Dichosos los que no vieron, y sin embargo creyeron (Jn 20, 29)

Christian Claessens, la primera testigo de la sanación de la mujer suiza Joelle Beuret-Devanthery en Medjugorje, en octubre de 2010, nos describe la peregrinación y todos los hechos.

El sábado 16 de octubre de 2010, cuarenta y seis personas de la parroquia de San Francisco de Sales y Santa Teresa comenzaron su peregrinación privada a Medjugorje. Estábamos llevando a cabo nuestra vigésima peregrinación privada cuando recordamos que era el vigésimo aniversario del grupo de oración de la Reina de la Paz. Para nuestro grupo, se convirtió en una magnífica oportunidad para dar gracias al Señor, pues la Virgen María nos había cogido de la mano a cada uno de nosotros y nos había guiado a través de todas las dificultades que hemos tenido que atravesar a lo largo de estos veinte años. En efecto, Satanás no puede con la Virgen María y por eso odia todos los grupos de oración que Ella desea se funden en cada parroquia. A través de la gracia de Dios, nos mantenemos en la fe y quedamos cada lunes para rezar y meditar en la vida de Cristo, todo acompañado de los mensajes que María da y sigue dando cada mes en Medjugorje.

Estuvimos dos días rezando en el autobús y ofreciendonos a los eventos que estaban teniendo lugar en Medjugorje desde 1981 y hasta hoy.

Era la tarde-noche del domingo, sobre las 8 p.m. cuando llegamos a Medjugorje. En la mañana del lunes 18 de octubre, aunque estaba lloviendo y con gran gozo en nuestros corazones, subimos por el escurridizo camino hasta el Monte de las Apariciones. Nos ayudábamos unos a otros. Joelle, completamente ciega y de 50 años de edad, estaba entre los peregrinos. Iba acompañada de su hija Vinciane y de su modesta y siempre alegre amiga Claudia, la cual seguía a Joelle con inmenso amor y gentileza. Joelle estaba muy feliz, era como si flotase por el tortuoso y rocoso camino. Según llegó al lugar de las apariciones, se sentó al pié de la estatua de Nuestra Señora y comenzó una bella oración llena de fe y amor creyendo en Nuestra Madre Celestial. El grupo permaneció durante unos veinte minutos en silencio en lo alto de la colina y bajaron juntos de forma que pudieran reunirse en la iglesia a las 5 p.m. para el programa de oración de la tarde.

Ahí fue donde Jollie sintió algo extraño, como una mano que la sacudía y fue exactamente después de recibir la Sagrada Comunión, cuando escuchó una voz criticona que le decía: “Quisiste tener un hijo, y tuviste a tu hija. Pediste un trabajo y tuviste uno. Ya es suficiente, ¿cuándo te vas a callar? Cuando hace frío, tienes un cálido apartamento; cuando tienes hambre, tienes siempre de comer; cuando nieva, tienes siempre ropa abrigada; vas a parar alguna vez para siempre, ¡ya es suficiente!”.

Joelle se sintió muy molesta y esa misma noche habló con el Padre Fabian. él la dijo que Dios sólo quiere lo mejor para nosotros y que eso no podía venir de Dios. La invitó a que rezase a Dios, que sólo él la puede llenar y colmar sus deseos. Eso la calmó.

Al día siguiente, el 19 de octubre, decidimos hacer el Vía Crucis hasta el alto del Monte de la Cruz (Krizevac). Los mayores y Joelle rezaron el Vía Crucis abajo en el valle, mientras el resto del grupo, con una suave lluvia y por un camino más complicado que el del día previo, subíamos hasta lo alto del monte. Paramos y rezamos con devoción en cada una de las estaciones por nuestras intenciones. Luc nos sugirió que nos uniéramos en la oración por aquellos peregrinos del grupo pequeño que no habían podido venir y ni subir con nosotros. De alguna forma, que ofreciésemos nuestro Vía Crucis por Joelle, pidiendo especiales gracias para ella, pues nada es imposible para nuestro Dios. Fue un Vía Crucis muy intenso; en una oración profunda meditamos en el sufrimiento de Cristo y como se ofreció por todos nuestros pecados. La oración duró desde las 9 a.m. hasta las 3 p.m. A las 5 p.m nos reunimos de nuevo para el programa de oración de la tarde.

Ahí es cuando el gran milagro tuvo lugar. En el momento en el que Joelle recibío la Sagrada Eucaristía, pudo ver al sacerdote con su casulla blanca. Estaba toda sorprendida, miraba arriba y vio las lámparas, el techo alto de la iglesia, las ventanas con vidrieras. Como si hubiera sido despojada de su cubierta negra, no se encontraba bien del todo y le dijo a Claudia, que estaba de pié junto a ella: “Por favor, sácame de aquí, no me encuentro bien”. Al salir de la iglesia ella dijo: “¡Puedo ver la luz!”. Continuaron de camino hacia la sacristía cuando el Padre Oliver, que estaba yéndose, les dijo: “¿Qué estáis haciendo aquí?” Joelle solo contesto diciendo “¡Puedo ver!”. Quedó profundamente tocado con lo que había pasado y les sugirió a las dos que volviesen a la iglesia, donde la tercera decena del rosario estaba acabando. Mientras la gente salía de la iglesia, comenzamos a rodear a Joelle. Nuestro sacerdote, como un verdadero y genuino pastor le sugirío que se lo agradeciera al Señor, así que juntas se fueron hasta los escalones que están frente al altar, se arrodillaron y dieron gracias al Señor por ese gran regalo que le acababa de hacer. Ese gesto nos recordó cuando Jesús sanó a diez leprosos y sólo uno de ellos se volvió para agradecérselo. Después fuimos a la estatua de Nuestra Señora para agradecerle también su intercesión. Después volvimos a nuestra pensión.

Una pareja de mujeres de Italia y algunos peregrinos de Plymouth nos dijeron que estaban detrás de Joelle cuando recibió la Sagrada Comunión y que todos pudieron percibir un fuerte olor a esencia de rosas que emanaba de ella. Joelle nos cuenta como esa esencia la acompañó durante días y aún puede oler. Vinciane, que estaba en la misa, volvió a la pensión y no tenía ni idea de la gracia concedida a su madre.

También debemos poner énfasis en que Joelle nunca había visto a su hija ya que era ciega desde hacía cuarenta y dos años.

El Padre Oliver, lleno de gozo, corrió hasta la prensión e invitó a todas las personas a la entrada porque quería compartir buenas noticias con ellos. Cuando Joelle entró, todos los peregrinos estaban reunidos. Cuando Joelle entró, vió a su hija y le dijo: “¿Te lavaste el pelo?”. Vinciane, sin notar nada nuevo, simplemente contestó: “eso hice” y preguntó “¿Por qué hemos bajado todos?”, Joelle contestó: ¿Puedes ver algún cambio en mí? “no”, contestó ella; “mira mejor” le dijo su madre, y Veniciane gritó con alegría: “¡Puedes ver!”.

Fue un momento sobrecogedor. Corrieron una a la otra y se abrazaron durante por lo menos cinco minutos. Vinciane nos dijo después que siempre rezaba para que recuperase la vista e incluso le dijo a la Virgen María que no se iría de allí hasta que su madre recuperase la vista. ¡Qué fe más maravillosa! La Virgen María escucha y llora por sus hijos. Todo el grupo estaba feliz y rezaron al Señor y Su Madre con oraciones y canciones.

Aunque eran casi las 10 p.m., todos fuimos hacia la Cruz Azul con Joelle, al lugar en el que Nuestra Señora se aparece con regularidad a Ivan y Mirjana.

No puedo esconder el profundo júbilo que todos sentimos, gozo por haber recibido un signo tan precioso de María en nuestro veinte aniversario del grupo de oración. Este es sin duda un signo que nos da Nuestra Madre, un signo que nos ayuda a perseverar en el futuro.

María nos está liderando, nos está fortaleciendo, nos está sujetando de la mano, nos ama y quiere que sus mensajes se distribuyan a través de los grupos de oración que vamos formando. Cuando quiera que vamos de peregrinación a Medjugorje, vamos a la escuela de María y así nos lleva Su Hijo Jesús.

Joelle Beuret – Devanthery
Lausanne, Noviembre de 2010.

 P.S: Algo que te ayudará a entender por lo que estoy pasando: Todo el mundo me decía que era afortunada porque no podía ver este mundo feo y gris. Me dijeron que la gente era miserable. Imaginé que la tierra era gris, que las personas eran como palos grises, que el sol brillaba a través de una espesa capa de niebla, que incluso el agua que bebemos es gris y turbia.

Imagina lo sorprendida que me quedé cuando descubrí los colores de la naturaleza, gente sonriente, un hermoso sol en un cielo azul, todo lleno de orden y amabilidad. ¡Te alabamos, Señor!

Puedo imaginar que las personas se aprietan como pescados en una lata mientras esperan en las paradas de estación. Hoy puedo ahorrar quince minutos cada día porque puedo encontrar el camino más rápido y llegar a cada sitio en rápidamente. ¡Gracias, María!

Todos aquellos “Santo Tómás” de mi entorno, decían como algo así no es posible. Algunos días más tarde me llamarón y me dijeron que podían ver la obra de Dios en este milagro.

Y os podría contar muchas cosas más, pero sería todo muy largo. Me han hecho algunas pruebas. Puedo ver la luz con el ojo izquierdo, con el derecho, mucho mejor. El 8 de diciembre de 2010 voy a pasar por otro test en Basilea con un profesor oftalmológico. Os escribiré de nuevo.

Permanezcamos unidos en la oración, agradeciendo a María, La Reina de la Paz, y a Su Hijo Jesús que dijo: no entraréis en el reino de los cielos a no ser que seáis como niños. ¡Esta sanación me dio el alma de un niño, la mirada de un niño que pasa de la noche al día!

Señor, todo viene de Ti, todo es por nuestra felicidad y todo vuelve a ti.

Con los hombres todo es imposible, pero con Dios todas las cosas son posibles (Mt 19, 26)

Christiane Claessens

Escuela de María:

1.    Rezar el Rosario cada día.

2.    Leer la biblia cada día al menos cinco minutos.

3.    Confesarse una vez al mes.

4.    Ir a Misa todos los domingos y si es posible, entre semana.

5.    Ayunar a pan y agua al menos dos días a la semana, miércoles y viernes.

Esta escuela de María es el camino a la santidad. Es la esencia dorada de los grupos de oración de María, Reina de la Paz.

De la oscuridad a la luz.

La carta a todos los amigos de la sanada Joelle.

Queridos amigos,

Quiero compartir con vosotros lo que me ha pasado después de mi sanción el 19 de octubre de 2010 en Medjugorje.

Cuando salí de la iglesia de Medjugorje, en esa primera tarde, pude ver la luz, las caras de las personas, podía ver como se movían sus labios y sus ojos. A medida que pasaban los días, mi vista iba mejorando gradualmente. Hoy agradezco al Señor que no me haya sanado al momento, me habría sido imposible asumirlo.

En el camino de regreso a Suiza, mientras íbamos en el autobús, pude ver los arboles de “messy”. Mi amiga Claudia me dijo que le dijera si volvía a ver algo como eso de nuevo. Pasaron algunos minutos y el autobús continuaba su camino y finalmente pude ver otra ves arboles de “messy”. Claudia me dijo que eran palmeras. Imagina como te sentirías si despiertas después de 42 años. Nada es como era antes. Mis amigos del grupo de oración son maravillosos. Me están dando fuerza para este nuevo despertar, para miran en la Luz.

Cuando llegué a Suiza tuve que volver a conocer a mis dos hermanos, mi hermana y mis padres. Cuando oscurece es el tiempo de descanso para mi. La vida vuelve a ser como antes. Continuo con mis oraciones hacia Jesús y María. Comencé a amar a Jesús y a María a través d emis padres y le trasladé el mismo amor a mi hija Vinciane, que estaba en Medjugorje conmigo.

En esos primeros días, mientras miraba a los edificios altos de Lausanne, edificios con más de diez plantas, me sentía mal todo el rato, sudaba y vomitaba. Casi ni quería salir porque tenía que mirar esos edificios tan altos. Lo mismo me sucedía con la gente. Cada encuentro me ponía nerviosa e incómoda. Con independencia de lo que pase, mantengo mi fe, no la pierdo, ya que Jesús me devolvió la vista a través de María. Estoy seguro que El me dará fuerza para lidiar con las dificultades que acompañan mi sanación.

Paz, paciencia, coraje y creer son esos tipos de signos que estoy manteniendo en mi vida. Estoy seguro que Jesús siempre completa su trabajo, él que lo hace todo con misericordia y discreción.

Hoy puedo diferenciar los colores. Puedo ver objetos enormes como casas, árboles, jardines verdes, coches; puedo ver nuestra casa, escaleras, sol y gente. He vuelto al trabajo y puedo hacer todas las tareas del hogar más fácilmente. ¡Vinciane agradece a este cambio que le sucedió a su madre y dice que tenemos la Paz de Dios en nuestra casa!

Permanezco en vosotros en la oración.

 

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