María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume.” (Juan 12, 1-11)

María, hermana de Marta y Lázaro, antes había ungido los píes de Jesús, como signo de penitencia y reparación. Ahora unge también la cabeza, como signo de la realeza de Jesús, no solo por ser el Primogénito, al que todo se ha de someter, incluso hasta la misma muerte ha de quedar vencida bajo el imperio de su Sangre Redentora, sino que también, al ungir a cabeza del Rey de reyes, está reconociendo la corona del sacrificio del Cordero de Dios, que abrazará el dolor en un grado de humillación, tortura e intensidad, como ningún otro ser humano, con el deseo de disminuir nuestros padecimientos, suavizarnos el yugo y liberarnos del mal de nuestros pecados.

Es por eso que la hermana de Lázaro tenía que ejercer este servicio, que habitualmente los criados daban a sus señores, ya que bien conocía Ella, la que había preferido la mejor parte, dedicándose a escuchar y contemplar al Señor, sobre la omnipotencia del amor misericordioso de Jesús, cuyas lágrimas y oración llamaron a la vida a su Lázaro, que días llevaba ya muerto.
Ese es el valor del sacrificio, el ayuno, el santo rosario y la meditación de la palabra del Señor, que purifican nuestra voluntad, de las inclinaciones del orgullo, del afán de compararse o ser exclusivos, de la vanagloria y los celos, así como también nos libran de la tentación de los juicios temerarios, del resentimiento, de la envidia y de la intriga.

Lamentable ejemplo de estos pecados fue naturalmente Judas Iscariote, que se precipitó en la intriga y en la ambición, desacreditando el rito de fervor y piedad de la discípula de Betania.

¿Cuántas veces nuestras acciones, omisiones, comentarios o silencios estratégicos responden a nuestros cálculos de intriga y al afán de proteger de modo egoísta nuestros intereses o protagonismos. Sin darnos cuenta, muchas veces podemos valernos de los tesoros que Dios nos da, para nuestro beneficio personal, o para alcanzar reconocimientos y admiración.

La Reina de la Paz nos dice:

Mensaje, 4 de diciembre de 1986

“¡Queridos hijos! También hoy los invito a preparar sus corazones para estos días, en los que el Señor desea purificarlos de manera especial de todos los pecados de su pasado. Ustedes, queridos hijos, no pueden hacerlo solos. Por eso, Yo estoy aquí para ayudarles. Oren, queridos hijos, sólo así podrán conocer todo el mal que hay en ustedes y ofrecerlo al Señor, a fin de que el Señor pueda purificar sus corazones de todo. Por tanto, queridos hijos, oren sin cesar y preparen sus corazones con la penitencia y el ayuno. Gracias por haber respondido a mi llamado! ”

Que esté Lunes Santo no termine sin pedir la gracia de un cuidadoso examen de conciencia y una preparación generosa al Sacramento de la Confesión, para que el Señor pueda purificar nuestro propio corazón.

Mi oración y bendición para usted
Atentamente en Jesús, María y José…Padre Patricio Javier

REGNUM DEI
“Cuius regni non erit finis”

Padre Patricio
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