Una vez más, en el mensaje que nos da la Virgen en Medjugorje, el 25 de noviembre de 2019, nos habla del don de la alegría, uniéndolo en esta ocasión al don de la paz.

Si Nuestra Madre pone tal énfasis en la paz y la alegría, es precisamente porque en nuestro tiempo esta necesidad del espíritu humano se encuentra sofocada a causa del odio, la envidia y la inquietud creciente, como Ella misma lo afirma en su mensaje.

Por lo cual, tenemos una urgente necesidad de seguir permitiéndole a Dios convertir nuestro corazón a través del gozo (la alegría espiritual), que es uno de los frutos del Espíritu Santo.[1]

A fin de poder seguir abriéndonos a estos frutos del Espíritu Santo, en esta ocasión comenzaremos a reflexionar sobre lo que nos enseña el Antiguo Testamento acerca de la alegría.

Según el diccionario de teología bíblica, “la alegría es el afecto fundamental que responde a la dicha o felicidad. En la Sagrada Escritura, la alegría, pasando más allá de su sentido terreno, se convierte cada vez más en característica de la próxima re­dención, ya iniciada o venidera”.[2]

 Sin pretender hacer un recorrido exhaustivo por todos los libros de la Biblia -lo cual sería casi imposible-, veamos, sin embargo, los puntos que sobresalen y lo que nos enseñan al respecto. Especialmente teniendo en cuenta, que Nuestra Madre leía y oraba con algunos de estos mismos textos del Antiguo Testamento que veremos a continuación.

Por lo tanto -durante la lectura siguiente- imaginemos que estamos junto a María, meditando estos textos bíblicos, a la vez que le pedimos por nosotros e interceder hemos por los demás, para que nuestras vidas se colmen de la alegría que procede de Dios.

 

Sinónimos y símbolos de la alegría

“La alegría no es algo que se pueda comprar,

o que se pueda lograr sólo con esfuerzo.”

Papa Francisco[3]

 El Antiguo Testamento, no sólo posee una sorprendente abundancia de expresiones para designar la alegría -tales como júbilo, gozo, exultación, etc.-, sino que sabe despertar en quienes recorren sus páginas, el sentimiento de la misma en multitud de símbolos, tales como: el rostro sereno, la luz que irradian las personas jubilosas, el gozo semejante al aceite, o al agua del cielo que se derrama sobre la tierra.

A continuación, veamos algunos textos paradigmáticos y representativos; lo cuales, según el Antiguo Testamento, nos van marcando el sendero de la alegría duradera.

 

La alegría por los bienes terrenos

“La alegría es un fruto del Espíritu Santo.

Aquel que nos da la alegría del corazón es el Espíritu Santo”

Papa Francisco [4]

 

En muchas páginas del Antiguo Testamento se hace referencia a la alegría por los bienes terrenos, tales como:

  • Las riquezas materiales: “Los desposeídos heredarán la tierra y disfrutarán de gran bienestar”.[5]
  • La descendencia: “Dios honra a la mujer estéril en su hogar, haciendo de ella una madre feliz”.[6]
  • La salud física: Yahvé, Dios mío, te pedí auxilio y me curaste”.[7]
  • La paz entre los pueblos: Estableció la paz en el país y gozó Israel de gran alegría”.[8]

 

De Dios fluye la alegría

El Antiguo Testamento reafirma frecuentemente que toda auténtica alegría depende sólo de Dios (Jer. 7,34); y señala que es decisiva la vinculación religiosa con toda alegría terrena

 

La gratitud

“Recuerden el pasado con gratitud, vivan el presente con entusiasmo

y miren hacia el futuro con confianza”.

San Juan Pablo II

También se subraya el llamado que hace a la gratitud, y que debe existir en el corazón del creyente por todo lo recibido a lo largo de la vida, valorizando los pequeños milagros y dones cotidianos, y sintiéndonos privilegiados de poder servir al Señor.  De este modo, se expresa como Dios priva de los bienes terrenos como consecuencia de la falta de valoración y por no haberle servido con alegría: Por no haber servido a Yahvé tu Dios en la alegría y la dicha de corazón, cuando abundabas en todo”.[9]

 

La alegría en el culto

“Den gracias a Dios por adelantado”

Beato Solanus Casey

También en el Antiguo Testamento, aparece cómo la alegría debe estar presente en todas las fiestas religiosas que el pueblo celebra en honor a Yahvé. Para citar algunos ejemplos de fiestas religiosas judías:

  • Pentecostés: Deut. 16,10;
  • Tabernáculos: Neh 8,17; 14;
  • Purim: Est 9, 17-22;
  • Novilunio: Sal 81,2-4;
  • Traslado del arca de la alianza: 2 Sam. 6,12.

 

La alegría por todo lo creado

“En todas las cosas, observa la providencia de Dios

 y Su sabiduría; en todo, alábale”. 

Santa Teresa de Ávila

La piedad del salterio aspira cada vez más a la alegría espiritual. No sólo se alegra Dios de su creación: ¡Gloria al Señor para siempre, alégrese el Señor por sus obras!”[10]; sino que también el hom­bre halla su alegría en todo lo creado y en todo aquello que constantemente está recibiendo de Dios, sobre todo cuando recuerda juntamente la historia de la salvación: “Tú me alegras, Señor, con tus acciones, cantaré jubiloso por la obra de tus manos”.[11]

 

De estos versículos podemos deducir lo siguiente:

  1. La alegría de Dios que habita también en nosotros, sus criaturas, es como un torrente de agua subterránea que es necesario descubrir y hacer brotar. Él, desde nuestro interior, desea transmitirnos el júbilo que es parte de su ser.
  2. El reconocimiento de parte del hombre de los dones que recibe de Dios, despiertan en el corazón humano el impulso de la alabanza por el amor y las obras maravillosas de Dios a favor de sus hijos; y así, la alabanza impulsa la alegría, como una forma de celebrar la vida.
  3. En un proceso cíclico de retro-alimentación, la alegría estimula el deseo de alabar a Dios y de servirle cada vez con mayor entrega y fidelidad.

 

De estos tres puntos podríamos entonces preguntarnos: ¿no será que muchas de nuestras pequeñas o grandes infidelidades, tienen como una de sus causas profundas la falta de gratitud, alabanza y alegría?

Seguramente, ningún hombre o mujer -a lo largo de la historia- ha sido tan agradecido con Dios y con los demás como lo ha sido la Virgen María, a su vez que podía percibir la presencia de Dios en todo lo creado.

Por lo tanto, pidámosle a Ella que nos ayude a transformar cada día más nuestro corazón, para que vaciándonos de la ingratitud y de la superficialidad, podamos vivir sus mensajes y las enseñanzas que Dios nos da a través de las Sagradas Escrituras.

Si Dios lo permite, el próximo mes continuaremos reflexionando sobre lo que nos enseña Dios en el Antiguo Testamento, a fin de seguir acrecentando el don de la alegría.

 

Padre Gustavo Jamut,

Oblato de la Virgen María

www.mensajerodelapaz.org.ar/

 

 

[1] En referencia a Gal. 5:22,23

[2] Diccionario Teológico Herder. Pag. 28.

[3] 28 de mayo de 2018

[4] 28 de mayo de 2018

[5] Sal. 37,11

[6] Sal 113,9

[7] Sal. 30,3

[8] I Mac. 14,11

[9] Deut. 28,22-47

[10] Sal 104,31

[11] Sal 92,5-12

FOTO: “Dani” Medjugorje

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