Fray Zvonimir Pavicic es un joven franciscano nacido en Móstar y que actualmente ejerce su ministerio en Medjugorje, muy cerca de su localidad natal, y uno de los mayores lugares de peregrinación católicos en este momento.

Con apenas 31 años este religioso se ha criado cerca de Medjugorje y las apariciones marianas que supuestamente se producen en ella, y ahora él mismo pertenece a la comunidad franciscana que atiende a los numerosos peregrinos que llegan procedentes de todo el mundo.

De niño asistió a la escuela de música y le gustaba cantar en los coros parroquiales, a la vez que también era monaguillo. Con el paso del tiempo se licenció en la Facultad Católica de Teología de la Universidad de Zagreb en 2016, fue ordenado diácono el 26 de febrero de 2017, también en Zagreb, y sacerdote en Mostar, el 25 de junio de 2017.

En una entrevista que recoge la web Centro Medjugorje, el joven Pavicic habla de su vocación y su relación con este santuario mariano.

Nació y creció en un ambiente de fe. En su casa –cuenta- “todos los días rezábamos Laudes y Vísperas del breviario, y después de las Vísperas, el Santo Rosario también. Nunca lo saltamos. Creo que, en tal ambiente de oración, creció dentro de mí la llamada a la vida religiosa y al sacerdocio. Así que pienso que la llamada fue creciendo en mí desde el mismo vientre materno y más tarde en el seno de mi familia”.

De hecho, recalca que “el punto de inflexión fue cuando me mude a Split para estudiar ingeniería eléctrica. Allí vivía separado de mi familia. Y había que empezar una vida de oración individual. Y en ese año, separado de mi familia, todavía rezaba el breviario y el Rosario todos los días, leía lecturas diarias, (creo que era el único estudiante que tenía el calendario litúrgico y la Biblia en mi cuarto), y participaba de la Eucaristía casi todos los días. Ahí empecé a sentir la llamada más claramente y en mi interior sentí que Dios me llamaba a la vida religiosa”.

En su proceso de discernimiento recibió la ayuda de sacerdotes franciscanos y también de su propia parroquia. “Así conocí a San Francisco y me empapé del espíritu franciscano. Creo que fue la elección lógica. Cuando decidí ser religioso, los franciscanos eran lo único que tenía en la mente”, explica.

No fue un proceso fácil para él. Fray Pavicic confiesa que tuvo “mucho miedo y dudas al principio. No podía dormir tranquilo, hasta que decidí probarlo. Y al tomar la decisión todas las dudas y miedos desaparecieron y ya dormía mejor”.

Uno de los aspectos que más le llena de su actividad pastoral en la parroquia de Medjugorje es trabajar con la gente. “Desde hace 4 años doy clases de religión en los colegios y disfruto mucho de ese servicio. Una vez quería ser profesor de matemáticas. Y finalmente he llegado a ser profesor, pero de religión. Me gusta cantar y tocar, especialmente la música litúrgica. Así que me gusta cuando tengo la oportunidad de dirigir un coro o cantar y tocar en la misa; o enseñar a los demás a cantar. Me gusta dar catequesis. Y en Medjugorje, sentí el amor por la confesión”, enumera.

Sobre su experiencia como vicario parroquial en Medjugorje, donde llegó como diácono, asegura que al principio “pensé que sería demasiado difícil para mí y que no podría hacerlo. Pero según pasaban los días, cada vez era más fácil para mí y me gustaba cada vez más el hecho de estar en Medjugorje y servir aquí como sacerdote. Confesar tanto, celebrar la Eucaristía, participar de diferentes devociones, conocer gente de todo el mundo. Es una gracia el poder servir como sacerdote en un lugar de peregrinación. He estado relacionado con Medjugorje desde pequeño, porque vivía a tan sólo 30 minutos en coche de Medjugorje. Así que estoy muy agradecido a Dios por haberme puesto aquí en el ministerio. Vivir y servir en Medjugorje para mí significa impartir la gracia de Dios a los demás”.

Por otro lado, el padre Pavicic explica así su día a día en Medjugorje: “Nos levantamos temprano y rezamos la Liturgia de las Horas. Luego celebramos la Eucaristía. Y después siguen el desayuno, el trabajo (en el colegio), y otros deberes hasta el Santo Rosario cuando empezamos a confesar. Acolito durante la Misa y la Comunión, y casi siempre después de la Santa Misa me toca dirigir alguna de las oraciones o devociones (Adoración, Veneración de la Cruz, Rosario…) Por las noches, comparto con los hermanos de la comunidad y vamos a descansar”.

La música es su otra gran pasión y ahora como sacerdote la puede utilizar también para alabar a Dios. Cuenta que “en la Juventud Franciscana, durante la escuela secundaria, tocaba en la misa y dirigía el coro juvenil. Y cuando entré en la orden franciscana, empecé a trabajar más seriamente en ese campo. En la facultad, como asignaturas optativas escogía las del Instituto de Música Eclesiástica y así me fui perfeccionando en el canto, interpretación, dirección, canto gregoriano. Y simplemente amé la liturgia y la música litúrgica”.

De este modo, asegura que en este tiempo ha reconocido que “como religioso debo cultivar la música litúrgica y tratar de transmitir a los demás su belleza. Este don me ayuda mucho a evangelizar porque trabajo con los jóvenes y luego, a través del canto y de los ensayos, siempre puedo decirles algo acerca de la Eucaristía, de Dios, de la espiritualidad. Y ciertamente puedo mostrarles con el propio ejemplo lo hermoso que es ser sacerdote y religioso”.

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