Hoy es el cuarto aniversario de la ordenación sacerdotal

Un día como hoy, pero hace cuatro años atrás, mi vida cambiaba para siempre. Aún recuerdo lo que me costó decidirme para entrar al Seminario.

Hasta los 23 años no frecuentaba la Iglesia, es más, no quería saber nada con la Iglesia y con los curas; y eso que fui a colegios católicos toda mi niñez y adolescencia. Nunca me llamó la atención ir a la Iglesia, es más, recuerdo que lo consideraba una perdida de tiempo.

Fue el dolor lo que me acercó a Dios y a la fe, fue la muerte de un amigo que quería mucho. Mi gran amigo Agustín falleció en un accidente de transito y a partir de ahí mi vida cambió para siempre. Empecé con ataques de pánico y en mi corazón había una angustia que no la podía describir con palabras.

En el medio de tanto dolor me invitaron a una peregrinación a Medjugorje, una pequeña aldea en Bosnia-Herzegovina, y fue ahí que mi vida cambió. La Virgen me rescató de esa angustia y me llevó a conocer a su Hijo Jesús. Esta fue la experiencia más reconfortante que tuve en mi vida, porque pasé de tener un vacío enorme en mi interior a encontrar paz. Les puedo asegurar que pasé mucho tiempo buscando paz y no la encontraba, la busqué en todos lados antes de llegar a Dios.

En mi juventud me la pasaba de boliche en boliche, en un vida bastante desordenada desde todo punto de vista y cada día, cuando me levantaba de salir la noche anterior, me encontraba inmerso en un vacío que no podía explicar. Yo no quería seguir así, pero no encontraba nada que me llene para salir de esa situación.

Más adelante, luego de esa conversión, fue tanto lo que cambié que, por momentos, yo mismo no me reconocía. El cambio fue muy grande, pero era tanta la alegría que había en mi corazón que yo estaba tranquilo y en paz en medio del dolor por la perdida de mi amigo y de tantas otras situaciones dolorosas por las que estaba atravesando.

Después de este cambio comenzó a aparecer en mi corazón la idea de ser cura. ¡Pahhh! ¡Qué difícil fue digerir eso! ¡Nunca se me había pasado por la cabeza ser cura! Es más, cuando me pongo a pensar en el momento en que por primera vez sentí ese deseo en mi corazón me acuerdo y me río. Estaba en una Capilla en medio de un retiro espiritual y sentí en mi corazón que Dios me estaba pidiendo que tenía que ser cura. En ese mismo momento me levanté y salí corriendo de la Capilla. Yo decía para dentro mío: “ahora si que estoy quedando loco del todo. ¡Yo cura! ¡Noooo! ¡Seguro que Dios se equivocó”. A partir de ese momento no pude disfrutar más del retiro, ya nada era lo mismo. Cuando me fui de esa casa de espiritualidad hice de cuenta como si no había pasado nada y puse esa idea en el “freezer”.

El tiempo pasaba y esa idea no se iba, yo seguía con mi vida. Tenía novia, salía con mis amigos, jugaba al fútbol y trataba de que se vaya la idea porque eso de ser cura no era para mi.

Peleé con esa idea que Dios había puesto en mi corazón durante 3 o 4 años hasta que un momento no pude pelear más y le dije a Dios que si esa era su voluntad yo me metía para cura, pero sabiendo que no era lo que yo quería sino lo que Él quería.

Estuve muchos años estudiando y formándome hasta que llegó el momento, de verdad que me costaba mucho aceptar la voluntad que Dios tenía para mi vida. Entre vos y yo, no le digas a nadie, hice todo lo posible para confundir a Dios y que Él mire para otro lado, porque yo seguía insistiendo en que no quería ser cura. Quise huir de ese llamado varias veces, quise mirar para otro lado, me quise esconder innumerables veces, pero todo eso seguía en mi corazón.

Primero llegó la ordenación de diácono y luego, un 26 de abril de 2015, la ordenación sacerdotal. Ese día lloraba como un niño, pero el llanto no era porque quería huir, sino de alegría y felicidad. No te puedo explicar lo que fue la celebración de la ordenación, mientras el Obispo ponía sus manos sobre mi cabeza mi corazón latía fuerte y mis manos temblaban de la emoción.

Es increíble que habiendo tanta gente capacitada y buena Dios me haya elegido a mi para esta vocación. Hasta el día de hoy me encuentro con gente por la calle y me ve vestido con la camisa de cura o de sotana y se sorprende. Varias personas me han dicho que se imaginaban a cualquiera de cura menos a mi. A lo cual respondo que yo también me imaginaba a cualquier otro menos a mi.

Lo que te aseguro es que ser cura es lo mejor que me pasó en la vida, no me imagino mi vida sin ser cura. Le doy gracias a Dios por haberme mostrado ese mundo en el que estuve antes de mi conversión, haber pasado por todo lo que pasé, sufrir todo lo que sufrí y conocer cada uno de los lugares que conocí.

Hoy, como sacerdote, me toca hablar con muchos jóvenes y adultos que están pasando por lo mismo que me tocó vivir y no le encuentran sentido a la vida. Dios está siempre al lado del que sufre y del que no encuentra sentido a su vida, el problema es que nosotros no dejamos que Él entre en nuestro corazón.

En estos días me ha tocado vivir uno de los momentos más duros de mi sacerdocio, fue celebrar la Misa en el entierro de un querido amigo, al que quería mucho, que decidió terminar con su vida después de muchos años de sufrimiento por estar inmerso en las drogas. No se como hice para celebrar esa Misa, estaba quebrado, mi corazón estaba roto. Ser cura tiene estas cosas, el mismo domingo de Pascua, día de la Resurrección, celebré una Misa llorando y desconsolado por un gran amigo que se nos fue.

No paro de dar gracias a Dios por haberme metido en este hermoso lío de ser cura, es lo mejor que me pasó y no lo cambiaría por nada. De verdad que nunca me imaginé que terminaría siendo cura, pero hoy no me puedo imaginar ser otra cosa que no sea cura. Conocer a Jesús, por medio de la Virgen, fue lo mejor que me pasó en la vida.

¡Gracias Señor por este hermoso regalo de ser cura! ¡Gracias Madre querida porque si no me hubieras presentado a tu Hijo Jesús hoy no habría aceptado el regalo tan grande que Dios me hizo de celebrar la Misa y recibir a las personas heridas en el sacramento de la confesión!

¡Ser cura está d+! ¡Gracias Señor por haber elegido a este indigno y gran pecador para esta hermosa vocación!

Me encomiendo a tus oraciones,

Padre Marcelo

www.uncuraenlasredes.com

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