Los peregrinos describen Medjugorje como “un pedazo de cielo en la tierra”. Lo cierto es que más allá de que existan muchas maneras de describirlo, allí uno puede ver cosas que, por lo general, en nuestras ciudades no las podemos ver.

Por ejemplo, es algo normal caminar por las calles de Medjugorje y ver gente rezando con el Rosario en la mano. También es natural sentarse a comer en las mesas de las pensiones un miércoles o un viernes y ver que las personas hacen ayuno: comen pan y beben agua.

Muchas personas suelen ir a Medjugorje con muchos problemas en sus vidas, personales o familiares, y volver a sus casas con los mismos problemas, pero con el corazón distinto. A veces se solucionan los problemas y otras no, pero es a través del don de la conversión, del cambio de vida, que uno empieza a enfrentarse a los problemas del día a día de un modo distinto; ya que Jesús, por medio de María, le regala un don precioso a todos aquellos que abren el corazón.

En Medjugorje, los peregrinos, encuentran paz en el corazón, esa paz que muchas veces buscamos pero nos es difícil de encontrar. Mucha gente sigue los mensajes de la Virgen y no tiene la posibilidad de ir a Medjugorje, recordemos que los mensajes de la Virgen son para todos. Cada uno de nosotros podemos vivir los mensajes y la espiritualidad de Medjugorje en el país que cada uno se encuentre. Lo que tenemos que hacer para poder experimentar el amor de la Virgen es abrirle nuestro corazón, si le damos nuestro corazón a ella y comenzamos un cambio en nuestro día a día podremos experimentar la paz en nuestros corazones.

Para abrir el corazón y buscar una sincera conversión es indispensable la oración: rezar el Santo Rosario, la Adoración Eucaristica, la Palabra de Dios y, por sobre todas las cosas, la Santa Misa.

Pidamosle a la Gospa que todo eso que pasa en Medjugorje nos pase a nosotros en el corazón en el lugar donde estemos, que podamos encontrar la paz que tanto estamos buscando para ser felices en la tierra.

La Madre de Dios nos acompaña en nuestro camino, ella desea que cada uno de nosotros encuentre la felicidad. Recordemos lo que dijo Nuestra Madre en el mensaje del 25 de mayo de 1987:

“Queridos hijos (…) Yo los invito a cada uno de ustedes a decidirse conscientemente por Dios y contra Satanás. Yo soy su Madre; por tanto, Yo deseo conducirlos a todos a la santidad completa. Yo deseo que cada uno de ustedes sea feliz aquí en la tierra y que cada uno de ustedes esté Conmigo en el Cielo. Esta es, queridos hijos, la razón de mi venida aquí y mi deseo. Gracias por haber respondido a mi llamado!”

 

Dios los bendiga por medio de Nuestra Madre,

 

P. Marcelo Marciano

 

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