¡Querido/a hermano/a, recibe hoy y siempre la paz y la alegría de Jesús y de María!

Para comenzar nuestra reflexión, te invito a leer un texto bíblico y un mensaje de la Reina de la paz. Ambos textos pueden iluminarnos sobre lo que significa la santa sabiduría y en contraposición: la curiosidad malsana:

“(El ser humano) Explora las fuentes de los ríos y saca a luz tesoros escondidos. Pero la Sabiduría, ¿de dónde sale? ¿Y cuál es el lugar de la Inteligencia?”. (Job 28:11-12).

“En estos últimos tiempos, preguntan por los mensajes sólo por curiosidad y no por fe y devoción a mi Hijo y a Mí.” (Del Mensaje, del 30 de abril de 1984).

La sana curiosidad, es una tendencia interior del ser humano, puesta por Dios en nosotros a fin de que lo busquemos incesantemente a Él y para que busquemos lo que nos ayude a desarrollar todo aquello que nos permita llevar un mejor estilo de vida.  Como dice en su Palabra: “Él colmó a los hombres de saber y entendimiento, y les mostró el bien y el mal” (Eclesiástico 17, 7).

Sin embargo, el Pecado original heredado de nuestros primeros padres: Adán y Eva, ha desordenado esta tendencia de la curiosidad, por lo cual hay quienes emplean esta herramienta no para llenarse de la luz de Dios, progresar espiritualmente a través de la meditación y práctica de los mensajes de la Reina de la Paz, y para convertirse en todas las dimensiones de la vida.

Por el contrario, hay quienes son movidos por la curiosidad enfermiza, lo cual puede llevarles a inmiscuirse en la vida de otras personas y a desperdiciar el tiempo y las energías en conocimientos que no sacian los niveles más profundos del corazón humano.

Basta pensar en la multiplicidad de programas televisivos y de revistas y periódicos que se ocupan de la vida íntima de los personajes de la farándula; o también de los pseudo informativos que toman el dolor de personas, que eran masivamente anónimas hasta el momento de ser expuesta por los canales de televisión, y que han sido sorprendidas por el infortunio, transformando así el dolor humano en un circo.

‘La curiosidad mató al gato’ es una de las expresiones más conocidas y utilizada para indicar a alguien que quiere saber más de lo que debe, y que tiende a traspasar ciertos límites. Pero cuando la curiosidad es movida por el verdadero amor, entonces tiene como fin práctico conocer cada vez más a Dios y cual es su voluntad; así como también el saber como colaborar y ponernos a disposición de quienes podemos ayudar. De este modo la curiosidad se transforma en sabiduría.

Por ello, Nuestra Madre nos pide: “¡Queridos hijos! Hoy los invito a abrirse a Dios el Creador, a fin de que El pueda transformarlos… A través de ustedes, Yo deseo renovar el mundo, Comprendan, hijitos, que ustedes son la sal de la tierra y la luz del mundo…” (Del Mensaje de la Reina de la Paz, del 25 de octubre de 1996).

La luz de Dios te revela los tesoros que hay en ti

Necesitamos pedirle a Dios y a la Reina de la Paz que nos ayude a sanar y a reordenar la curiosidad, a fin de que seamos colmados con su luz y que echen fuera de nosotros toda la oscuridad acumulada, quizás por años, por el mal uso que hayamos hecho de la curiosidad.

Puedes hacerlo diciéndole: “Sana Señor, mi curiosidad enferma, endereza la capacidad de crecer en la verdadera sabiduría, que pueda haberse desviado”  (pero pídeselo espontáneamente con tus palabras).

El Señor también nos enseña que “En sus manos estamos nosotros y nuestras palabras, y también todo el saber y la destreza para obrar”. (Sabiduría 7, 16).  Por lo cual, en la peregrinación de nuestra vida cristiana, también necesitamos pedir la gracia de crecer en la conciencia de las capacidades que Dios ha puesto en cada uno de nosotros; el poder descubrir cosas asombrosas de nuestras vidas; o incluso cosas maravillosas que Él querrá mostrarnos de la vida de nuestros hermanos, para así elogiarlos y animarlos a desarrollar plenamente su potencial (pídeselo espontáneamente con tus palabras).

Momento de oración

Luego de leer las siguientes líneas y de haber reflexionado sobre ellas, cierra tus ojos, y respira lo más profundamente que puedas, al menos por tres veces.

– A continuación, imagina a Jesús delante de ti. Puedes recordar el texto de 1º Corintios 3,16: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?.

– Contempla cómo te mira, ve centrándote en su rostro…, en sus ojos…, en su mirada….  Si eres demasiado racionalista y una bandada de pensamientos prejuiciosos vuelan por tu mente, entonces puedes recordar las palabras del Señor en los labios del salmista “Fijos en ti mis ojos, yo seré tu consejero. Yo te instruiré, te enseñaré el camino que debes seguir” (Sal.32,8).

– Para disipar los fantasmas de la distracción también te pueden ayudar las palabras de Santa Teresa de Ávila: “Trata, si estás solo, tener compañía.  Y ¿qué mejor compañía que la del mismo Maestro?… Imagina al mismo Señor junto a ti”. “Créeme, mientras puedas no estés sin tan buen amigo.  Si te acostumbras a pensar en Él, no podrás estar sin Él y no se alejará más de tu lado”.  (Santa Teresa. Camino de Perfección, Cap. 26).

– Déjate iluminar por la mirada del Señor todo el tiempo que sea necesario…, sin tensión, descansando en su presencia… y cuando sientas el deseo de conversar con Él, pregúntale acerca de los tesoros aun escondidos que Él ha puesto en ti.

– Finaliza este momento de contemplación imaginando que pones tu corazón en la mano extendida de la Reina de la Paz, mientras sumerges en su mirada y en su sonrisa que como un cálido manto te envuelve con su amor.

Le pido a Dios que te bendiga y me encomiendo a tus oraciones, junto a los sacerdotes, hermanos y seminaristas de la Comunidad Evangelizadora Mensajeros de la Paz.

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