la gestación. Y el Cuerpo lacerado y clavado fue nutrido y cobijado por sus brazos y por su maternal Corazón.

Ella es la “Madre” que dice “Hágase” al designio de Salvación y de la ofrenda de la Víctima para el sacrificio, en la patena de la misericordia. Es la Madre del Sacerdote Sumo y Eterno, que es Cordero y Víctima. Es la Madre del Sacerdocio de la Iglesia y por eso es Madre del Apóstol Juan, sacerdote de Cristo y de todos los sacerdotes.

En la escena de la Cruz, el Maestro da a conocer a su discípulo, la esencia de la identidad sacerdotal: ser la ofrenda, la víctima de amor, para gloria de Dios y en rescate de la humanidad, aferrado al Corazón traspasado de la Madre Dolorosa.

Decía el Papa Emérito Benedicto XVI: “…Existe un nexo entre la Virgen y el sacerdocio. Es un nexo profundamente enraizado en el misterio de la Encarnación. Cuando Dios decidió hacerse hombre en su Hijo, necesitaba el “sí” libre de una criatura suya. Dios no actúa contra nuestra libertad. Y sucede algo realmente extraordinario: Dios se hace dependiente de la libertad, del “sí” de una criatura suya; espera este “sí”.”

El “sí” de María que es, por consiguiente, la puerta por la que Dios pudo entrar en el mundo y hacerse hombre, colabora con el “sí” de un sacerdote, que entrega, en el gozo del amor de Dios, su vida al servicio del Reino de Cristo, que es el bien verdadero de sus hermanos. El corazón humano del sacerdote, comprende la ciencia del sacrificio  generoso en el Corazón de María, el mismo Corazón que nutrió de amor maternal y de vida humana al Corazón de Jesús. En los brazos maternales y virginales de nuestra Madre, el presbítero va sumergiéndose en el aprendizaje de la pureza y la confianza, en el trabajo silencioso, en la abnegación sagrada y en la laboriosidad de la oración.

Así María está real y profundamente involucrada en el nacimiento del ministerio sacerdotal, por estarlo en el de la Encarnación, de nuestra salvación. Del mismo modo como el “hacerse hombre” del Verbo, desde el inicio estaba orientado al don de sí mismo, para entregarse con mucho amor en la cruz, a fin de convertirse en pan para la vida del mundo, también el sacerdote se va configurando con esa entrega eucarística de todos los días, bajo el amparo y compañía de su Madre, la Virgen María.

Esa fue la escuela de vida del Padre Rafael Zacarías. En los brazos maternales de María, fue conociendo los misterios de la Fe, de la salvación y del sacerdocio, pero con la mirada humilde, pura y modesta de María. Bajo esta perspectiva, en la sencillez se ama generosamente lo sagrado de la vida, en el abandono se abraza el sacrificio sin límites, y en la confianza se vive el amor hasta la inmolación. Un buen hijo de María se hace pequeño, para engrandecer al Hijo de Dios que le regaló a su propia Madre, para que siendo sacerdote de sus misterios, los viva a los pies de la Cruz pero sonriente, mirando con ojos de ternura, la mirada ondosa y maternal de la Reina de la Paz. Mirándola en una oración y en una canción se fue en sus brazos el Padre Rafael.

 

REGNUM DEI

“Cuius regni non erit finis”

Padrepatricio.com

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