Con todo el corazón vuelto hacia ti
y el alma levantada hacia tus manos
al mundo, dulce Madre, le cantamos
una alabanza llena de piedad:
bendita sea la Reina de la Paz.
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Suplicantes y pobres, te seguimos
como siervos inútiles que esperan
con tu ayuda alcanzar la vida eterna;
alto y fuerte cantamos contra el mal:
bendita sea la Reina de la Paz.
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Ponemos en tus manos nuestras vidas
lo que somos, tenemos, lo que ansiamos,
la flor de nuestras almas te entregamos,
renunciamos al mundo al declarar:
bendita sea la Reina de la Paz.
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Te pedimos la paz de las naciones,
la paz de Dios que aplaca nuestras penas.
Honramos la verdad de nuestra Iglesia,
con todo el corazón al proclamar:
bendita sea la Reina de la Paz.
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Que cante la creación a la creación,
y el mundo entero cante al mundo entero,
unidos a los santos y hacia el cielo,
alcemos nuestra voz para cantar:
bendita sea la Reina de la Paz.
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