En medio de tantas tribulaciones que podemos estar atravesando, debemos vivir la esperanza a ejemplo de María, y decirle a Dios “Hágase en mí según tu Palabra” ya que como humanos no inventamos la esperanza, sino que la recibimos de Dios, y Dios mismo viene a nuestro auxilio para complementarse con nuestro anhelo que lo pedimos en la oración. Esta misma acción la tiene la Virgen María quién invoca al Padre Todopoderoso en sus momentos de turbación, recibiendo inmediatamente la paz que solo viene de Dios y que María lo guarda en el lugar de esperanza: su corazón.

En el corazón de María encontramos la identificación de la humanidad, porque es ahí donde la persona reflexiona, decide, reacciona y siente; y es en el corazón donde distinguimos nuestra identidad, ya que es aquí donde definimos las cosas más importantes para nuestra felicidad. Por eso a pesar de los dolores de la Virgen María, ella vivió la felicidad plena al tener al Hijo de Dios en sus brazos, manteniendo la esperanza y viviendo la oración diaria.

Entendemos entonces que la clave para vivir la esperanza es mirar a la Madre de Dios: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón”. Esta actitud mariana nos permite descubrir lo esencial y lo que da sentido a nuestra vida que es “Dios”. Por lo tanto, aunque vivamos días difíciles no debemos perder nuestra confianza en el Dador de la vida, a través de la esperanza y haciendo un espacio para dirigir nuestra mirada a Cristo, a la escucha atenta de su Palabra y siendo testimonio de vida para nuestros semejantes.

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