Por su interés, reproducimos en dos partes la entrevista que el padre franciscano Svetozar Kraljevic, concedió amablemente. El padre Svetozar es el sacerdote que más años lleva viviendo en Medjugorje, ya son 13 años desde que llegó. Está a cargo de la Comunidad "Aldea de la Madre", donde se rehabilitan y trabaja con jóvenes drogadictos, con niños huérfanos o que provienen de familias desestructuradas, y con mujeres con diverso tipo de problemas (violencia doméstica, riesgo de aborto, abuso de sustancias).

Padre Svetozar, díganos dónde estamos en ese momento, quien fundó la comunidad y cuando empezó a trabajar, ¿cuándo fue abierta la primera casa?

Nos encontramos en Medjugorje en este momento, en uno de los cinco pueblos de la parroquia de Medjugorje – Bijakovi´ci, y aquí se fundó por la providencia de Dios la comunidad El Padre Misericordioso. Siempre cuando la gente me pregunta quién fue el que fundó la comunidad, quizás la respuesta simple sería el padre Slavko Barbari´c, y eso es cierto, él era el sacerdote franciscano que comenzó esta comunidad, pero en realidad ha sido la vida misma, quien ha fundado la comunidad, y pienso que la obligación de nosotros los sacerdotes es reconocer los impulsos de la vida, los impulsos del Espíritu Santo, igualmente como nuestro Señor Jesucristo, que cuando encontraba a la gente, la encontraba en la vida normal y cotidiana, tal como eran. Cuando encontraba a los hambrientos y sedientos, iba hacia ellos, les servía… Cuando encontraba a los enfermos, los muertos, los sedientos, los abandonados, los afligidos y los tristes, él les encontraba justamente así como eran, y pienso que el deber de la Iglesia y del sacerdote es encontrar al hombre tal como es y estar al lado de él, ayudar concretamente a esa persona. Y eso lo hacía padre Slavko con los hombres, los niños y los jóvenes que venían aquí a Medjugorje. Cuando viene un hombre, adicto, esclavo y destruido, no está destruido solamente él, sino toda su familia, el padre, la madre, los hermanos, las hermanas, de todos ellos se podrían escribir diferentes historias. Muchas veces venían personas como esas al padre Slavko y le decían « necesito un bocadillo, necesito esto, necesito, aquello, necesito dinero,» vienen con peticiones como esas o a una entrevista, y entonces nosotros tenemos que reconocer qué es lo que necesitan ellos en realidad. Y decirles la verdad y qué deberían hacer. En los casos más graves, donde los hombres no tenían donde ir, él les invitaba a quedarse con ellos. Yo me acuerdo de esos días, eso fue a finales del siglo pasado, entre el 98 y el 99, cuando el padre Slavko empezó a pasar tiempo con las personas de este tipo, y nosotros le observábamos, quienes eran esos ahora, así que se juntó un número de unos 15 jóvenes y un día el padre Slavko se murió. Pero los jóvenes seguían viniendo, y nos juntábamos regularmente cerca de la iglesia sobre las 8 . Era viernes cuando él se murió, 24 de noviembre de 2000, ellos vinieron el sábado y el padre no estaba. El párroco de aquel tiempo, el padre Ivan Sesar, y yo, fuimos y les dijimos, nosotros seguiremos con vosotros. Y así empezó todo. Encontramos este lugar, nos seguimos reuniendo aquí, viviendo en el mismo sitio y de la misma forma, ayudándonos unos a otros continuamos construyendo esta casa, este sitio de trabajo, de oración y de fe, es el lugar del comienzo de la vida nueva. Así es todo.

 ¿Qué significa para esta casa estar en Medjugorje? ¿De qué manera Medjugorje influye al programa de la comunidad?

La Virgen encontró a los niños que aquel día eran tal y como eran. Tenían sus preocupaciones, como todos los niños. Y Dios encuentra al hombre tal como es. Es interesante que el hombre contemporáneo busca, pide y grita a alguien para que se pare un momento a hablar con él y le escuche. Ese hombre tiene sus heridas y busca a alguien para que le cure, le escuche, le entienda y le acoja. Y un hombre así, necesitado, viene a Medjugorje con la esperanza de que alguien le escuche. Eso es la comunidad. Es interesante este proceso, porque esto es la evangelización verdadera, es la obra de Dios verdadera, igualmente a la de Jesucristo. él es quien toca al enfermo y sana sus heridas. Es interesante este proceso. Cuando viene un joven, cinco, seis días después, le voy a saludar y veo una cara nueva. El día que un joven entra en la comunidad, él es el que recibe la gracia, pero al mismo tiempo, inmediatamente, en el mismo momento él empieza a dar la gracia. Y ya al entrar, él gana la fuerza, y el poder para dar la bendición. Por lo tanto, toda la fuerza curativa la tienen los chicos, son ellos la fuerza que predica, que evangeliza, que corrige, sana, ayuda, y lleva. A veces, hay chicos que cuando entran son ruinas, hay que estar con ellos día y noche, hay que atenderles porque son enfermos graves, físicamente, mentalmente, espiritualmente, son personas en la ruina y enfermedad. Yo no sé que hacer para ayudarles, entre ellos se entienden mejor, es un proceso que me admira ya que inmediatamente se van al servicio de la evangelización. Ellos mismos ayudan a sus colegas que entran, ellos lo saben y ellos pueden, quieren. Aquí no podéis llamar a un médico, porque aunque el médico tenga su experiencia, él no sabe qué es lo que está pasando y qué es lo que uno necesita . Y un adicto que ha pasado unos 10 años en la calle, lo ha visto todo y lo sabe todo, lo ha vivido todo y ha pasado por todo, él sí lo sabe. él sabe decir la palabra justa y recibirla, y a él no se le puede engañar. A mi cada adicto me puede engañar, en cada momento. Porque yo no lo sé. Pero ellos mostrarán todo el amor, serán verdaderos también y si alguien entre ellos empieza a mentir, lo sabrán. Y también me ahorran las frustraciones porque ellos estarán en la verdad.  

Usted se ha encontrado en medio de todo eso de repente, sin prepararloatrapado.¿Cómo ha influido todo eso a su sacerdocio, en qué medida lo ha ayudado a usted? Ha recibido usted la gracia especial trabajando con ellos, porque ese testimonio probablemente ayudará a los sacerdotes en España que han caído en el materialismo, pasan tiempo viendo la TV, cuando hay tanto que hacer.

El sacerdote, en realidad el mismo Señor, grita como el Pastor bueno, él pide a Dios, la mies está preparada y no hay que cosecharla. Y él grita, él le pide a su padre celestial, manda a los obreros porque la mies es abundante. Y eso es el grito permanente de la iglesia. Los sacerdotes son solamente una gotita en el mar de las necesidades de la vida, necesidades de la iglesia y los sacerdotes no pueden vivir en la ilusión de que ellos podrían hacer algo. En un momento el Señor dice, incluso las piedras hablarán, y aquí en verdad las piedras hablan. Aquí tenemos un proceso de la evangelización en donde los chicos que entran en la comunidad, se ponen al servicio de la evangelización. Y ellos son el poder grande de la iglesia que ayuda mucho. Los sacerdotes tienen que atraer, organizar la iglesia, su gente y colaboradores de tal manera que el sacerdote será tan fuerte cuantas más personas atraiga y trabajen juntos con él en el campo del Señor. El es impotente, pero con su gente, con su colaboradores y personas en las cuales hay que confiar infinitamente, hay que amar y dar toda la fuerza y confianza, es entonces cuando esas personas harán milagros con él. Aquí estamos en un puente poderoso de la fuerza humana donde habita la gracia poderosa de Dios. Yo soy un sacerdote, pero en esta comunidad en concreto tenemos en realidad 40 sacerdotes. Todos hacemos la tarea del sacerdote concedida por el Señor. Todos rezamos. Es más, ellos aquí en la comunidad rezan más que yo. Rezan, trabajan, limpian, se ayudan unos a otros, se aconsejan unos a otros, tiran unos de otros en las crisis. Todo eso es la fuerza de Dios, fuerza evangélica que nace de los hombres y que nunca hubieran pensado que podrían hacer algo así. Así que cuando entra un joven nuevo, todo está en las manos de los chicos que hacen y organizan todo.  

Descríbanos un día suyo aquí en Medjugorje y en la comunidad.

Mi tarea es estar al servicio y trabajo de las personas que darán su vida a la iglesia. Mi obligación es ayudar a esa iglesia viva. Pero al mismo tiempo velar estrictamente mi propia vida. Nuestra vida empieza en la oficina parroquial, con la oración regular de los oficios, la Santa Misa, las reuniones breves y la preparación del día. Así que no llevo ninguna carga pesada. Vengo aquí a la Aldea de la Madre y ayudo, o coordino las cosas que los otros hacen. Mi tarea es ayudar a todos a que hagan su tareas, contratar, ayudar, motivar, y a veces quizás tomar unas decisiones claves en ciertos momentos sobre algunos pasos nuevos. En concreto, ocurrió que vino una mujer con ocho hijos. El mayor tenía 7 años, por lo que tenía gemelos por partida doble. ¿Y dónde vamos a meter a esa mujer? Está claro que no la podemos acoger, y tenemos que acogerla. Encontramos una solución, pero también entendimos, y tuve que tomar la decisión de que había que buscar un sistema y organizarnos para que cuando otro día nos venga otra mujer, la podamos acoger, recibir, y proteger y de esta forma no sea abandonada, afligida y descuidada. Esa mujer nos ayudó a entender, o tomar la decisión de que tenemos que construir una casa para las mujeres de la misma forma que tenemos una para los hombres, tiene que haber una para las mujeres. Porque ellas pasan dramas humanos, y si una mujer en esos momentos tan graves no tiene a nadie que le proteja, entonces nosotros no habremos logrado nada, no habremos hecho lo que teníamos que acer. Si alguien viene a pedir ayuda y nosotros decimos simplemente que no podemos a ayudarle, entonces no habremos logrado nada. Y cuando tomamos esa decisión tan difícil intentamos organizarnos para ayudar a los que necesitan ayuda, Dios provee. Y ahora tenemos una bonita casa donde podemos acoger a las mujeres y sus hijos en desgracia, igual que acogemos a los hombres.

 También existe la casa para los huérfanos.

Sí. En el sacerdote es reconocer. Nosotros no podemos abandonar la necesidad del hombre solo así. La iglesia es una institución espiritual, pero igualmente es una institución social. Porque Jesús se encargaba estrictamente de las necesidades humanas. él de verdad iba al encuentro del hombre hambriento que necesitaba el pan, que estaba enfermo. Nosotros no podemos encontrar un hombre de manera diferente. No nos lo podemos inventar, decir que era un hombre que tenía 20 años y quedarnos tan contentos. A veces es un niño, a veces una mujer, ese o aquel, y entonces cuando encontramos a ese hombre que Dios nos ha traído a nuestra vida, que se ha encontrado con nosotros y ha pedido la ayuda de nosotros, nos acercamos a ese hombre en el nombre de Dios y buscamos la manera de ayudarle como el Señor le ayudaría. Por eso nació este orfanato, la casa para las mujeres, porque Dios nos mandaba esas personas que venían con sus problemas concretos, problemas donde tuvimos que responder de una manera adecuada. Y pienso que esa es la tarea evangélica y bíblica, encontrar a ese hombre en la manera divina, evangélica, creativa de Cristo.

 Estoy segura de que la gente que vea este reportaje querría que entrase aquí un hijo/a suyo, alguien que tenga los problemas con la droga. ¿Está esta casa abierta para todos, o solamente para las personas de ex Yugoslavia?

A ver. Yo estaría más feliz y eso sería más necesario si aquí viniera, digamos, un sacerdote de España. Me gustaría que él viniera aquí a vivir con nosotros durante un, dos, tres meses, con todo lo que tenemos. Con toda la severidad y disciplina que tenemos aquí. Porque aquí hay una disciplina inusual. En este lugar nosotros vivimos de la disciplina, del orden y del trabajo. Porque no se puede sobrevivir de manera diferente. Entonces, si un sacerdote viniera y lo viera, y después volviera a su país con el mismo objetivo, y empezara algo similar, eso no puede no tener éxito. Aquí se ha cambiado mi fe en los jóvenes. A veces nosotros vivimos dudando de los hombres, no les creemos. Cuando en realidad los jóvenes gritan por el sacrificio, gritan por la cualidad, por la vida evangélica, pero nadie se lo ofrece. Se les ofrecen otros contenidos y se piensa que con un cierto liberalismo o con ciertos contenidos del placer se les hará felices. Y hay tanta gente que vino aquí a vivir estrictamente, disciplinado, con la oración, con el trabajo, con el silencio, y la gente está feliz y contenta, tienen una sonrisa en el rostro, recuperan la salud del alma y del cuerpo. Nosotros aquí no tenemos miedo de ir a un joven y decirle que rezamos tres rosarios al día, y que esperamos lo mismo de él. Y ese joven está dispuesto a aceptarlo y vivir así. Pienso que el sacerdote hoy en día comete un error enorme cuando de alguna manera diluye la disciplina, los sacramentos, no pide lo máximo, y cuando dice se puede así o así. Nosotros aquí pedimos una vida radical, evangélica, disciplinada y la gente está dispuesta a aceptarlo. Yo he conocido a ese hombre aquí y por eso empiezo a confiar en él de manera nueva. Incluso el hombre que veis, que ha violado todas las leyes, el hombre que se encuentra en lo más bajo, que ha violado todas las normas de la moral y de la humanidad, justamente ese hombre está dispuesto a vivir el evangelio si se le da la oportunidad y si se le invita, si se le abre la puerta y si se confía en él. Es una cosa demasiado simplificada decir yo creo en Dios. Eso no significa nada. Creer que Dios existe, es un pensamiento absurdo. Dios existe, ¿y qué? Yo me voy, eso no me importa a mí. Y en eso se ha convertido nuestra fe hoy. Igualmente que creemos que existe un vecino mío. Pero yo nunca ni siquiera he tomado el café con él. Ese vecino es insignificante en mi vida. ¿Y qué significa creer? Creer significa introducir una nueva calidad, eso quiere decir por lo menos tomar café con ese vecino querido. Creer significa , por lo menos, dar mi vida por él. Eso significa creer en Dios. Y dar una plenitud a aquello, Dios, aquí estoy, yo estoy dispuesto para ti. Pero creer no significa creer solamente en Dios, sino en el hombre también, yo confío en ese hombre, como cuando nace un niño, el padre se acerca al niño y dice, yo confío en ese niño. Y le da al niño todas las oportunidades y el amor, para que desde ese momento el niño se crea y crezca siendo un buen hombre. Pienso que necesitamos desarrollar esa fe en el hombre. Y eso siempre va paralelo, creer en Dios y creer en el hombre es lo mismo, van unidos y no se puede separar, el sacerdote tiene que creer en el hombre. Dios me ha concedido a mí que crea en estos jóvenes, es interesante cómo esa fe, me ayuda cada día a descubrir de nuevo a esa persona joven y sus capacidades, me ayuda e incluso ellos me motivan con la sorpresa de que hay mucho más en ellos de lo que yo había creído. A veces les observo cuando hablan entre ellos, les escucho y pienso, Dios mío, ¿de dónde ha sacado ese joven esto? La profundidad de sus conocimientos, de sus reconocimientos, la sabiduría, la valentía, eso deben ser las fuentes del Espíritu Santo, las fuentes divinas de las cuales él lo saca y ofrece. A ese hombre nosotros le descubrimos y ahora cuando hablamos de la crisis en el mundo, eso no es solamente la crisis del cristianismo ni la crisis de la fe en Dios, sino es nuestra crisis general de la fe en el hombre. No creemos, sino que ofrecemos el chantaje, ofrecemos los placeres para manipular a ese hombre, para controlarle, para hacerle un adicto, y eso ya no es la fe, sino manipulación y control. La fe es estar dispuesto a llamar al hombre, como lo hacía Jesús, él está ahí y simplemente dice lo suyo. Y le dice al hombre: “tú puedes”. Y al hombre no le queda nada más que detenerse, escuchar y seguirle.

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