“Había un Rey que tenía muchos hijos y juntos vivían muy felices.  Cierta noche, un enemigo del Rey vino y sigilosamente ingresó al castillo y adormeciendo a los príncipes los capturó y los metió en una gran jaula y se los llevó lejos de su Padre.  Astutamente, el enemigo les hizo creer que estando cautivos ellos serían realmente libres.  Poco a poco, los príncipes fueron aceptando como verdad aquel engaño.  Fue así que dejaron de ver las finas cuerdas a las que estaban atados por el enemigo, que actuaba sobre ellos como un experto marionetista, sin hacerse notar.

Día y noche, el Rey intentaba liberar a sus hijos, pero ellos llegaron a rechazarlo y amaron la esclavitud, a la que ahora llamaban ‘libertad’ y a las tinieblas ahora les llamaban ‘luz’.  Sin embargo, el Rey no se cansaba de hacer algo cada día por rescatar a sus hijos.  Con mucha paciencia, pudo el Rey lograr que algunos de sus hijos -pocos en realidad- se despertasen del letargo y se dieran cuenta de su esclavitud.  Estos, poco a poco fueron liberándose de la ilusión a la que el enemigo les había sometido, y al lograr despertar comenzaron a ver la Verdad y amaron la Luz. 

El enemigo comenzó a sospechar que algo no andaba bien con su plan y presionó a todos: “Yo los saqué de la esclavitud y del engaño.  Quien piensa distinto de mí, es que me odia.  Y quien me odia no merece vivir.  ¡Les hablo en nombre de la libertad verdadera!”.  Todos los adormecidos le dieron la razón, y estaban convencidos de que quien pensase distinto a ellos estaba equivocado y enfermo. 

Desde entonces, los pocos hijos del Rey que recuperaron la libertad intentan despertar a sus hermanos, y sufren la persecución del enemigo.  Ellos le han vencido y han roto los lazos que los ataban a él, ellos pueden entrar y salir de la inmensa jaula sin ser notados.  El enemigo les llama conspiradores y los considera peligrosos, pues ya no le pertenecen.

Los pocos hijos del Rey que recuperaron la libertad esperan confiados la victoria final de Su Padre, que aguarda el momento preciso para liberar Él mismo a sus hijos”.

 

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El Rey es Dios.  Los hijos del Rey son los seres humanos, creados a Su imagen y redimidos en esperanza por la Sangre de Jesucristo.  El enemigo es Satanás.  Los pocos hijos del Rey que han vencido el letargo de la jaula son los santos y todos los creyentes que en distintos momentos de la historia de la Iglesia han conocido la Verdad y son libres en su corazón.  Los hijos del Rey que permanecen aletargados son la inmensa masa de gente que no ve la luz ni vive en la verdad, engañados por Satanás y por las falsas luces del mundo, son los ‘mundanos’.  La gran jaula es el mundo, este sistema de ideas y estilos de vida que son ajenos al Evangelio y que no proporcionan discernimiento verdadero al ser humano, sino que, por el contrario, lo adormecen y vuelven miope a las cosas eternas y verdaderas.

Los creyentes que tienen una fe viva son los que logran vencer al mundo y al enemigo.  Estos creyentes están obligados a vivir de modo distinto al que vive la inmensa masa de gente que se deja llevar por las “tendencias” y las “modas” del mundo.  Los creyentes que han superado el dominio de Satanás y del mundo experimentan en sí mismos la gloriosa libertad de los hijos de Dios y esperan la plena liberación de ellos y sus hermanos cuando venga el Rey, Jesucristo.

Mientras se espera la llegada del Rey, los creyentes que tienen una fe viva, los que han experimentado el amor de Dios en sus corazones, actúan en el mundo como conspiradores, como clandestinos incendiarios del Espíritu Santo, como silenciosos rebeldes que se esfuerzan de diversas maneras por despertar a sus hermanos que están atrapados en el sueño del pecado y en el letargo de la mundanidad.

Estos creyentes de fe viva sufren la persecución y el enemigo ha puesto precio a sus cabezas, por lo que muchas veces son sometidos a tentaciones diversas, pero Dios les ayuda en medio de su debilidad y cuentan ellos con la fuerza del cielo y la protección de los ángeles.

Día y noche, estos creyentes de fe viva rezan y se sacrifican para que más hombres y mujeres, hijos del Rey, despierten del sueño del pecado y del letargo del mundo.  La batalla por ganar más almas para Dios no es fácil y demanda el compromiso de toda la vida.  Frente a ello, el mundo y Satanás infunden a través de los medios de masificación, de las tendencias y modas que inventan, el temor a pensar distinto, la debilidad en las convicciones religiosas y morales y la cobardía de dar testimonio de la fe.  El enemigo es muy astuto y busca por medio de sistemas políticos y de gobierno instaurar un pensamiento único, que tiene unas coordenadas bien definidas: quiere la muerte de los hijos de Dios introduciendo en la mente de la sociedad la idea de que morir es bueno y matar es admisible, por ello promueve el aborto, la ideología de género y “nuevas formas” de familia y de matrimonio.

El enemigo ha instaurado una dictadura silenciosa en la que quien piensa y vive distinto es condenado a perder sus derechos, por esta razón promueve a diversos niveles la idea de una “aldea global” que va acabando con las culturas locales y con la fe religiosa de los pueblos.  Poco a poco, el enemigo por medio de sus lacayos va intentando instituir el delito de opinión y quiere borrar y echar en el olvido la libertad de conciencia y el derecho a la objeción de conciencia, de hecho, esto ya lo ha planteado en algunos países del mundo por boca de algunos líderes ‘globales’.

El enemigo es tan sutil que no ha dudado en adueñarse de los medios de propaganda y de masificación: TV, radio, periódicos, internet, redes sociales.  A través de estos medios el enemigo día y noche infunde sus ideas y transforma la mente de los hijos de Dios, reduciendo su pensamiento a la superficialidad de la mundanidad y la vanidad.  Valiéndose de la indolencia y de la ramplonería de muchos gobernantes, el enemigo ha ido forjando generaciones de seres humanos que cada vez leen menos, piensan menos y razonan menos.  Por ello en las grandes ciudades muchos empleados y trabajadores solo viven para trabajar y apenas pueden descansar y razonar.  De este modo, el enemigo va destruyendo los matrimonios, las familias, la fe religiosa y la misma Iglesia, que ya no puede contar con el compromiso de sus fieles, pues apenas tienen un poco de tiempo para vivir.  Así, el enemigo impide a las grandes masas el pensar, el criticar, el descansar, el rezar, el salvarse.

Frente a esta situación, Dios sigue buscando a sus hijos para que no lleguen a la muerte eterna que Satanás les quiere facilitar.  Dios sigue llamando a más hijos suyos a despertar del letargo y del sueño mundano. Porque no quiere que sus hijos mueran.  Dios sigue llamando y son pocos los que le responden.  Por eso hay pocas vocaciones a la vida religiosa y al sacerdocio, y tampoco son muchos los fieles que se comprometen a un apostolado efectivo para el bien de la Iglesia y del mundo.  Pero Dios sigue hablando a sus hijos, aunque ellos por lo general no se detienen a escucharle.  En medio de un mundo en el que las fuerzas del bien parecen fracasar, Dios -por medio de sus servidores- prepara una gran victoria.

Esta historia es la más real que puede existir y tiene un final abierto y pendiente.  ¿En qué terminará? El desenlace de esta historia depende de nuestra actitud y de nuestras decisiones.  Mientras tanto, Dios y sus elegidos siguen trabajando en el silencio de su oración y sacrificios.  El enemigo se ha apoderado del mundo y se ha hecho su príncipe.  Frente a ello, Dios -el Rey y dueño de la Creación, del Universo y del cosmos-, se ha visto obligado por el pecado del hombre a actuar de manera silenciosa y oculta en el mundo y envía a los discípulos de Su Hijo Jesucristo para que del mismo modo instauren el Reino, encendiendo el fuego del Espíritu Santo y despertando a todos los que están adormecidos por el mundo presente.

El desenlace de esta historia dependerá de tu decisión y de la mía.  Dios -que puede resolver todo esto solo- ha preferido necesitar de cada uno de sus hijos para comunicar la Verdad y así salvarnos.  Como lo dijo San Agustín: “Dios, que te creó sin ti, no te salvará sin ti”.

 

Algunas preguntas para la reflexión:

  • ¿Te sientes respetado cuando manifiestas tu fe católica ante tus amigos, familiares o compañeros de estudio o trabajo en general?
  • ¿Te das cuenta de la manipulación sutil que ejercen los medios de propaganda sobre las personas?
  • ¿Crees que es importante ser crítico con relación al pensamiento reinante en la sociedad, por ejemplo, acerca de temas morales?
  • ¿Te dejas llevar de modo acrítico por el pensamiento de la mayoría acerca de temas como: El respeto a la vida del concebido, las “nuevas formas” de matrimonio, las ideas sobre el uso de drogas, el amor libre o el concepto del sexo sin compromiso?
  • ¿Te das cuenta de que la fe en Jesucristo te obliga por sí misma a tomar una postura diferente al pensar mundano?
  • ¿Qué crees que sea necesario para vivir de modo coherente con tu fe en el día a día?

 

Algunos textos bíblicos para meditar:

1ra carta de San Juan, capítulo 2, versículo 15:

“No amen al mundo ni nada de lo que hay en el mundo.  Si alguien ama al mundo, el amor del Padre no está en él”.

Carta de San Pablo a los Romanos, capítulo 12, versículo 2:

“No se amolden al mundo actual, sino transfórmense por la renovación de su mente.  Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, lo bueno, lo que agrada, lo perfecto”.

Evangelio según San Marcos, capítulo 8, versículo 36:

“¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde el alma?”

Carta de San Pablo a Tito, capítulo 2, versículos 11 al 12:

“Dios ha manifestado a toda la humanidad Su gracia, la que trae salvación y nos enseña a rechazar la impiedad y las pasiones mundanas.  Así podremos vivir en este mundo con justicia, piedad y dominio propio”.

Evangelio según San Juan, capítulo 16, versículo 33:

“Yo les he dicho todas estas cosas para que en mí tengan paz.  En este mundo afrontarán muchas aflicciones, pero confíen: Yo he vencido al mundo”

2da Carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 10, versículo 3:

“Pues, aunque vivimos en el mundo, no libramos batallas como lo hace el mundo”.

Carta de Santiago, capítulo 4, versículo 4:

“¡Oh generación adúltera!  ¿No saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios?  Si alguien quiere ser amigo del mundo se vuelve enemigo de Dios”.

1ra Carta de San Juan, capítulo 5, versículo 4:

“Porque todo el que ha nacido de Dios vence al mundo.  Ésta es la victoria que vence al mundo: nuestra fe”.

1ra Carta de San Juan, capítulo 2, versículo 16:

“Porque nada de lo que hay en el mundo –los malos deseos de la carne, la codicia de los ojos, y el orgullo de la vida- proviene del Padre sino del mundo”.

Evangelio según San Juan, capítulo 14, versículo 27:

“La paz les dejo, mi paz les doy.  No se la doy a ustedes como la da el mundo.  No se angustien ni se acobarden”.

Carta de Santiago, capítulo 1, versículo 27:

“La religión pura y sin mancha delante de Dios nuestro Padre es ésta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones y conservarse limpio en medio de la corrupción del mundo presente”.

 

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