VIRGEN-MARIA“Queridos hijos, en este tiempo de gracia, los invito a todos: oren más y hablen menos. En la oración busquen la voluntad de Dios y vívanla según los Mandamientos a los que Dios los invita. Yo estoy con ustedes y oro con ustedes. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!”

La Reina de la Paz nos invita a orar más y a hablar menos. Y esto porque en la actualidad, hoy más que nunca, conservar la paz interior es, sin lugar a dudas, todo un desafío, que nos exige estar atentos al mismo tiempo a varios frentes, especialmente a las palabras que salen de nuestros labios, y a lo que solemos escuchar. De no ser así, se llega a perder fácilmente la concordia y la paz interior, sin darnos cuenta siquiera, cual fue el motivo.

Por ello uno de estos frentes al cual hay que prestar especial atención, es el uso que hacemos a diario de las capacidades de la palabra y de la audición.

La capacidad de comunicarnos entre nosotros, por medio de los dones de la palabra, de la audición y de los momentos de un sabio y prudente silencio, es uno de los mayores regalos que Dios nos ha dado al crearnos. Es un regalo invalorable, un don sagrado dado por el Creador al ser humano.

Sin embargo, el tener algo tan valioso como es el don de la palabra y la capacidad de comunicarnos, no nos asegura por sí solo, la paz interior; sino que esto dependerá del uso que hagamos de esos dones que se nos han entregado.

El don de la palabra debería capacitarnos para manifestar a los demás el propio pensamiento y lo más bello que el Señor ha ido sembrando en lo más hondo del corazón. Mientras que el don de la audición, cuando es correctamente ejercitado, nos permite conocer en mayor profundidad el corazón de quienes nos rodean, posibilitándonos así entrar en un intercambio de comunicación afectiva cada vez más rico.

De esta manera se va tejiendo la comunicación humana. Y para que haya comunicación debe existir interacción reciproca entre dos personas: Transmisor y Receptor.

Las únicas criaturas capaces de presentar comportamientos comunicacionales profundos, de transmitir y recibir intelectual, sensorial y afectivamente, la propia interioridad, somos los seres humanos.

Cuando interactúamos, tratando de acondicionar la voluntad de entendimiento mutuo, es lo que se denomina diálogo. Y este dialogo solo puede madurar y enriquecerse, por medio de la oración hecha con el corazón.

Que la Reina de la Paz interceda por nosotros, para que adquiramos la sabiduría de saber cuándo hablar y qué decir, así como y que debemos callar en el momento oportuno.

Que la Reina de la Paz te Bendiga.

P. Gustavo E. Jamut, omv

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