APRENDER A ORAR

Como nos dimos cuenta de que solamente la oración no es suficiente, porque incluso en la oración podemos mantenernos en la superficie, la Virgen nos da una nueva e importante lección: ¡Ella quiere enseñarnos a orar!

La pregunta surge por sí sola: ¿No sabemos orar los creyentes? Bueno, rezamos por la mañana y por la tarde, rezamos el rosario, vamos a misa, ayunamos, leemos y escuchamos la palabra de Dios… Cierto, pero tal vez creamos que estamos rezando correctamente, pero podemos estar yendo en la dirección equivocada.

¿Quizás a nuestra oración le falta algo importante? ¿Quizás es precisamente por eso que la oración no es fructífera para nosotros? ¿Quizás es precisamente por eso que la oración no puede conducirnos al camino de la paz? ¿Quizás precisamente por eso es apropiada la objeción de algunos que no ven el verdadero sentido de la oración? ¿Cómo podemos ser personas de paz, que deben llevar la paz de Dios a los demás, si la oración no nos cambia? Entonces, ¿qué debe o no hacer una persona cuando ora para no pasar por alto su significado? ¿Qué debemos aprender en la oración para ser personas de paz en el mundo de hoy? ¿Qué nos dice la Virgen? Ella nos muestra el camino y por eso Medjugorje es especial.

De inmediato surgen muchas preguntas, pero al comenzar será suficiente con que aprendamos la primera lección en la escuela de oración de la Virgen. Esto es lo más importante para empezar: estar listos para aprender, es decir, para descubrir y encontrarnos con algo nuevo y desconocido. Si queremos aprender, estaremos abiertos a cosas nuevas y siempre descubriremos algo nuevo. Y así creceremos en el conocimiento de Dios: “Que su alegría sea descubrir a Dios en la oración diaria. Por lo tanto, aprovechen este tiempo y oren, oren, oren, y Dios estará cerca de ustedes en la oración y a través de la oración”. (25 de julio de 2000)

La Virgen quiere enseñarnos a orar con el corazón, pero no puede hacerlo sin nosotros. Ella necesita nuestra cooperación, es decir, nuestra entrega total, nuestro consentimiento para aprender y dejar que Ella nos guíe: “Por eso, queridos hijos, ayúdenme para que su oración sea con el corazón y que todos ustedes se entreguen completamente a mí. Así podré enseñarles y guiarlos en este camino que comencé con ustedes”. (28 de agosto de 1986)

CON EL CORAZON

Oren, ese es el mensaje más frecuente de la Virgen en Medjugorje. Pero, ¿por qué agrega otra palabra para orar: corazón? ¿No es suficiente decir: oren? Obviamente, no es suficiente, porque la Virgen sabe que en la oración podemos permanecer en la superficie de la experiencia. “Hoy los invito a orar con el corazón, no por costumbre. Algunos vienen y no quieren volverse a la oración. Por eso quiero advertirles como Madre: oren para que la oración prevalezca en sus corazones en todo momento”. (2 de mayo de 1985)

Así, la Virgen distingue entre la oración por costumbre y la oración con el corazón. La oración por costumbre es una oración que no entra en el corazón, sino que queda en la superficie, como un acto externo que se ve como una obligación y un deber a realizar. En tal enfoque de la oración, las razones para no orar superan fácilmente a las razones para orar. No hay profundidad ni experiencia personal en esa oración. Durante una oración así, estamos más ausentes que presentes. Este tipo de oración fluye en la tibieza, la indiferencia y la mediocridad. No estamos total y sinceramente inmersos en ella, sino solo parcialmente. Después de Orar así, regresamos a casa iguales, sin cambios.

La oración es con el corazón si en un momento determinado prevalece sobre otra cosa (ver la televisión, etc.), lo cual es señal de que el corazón está alegre, abierto a la oración y que está dispuesto a dar el tiempo y la prioridad a Dios. Al orar con el corazón, la oración se convierte en una necesidad del alma: “Abranse a la oración para que la oración se convierta en su necesidad” (25 de febrero de 2002). “Que la oración se convierta en su necesidad para crecer más en la santidad todos los días” (25 de marzo de 2002).

Hay otra diferencia importante entre la oración y la oración con el corazón: “Queridos hijos, Dios no quiere que seáis tibios e indecisos, sino que os entreguéis por completo a él. (20 de noviembre de 1986)

En la oración, nos entregamos completamente a Dios con nuestro corazón. En ella estamos atentos, presentes y con el corazón feliz. Experimentamos todo lo que hacemos con nuestro corazón. No estamos sumergidos a medias en él, tibios e indecisos, sino con nuestro corazón, completamente. “Desde el fondo de mi corazón los llamo: sean míos con todo su corazón…” (25 de febrero de 2004). Orar con el corazón significa disponer el corazón hacia el cielo, hacia la eternidad: “…los llamo a no perder la esperanza y que sus miradas y sus corazones estén siempre dirigidos hacia el cielo y la eternidad. Así estarán abiertos a Dios y a sus planes”. (25 de diciembre de 2016)

A veces rezamos, pero solamente lo hacemos por alguna dificultad que nos sobreviene, una cruz o una enfermedad. Y realmente, tales circunstancias nos mueven a la oración, porque de lo contrario no oraríamos. Pero la Virgen no quiere que recemos sólo en la adversidad, sino que el motivo, la motivación de nuestra oración sea el amor a Dios: “Tengan conciencia, amados míos, que soy su Madre y que vine a la tierra para enseñarles a escuchar por amor, a orar por amor…” (29 de noviembre de 1984). Algunos dejan de orar porque no obtuvieron de Dios lo que pedían, porque Dios no los escuchó. Pero la Virgen nos enseña: “… así que piensan que Dios está lejos de ustedes y que no los escucha, que no escucha sus oraciones. ¡No, queridos hijos, eso no es verdad!” (25 de enero de 1988)

A veces hay razones por las que no podemos orar con el corazón. Una de ellas es el trabajo duro. Pero incluso entonces, es importante no omitir la oración. “Los invito de nuevo a orar con el corazón. Que la oración sea su alimento de cada día, queridos hijos, de manera especial cuando el trabajo del campo los agota tanto que no pueden orar con el corazón”. (30 de mayo de 1985)

Por lo tanto, incluso esta oración, cuando estamos cansados ​​por el trabajo, tiene su propio valor, y la razón es la siguiente: porque la oración es alimento. Así como a veces estamos cansados, pero aún comemos, o cuando no somos conscientes del alimento que ponemos en nuestro cuerpo, pero que aun así hace su efecto, la oración actúa como alimento para nuestra alma. Por eso es importante orar incluso en esos momentos. Incluso si es breve y no lo suficientemente profundo. Podemos celebrar la Navidad, la Pascua, las fiestas de todos los Santos o de la Virgen María (por ejemplo, la Anunciación) sólo exteriormente, sin experimentarlo en el corazón, pero la Virgen quiere que se celebren de otra manera: “Deseo que todos puedan experimentar mi fiesta en sus corazones” (24 de marzo de 1985). Por eso, la Virgen quiere que aprendamos a orar con el corazón en las diferentes situaciones de la vida, ya sean difíciles o fáciles, y hacerlo con todas las formas de oración, ya sea que recemos el rosario, celebremos misa o hagamos una genuflexión.

Al final, orar con el corazón significa realmente vivir con el corazón. En todo lo que hacemos, que todo sea con el corazón. De la reflexión anterior sobre orar con el corazón, podemos darnos cuenta de lo que es importante para la Virgen: que no nos quedemos en la superficie en la oración, porque tal oración no nos cambiará y no podremos lograr lo que ella nos llama a hacer, a ser personas que difundan la paz a nuestro alrededor.

DE LA SUPERFICIE A LA PROFUNDIDAD

A diferencia del hombre superficial cuyas raíces quedan en la superficie, el hombre de oración con el corazón se asemeja a “un árbol plantado junto a corrientes de agua” (Sal 1,3). En ese hombre, las raíces han penetrado profundamente en la tierra, por lo que “ninguna tormenta puede destruirlo” (25 de junio de 1997).

La oración con el corazón es el gran deseo de la Virgen en su escuela de oración, y una de las razones de ese deseo se esconde en el secreto que Ella misma nos revela: “Doy grandes gracias a todos los que oran con el corazón. (6 de febrero de 1986).

Una de las grandes gracias que nos da la Virgen en la oración con el corazón es el camino hacia las profundidades. La Virgen quiere que crezcamos en la oración, y ese crecimiento se dirige hacia lo profundo. Esta es también la voluntad de Dios: “Así, a través de mí, Dios puede conducirlos a lo más profundo de la vida espiritual”. (25 de julio de 1988).

Esta es también lo que nos dijo Jesús: “Por el contrario, cuando ores, entra en tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mt 6, 6). Entrar en la habitación, cerrar la puerta y orar puede entenderse como una forma exterior, pero también podemos entenderlo como la invitación de Jesús a entrar en nuestro espacio interior, es decir, en nuestro corazón, para cerrar la puerta, es decir, para recogernos y estar atentos, conscientes de que estamos en la presencia de Dios, ante el Padre que nos mira.

Orar con el corazón significa estar con Dios con una mirada interior. ¿Cómo respondemos al llamado de la Virgen? ¿Estamos luchando por ir a las profundidades de la vida espiritual? La Virgen misma nos da la respuesta: “Hace años que los llamo y los animo a una vida espiritual profunda y sencilla, y son tan fríos” (25 de diciembre de 1989).

Nos quedamos en aguas poco profundas, en lugar de sumergirnos en las profundidades del mar. Pero la Madre no se rinde. Ella nota cada pequeño paso que damos en la dirección correcta: “Hoy quiero agradecerles su perseverancia e invitarlos a abrirse a la oración profunda”. (25 de junio de 2017).

De estos mensajes de la Virgen, concluimos que hay una profundidad en la vida espiritual, una profundidad en la oración, y que es la voluntad de Dios que en la oración no nos quedemos en la superficie, realizando acciones externas (con palabras y movimientos), sino que experimentemos la profundidad y la vivamos. El papel y la tarea de la Virgen es ayudarnos, enseñarnos cómo penetrar en las profundidades de la vida espiritual.

Por eso nos invita: “¡Oren con el corazón!” (11 de agosto de 1984) Al orar con el corazón, no estamos hablando de una nueva forma de oración como el rosario, la adoración, etc., sino del modo de rezar el rosario, cómo celebrar la misa, cómo adorar a Jesús… Además, en la oración con el corazón es importante lo que sucede dentro de mí mientras rezo, si la oración me cambia (como el recaudador de impuestos en el Templo) o si sigo siendo el mismo que antes (como el fariseo en el templo).

La misma palabra “con el corazón” indica que no nos quedamos en la superficie, sino que descendemos al interior, a la profundidad de nuestro ser, y que la oración se hizo “interna”, como dice S. Teresa de Ávila. Así, la Virgen quiere que la acojamos a Ella y a su presencia entre nosotros de todo corazón: “De manera especial, hijitos, los llamo a todos desde lo más profundo de mi corazón para que se abran a esta gran gracia que Dios les está dando a través de mi presencia aquí.” (25 de junio de 2007).

La oración puede ser impersonal. Esa no viene del corazón y no está dirigida al corazón de Dios. No hay ardor ni vida en ella. Es arida y seca. Una hermosa imagen para rezar con el corazón es el agua del manantial: “Hijitos, dejen que la oración fluya de su corazón como agua fresca en un manantial” (25 de agosto de 1999).

Cuando oramos con el corazón, entonces la oración fluye del corazón como el agua fresca fluye de un manantial. Orígenes nos anima en esto: “Traten de beber de la fuente del Espíritu que ya está en ustedes”. En lo profundo de ti hay un manantial de agua viva; brotan ríos inagotables de sentimiento espiritual, a menos que se cubran con tierra y piedras. Pero apresúrense a limpiar las ruinas, es decir, ahuyenten la pereza y la impureza del corazón”.

Además de significar el interior, el corazón es el nombre del lugar central del ser de una persona, donde se encuentran todas sus facultades, habilidades mentales y espirituales. El corazón es la fuente del conocimiento y la sabiduría, la razón y los sentimientos, la voluntad y la acción, la planificación y la toma de decisiones. Pero, lo más importante de todo, el corazón es el lugar donde el hombre se encuentra con Dios. Por lo tanto, orar con el corazón significa defender tu centro, la relación más importante, la relación con Dios.

Algunas personas de oración experimentadas llaman a este corazón que se encuentra con Dios, el corazón místico. Parten del supuesto de que nuestra relación con Dios es mayoritariamente indirecta, a través de imágenes y conceptos, que no son suficientes. Sólo podemos conocer a Dios a través del corazón místico del que está dotado todo ser humano, pero que en la mayoría de las personas no está despierto, sino dormido, y no desarrollado. Por lo tanto, necesita ser desarrollado y todo lo que estorbe, todo el residuo que lo cubre, debe ser eliminado. Y se acumula sedimento de una gran cantidad de pensamientos, palabras e imágenes que muchas veces dificultan la comunicación con Dios.

Si el corazón sabe callar y escuchar, su relación con Dios crecerá y se hará más profunda. La oración con el corazón presupone la totalidad del ser humano: razón, voluntad, sentimientos, cuerpo y alma. El significado de aprender a rezar con el corazón está contenido en aprender a amar con el corazón. En las palabras de Jesús: “Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y ​​con toda tu mente” (Mt 22, 37).

Escrito por fray Marinko Šakota para Glasnik Mira 

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