En el Evangelio tenemos un pasaje característico de cuando Jesús murió en la cruz y fue sepultado. Es un pasaje sobre los discípulos de Emaús. Jesús murió, fue sepultado y los apóstoles, los discípulos pensaron: ¡se acabó! Aquí están los discípulos de Emaús, quienes, volviendo a casa y saliendo de Jerusalén, dijeron: Jesús era un gran hombre de Dios, anunciaba bien el reino de Dios, nos amaba a todos, amaba a la gente, ayudaba a los enfermos, consolaba a todos, sanaba… Pensábamos que era el Mesías. Pero está muerto, está sepultado, ¡se acabó!

También Pedro tuvo el mismo pensamiento cuando les dijo a los demás apóstoles: vamos a pescar. Pescar como antes, antes de encontrar a Jesús. ¡Porque Jesús está muerto, está sepultado, se acabó!

Dos acontecimientos cambiaron completamente la vida de los apóstoles y de la Iglesia: la resurrección de Jesús, Jesús está vivo. Fue un grito pascual: Jesús está vivo, está vivo. Y la venida del Espíritu Santo. Estos dos acontecimientos juntos crearon la Iglesia. Estos dos acontecimientos juntos dieron vida, vitalidad, creatividad y fuerza a toda la Iglesia, a los apóstoles. Él está vivo, está vivo para siempre.

En el Evangelio según Juan, Él, Jesús vivo, se aparece a los apóstoles y les dirige palabras profundas, específicas de este lugar santo de Medjugorje: ¡la paz sea con ustedes! Jesús vivo, vivo por siempre, Dios, da la paz. Al mismo tiempo, sopló en los apóstoles y les dijo: reciban, reciban el Espíritu Santo.

En el Espíritu Santo y en Jesús vivo, los apóstoles volvieron a ver la vida de Jesús con ellos, volvieron a ver a Jesús en toda la historia de la Antigua Alianza y del Antiguo Testamento, vieron la cruz de Jesús y el Evangelio de Juan como la gloria de Dios. La gloria de Dios significa Su presencia viva y verdadera. Comprendieron el valor de la cruz en la que Jesús clavó todos nuestros pecados y al morir los hizo morir.

En el Espíritu Santo comprendieron el valor de la Eucaristía, de la Última Cena. Comprendieron la presencia verdadera, viva y real del Señor en Su Palabra y en la Eucaristía. Volvieron a vivir.

En los Hechos de los Apóstoles tenemos otra gran presentación de la venida del Espíritu Santo. Entendieron que la Iglesia nació en el Espíritu Santo. Y con ellos estaba María, la Madre de Jesús. Y desde allí partieron a proclamar el Evangelio al mundo entero. Ellos, pobres, analfabetos, sin ningún valor, con Jesús vivo, Resucitado y en el Espíritu Santo, fueron por todo el mundo. Y en veinte, treinta años, la vida del Señor vivo, la vida del Espíritu Santo se difundió en muchas partes del mundo, aquí está la Pascua del Señor, aquí está la Pascua de los apóstoles, aquí está la Pascua de la Iglesia, aquí está nuestra Pascua, aquí está mi Pascua.

¡Él, el Señor, está vivo! Y en el Espíritu Santo yo también estoy vivo en Él y Él en mí. Él, el Señor Jesús, está vivo y al darme el Espíritu Santo, hizo mi vida fuerte, creativa, llena de voluntad, llena de alegría y paz. ¡Así sea para tí que me estás escuchando! ¡Jesús está vivo! En el Espíritu Santo, en Él puedes llevar una vida llena de vitalidad, creatividad y de gran bien para el mundo entero. En el Espíritu Santo te digo: ¡Feliz Pascua, Feliz Pascua en el Señor Jesús, que vive!

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