Por un regalo providencial a través de mi Papá, se me presentó la oportunidad de regresar por segunda vez a Medjugorje ese mismo año 2016, pero esta vez para vivir ahí por 3 meses y así poder prepararme espiritualmente para ingresar al seminario. Llegué en Agosto de 2016 para el Festival de la Juventud y permanecí hasta mediados de Diciembre, siendo mi estancia en total de 4 meses y medio. Viendo hacia atrás, puedo ver la vital importancia que esta experiencia tuvo en mi proceso vocacional, ya que era necesario que Dios pusiera en mí los cimientos fuertes de la vida espiritual para después poner las bases fuertes de la formación al sacerdocio. Me gusta decir que mi estancia en Medjugorje esos 4 meses fue un curso intensivo en la universidad de la Virgen, pues Medjugorje es una auténtica escuela de espiritualidad y vida cristiana guiada por la Madre de Dios en nuestro tiempo. Aprendí a vivir cotidianamente, durante esos meses, la espiritualidad propuesta por Nuestra Señora, llevando una intensa vida de oración, ayuno, meditación, y participación en la Santa Misa, Adoración Eucarística, y los sacramentos. Tuve la oportunidad, además, de experimentar la presencia y cercanía de la Santísima Virgen de forma especial al estar presente en varias de sus apariciones a los videntes. A través de todo eso, junto con la constante introspección en el silencio, Dios comenzó en mí un proceso de sanación interior, ayudándome a limpiar heridas y sanando otras, reconciliándome con mi historia personal y dándome la gracia de conocerme mejor a mí mismo y relacionarme más con Él a través de una profunda vida interior. Conté, además, con la dirección espiritual del Padre Roel Osorio, un sacerdote mexicano que servía como capellán para los peregrinos de habla hispana, lo cual facilitó enormemente mi crecimiento espiritual durante ese tiempo.

Sucedió entonces, a raíz de la intensa vida de oración y silencio que estaba llevando, que empecé a darme cuenta que debía de posponer mi entrada al seminario en San Antonio, programada para Enero de 2017. Desde muy niño tenía yo la inquietud no solamente al sacerdocio, sino también a la vida religiosa, y esa inquietud aún no estaba clara y no me dejaba continuar con mis planes en paz. Comprendí que Dios me ofrecía la oportunidad de aclarar mis dudas antes de entrar al seminario, pues necesitaba más tiempo para descubrir si también la vocación a la vida religiosa era parte del proyecto de Dios para mí. Fue una decisión muy difícil, pues cambiaría todos los planes para mi ingreso al seminario diocesano en San Antonio, pero yo sabía que esa era la invitación que Dios me hacía, en su bondad y sabiduría, para clarificar mejor su voluntad para mí. Al concluir mi bendecida estancia en Medjugorje en Diciembre, regresé a San Antonio en Enero de 2017 para continuar con mi discernimiento vocacional.

Tras varios meses de asistir a retiros vocacionales para conocer las comunidades religiosas que más llamaban mi atención, finalmente ingresé al postulantado con los Misioneros del Espíritu Santo (con quienes aún conservo una gran amistad y hermandad) en Julio de 2017, pues era la congregación que más me atraía y con la cual quería discernir mi llamado. Jamás olvidaré el hecho de que el día de mi ingreso fue un 2 de Julio, día de la aparición mensual de la Reina de la Paz a la vidente Mirjana para orar por los que no conocen el amor de Dios, y también era Sábado Primero, dedicado al Inmaculado Corazón de María. Al entrar a mi habitación en la casa de formación, me sorprendí al ver una pequeña y bella estatua de la Reina de la Paz traída desde Medjugorje. Pensé que había sido puesta por mis formadores intencionalmente, pues ellos sabían mi conexión especial con la Reina de la Paz y Medjugorje, pero la imagen estaba ahí desde mucho antes, y por algún motivo, se me asignó esa habitación en particular al último momento. Nuevamente, la Santísima Virgen salía amorosamente a mi encuentro como Reina de la Paz, mostrándome que ahí estaba presente y caminaba junto conmigo en cada paso de mi camino.

Unas semanas después, mientras continuábamos la formación en el postulantado, fui descubriendo poco a poco que ese no era el lugar que Dios tenía destinado para mí. No estaba seguro, pues aunque me gustaba la comunidad, no me veía a mí mismo en ella el resto de mi vida. Rogaba al Señor y a la Santísima Virgen que me indicaran lo que debía hacer. Una mañana, entrando a la capilla para las oraciones matutinas, me dijo uno de mis hermanos, indicándome a la imagen de la Virgen: “Dice que vayas.” No entendí que me quería decir, y pensé que no había escuchado bien o que se refería a alguno de los formadores que me llamaba. Le pregunté, “¿La Santísima Virgen?” Me respondió, “Si. Anoche la soñé, estaba como en la tarjetita que nos diste [una estampa de la Reina de la Paz traída de Medjugorje] y me dijo: ‘Dile a Ottmar que venga.’ Yo solo cumplo en darte el mensaje.” Tras varios días de oración y reflexión, y con el apoyo de mis formadores y hermanos de comunidad, decidí no continuar al noviciado y volver a San Antonio para intentar ingresar al seminario diocesano, pues ese era el camino que Dios tenía para mí.

Un año más tarde, en Noviembre de 2018, después de trabajar y esperar la respuesta de los directores vocacionales de la Arquidiócesis, finalmente fui admitido al Seminario de la Asunción (Assumption Seminary) en San Antonio para el primer año de Teología, gracias a la intercesión de la Reina de la Paz. En Diciembre, un mes antes de mi ingreso, tuve la oportunidad de regresar a Medjugorje por tercera ocasión para dar gracias a la Santísima Virgen por su ayuda en el proceso de admisión y para pedir su bendición maternal al iniciar mi camino. Tras varios días de intensa oración y silencio en Medjugorje, regresé a San Antonio para comenzar, de la mano de Jesús y la Santísima Virgen María, mi formación al sacerdocio en Enero de 2019.

Estos meses en el seminario han sido de mucho crecimiento espiritual, humano, intelectual, y pastoral, y en cada paso que he dado, la Reina de la Paz continua haciéndose presente con su amor maternal. Deseo continuar de la mano de María, Reina de la Paz, hacia Jesucristo, Sacerdote y Victima, pues estoy convencido que ella es la mejor formadora y maestra para los sacerdotes. Su intercesión poderosa y sabiduría que nos regala en sus mensajes es camino seguro para llegar a Cristo. Solo ella, junto con el Espíritu Santo, es capaz de formar la imagen viva de Jesús en cada sacerdote, pues es la Madre quien conoce mejor al Hijo y puede plasmar, mejor que nadie, sus rasgos en aquellos que se dejan guiar por ella. La misión del sacerdote es ser otro Cristo, un reflejo vivo que piense, sienta, y ame como El. Solo la acción del Espíritu Santo, por medio de la Santísima Virgen María, puede lograr esta obra de gracia en un hombre frágil escogido por Dios para esta sublime misión. Con la ayuda de Dios, deseo recorrer este camino de la mano de la Reina de la Paz y ser así un reflejo vivo del Señor Jesús.

¡Alabados sean Jesús y María!

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