Señor mío, estoy en tinieblas  no dudo de nada Señor, pero no veo luz. Muchas veces me parece que estoy solo pues llamo y no se me abre, busco y no encuentro, soy pero no estoy. Me avergüenza tener este sentimiento de soledad, cuando Tú lo llenas todo,  pero no puedo evitarlo, y aunque no te amo para obtener, al menos quisiera sentir ese amor hacia ti. No se trata de ser correspondido pues Tú eres amor. Se trata de ser tuyo, como Tú mereces.

¿Por qué este desasosiego, esta zozobra, esta angustia? ¿Será falta de fe? ¿Será que en el fondo no soy merecedor de formar parte de tu proyecto? ¿Será que no he cumplido las expectativas que tenías puestas en mí?

Estoy ante Ti, mi Señor, y siento tristeza por mi tristeza. Mírame y seré sanado, Señor. O quizás lo que tenga que hacer es continuar mirándote, y esperar en ti, esperar contigo y esperar por ti.

Soy todo tuyo, mi Dios. Procede en consecuencia. Aquí estoy Señor. Te creo, te amo, te adoro y te espero.

Y te tengo a ti Madre, Reina de la Paz. Menos mal que te tengo a ti. Siento tu protección, tu amparo, tu abrazo maternal que me cubre hoy con tu manto amoroso.

Estás conmigo, siempre estás conmigo, nunca estoy solo. Cuando todo parece desvanecerse tu mano aparece para rescatarme y devolverme al camino correcto, a la senda angosta y estrecha, a la verdad. Tú me devuelves la alegría en los momentos de temor, la serenidad en la duda, la rectitud en la caída y la paz en la turbación. Gracias Madre.

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