La Palabra de Dios en Lucas 2:8-11 y 14-18, te dice:

“En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno sus rebaños durante la noche.

De pronto, se les apareció el Angel del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos sintieron un gran temor, pero el Angel les dijo: «No teman, porque les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor…

Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado».

Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre.

Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que los escuchaban quedaron admirados de que decían los pastores.

El Espíritu de Dios te toca y te sana

Los pastores de Belén

El evangelista Lucas narra que en la misma región donde nace el Hijo de Dios, también había pastores que hacían turnos durante la noche para cuidar a las ovejas, y de este modo protegerlas de los ladrones y de las fieras.

Era frecuente que los pastores de Belén se ocuparan de cuidar el rebaño del templo; y por lo tanto que también hayan protegido y cuidado a los corderos usados ​​en los sacrificios que se ofrecían en el templo.

Los pastores y el nacimiento de Jesús coinciden en tiempo y en lugar.  Y nada es casualidad, más bien es “causalidad”, es decir que Dios lo permite porque hay una causa o un motivo. Del mismo modo, hay quienes llaman coincidencia, a lo que yo llamo “Diosidencia”; es decir, algo que sucede porque está en el plan salvífico de Dios.

Y en esta ocasión, la causalidad o la Diosidencia hace converger el momento y el lugar en el que se cruzan el camino de los pastores. con el momento del nacimiento del Hijo de Dios.

A través de este signo, Dios nos presenta a los humildes pastores como ejemplo sobre el cual moldear algunos aspectos de nuestras vidas, como por ejemplo: la fidelidad y la humildad.

Si lo pensamos detenidamente, es sorprendente que los primeros a los que Dios transmite la buena noticia hayan sido unos sencillos pastores; hombres que vivían y trabajaban en las periferias de Belén; periferias no solo geográficas, sino también existenciales.

Efectivamente, los pastores eran despreciados en gran medida por los israelitas más observantes, ya que ellos -al tener que cuidar y atender las necesidades de los rebaños de ovejas- no podían cumplir todos los detalles de las leyes ceremoniales y los preceptos.

Aun hoy, en las afueras de la ciudad de Belén, se encuentra el complejo religioso de jardines, cuevas, Iglesia y restos arqueológicos, llamado “Campo de los pastores”.

Cada año suelo guiar una peregrinación latinoamericana a Tierra Santa, y cuando visitamos las cuevas del “Campo de los pastores”, invito a los peregrinos a pedir la gracia de tener un corazón humilde y fiel, semejante al de los pastores.

Asimismo, con frecuencia nos hemos cruzado en calles y senderos del lugar, a pastores que vestidos al estilo oriental, guían sus rebaños de ovejas; lo cual -al hacer una contemplación del nacimiento de Jesús-, nos ayuda a imaginar a los pastores del tiempo de la primera Navidad.

La Reina de la Paz, a través de un mensaje que comunicó en Medjugorje a través de Jelena Vasilij, el 21 de diciembre de 1984, nos pide: “Yo deseo que ustedes sean como una flor que florece en Navidad para Jesús. Una flor que no deje de seguir floreciendo cuando la Navidad haya pasado. Deseo que sus corazones sean como los de los pastores [de Belén] delante de Jesús.”

La misma Jelena, explica un hecho extraordinario que le sucedió en 1984, cuando Dios le permitió contemplar el nacimiento de Jesús: “Un poco más lejos del establo hay un grupo de pastores que custodian sus rebaños. Están cansados y algunos ya duermen. De repente, un ángel se acerca a ellos y les dice ‘pastores, escuchen la buena nueva; ¡Dios ha nacido en medio de ustedes! Lo encontrarán en el pesebre del establo”.

Los pastores estaban realizando lo que le correspondía hacer. Lo hacían bien a pesar de la incomodidad de la labor y del frío que en esa época hacia y aun hoy se siente en la región. Hacían bien la tarea que se les había encomendado, sin encontrar excusas, a pesar de que no siempre eran valorados por la gente del pueblo, y en ocasiones incluso eran despreciados.

Ellos nos enseñan a ser fieles a la vocación y a la misión que Dios nos ha encomendado, más allá de las dificultades de la vida, y las contrariedades que nos vengan de otras personas que no nos quieran.

Entregar nuestra fragilidad

Antes de finalizar, quiero compartir contigo un hermoso relato que compartió el Papa Francisco, dirigido especialmente para quienes piensan que no tienen nada que regalar a Jesús.

“Una hermosa leyenda cuenta que, cuando Jesús nació, los pastores corrían hacia la gruta llevando muchos regalos.

Cada uno llevaba lo que tenía: unos, el fruto de su trabajo, otros, algo de valor. Pero mientras todos los pastores se esforzaban, con generosidad, en llevar lo mejor, había uno que no tenía nada. Este pastor era muy pobre, no tenía nada que ofrecer. Y mientras los demás competían en presentar sus regalos, él se mantenía apartado, con vergüenza.

En un determinado momento, San José y la Virgen se vieron en dificultad para recibir todos los regalos, sobre todo María, que debía tener en brazos al Niño. Entonces, viendo a aquel pastor con las manos vacías, le pidió que se acercara. Y le puso a Jesús en sus manos.

El pastor, tomándolo, se dio cuenta de que había recibido lo que no se merecía, que tenía entre sus brazos el regalo más grande de la historia. Se miró las manos, y esas manos que le parecían siempre vacías se habían convertido en la cuna de Dios. Se sintió amado y, superando la vergüenza, comenzó a mostrar a Jesús a los otros, porque no podía sólo quedarse para él el regalo de los regalos”.[1]

Querido hermano, en este tiempo en que nos preparamos a vivir la Navidad, entreguemos al Niño Dios nuestras manos y nuestras vidas que con tantas fragilidades nos pueden parecer vacías.

Recibamos todo el amor que Dios quiere darnos, para de este modo compartirlo con quienes están a nuestro alrededor; y de manera particular con quienes aún no han tenido la experiencia del amor de Dios.

 

Padre Gustavo E. Jamut, omv

www.comunidadmensajerosdelapaz.org/

www.peregrinosenlafe.com.ar/

 

“Que el fulgor de tu nacimiento ilumine la noche del mundo. Que la fuerza de tu mensaje de amor destruya las asechanzas arrogantes del maligno. Que el don de tu vida nos haga comprender cada vez más cuánto vale la vida de todo ser humano”.

San Juan Pablo II

[1] Basílica de San Pedro. 24 de diciembre de 2019.

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