La Misericordia de Dios estuvo y estará siempre unida al misterio de la Redención. De hecho, la Pascua es el triunfo de Cristo Resucitado, el culmen de la Redención de los hombres, y por su parte, la Fiesta de la Misericordia (1er domingo de Pascua) es una prolongación de esta, así como la invitación de Dios a ver todo el misterio Pascual (Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo) en su conjunto y desde la realidad que lo motivó: que es su Amor Misericordioso.

Santa Faustina nos dice que: “… El amor más grande y el abismo de la misericordia los reconozco en la Encarnación del Verbo, en Su redención, y de esto entendí que éste es el más grande atributo de Dios” (D. 180). Es por esta razón que, a la Bienaventurada Virgen María, se le adjudica el título de Madre de la Misericordia, porque ante todo fue Ella quien trajo al Hijo de Dios al mundo, la Misericordia encarnada, y en la actualidad nos lo sigue dando, para conducir a todos los creyentes a su Hijo Jesús.

San Juan Pablo II, en su Encíclica “Dives in misericordia”, nos dice que María fue la primera en experimentar de una manera única la misericordia de Dios, al ser preservada del pecado original y dotada con la plenitud de la gracia, para convertirse en la Madre del Hijo de Dios y durante toda su vida participó en la revelación, a través del Hijo, del misterio de la misericordia de Dios, hasta llegar al sacrificio que ofreció al pie de la Cruz. Por eso María es aquella que conoce más a fondo el misterio de la misericordia divina, pues sabe su precio y sabe cuán alto es (DM 9).

María es también Madre de Misericordia porque Jesús le confía su Iglesia y toda la humanidad. El Amor misericordioso de Dios en la historia de la Iglesia y del mundo sigue manifestándose en Ella y por Ella. Gracias a su intercesión se derrama sobre el mundo la misericordia de Dios en forma de toda una diversidad de Gracias. Su maternidad a favor de todos los hombres se ha mantenido sin cesar – como señaló el Concilio Vaticano II: “Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna. Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado, hasta que sean llevados a la patria feliz” (CONSTITUCIÓN DOGMÁTICA LUMEN GENTIUM SOBRE LA IGLESIA).

La Bienaventurada Virgen María es quien anuncia el amor misericordioso de Dios de generación en generación, a partir del día en que cantó el himno de alabanza del “Magníficat” al llegar al umbral de la casa de su prima Isabel, y así sigue conduciendo a las personas a las fuentes de la misericordia del Señor.

Asimismo, en su actuar como Madre de Dios y Madre nuestra, la Virgen María, en ciertos momentos difíciles de la historia, dirige su mirada hacia la humanidad con esos Sus ojos misericordiosos, para conducirnos a todos en este valle de lágrimas, a su Hijo Jesús y protegernos con su intercesión.

A manera de ejemplo vemos cómo, en el numeral 686 del Diario, Santa Faustina escribe: “… Por la noche vi a la Santísima Virgen con el pecho traspasado por una espada. Lloraba lágrimas ardientes y nos protegía de un tremendo castigo de Dios. Dios quiere infligirnos un terrible castigo, pero no puede porque la Santísima Virgen nos protege…”

ÚLTIMA TABLA DE SALVACIÓN

En el numeral 300 del Diario a Santa Faustina, Jesús advierte que: “La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Su misericordia”.  

En el numeral 965, también le dijo que: “Las almas mueren a pesar de mi amarga Pasión. Les ofrezco la última tabla de salvación, es decir, la Fiesta de la Misericordia”; sin embargo, esta fiesta fue establecida décadas después por San Juan Pablo II en el Gran Jubileo del año 2000.

Durante todo ese tiempo en el que se estudiaba el Diario de Santa Faustina y la Fiesta de la Misericordia esperaba ser instituida, la acción misericordiosa de Dios debía actuar frente a los horrores de la Segunda Guerra Mundial, ante el esparcimiento de los errores de Rusia por todo el mundo, la persecución de la fe, la guerra fría, la institución de la contracultura de los años 60, la aprobación del aborto y el peligro de una Tercera Guerra Mundial, etc… y así fue cuando el cielo consolidó una estrategia que llega a nuestros días y continúa con las apariciones de la Bienaventurada Virgen María, bajo el título de Reina de la Paz, en Medjugorje.

Por esta razón, las revelaciones de Jesús Misericordioso a Santa Faustina en 1931 y las apariciones de la Virgen María en Medjugorje en 1981, deben ser consideradas en su conjunto, como tiempos de abundantes Gracias para la humanidad, en los que, así como en el Antiguo Testamento, Dios interviene directamente en la historia del hombre, para hacerlo regresar a Él y sus mandamientos e impedir que tantas almas se pierdan.

En su mensaje del 2 de Abril de 2007, nos dice: “Queridos hijos, no sean de corazón duro ante la misericordia de Dios, la que Él les ha estado derramando durante tanto tiempo. En este tiempo especial de oración, permítanme transformar sus corazones para que puedan ayudarme a tener a mi Hijo resucitado en todos los corazones y que mi corazón pueda triunfar”.

La Virgen María en Medjugorje, con el permiso de Dios y en un acto de Su infinita misericordia, nos trae su presencia maternal, es para estos tiempos turbulentos, una esperanza pues Ella viene como Reina de la Paz, ante situaciones de muerte, enfrentamientos bélicos y de un inminente peligro de exterminio de la naturaleza y de la humanidad.

Ambos acontecimientos tienen muchas similitudes, entre otras:

  1. Son fuertes llamados a la humanidad para volver a Dios y a sus mandamientos.
  2. Instan a la Humanidad a rechazar el pecado; llamados que sirven de eco al evangelio de Cristo revelado en las Sagradas Escrituras.
  3. Son vías por las cuales Dios comunica su voluntad, mientras hay tiempo para convertirnos.
  4. Son revelaciones cristocéntricas, en las que resaltan la Pasión del Señor.
  5. Promueve una vivencia profunda con los sacramentos, en especial el de la reconciliación y la eucaristía (adoración eucarística).
  6. Le dan una relevancia especial al papel que realizan los sacerdotes en la salvación de las almas.
  7. Nos hablan del actuar de Satanás y de la existencia del infierno. Santa Faustina y los videntes de Medjugorje, presenciaron el infierno y hablan sobre sus horrores.
  8. Instan a orar por los que no han experimentado el amor de Dios y hacer penitencias por los pecadores.
  9. Ambos acontecimientos nos avisan que tenemos armas, como el Santo Rosario y la Coronilla de la Misericordia, que son el dúo de Coronas más rezado en la Iglesia Católica para apelar a la Gracia de Dios.
  10. El mensaje de Dios y de la Virgen María, es contundente: estamos viviendo un tiempo de Gracia, la vida es breve, el tiempo para la misericordia y el perdón es ahora.
  11. Poseen un mensaje profético: preparación del mundo para el reinado de Cristo.
  12. Tienen como finalidad obtener la PAZ, que solo se puede alcanzar a través de un encuentro profundo del hombre con Dios.

 

CONCLUSION:

Ambas revelaciones se revisten de un carácter de misericordia de Dios, que siempre da la oportunidad y el tiempo de gracia para el perdón, se da siempre la oportunidad y un tiempo generoso para pedir perdón y buscar la reconciliación con Dios, antes que se cumpla la profecía de la justicia divina y/o el cumplimiento de los secretos.

La Virgen ha prometido: «que cuando se realicen los 10 secretos que les ha confiado a los videntes, la vida del mundo cambiará, la humanidad volverá a Dios y habrá paz».

Por eso ambas revelaciones, en vez de crear temor, traen un mensaje de confianza y esperanza hacia el amor misericordioso de Dios puesto que, si nosotros cambiamos nuestra vida, hacemos lectura diaria de la Palabra de Dios, rezamos el rosario, rezamos la coronilla a la Divina Misericordia, vivimos la misa con el corazón, adoramos frecuentemente a Jesús sacramentado, acudimos a la confesión mensual, ayunamos y hacemos penitencia, seguro que Dios podrá cambiar la historia.

¡Recordemos que la Virgen María Reina de la Paz, le dijo a Mirjana que al final Su Inmaculado Corazón triunfará y con Ella todos sus hijos!

¡¡Ave María Purísima!!

 

 

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