El obispo de la diócesis de Zamora, España, Mons. Fernando Valera Sánchez, presidió la Santa Misa del viernes 5 de septiembre de 2025, en el altar exterior de la iglesia Santiago Apóstol en Medjugorje. Concelebraron con él, el párroco de Medjugorje, fray Zvonimir Pavičić, junto con otros 75 sacerdotes. El rezo del rosario previo a la misa estuvo a cargo de fray Karlo Lovrić.
El obispo llegó desde España acompañado por un grupo de unos cuarenta peregrinos. La peregrinación fue organizada por María Vallejo-Nágera, escritora española convertida en Medjugorje. Entre los integrantes del grupo se encontraba también el embajador de España en la República de Croacia, José Ramón García Hernández.
A continuación, reproducimos íntegramente la homilía del obispo Fernando Valera Sánchez:
VINO NUEVO EN ODRES NUEVOS
Sr. Párroco, hermanos sacerdotes, religiosos, religiosas, hermanos, hermanas en el Señor: ¡PAZ Y BIEN!
Y por El (JESUS) y para Él quiso reconciliar todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, haciendo la paz, por la sangre de su cruz.
Por eso, estamos en este lugar de gracia, donde María, Reina de la Paz, nos lleva de la mano al Misterio de la Cruz del Señor. Aquí donde el cielo y la tierra se unen en un Misterio de Amor. Aquí donde se abren las puertas del paraíso desde la misericordia de un Dios que nos vuelve a repetir: TU ERES MI HIJO AMADO, MI PREDILECTO.
El drama del hombre moderno es la pérdida del gusto por la vida eterna (quizá la escuela litúrgica): EL VINO NUEVO DE CRISTOes la única capaz, hoy, como en los tiempos de la Iglesia primitiva, de quitar la capa de plomo de nuestro mundo materialista y de infundirle de nuevo el gusto por la vida eterna (D. Gerardl).
Esa es nuestra intención en cada una de nuestras peregrinaciones DESCUBRIR QUE EL CIELO TIENE CORAZON DE MADRE Y NOSOTROS SOMOS HOMBRES Y MUJERES HABITADOS POR EL AMOR.
Somos TEMPLOS DEL ESPIRITU SANTO y Él nos habita en lo más profundo de nuestro ser. Por eso mismo, aquí descubrimos que se puede ver con el corazón LA FE NO SOLO MIRA A JESUS, SINO QUE MIRA DESDE EL PUNTO DE VISTA DE JESUS, CON SUS OJOS, ES UNA PARTICIPACION EN SU MODO DE VER (lumen fidei, 18). Mirar la historia y la propia vida desde el punto de vista del Señor.
La experiencia que estamos viviendo es la de que es posible, como los discípulos en el Tabor, verla gloria de Dios, y esta, modifica tus ojos, los hace semejantes a los suyos, pues le vemos tal cual es. Un corazón tocado por el amor y la resurrección, con un modo interior que transfigura. Todas las cosas son vistas desde su luz interior. Quien está a tu lado tiene una luz propia, que tú puedes contemplar.
En el contacto con Jesús de carne y hueso, que prepara los ojos de sus discípulos para contemplar y dar testimonio de su gloria EL CUERPO EUCARISTICO DE JESUS, prepara nuestros ojos para ver con el corazón.
Los odres nuevos que reciben el vino nuevo de la sangre de Cristo: CUANTO ARDIA NUESTRO CORAZON, escuchando sus palabras, comiendo el pan de la Eucaristía. Es la Palabra que trabaja por dentro, la Eucaristía que configura con Cristo: la realidad cotidiana, tu familia, tu sacerdocio, tu vida religiosa… se contempla desde el interior transfigurado.
Es uno de los mensajes de la Reina de la Paz: LA ORACION ILUMINE LOS OJOS DE VUESTRO CORAZON PARA QUE COMPRENDAIS CUAL ES LA ESPERANZA A LA QUE OS LLAMA (Ef. 1, 18).
Vivir ligeros de equipaje, desprendidos, pobres, sencillos. Ayunando de mundanidad, esa que se introduce poco a poco: Romano Guardini dice que nuestros ojos ven más de lo que creemos: cuando miramos a alguien a los ojos, vemos su alma, el centro personal desde donde soy consciente de mí mismo. Y puedo elegir abrir o velar mi interioridad. Es un cariño interior. Nuestros ojos son nuestro interior. Veo el Misterio, veo mi pequeñez.
Humildes, confesándose pecadores, dejándose perdonar, deseando el último puesto y sirviendo en todo.
El Señor llena del vino nuevo con su Espíritu tu interior. Rompe la tentación de vivir un cristianismo sin cruz.
EL BIEN SE DIFUNDE (S. Agustín), custodiando la ternura que es fortaleza de ánimo como la de San José. Compasivos, con amor.
Salimos de aquí con el milagro de ser hombres y mujeres habitados interiormente por el amor. Sin miedo a la bondad y al bien. Con el deseo de adentrarnos en la aventura apasionante del amor lleno de ternura que María nos ha hecho ver con su abrazo de amor a cada uno de nosotros.
Dios os bendiga con el don de la alegría, de la paz y del bien.