Con la solemne Eucaristía del Jueves Santo, el 28 de marzo, en la iglesia Santiago Apóstol en Medjugorje, que fue celebrada por el visitador apostólico con carácter especial para la parroquia de Medjugorje, mons. Aldo Cavalli, junto a muchos parroquianos y peregrinos, comenzó el Triduo Pascual, de la pasión, muerte y resurrección gloriosa de Jesús.

En su homilía, mons. Cavalli nos invitó a: “Ir esta tarde del Jueves Santo a la escuela de Jesús, el único Maestro”, y luego explicó lo que Jesús nos enseña.

“El primer punto se puede resumir en una sola palabra: servir, servir, servir. El lavatorio de pies: Jesús es un Maestro que sirve a sus discípulos. Jesús es un Maestro al servicio de todos nosotros: Por tanto, si yo, el Señor y Maestro, les lavé los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros“.

“María de Nazaret es para nosotros un ejemplo de cómo llegar a ser discípulos creíbles del Señor: ‘¡Aquí estoy, soy la sierva del Señor, hágase según su palabra!’ Y sirvió al Hijo de Dios como ama de casa, toda su vida”, afirmó monseñor Cavalli, recordando una vez más la necesidad del servicio y subrayando que “María es una verdadera sierva del Señor”.

Mons. Cavalli afirmó que el segundo punto de la enseñanza de Jesús se puede resumir en la palabra crecer, y recordó la parábola de los talentos.

“Si quieres servir fielmente, como Jesús, como María, tienes que desarrollar los dones que has recibido, las cualidades que has recibido… Siempre debes vivir de la mejor manera la misión que has recibido. Quien quiera servir fielmente debe convertirse poco a poco en el mejor de todos, no por arrogancia, sino para servir mejor. Esta es la verdadera entrega de uno mismo a los demás, como lo hizo Jesús: Este es mi cuerpo, que es entregado por ustedes, este es el cáliz de mi sangre, mi vida, que es entregada por ustedes”, dijo mons. Cavalli y nos recordó la grandeza de la Eucaristía, que es “el don de la vida de Jesús para nosotros, para servir a cada uno de nosotros”.

“Vivimos plenamente este Jueves Santo, en el que volvemos a vivir el don en el que Jesús, el Hijo de Dios, se entregó por nosotros, para que también nosotros seamos servidores creíbles de Dios, desarrollando la misión que recibimos durante nuestra vida, en beneficio de los demás, dijo el arzobispo Aldo Cavalli que concluyó su homilía diciendo que cada uno de nosotros debe ser un siervo de Dios, porque Jesús de Nazaret es el Siervo de Dios, y María de Nazaret es la Sierva de Dios.

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